RESPONDIENDO AL CANCILLER
 
Innegable es -y con dignidad debemos reconocerlo los que nos oponemos al modelo administrativo que rige al actual gobierno de la señora Mireya Moscoso-, que en los últimos años se ha aumentado la inversión de carácter social, entendiéndose por social lo referente a los reglones de salud, educación, vivienda, seguridad social, agua potable y otros más que se nos pueden escapar; no obstante, es imprescindible hacer eco de que las famosas medidas que se están tomando en estos sectores, aplaudidas y defendidas en la reciente participación del Canciller José Miguel Alemán, el 12 de junio de 2002 en la sección de opinión de La Prensa, no son más que simples paliativos temporales que, en realidad, no están contribuyendo al desarrollo integral que requiere nuestra Nación.
 
¿Por qué?; todos los panameños somos testigos de las realidades que se viven en nuestro país y es un insulto de parte del Canciller expresar en su documento la frase “Ese fue el compromiso para el cambio de Unión por Panamá y el gobierno lo seguirá cumpliendo hasta el final de su mandato”, como si el famoso documento que tergiversó la mentalidad de más de un panameño en la pasada contienda electoral, solo hablara de granjas auto-sostenibles, caminos de penetración, soluciones de viviendas, rehabilitación de estructuras educativas, de salud y demás proyectos “sociales”.  En contraste, encontramos en el Plan de Gobierno de Unión por Panamá un sinnúmero de “compromisos” con la sociedad panameña; compromisos que prometían verdaderos mejores días para la Nación, pero que se ha preferido dejarlos en el papel, como parte de un legado a la desidia y la corrupción campante que galopa a diestra y siniestra, sin que esta administración haya sido capaz de poner en práctica normas que reestructuren nuestro enfermo y decadente modelo administrativo.
 
Pregunto yo, basándome en la definición “todo lo relativo a la sociedad”, que le da a la palabra social el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española; ¿no sería también una inversión social cumplir con los lineamientos estipulados en el compromiso para el cambio, mismos que prometían la refundación de nuestra Nación, la lucha contra la corrupción, el control del nepotismo, la verdadera transparencia en la gestión pública, la descentralización, la modernización del los gobiernos locales, el respeto a la dignidad nacional, la defensa de la cultura, al real modernización de la educación y demás aspectos plasmados en el extenso documento?, ¿no sería una inversión social cumplir con la famosa frase “Hacia la República Democrática e Incluyente”, que se pregona en el mensaje final del demagógico manuscrito?  Considero que sí lo sería, y más de un panameño coincidiría conmigo.
 
¿Qué se ha hecho para lograr el desarrollo integral del país?; sencillamente nada.  Reparar, equipar y construir escuelas no sirve de nada, mientras nuestro sistema educativo siga funcionando de la ineficiente forma en que lo ha venido haciendo desde hace muchos años, sin contar con que los “fascinantes” resultados del dialogo por la educación dejan mucho que desear; construir granjas auto-sostenibles, en gran parte financiadas por donativos de la empresa privada al Patronato de Nutrición, nos es más que darle cabida a la continuidad del sistema agrícola arcaico que no promete una verdadera oportunidad de desarrollo futuro a estas familias que siembran y producen para subsistir, no para vivir; adecuar instalaciones de salud sigue siendo una inversión improductiva mientras siga funcionando nuestro patético sistemas de salud pública y de seguridad social -y este último requiere una rápida reestructuración, y no a pasos lentos, como ha pasado con la del IDAAN-.
 
¿Podemos seguir señalando?, claro; se han hecho inversiones en caminos de penetración   -incluyendo los de las fincas de Winston Spadafora y Alvin Weeden- para ayudar a los productores a que saquen sus productos, pero no se ha hecho nada para evitar que los sigan explotando los intermediaros; se están proyectando construcciones de carreteras y ya se trabaja en el segundo puente sobre el canal -se dieron cuenta que “el pueblo si come carreteras”-, sin embargo no se han establecido lineamientos de desarrollo y crecimiento vial ordenado y producente -y hablamos de todo lo que tiene que ver con el tránsito terrestre-; se han construido soluciones de vivienda, pero se está pensando en acabar con el Banco Hipotecario Nacional, buscando favores electorales de aquellos que no tendrán que pagar sus deudas con la entidad; se está impulsando el turismo, sí, pero de una manera ineficiente, que si no fuera por la iniciativa publicista de algunos inversionistas privados, aún no se hubiese conseguido nada.
 
¿Qué más?, en medio de la desidia que envuelve la realidad de las inversiones sociales de esta administración, están las realidades de un país que una calidad de vida que ha venido empeorando en los últimos años, bajo el paraguas de un modelo administrativo moribundo que se prometió “cambiar”; un país donde el desempleo sigue en aumento, donde se le regalan millones a una empresa y luego se pretende aumentar impuestos, donde se modifican las leyes con addendas, donde los educadores se jubilan primero que todo el mundo, donde el Seguro Social sigue en medio de una discusión que terminará por arrojar “parches” y no soluciones reales, donde la clases políticas y adineradas viven llenos de privilegios y normas especiales, donde se pretende comprar a la Nación con un populismo barato e indignante.
 
“Desarrollo integral”; si realmente se desea concretar semejante precedente, es necesario empezar por donde se debe.  Se podrán hacer muchas inversiones “sociales”, pero mientras sigamos bajo el paraguas de un sistema que permite y aplaude la corrupción en todas sus formas, nada tendrá razón de ser.  Las bases del desarrollo de Panamá no son las que vocifera la actual administración, y nunca lo serán; tampoco lo son, en gran parte, las que con tanta alharaca pregonó Pérez-Balladares.  La reestructuración de la Nación es la única base que le dará cabida al fortalecimiento de Panamá como un país pujante e incluyente.
 
Martes 18 de junio de 2002