O P I N I Ó N
en la web de los Abogados
 
 
 (3)
 
De #pescadores, #pescador@s e, incluso, #café_pescadores. 

Me disgustaria pareceros en exceso pueril, pero me apetece contar un cuento:

"Cuentan de un hombre que pescaba, apacible, en la orilla de un rio. 

No era un gran rio, pero sus aguas eran plácidas y límpidas, así como generosas en la pesca que ofrecian. 

Así pués, eran muchos los lugares donde practicar la afición a lo largo de su cauce, y en todos ellos el entorno resultaba igualmente bucólico y fructíferas las artes. Pero nuestro pescador se encontraba a gusto en ese rinconcillo de la ribera y por eso acudía siempre al mismo punto para plantar allí sus cañas. 

Sucedió que un dia, en la otra orilla, apareció un colega.  Se saludaron con camaraderia y complicidad, pues no tenian nada que disputarse y sí mucho, en cambio, que compartir. 

Mientras pescaban, departian amablemente. Y el tema habitual, sin duda, era la misma afición que ambos tenian. De esta forma fueron alimentándose mútuamente de información pesquera y aprendiendo uno de otro sus respectivas experiencias. Pero a menudo la conversación se cruzaba de otros temas que, por no pesqueros, no les resultaban menos interesantes. 

Y vieron como, además de incrementar notablemente el rendimiento de sus pesquerías con las nuevas técnicas con que ambos mejoraban, disfrutaban de una relación personal que les gratificaba el ánimo. 

Decidieron, pués, cultivar esa amistad, de forma que acabaron conciliando sus horarios para coincidir siempre en el mismo lugar y a las mismas horas. 

Sus encuentros les resultaban tan estimulantes que quisieron que otros muchos pescadores pudieran también disfrutar de ellos. 

Y fué así que, con el tiempo, aparecieron nuevos colegas a ambas orillas de aquel rio generoso y plácido. 

Cuando el número de pescadores llegó a 7, todos ellos convinieron que ese espacio merecia ser cuidado.

Los más antiguos del grupo asumieron la iniciativa de plantar flores bonitas, mantener aquello limpio y recomendar, a los que aún no lo conocian,  que asistieran a los encuentros. 

El número de aficionados creció apreciablemente, de forma que los dos primeros pescadores empezaron a preocuparse, no por la pesca en sí (pués las orillas eran ámplias y el rio no minoraba la oferta de pescado), si no por el riesgo de que la aglomeración no llegara en algún momento a destruir la magia y el encanto que habia hecho, de aquellos, un lugar y una gente como no se encontraban en ninguna otra parte del rio. 

Cierto es que a veces aparecia algún pescador que en nada compartia el ambiente que allí se disfrutaba. Era entonces cuando alguno de los pioneros del lugar sentia la responsabilidad de recordarle las leves normas con que allí se faenaba e, incluso, si el recién llegado persistia en su actitud de pertubar, el grupo concedia a los veteranos el grado de ejercer la incómoda misión de recomendarle que abandonara el lugar,
pués el rio era igualmente fértil en cualquier otra de sus partes. 

También es cierto que, entre los habituales del grupo, habia algunos que no acababan de encontrarse cómodos allí y, a veces, afloraban tertúlias en las que se habalaba de como era cada uno y como actuaba cada cual. 

Habia ocasiones en las que una camareta se separaba del grupo principal para pescar en otro de los remansos que habia rio abajo. Y eso era bien entendido por los demás, pués cabía respetar las especiales afinidades que se dieran entre algunos y, al fín, de lo que se trataba era de pescar y aquella era, sólo, una de las muchas formas que habia de hacerlo. 

Pero progresivamente se notaba que aquella magia inicial iba desapareciendo. 

Una noche alguien acotó el lugar. Puso puertas al campo, delimitó el espacio y lo reglamentó. 

A la mañana siguiente, para muchos por sorpresa, todo habia cambiado por completo. 

Ese dia se pescó poco, por no decir nada. 

Todo fué hablar de lo sucedido y de como serian las cosas a partir de entonces.  Habria un guardián vigilando siempre el lugar, unos eran titulares oficiales del coto y otros no, y se estableció una especie de concurso por puntuación para otorgar el mando del lugar. 

Las cañas quedaron a un lado y las acusaciones sobre el porqué y el como de lo acaecido efervescieron. 

Algunos de los más antiguos lamentaron con vehemecia aquel arrebato. Hubo incluso insultos y algun que otro sabotage. 

Más de uno, vencido por el desengaño y la desilusión, dejó de asistir al rio por una temporada. 

Al pasar el tiempo, y al recordar los buenos momentos de pesca habidos en aquel lugar, algunos de los que lo habian frecuentado decidieron buscar un nuevo remanso en aquel extenso rio e intentaron comenzar de nuevo. 

Pensaron que algo bueno resultó de todo aquello: Ahora habia dos maneras distintas de pescar en grupo y cualquier aficionado podia escoger entre ellas, de forma que ya nadie tenia porque sentirse incómodo. 
 

Moraleja: Cuando el rio es inabarcable en extensión e inagotable en su trucherio, resulta de una futilidad pueril el posesionismo de un lugar concreto para pescar en él." 
                                                             (Fábula  de  Aesopoz )

 
 

Al referir la moraleja de esta historia, noté un aguijoneo en la vértebra lumbar segunda cuando, de súbito, pensé: Lo más lógico (he incluso quizás justo) hubiera sido acotar lo nuevo en otra parte, habiendo tanto   (cyber)espacio   ...  no? 
  
Pero no importa demasiado, tampoco.  Porque aquí arriba, en esta inabarcable  y generosa red, resulta tan fácil coger la caña e irte a pescar con quien más te plazca que, por todo ello, yo también, señores, me fuí con ellos. 
  
 

Sirius
26/12/97
 
 


Quieres exponer tu opinión sobre lo tratado por 'sirius'  ?
Quieres dar tu opinión sobre cualquier otro tema ?
Mándanos un email y se publicará.
Solo pedimos que el texto sea respetuoso y tenga cabida,
por su temática o por ser de interés general, en esta www de los abogados.
Gracias.

 
Pasa al anterior artículo de opiniónPasa al siguiente artículo de opinión
ANTERIOR SIGUIENTE
 
Vuelve al Indice de opinión
volver a la página de OPINIÓN
 
 Volver a la PAGINA PRINCIPAL
volver al INDICE