El cobre tiene un aspecto opaco, en superficie
fresca presenta brillo metálico y un característico color
rojo cobrizo que se altera fácilmente. Se recubre de pátinas
negras o iridiscentes formadas por óxidos de cobre o por costras
verdes brillantes de malaquita. Es prácticamente imposible conservar
su bello color originario, a menos que se barnice con sustancias adecuadas.