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Mariano Picón Salas y su casa de infancia Si nos aventuráramos a esbozar una tipología de los lugares, la casa de infancia ocuparía un puesto primordial. La casa de infancia refugia y aprisiona. Refugia, en el sentido de constituirse como útero materno, que abriga y forma, y que se vuelve en nuestra memoria pasión; "pasión –según Bachelard– de nuestro cuerpo que no olvida la casa inolvidable". Aprisiona, en tanto moldea la territorialidad existencial del individuo y lo disuelve en la uniforme humanidad. Si hablamos de arte, la casa de infancia representa el símbolo revelador del recuerdo y "la necesidad –para decirlo con palabras de Milagros Mata Gil– de establecer una identidad frente a las transformaciones". En la obra de Mariano Picón Salas se observa ese continuo oficio de la añoranza, el permanente deseo de regresar a la casa de infancia, al origen:
Esa conseja cándida de cultivar nuestro jardín, de invocar las añorantes moradas, vertebra la obra autobiográfica de Mariano Picón Salas. En Viaje al amanecer, Regreso de tres mundos, Odisea de Tierra Firme, entre otras obras, el merideño errante ("Por más que anduve muchas tierras no perdí la costumbre de ser merideño entrañable", dijo) recrea la Mérida de su infancia y coloca como centro de su mundo a la casa de su niñez:
Al hablar de la casa, Mariano Picón Salas menciona a fantasmas luminosos y parlanchines, solares para expediciones magallanescas, de "entierros" o tesoros nunca encontrados ("(...) a fines del siglo XIX mi abuelo adquirió aquella casa de la calle Bolívar con la leyenda del cuantioso entierro" [Viaje al amanecer]). No imagino mejor homenaje para centenario del nacimiento de Mariano Picón Salas, y lo digo en tono de ruego y a la vez de protesta, que rescatar la casa de la esquina de la torre de la Iglesia Catedral de Mérida, casa de infancia de Picón Salas de la que hemos estado refiriéndonos. Imagino allí una especie de museo "marianista" en el que se adorne sus habitaciones y demás zonas de la casa con las descripciones que de ellas hizo el escritor. Propongo además que allí, en la medida de lo posible, se establezca una biblioteca de escritores merideños, homenaje fundamental para todo creador. Con mi propuesta creo que ayudaríamos a revocar la eterna errancia a la que estuvo condenado Mariano Picón Salas y cumpliríamos así su deseo secular: (Viaje al amanecer). Emilio Centeno |