DEL CAOS URBANÍSTICO III
 
¿Hay que buscar soluciones prontas?, por supuesto que sí.  No se le puede dar más tiempo al tiempo.  El problema del desorden urbano nos está ahogando y debemos sentar alternativas de solución o de prevención lo más pronto posible.  Para infortunio nuestro, nuestras autoridades no están tomando el asunto con el nivel de seriedad que esta situación debe, es más, están tratando todo de manera tan superflua que, al final, la historia se repetirá:  “el problema será heredado por la próxima administración”.
 
Si bien es cierto que esta realidad de poco importa de parte de nuestro gobernantes la vivimos día tras día, no solo en el tema urbano, sino en muchas otras áreas sensibles de nuestra realidad nacional; eso no nos exime del deber de presentar nuestras consideraciones.  A nivel personal he tratado de discurrir algunas alternativas que puedan coadyuvar a la búsqueda de soluciones a nuestro desbarajuste citadino, tratando de no caer en el negativo “paliativo temporal”.  Al analizar objetivamente las cosas, me he encontrado con que todo el mar de soluciones que se pueden proponer de manera específica, se centran en un solo planteamiento:  “Plan nacional de desarrollo urbano”, pero ¿cómo se prepararía y ejecutaría este plan?.
 
En primer lugar, es necesario que las autoridades competentes en esta materia dejen de velar por espacios políticos y se dispongan a buscar soluciones a los problemas urbanos; para ello, es prudente que los mismos se comprometan a sentar en una sola mesa a las personas capaces de plasmar soluciones viables a la problemática urbana.  Y con esto quiero dejar claro que no se puede aspirar a sentar en una mesa de dialogo a grupos que se aferran a sus propios intereses, ya que al final lo único que se consiguen son más contrariedades y nada de verdaderas soluciones.
 
Este grupo de personas capaces -ingenieros, arquitectos, especialistas en planificación urbana, catedráticos universitarios, economistas, estadistas- tendrá el deber de presentar una estrategia nacional de desarrollo urbano, con toda la información relevante que permita determinar su viabilidad de aplicación y la forma en que se ejecutará de acuerdo a las regiones en que se divida el país para preparar este programa -provincias, distritos-.  Es decir, un plan que incluya lo que se debe hacer, cómo se debe hacer, cuánto costará hacerlo y cuanto tiempo llevará conseguirlo.  Mientras este plan no exista, no habrá esperanzas de soluciones.
 
Eso es lo primero que hay que hacer.  Luego de la determinación y aprobación de este proyecto, corresponderá al Estado velar por su ejecución, ya que este proyecto debe involucrarnos a todos; en fin, la búsqueda de la coexistencia ciudadana sustentable depende de todos, no obstante, la existencia de un plan nacional nos da una idea de lo que debemos hacer para aportar positivamente hacia la consecución de ciudades más aptas para la vida en sociedad.
 
Un Plan nacional de desarrollo urbano sería la herramienta primaria hacia los logros que en materia de planeamiento urbano requiere la nación; sería como la visión de las ciudades que queremos y, más que eso, sería el conjunto de los objetivos a corto, mediano y largo plazo, que nos permitirán solventar los problemas actuales y prevenir los que en un futuro nos pudieran afectar.
 
Desde esta palestra hacemos una llamado a todos los ciudadanos para que exijamos a nuestras autoridades seriedad con este problema.  Tal vez a las actuales ya no les importe mucho, pues les queda poco más de un año en el poder; no obstante, los que vienen nos ahogarán con un mar de promesas, busquemos que una de ellas sea un compromiso serio y responsable con la búsqueda de alternativas que nos permitan rescatar nuestras ciudades del caos urbanístico.
 
 
Miércoles 30 de abril de 2003