CRÓNICA DESDE BERLÍN
 
El pasado mes de julio tuve la grata oportunidad de vivir una experiencia muy significativa.  Y es que aparte de conocer más allá de las fronteras de mi querido Panamá, logré compartir y convivir por una semana, con una cultura y un sistema que, desde hace mucho tiempo, deseaba experimentar.
 
La Fundación para el Desarrollo de la Libertad Ciudadana me envió a un taller de capacitación en la sede mundial de Transparencia Internacional, en Berlín, Alemania.  A fin de aclarar conceptos, Transparencia Internacional es una organización sin fines de lucro que fue fundada en 1993 por Peter Eigen, quien fuese miembro prominente del Banco Mundial.  Esta organización tiene como fin primordial la lucha contra la corrupción en todo el mundo y cuenta con 89 capítulos alrededor del mundo, entre los cuales se cuenta el Capítulo Panameño, representado por la fundación en la cual laboro y que ya he nombrado.
 
Durante este taller, que se desarrolló los días 6, 7 y 8 de julio, tuve la oportunidad de conocer gente muy amigable.  Conocí los rostros y las personalidades de aquellos que se comunican con nosotros a través de mensajes electrónicos o llamadas telefónicas; aparte de poder compartir con otros compañeros latinoamericanos que también participaron en el taller -Costa Rica, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Argentina y Chile-.
 
No obstante, mi intención no es hablar de Transparencia Internacional o del contenido del taller, sino más bien, de hablarles de la cultura alemana, de lo diferente que es vivir dos mundos tan opuestos:  Latinoamérica y Europa.  En primer lugar, puedo decirles que la diferencia la empecé a sentir desde que arribé al aeropuerto.  El trato de los alemanes es muy amable, inclusive los policías, al ver mi pasaporte, no se mostraron reacios o apáticos por mi condición de latino.  Me dieron la bienvenida en inglés.  Ese mismo día me dirigí al hotel en un taxi Mercedes Benz, como todos en Berlín.  Un servicio de lujo, incomparable con los taxis de nuestro querido Panamá.
 
Berlín, en sí, es una ciudad que cuida su historia.  En medio de la ciudad hay una plaza con las ruinas de la torre de una iglesia que fue destruida por los bombardeos de la segunda guerra mundial -Gedächtniskirche-.  Se mantiene como símbolo, como el recuerdo de los horrores de la guerra -por algo no estaban de acuerdo con atacar Irak-.  Así mismo, existen más de 10 puntos en donde el muro de Berlín, caído a inicios de la década de 1990, se mantiene como muestra de un pasado que no hay que repetir.
 
El mismo berlinés es muy amigable, la mayoría de los berlineses hablan inglés o se esfuerzan por comprenderte.  Si no hablas alemán o no dominas bien el inglés, tratan de entenderte o hacerte entender por señas si es necesario.  Por otro lado, la ciudad es altamente segura, lo que no significa que no haya delincuentes, claro que los hay; el asunto es que no son tantos como en nuestros países.
 
Viví gratas experiencias.  Berlín es una ciudad libre de “smog”, con avenidas amplias, un sistema de transporte excelente, centros comerciales hermosos, restaurante de todos los gustos, lugares históricos increíbles, arquitectura moderna y antigua, entremezclada en un ambiente que te conquista desde le primer momento.  A razón de comentario, les aseguro que es fascinante caminar a través de una ciudad en donde todos, tanto conductores como peatones, esperan su turno para cruzar las avenidas, en donde el peatón es primero, el ciclista segundo, y los vehículos tercero.  Es increíble compartir con una cultura que no duda en decirte buenos días o que te atiende súper bien en un restaurante, por muy económico que sea.  Los mismos extranjeros residentes en Berlín parecer cambiar, me tocó ver a una china atendiendo de manera muy respetuosa su restaurante, y a un turco -al cual le compré una Dören en el paseo 17 de junio-, hacer comentarios muy lindos sobre el Canal de Panamá cuando le dije “I`m from Panama”.
 
Tuve la oportunidad de recorrer ampliamente la ciudad, tanto en autobús como en el S-und U-Bahn Liniennetz -tren metropolitano-, visitar lugares como Brandenburger Tor (Puerta de Brandemburgo), el Castillo Charlottenburg, el Blick zum Sony-Center en el Postdamer Platz, el Konzerthaus (casa de los conciertos), el Parlamento Alemán -Reichstag-, la Ópera de Berlín, el Museo Egipcio, el Europa Center y el Deutscher Dom; entre otros tantos lugares; y es que para el mes de julio, la noche alemana, por ser verano, caía a eso de las 10:00 p.m. y el día empezaba a las 3:30 a.m., lo que daba suficiente tiempo de luz natural para conocer y disfrutar durante el tiempo libre del taller.
 
Estoy muy agradecido por esta oportunidad.  Desde hace tiempo soñaba con viajar a un país que me permitiera conocer una cultura diferente, un sistema funcional real.  La oportunidad se me presentó y no la deseché.  Una amiga sueca, que estuvo en Panamá por varios meses, me dijo que me merecía algún día conocer un país europeo de primera, ya que mis ideas, según ella -y lo digo sin animo de resultar vanidoso- eran de primer mundo, de “sociedad sueca”; es más, tiene la costumbre de decir “tú pareces sueco”.
 
Bueno, puedo ampliar más sobre mi experiencia en una ciudad que hace 50 años estaba en la ruina y hoy es la capital de uno de los 7 países más ricos del mundo; pero mejor lo dejo hasta aquí.  Solo espero algún día tener la oportunidad de volver.
 
 
Miércoles 10 de septiembre de 2003
Revisa mi propuesta sobre las telecomunicaciones en la página LO NUEVO de mi sitio y baja el anteproyecto de la página de DOCUMENTOS...