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Avances en Medio de la Adversidad

Muchos niños de las escuelas P-900, que dieron el mayor salto en puntajes Simce, también trabajan, viven en campamentos y algunos hasta sufren maltrato. Profesores llenos de mística sacan lo mejor de ellos.

Por Nieves Aravena 

A los 10 años, Jorge Serrano habla como experto en el negocio de la arena. "Si la quiere así no más, una tolva le sale por doce mil pesos. Si la quiere arneada, cuesta catorce lucas. La borra es lo más barato. Son seis mil pesos", señala.

Criado en un campamento junto al río Maipo, en la ribera sur, ayuda a su padre después de la escuela a extraer el generoso material fluvial del que subsiste su familia.

Sueña con esos camiones que bajan a llenar sus tolvas con bolones y arena. "Quiero ser chofer", dice seguro.

Tal vez logre eso o algo más. Es la apuesta de sus profesores. Con promedio 6, es uno de los mejores alumnos del 5.o básico en la Escuela Clara Solovera G-760 de la comuna de San Bernardo.

El y sus compañeros, también hijos de areneros en su mayoría, son los responsables de que el Sistema de Medición de la Calidad de la Enseñanza (Simce), aplicado en noviembre de 1999, haya ubicado a su plantel entre los mejores avances de puntajes.

El hecho todavía se celebra. En Matemáticas, el salto fue de 204 en 1996 a 260 en 1999; y en Lenguaje, de 192 a 254. Todo un logro, frente al promedio nacional del Simce que fue de sólo 250 puntos.

Muchos de estos niños viven en condiciones de pobreza, en una zona que mira al río demasiado cerca. Algunos ni siquiera tienen luz y agua potable en sus mediaguas, apiñadas junto al cauce del Maipo. Como Jeanette Cavieres (10), muy pequeña de estatura para su edad, que cada día camina más de un kilómetro por la berma de la peligrosa ruta Los Morros hasta su escuela. Confiesa que ahí lo pasa bien, sobre todo cuando hay que dibujar: "Hago casas y camiones, y me pongo ahí con una pala".

Hace tres o cuatro años, la Escuela Clara Solovera estaba entre el grupo del 10% con los peores resultados. Por eso, la seleccionaron para el Programa de Mejoramiento de la Calidad de las Escuelas Básicas de Sectores Pobres, P-900.

Estar entre ellas significa recibir gran cantidad de materiales pedagógicos, libros para cada nivel, bibliotecas de aula, supervisión periódica y capacitación a los profesores, para "ir pegado a la reforma", tal como sucede con 913 planteles en igual condición.

Cada año, el Ministerio de Educación invierte $1.900 millones en establecimientos ubicados en sectores pobres, urbanos y rurales. Eso equivale a agregar unos $8.900 mensuales por cada niño a la subvención habitual de $20 mil.

Entre 1996 y 1999 los puntajes han subido en promedio 11 puntos en Lenguaje (de 213 a 224) y 5 puntos en Matemáticas (de 221 a 226).

Sin embargo, la inyección del P-900 no surte el mismo efecto en todas las escuelas. Aún son pocas las que logran grandes despegues y acortan la brecha que las distancia de los otros planteles municipales de su comuna.

RECETAS PARA TRIUNFAR

"Aquí hacemos primar la afectividad; después las notas. Ellos son niños con muchas carencias. Por eso es importante el abrazo, el beso al llegar, el cariño, decirles: "Qué bien te ves hoy día". Lo primero es afianzar su autoestima", cuenta la profesora Sonia Imbert, jefa de la unidad técnico-pedagógica de la Escuela Clara Solovera, con 29 años en ese establecimiento.

Las ocho profesoras, los auxiliares y los 212 alumnos se encargan de crear un clima acogedor que se extiende al trabajo pedagógico. "Somos como una familia. Hay una excelente comunicación, decidimos en conjunto. Si hay un problema con un niño, entre todos lo discutimos y buscamos soluciones", dice la directora del plantel, Nancy Rodríguez.

Una vez por semana, el equipo docente tiene una reunión-desayuno para desarrollar proyectos, revisar materiales, planear actividades para el aula y salidas a terreno.

En las metodologías, se aplican imágenes familiares. Por eso los problemas matemáticos hablan de bolones, arena y camiones. "Nos propusimos un cambio: hacer que aprendan a partir de su realidad. Que sepan cuánto vale una carga, que calculen precios y conozcan los billetes. Todo se relaciona con el quehacer diario", explica.

En Lenguaje, el río es un gran tema e incluso han hecho salidas a una bocatoma cercana, con reportajes y fotos.

Pero aunque hay cambios curriculares y en el estilo de enseñar con la reforma, no se dejan de lado aspectos como la formación valórica de respeto y de hábitos. "A la antigua, les revisamos manos, pies, codos y cabezas", subraya Sonia Imbert.

El establecimiento está muy ligado a la comunidad: es la "casa grande" que acoge a los apoderados damnificados por los desbordes del río; el lugar donde varios de ellos buscan consejos matrimoniales y familiares entre los profesores, y hasta brinda atención médica de primeros auxilios.

Algo parecido sucede en la Escuela de Lonquén F-800 de Calera de Tango, otra de las destacadas del P-900 que subió 59 puntos en Lenguaje y 9 en Matemáticas.

Allí, a su directora, Luisa Serrano, no le cabe duda de que el apoyo del P-900 - con materiales y supervisión- es valioso, pero resalta como factor predominante en los logros, "el compromiso de los profesores y la mística de un equipo. Hay muchos con posgrado, podrían ganar más, pero se quedan aquí porque aman este lugar". Tanto, que incluso hay docentes dispuestos a asumir como "apoderados dentro del colegio" de los alumnos en mayor riesgo social. "Son niños que viven abandonados a pesar de que tienen familia. Con algunos hemos tenido cambios notables, pero en otros casos no nos resulta porque el medio es demasiado adverso y el menor necesitaría ser internado en un hogar", explica.

"Nuestros alumnos viven hacinados en campamentos, ven peleas, promiscuidad sexual, infidelidades, malos ejemplos, sufren maltrato, pero a pesar de todo ese medio hostil, estamos convencidos de que igual podemos sacar de ellos algo mejor y eso se lo inculcamos. Vamos a ser una escuela estrella y a demostrarle a la sociedad que podemos", afirma Luisa Serrano.

En ese afán está también la Escuela Los Pimientos F-619 de Puente Alto, que antes estaba entre las últimas en logros educacionales. Ahora brilla entre las P-900 y como las primeras entre las municipales de su comuna, al elevar su puntaje en Matemáticas de 201 (en 1996) a 275 (1999); y de 195 a 242 en Lenguaje. "No hemos trabajado pensando en el Simce, sino en fijar los aprendizajes significativos para los alumnos de 1.o a 4.o básico. Ahí la continuidad es importante. Este logro es mérito de una profesora normalista, con 34 años de servicio, que aporta mucho en el enfoque pedagógico del equipo", cuenta el director, Humberto López.

A los alumnos de este plantel, hijos de obreros y también de areneros, en otro sector del Maipo, más cercano a Pirque, se les enseña "con firmeza y amor", dice López, ya que la mayoría carece de normas en sus hogares. "Hay que creerse el cuento, como alguien bien dijo alguna vez, los cambios en educación hay que provocarlos".

DECISIONES EN EL AULA

Junto al apoyo material y de supervisión, el trabajo en equipo de los profesores es reconocido como un factor gravitante en los resultados Simce, admite la coordinadora del P-900 en el Ministerio de Educación, Carmen Sotomayor. "Es importante que haya un tiempo no lectivo, no frente al aula, para intercambiar opiniones sobre las innovaciones".

"Debe haber una misión clara. Muchas de estas escuelas se definen como un servicio a la comunidad. Se vive la idea de que ahí todos los niños pueden aprender", dice. De hecho, no discriminan a menores con problemas de aprendizaje, sino que se les brinda refuerzo dirigido.

Para el Ministerio de Educación, tener a la escuela "en la mira", con apoyo quincenal de supervisores, hace que esa preocupación especial gravite en el resultado.

La investigadora del área social del Instituto Libertad y Desarrollo (ILD), Rosa Cahmi, cree que si bien el P-900 ha tenido un efecto, comparado con otros planteles que también logran avances sin él, el impacto parece insuficiente. A su juicio, el problema es que se aplica un programa muy centralizado, se les deja poca autonomía, y además "no se les exige una contraparte de logros".

En su opinión, como se ha visto que al final las metas dependen de cada escuela, el apoyo debiera darse por la vía de una subvención diferenciada a las más pobres, pero dejándoles autonomía. "Que las dejen a ellas decidir cómo hacerlo mejor", sugiere.

La motivación profesional, según los propios maestros, resulta clave. Al final, como lo dice el director de la Escuela Los Pimientos, de Puente Alto, "el trabajo en el aula es de cada profesor. Aunque se den materiales y metodologías por montones, él es quien las asume y decide qué hacer con ellas".

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