Romance de Antonio Herrero
Publicamos en esta página el
texto del "Romance de Antonio Herrero",
leído el viernes 8 de mayo de 1.998 , por Jaime Campmany en la Cadena COPE.
Por la tarde de Marbella
mayea un Mayo dudoso,
nubes haciendo pucheros
y sol que esconde su rostro.
Una oración sabatina
se aflige sin saber cómo,
y asciende al trono mariano
un suspiro temeroso.
Se viste la atardecida
con traje de perla y oro,
y un ruedo ibérico finge
que convierte al mar en coso.
Son las cinco de la tarde,
la hora lorquiana del toro,
la hora en que lleva la suerte
una muerte sobre el hombro.
A las cinco de la tarde
los peces juegan al corro
y ponen de plata el agua
con el brillo de los lomos.
A las cinco de la tarde
sobre su lecho arenoso
muge la mar con mugido
de lento animal de fondo.
Y a las cinco de la tarde
la tarde sufre un trastorno,
y el negro toro del agua
embiste al pecho de Antonio.
Tres golpes de sangre tuvo
como Antoñito el Camborio,
y se le escapó la vida
en los tres trágicos vómitos.
De pronto se hizo de luto
el mayo que era de gozo,
y hubo un silencio de muerte
temblando por los micrófonos.
Se quedaron los oídos
de la hermosa gente sordos.
La madrugada de España
se hizo silencio sonoro,
y brotó en muchas gargantas
la triste flor del sollozo.
Como lluvia refrescante,
como rayo luminoso,
como relámpago blanco,
como transparente arroyo,
cruzaba cada mañana
la voz amiga de Antonio
llevada en alas del viento
por carteros misteriosos.
A veces despabilaba
noticias para el congojo
y repicaba otras veces
a las vísperas del gozo,
que la vida está amasada
de las unas y los otros,
y narradores de vida
es lo que nosotros somos.
Pero lo triste y lo alegre,
lo recto y lo tortuoso,
lo que a algunos hace daño
y lo que hace bien a todos,
la objeción y la alabanza,
el saludo y el responso,
con la verdad en los labios
y valentía en los modos,
todo Antonio lo contaba,
todo lo contaba Antonio.
Era libre y trinador
como un pájaro canoro,
y era amigo de enemigos
por grande y por generoso.
Sólo aquellos que en la sangre
portan el semen del odio
y tienen el corazón
encogido y envidioso
quisieron sellar su boca
con miserables cerrojos.
La muerte se adelantó
a cumplir esos propósitos.
Por llevarse a los mejores,
los dioses son codiciosos.
Se equivocaba el poeta
que escribió versos famosos
para decir que los muertos
viven solos su reposo.
No son los muertos, los vivos
son los que quedamos solos,
y más que rogar por él,
rogando estoy por nosotros.
¡Qué solos hemos quedado
los compañeros de Antonio!