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Quizá alguna de las personas
que lean este artículo pueda decirme quién fue el autor de
una frase que se me quedó grabada hace ya algunos años y
que no recuerdo dónde la leí, dice más o menos así:
¿Qué tiene que ver todo esto con la web, con el irc y con los "abogados"? Cuando decidí buscar alternativas a la "tele" y a los programas de la noche, alguien me convenció para comprar un módem y darme unas vueltas por la web. Descubrí un mundo desconocido, libre y casi mágico, en el que cada cual podía poner en su página lo que quisiera, ya fuera con un motivo altruista, informativo, puramente comercial, alegal o, simplemente, para dar salida a todo aquello que pensamos y no sabemos cómo hacer llegar a los demás. Lo mágico de internet es la libertad, la imposibilidad de marcar límites a lo que no tiene fronteras, o de imponer reglas a la imaginación más pura, al pensamiento. Los límites están donde uno mismo y, sólo uno, se los quiera poner. Ello no impide que sea utilizada con fines ilícitos pero, aún así, el mal, lo ilícito no está en la web sino en el mal uso que se hace de ella. Un tiempo después una amiga lejana me convenció para instalar un programa de irc, con el fin de poder comunicarnos en tiempo real sin soportar las facturas de telefónica. El irc, ya lo sabéis todos, es una nueva forma de comunicación y contacto con personas con intereses afines. No hay más que listar los canales para comprobar, por sus títulos, la gran cantidad de personas que han encontrado una fórmula para contactar, para conocer, para encontrar una salida a su soledad o para escribir y recibir una respuesta directa. Todos los canales en el irc merecen respeto porque detrás de ellos hay personas con inquietudes e ideas muy diferentes y son, sobre todo y ante todo: personas. Tanto el irc como la web no tienen ni deberían tener más fronteras ni límites que los que cada uno se quiera poner dentro del respeto y la tolerancia al pensamiento ajeno. Así llegamos al canal de #Abogados. Toda una sorpresa. Los abogados son unos seres curiosos. Han nacido o se han hecho para escribir, para la polémica, para defender lo que sea con los mejores argumentos a su alcance. Buscan dónde está la parte de razón que corresponde a su cliente para ganar un pleito, siempre bajo aquella vieja máxima de tres circunstancias concurrentes:
2.- Saberla pedir. 3.- Que te la den. Entre consulta y consulta: la alegría, el ingenio y alguna palabrota que otra. Era un canal libre y abierto a cualquiera que quisiera departir, no sólo del derecho, sino de la vida, el amor y la muerte, pues, al fin y al cabo, todo ello entra en el mismo saco. Habiendo abogados por medio, la polémica está servida y donde hay polémica hay aprendizaje. Algo ha pasado y algo se ha roto.
Alguien ha impuesto reglas. Ha puesto límites y barrotes a la imaginación,
a la palabra. Aquellos, abogados o nó, imbuídos del
espíritu del 68 y de la máxima que encabeza este artículo,
se han marchado a buscar nuevas tierras sin fronteras y yo, señores,
me voy con ellos.
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