Me
gusta cuando callas porque estas como ausente,
y me oyes desde lejos y mi voz no té toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la
boca.
Como
todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas,
llenas del alma mía.
Mariposa de sueño,
te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estas como distante.
Y estas quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos,
y mi voz no te alcanza: Déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara,
simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella,
tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estas como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa basta.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
No te amo como si fueras rosa de sal,
topacio o flecha de claveles que propagan el fuego:
te amo como se aman ciertas cosas oscuras,
secretamente, entre la sombra y el alma.
Te amo como la planta que no florece y lleva dentro de sí,
escondida, la luz de aquellas flores,
y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo el apretado aroma que ascendió de
la tierra.
Te amo sin saber como,
ni cuando, ni de donde,
te amo directamente sin problemas ni orgullo:
así te amo porque no sé amar de otra manera,
sino así de este modo en que no soy ni eres,
tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía tan cerca que se cierran tus ojos
con mi sueño.
Tu risa
Quítame el pan si quieres
quítame el aire,
pero no me quites tu risa.
No me quites la rosa,
la lanza que desangras,
el agua que de pronto estalla en tu alegría,
la repentina ola de planta que te nace.
Mi lucha es dura y vuelvo con los ojos cansados a veces de haber visto la
tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa sube buscándome y abre para mi todas las puertas de la
vida.
Amor mío,
en la hora mas oscura desgrana tu risa,
y si de pronto ves que a mi sangre mancha las piedras de la calle,
ríe,
porque tu risa será para mis manos como una espada fresca.
Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar su cascada de espuma,
y en primavera,
amor,
quiero tu risa como la flor que yo esperaba,
la flor azul,
la rosa de mi patria sonora.
Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles torcidas de la isla,
ríete de este torpe muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz la primavera,
pero tu risa nunca porque moriría.
Cien sonetos de amor
XLIV (Sabrás que no te amo...)
Sabrás que no te amo y que te amo puesto que de dos modos es la vida,
la palabra es un ala del silencio, el fuego tiene mitad de frío.
Yo te amo para comenzar a amarte,
para recomenzar el infinito y para no dejar de amarte nunca:
por eso no te amo todavía.
Te amo y no te amo como si tuviera en mis manos las llaves del destino
y un incierto destino desdichado.
Mi amor tiene dos vidas para amarte.
Por eso te amo cuando no te amo y por eso te amo cuando te amo.
Veinte poemas de amor y una canción desesperada
XX (Puedo escribir los versos...)
Puedo escribir los versos
más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: "La noche esta estrellada, y tritan, azules, los
astros, a lo lejos".
El viento de la noche gira entre el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como esta la tuve entre mis brazos!
La bese tantas veces bajo el cielo infinito!
Ella me quiso, a veces yo también la quería!
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos!
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo.
Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, mas inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como el pasto al rocío.
Que importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche esta estrellada y ella no esta conmigo.
Eso es todo.
A lo lejos alguien canta.
A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no esta conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos arboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto! Pero cuanto la quise!
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro.
Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro.
Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como esta, la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta
con haberla perdido.
Aunque este sea él ultimo dolor que ella me causa, y estos sean los últimos
versos que yo le escribo.
Cien sonetos de amor
LXVI (No te quiero... )
No te quiero sino porque te quiero y de quererte a no quererte llego y de
esperarte cuando no te espero pasa mi corazón del frío al fuego.
Te quiero solo porque a ti te quiero,
te odio sin fin,
y odiándote te ruego,
y la medida de mi amor viajero es no verte y amarte como un ciego.
Tal vez consumirá la luz de enero, su rayo cruel,
mi corazón entero, robándome la llave del sosiego.
En esta historia solo yo me muero y moriré de amor porque te quiero,
porque te quiero, amor, a sangre y fuego.
Cien sonetos de amor
XXII (Cuantas veces, amor,...)
Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo,
sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura,
en regiones contrarias,
en un mediodía quemante: era sólo el aroma de los cereales que amo.
Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa en Angol,
a la luz de la luna de junio,
o eras tú la cintura de aquella guitarra que toqué en las tinieblas
y sonó como el mar desmedido.
Te amé sin que yo lo supiera,
y busqué tu memoria.
En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato.
Pero ya sabía como eras.
De pronto mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida:
frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas.
Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.
Cien sonetos de amor
XVII (No te amo... )
No te amo como si fueras
rosa de sal,
topacio o flecha de claveles que propagan el fuego:
te amo como se aman ciertas cosas oscuras,
secretamente, entre la sombra y el alma.
Te amo como la planta que no florece y lleva dentro de sí, escondida.
La luz de aquellas flores,
y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo el apretado aroma que ascendió de
la tierra.
Te amo sin saber cómo,
ni cuándo, ni de dónde,
te amo directamente sin problemas ni orgullo:
así te amo porque no sé amar de otra manera,
sino así de este modo en que soy ni eres,
tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía,
tan cerca que se cierran tus ojos con mi sueño.
Los versos del capitán
La muerta
Si de pronto no existes, si de pronto no vives, yo seguiré viviendo.
No me atrevo, no me atrevo a escribirlo, si
te mueres.
Yo seguiré viviendo.
Porque donde no tiene voz un hombre allí, mi voz.
Donde los negros sean apaleados, yo no podré estar muerto.
Cuando entren en la cárcel mis hermanos entrare yo con ellos.
Cuando la victoria, no mi victoria, sino la gran victoria llegue aunque esté
mudo debo hablar: yo la veré aunque esté ciego.
No, perdóname.
Si tú no vives, si tú, querida, amor mío, si tu te has muerto,
todas las hojas caerán en mi pecho, lloverá sobre mi alma noche y día,
la nieve quemará mi corazón, andaré con frío y fuego y muerte y nieve,
mis pies querrán marchar hacia donde tú duermes,
pero seguiré vivo,
porque tú me quisiste sobre todas las cosas indomable, y, por amor,
porque tú sabes que soy no solo un hombre sino todos los hombres.
Los versos del capitán
La infinita
Ves estas manos? Han medido la tierra,
han separado los minerales y los cereales,
han hecho la paz y la guerra,
han derribado las distancias de todos los mares y ríos,
y sin embargo cuando te recorren a ti,
pequeña, grano de trigo, alondra,
no alcanzan a abarcarte,
se cansan alcanzando las palomas gemelas que reposan o vuelan en tu pecho,
recorren las distancias de tus piernas,
se enrollan en la luz de tu cintura.
Para
mí eres tesoro más cargado de inmensidad que el mar y sus racimos y eres blanca
y azul y extensa como la tierra en la vendimia.
En ese territorio, de tus pies a tu frente, andando, andando, me pasaré la
vida.
Veinte poemas de amor y una canción desesperada
XII (Para mi corazón basta.... )
Para mi corazón basta tu pecho, para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo lo que estaba dormido sobre tu alma. Es en
ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
He dicho que cantabas en el viento como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
y entristeces de pronto, como un viaje.
Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen pájaros que dormían en tu alma.