EL ENSAÑAMIENTO DE BUSH
 
La decisión ya fue tomada, es la única conclusión que se puede obtener luego de hacer una recapitulación de los planteamientos que en cada uno de sus discursos referentes a un conflicto con Irak, ha hecho el estólido presidente de los Estados Unidos, George W. Bush.  En una de sus más recientes apariciones fue aún más evidente.  Su determinación de atacar militarmente a Irak no ha podido quedar más clara.  Así, en medio del ambiente de presión internacional que ha provocado el arribo incesante de tropas del ejército estadounidense en las inmediaciones del históricamente bélico Golfo Pérsico, ha quedado comprobado que a los frenéticos guerreros del Pentágono les importa un bledo lo que el mundo opine; ellos se sienten amenazados por Saddam Hussein y esto es suficiente razón para catapultar al planeta entero hacia un enfoque autoritario, “o estás conmigo o no lo estás”; dicho de otra forma, “o estás de acuerdo con mi guerra o estás con Hussein”.
 
“Es hora de que la gente enseñe sus cartas y deje claro de qué lado está”, aseveró Bush en la conferencia de prensa celebrada en la Casa Blanca el pasado 6 de marzo; haciendo alusión a lo que será la futura votación de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, sobre una resolución que permita a Estado Unidos arremeter militarmente contra Irak.  Frente a millones de teleespectadores, no solo de su nación, sino del mundo, el nuevo azote de la guerra robusteció su postura unilateral de atacar el régimen de Hussein sin esperar la autorización de nadie, obviando los principios del único foro mundial que ha logrado mantenernos sumidos en una débil paz, pero consecuente con la tensa realidad que sacude al planeta desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial.
 
“Hay mucho en juego”, dice Bush; yo quisiera entender que es lo que realmente está en juego, ¿cuál es el verdadero interés que mueve a los genios de Washington a atacar a una de las bestias que ellos mismos ayudaron a crear?  Sabemos que Hussein dejó de responder a los intereses estadounidenses hace mucho tiempo, pero ¿cuáles intereses?  Bueno, cualesquiera que sean, son suficiente razón para afirmar que ha llegado la hora de separarlo del escenario político mundial sin importar las consecuencias, desestimando los sacrificios inocentes que cualquier intervención militar trae consigo.
 
Saddam Hussein es un dictador, tan cruel como cualquiera de los que han existido y que aún existen en el mundo.  Debe abandonar el poder, es cierto; debe dejar de oprimir a su pueblo y dar paso a la libertad y a la democracia.  Pero, ¿a qué precio?, ¿es necesario sacrificar miles de vidas inocentes para capturar a un hombre?, ¿es realmente prudente colocar al mundo al borde de un conflicto armando de dimensiones nucleares, biológicas y químicas, por satisfacer el ego de una nación que se cree la dueña de nuestras vidas?
 
Estados Unidos, cada vez que siente que su poder está en peligro, toma las medidas que sean necesarias para mantenerlo y reforzarlo; ante este precedente, traigo a colación el siguiente argumento.  Si la decisión ya fue tomada, si ya se ha definido, a manera de presión, el 17 de marzo como fecha límite para el desarme de Irak; si en los próximos días el Consejo de Seguridad de la ONU va a votar sobre la resolución que autoriza o desautoriza el ataque a Irak, si los principales aliados de Estados Unidos en esta desmaña -España y Reino Unido- están considerando modificar la resolución para aumentar el plazo al régimen de Bagdad; si miembros permanentes del mencionado consejo -Francia, Rusia y China, apoyados por Alemania-, se oponen a darle un ultimátum a Hussein y proponen darle tiempo indefinido a las inspecciones de la ONU, si los miembros no permanentes del Consejo de Seguridad opinan que se debe dar un mayor plazo a Bagdad para que pruebe su desarme; me pregunto, ¿qué harán Bush y sus guerreros si en la votación, a pesar de toda la presión política y militar ejercida, se define no atacar y darle más tiempo a Irak, o bien, buscar otra alternativa para sacar a Saddam del poder?, ¿serán capaces de descartar la decisión de la ONU y embestir unilateralmente a Irak, echando por tierra más de 50 años de derecho internacional, propiciando el descrédito y colapso de todos nuestros foros mundiales y regionales, por satisfacer el ansia de poder?, ¿o serán capaces de aplacar su ira y darle tregua a una decisión ya tomada, que no representa más que el inicio de la caída del coloso norteño?
 
De Washington siempre he esperado cualquier cosa, sin embargo, no pierdo las esperanzas de que nuestra fatal experiencia humana ayude a que la razón se imponga por encima de la violencia.
 
 
Jueves 13 de marzo de 2003