"VIA MARIALIS"
Con
el Via Marialis se recorre el Camino de la vida de la Santísima Virgen María,
siguiendo las huellas evangélicas, las que marca el Magisterio de la
Iglesia y la tradición cristiana.
Se parte de la Inmaculada Concepción de María y se atraviesa toda su vida en la tierra, concluyendo con la Coronación en el Cielo.
ORACIÓN
INICIAL
Señor Jesús,
Tú que naciste de María y que viviste junto a Ella
en el ocultamiento de Nazaret.
Tú que la hiciste partícipe de tu Pasión
como ninguna otra creatura lo fue,
a quien el mismo Espíritu Santo soplaste sobre Ella en Pentecostés
para confirmar la maternidad que le diste en la cruz
cuando exhalaste tu espíritu,
haciéndola así Madre de la Iglesia;
y que la coronaste de gloria en su Asunción al Cielo.
Danos ahora la alegría de compartir su camino
a nosotros que hemos elegido caminar con Ella
para llegar hasta Ti.
Te lo pedimos con la confianza de quienes saben
que amando y honrando a la Madre
son muy amados del Hijo.
Tú que nos has abierto el camino hacia el Padre,
y que nos diste tu Madre para asegurar este camino,
haz que, iluminados por el Espíritu Santo,
gocemos un día, junto a Ti y a María, de la gloria eterna. Amén
1.
MARÍA ES CONCEBIDA SIN PECADO ORIGINAL.
Gabriel, el Angel del Señor la saluda diciéndolo
"¡Alégrate, llena de gracia!". María es la Bienaventurada Virgen
pensada por Dios desde la eternidad para ser Madre del Mesías, Salvador del
mundo. Por ello, Dios mismo la preserva inmune de toda mancha de pecado original
desde el primer instante de su concepción. María es la primer redimida de toda
la humanidad, y lo es de la manera más sublime en atención a los méritos de
su Hijo. Ella es la nueva creatura, más joven que el pecado que no conoció, la
más joven del género humano.
Avemaría
2.
A MARÍA LE ES ANUNCIADA SU MATERNIDAD VIRGINAL Y DIVINA.
Desde aquella visita del enviado de Dios,
Gabriel el Arcángel, que te saluda en nombre de Dios, todas las generaciones te
han honrado. Teólogos, poetas, campesinos, gente sencilla y encumbrada, ricos y
menesterosos. Dante dijo de ti: "Virgen y Madre, Hija de tu Hijo".
Todos quedamos perplejos ante el mayor de los prodigios de Dios, el Misterio de
su Encarnación en tu humanidad redimida, purísima. Por tu palabra, la que salió
de tu corazón, habitará en tu seno Aquel a quien los cielos no pueden
contener. En tu seno tibio resonará la Palabra de Dios, la que creó cielo y
tierra, la que ordenó se hiciera la luz. Es la Luz misma, la Luz increada que
se engendra en tu carne por tu "hágase en mí según lo que has
dicho".
Sobre ti, María, que aceptando ser su sierva
te convertiste en Madre de Dios, el Espíritu del Altísimo te cubre y concibes
a su Hijo, al Rey cuyo Reino no tiene fin.
Avemaría
3.
MARÍA VISITA A ISABEL.
María que acude a la asistencia de Isabel,
corre hasta ella sin poner reparo alguno a la distancia, a los días de viaje, a
los peligros del camino, a su propio estado.
María es recibida con la reverencia debida a
su dignidad, como "la Madre de mi Señor". La sola presencia de la
Virgen Madre, por la santidad de quien lleva en su seno y por su propia
santidad, provoca la efusión del Espíritu Santo sobre su pariente y es el
mismo Espíritu quien le revela aquellas palabras: « Bendita tú entre las
mujeres y bendito el fruto de tu seno. ¿quién soy yo para que la madre de mi
Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó
de gozo el niño en mi seno. ¡Dichosa tú que has creído que se cumplirían
las cosas que le fueron dichas de parte del Señor! »
María es la bienaventurada, la que todas las
generaciones llamarán así, como lo hizo Isabel. La mujer en la plenitud de la
gracia de Dios, la mujer de la fe.
La Virgen Madre rompe su silencio evangélico
para exultar en el canto de alabanzas al Señor su Dios, por haber experimentado
en sí misma toda la redención, por la misericordia de Dios que desde Ella se
extendería a toda la humanidad.
Avemaría
4.
LOS DESPOSORIOS DE MARÍA Y JOSÉ.
Ya antes del Anuncio del Ángel, María
estaba desposada con José, de la casa de David. José es el varón justo que
también es probado en su fe y en su amor. Es a él a quien se le aparece el ángel
en el sueño para decirle: « José, hijo de David, no temas tomar contigo a
María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz
un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de
sus pecados. » Despertado José del sueño, hizo como el Angel del Señor le
había mandado, y tomó consigo a su mujer. José será el padre tierno elegido
por Dios para su Hijo, marido fiel y amoroso de María, cabeza de esa familia
santísima, verdadero pastor del Cordero.
Avemaría
5.
JESÚS NACE DE MARÍA EN BELÉN DE JUDÁ.
Jesús, Hijo de Dios, nace de la Virgen en Belén.
El nacimiento prodigioso es parte del Misterio de Cristo que abarca toda la
humanidad del Verbo, desde su Encarnación hasta su Pascua. San Ignacio
de Antioquía dirá: "El príncipe de este mundo ignoró la virginidad
de María y su parto, así como la muerte del Señor: tres misterios resonantes
que se realizaron en el silencio de Dios". El que ha nacido es Dios
mismo hecho hombre, es la Palabra. Dios había revelado su Palabra a Israel, sin
embargo cuando María y José buscan un lugar en la ciudad santa, donde debía
nacer el Mesías, no encuentran lugar. Belén cierra sus puertas al Salvador, el
pueblo cierra su corazón al Misterio oculto de Dios en la persona de aquellos
forasteros, de la mujer encinta de Dios encarnado.
Dice Juan en su Evangelio: "La Palabra
era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el
mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a
su casa, y los suyos no la recibieron". Palabra que no nace de hombre
sino de Dios, Palabra que a quien sí la recibe, a los que creen en Jesús
nacido de María, Hijo de Dios, les da el poder de hacerse hijos de Dios.
"Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos
contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de
gracia y de verdad."
Avemaría
6.
MARÍA Y JOSÉ ENCUENTRAN A JESÚS EN EL TEMPLO (Y
ELLA GUARDABA TODAS ESAS COSAS EN SU CORAZÓN)
María y José han perdido al niño.
Angustiados lo buscan hasta encontrarlo en el templo, escuchando e interrogando
a aquellos teólogos y a su vez maravillándolos por su inteligencia y sus
repuestas. La madre lo recrimina y él le responde con ese "¿Por qué
me buscaban? ¿No sabían que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?" En
ese mismo templo, 12 años atrás, un profeta había dicho, dirigiéndose a la
madre: " Y a ti una espada te atravesará el corazón". María
vivía el misterio de Jesús, signo de contradicción, ya desde el nacimiento.
Acaso el Hijo de Dios anunciado por el Ángel, experimentado en su virginidad
maternal y en su parto virginal, no había tenido que nacer en el pesebre de una
oscura y fría gruta y no habían tenido que huir a Egipto porque el niño era
buscado por Herodes para matarlo. Ahora, el propio hijo parecía -con su actitud
y respuesta- abrir el corazón de la Madre, que no entendía todo aquel gran
misterio de su hijo que es Hijo de Dios.
Aún a nosotros nos podrían doler esas
palabras de Jesús, si no fuera que el Evangelista agrega que el niño parte
luego con sus padres a Nazaret donde vive a ellos sometido, en tanto crece en su
humanidad ante Dios y ante los hombres.
Y María guardaba todas esas cosas en su corazón.
Avemaría
7.
"TU MADRE Y TUS HERMANOS ESTÁN AQUÍ"
"Se presentaron donde él su madre y sus
hermanos, pero no podían llegar hasta él a causa de la gente. Le anunciaron:
« Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte. » Pero él les
respondió: « Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios
y la cumplen. » (Lc 8,19-21). Estas palabras suenan muy duras. Jesús parece
no reconocer ningún privilegio de sangre. El relato dice que era mucha la gente
y María y los primos de Jesús no podían acercarse, entonces alguien hizo
alusión a esas presencias, seguramente para que Jesús diera órdenes de
dejarlos acercar. Sin embargo, no fue así. Si la Virgen se hubiese opuesto a su
misión, cosa comprensible para una madre cuando sabe –porque el mismo hijo lo
dice- que al final de ese camino está la muerte y además que esa no es lejana,
se entenderían esas palabras. No podemos tampoco imaginar que todo fuera simple
y claro para María, porque la misma Escritura nos dice que Ella también hacía
camino y crecía en la comprensión del misterio. Sabemos que María no conoció
el pecado, ni por su origen ni por su vida, pero ello no excluyó las pruebas
por las que tuvo que pasar. En todo caso esas palabras de Jesús se vuelven
confirmación de la profunda maternidad de María, que va más allá de la
carne, porque Ella como ningún otro oyó la Palabra de Dios, seguramente mucho
antes de la Anunciación y siempre la cumplió hasta encarnarla.
Avemaría
8.
"DICHOSOS LOS PECHOS QUE TE HAN AMAMANTADO"
"Sucedió que, estando él diciendo estas
cosas, alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: « ¡Dichoso el seno
que te llevó y los pechos que te criaron! » Pero él dijo: « Dichosos más
bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan. » (Lc 11,27-28). Nuevamente,
Jesús corrige y exalta la figura de su Madre cuya dignidad no le viene por un
hecho biológico sino por su sumisión a Dios, porque es su esclava, porque su
voluntad es la perfecta voluntad divina, porque Ella es dichosa por haber creído,
porque es la llena de gracia.
Tu Hijo, en el secreto mesiánico que se extendía
a la Madre, te proclamaba dichosa, y todas las generaciones así te siguen
proclamando.
Avemaría
9.
"NO VINE A ANULAR LA LEY SINO A QUE SE CUMPLA"
Después de la proclamación de las
bienaventuranzas el Señor dice: "No penséis que he venido a abolir la
Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo
aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la
Ley sin que todo suceda." (Mt 5, 17-18). Quien esto habla es Dios
perfecto y hombre perfecto. Hombre que cumple la Ley de Dios, esa misma Ley que
dice "honrarás a padre y madre". Quién como Jesús, entonces,
habría de honrar más a su Madre. Ninguna madre ha sido honrada como María por
su Hijo Jesús.
A la Madre del Señor, ¡toda honra y alabanza!
Avemaría
10.
MARÍA EN EL CAMINO AL CALVARIO
María, la Madre del Señor, seguía a su Hijo
por donde iba predicando. Lo sigue cuando sube a Jerusalén y ahora va con Él
camino al Gólgota, viviendo su misma Pasión. La tradición guarda el encuentro
de Jesús con su Madre. Encuentro silencioso, no como el de las mujeres de
Jerusalén. Encuentro elocuente en el dolor y en el consuelo que el Salvador de
los hombres recibe de esa mujer que es su madre. Quizás en esos momentos
recuerde Ella la profecía de Simeón, viendo a Jesús, el Rey cuyo Reino no es
de este mundo, en la contradicción de quien camina hacia el trono de su cruz, y
esté Ella sintiendo la espada que atraviesa su corazón.
¿Quién puede imaginar tanto dolor?
Avemaría
11.
MARÍA AL PIE DE LA CRUZ
" Junto a la cruz de Jesús estaban su madre
y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús,
viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre:
« Mujer, ahí tienes a tu hijo. » Luego dice al discípulo: « Ahí tienes a
tu madre. » Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo
estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: « Tengo sed. » Había
allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja
empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre,
dijo: « Todo está cumplido. » E inclinando la cabeza entregó el espíritu."
(Jn 19, 25-30) Jesús, Rey desnudo, que te has despojado de toda tu majestad
ante los hombres, y que has permitido te quitasen las vestiduras, te injuriasen
y clavasen en la cruz por amor a los hombres, ahora escribes con tu sangre el
testamento en el que nos legas a tu Madre. Al pie de la cruz nos volvemos hijos
de su Corazón también traspasado.
María, ¡aquí tienes a tu hijo!
Avemaría
12.
JESÚS RESUCITADO ENCUENTRA A SU MADRE.
Los Evangelios callan este encuentro. Sólo
sabemos que estando María Magdalena llorando en el huerto aparece Jesús a
quien ella no reconoce sino cuando pronuncia su nombre, "María".
Pero, antes Él no estaba allí. ¿De dónde vendría Jesús antes de aparecérsele
al primer testigo escriturístico de su Resurrección? La respuesta la da la
intuición del corazón. ¡Seguramente vendría de ver a su Madre! ¡Cómo no
darle a Ella la primera noticia! A Ella que con su oración adelantó el momento
de su Resurrección. Si nosotros que somos hijos malos sabemos dar buenas cosas
a nuestros padres, cuánto más Él no le daría a su Madre la alegría de su
Resurrección.
Avemaría
13.
MARÍA EN PENTECOSTÉS
"Todos ellos perseveraban en la oración, con
un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús,
y de sus hermanos... Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos
en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de
viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban.
Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que
se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del
Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les
concedía expresarse". (Hch 1, 14 y 2,1-4)
María de Pentecostés, Inmaculada del Espíritu
Santo, Madre de la Oración. Ruega a Dios por nosotros para que el Espíritu
renueve nuestros corazones y obtengamos la plenitud de sus gracias. Visitános
Madre de Dios, tú que vienes con el viento del Espíritu. Amén.
Avemaría
14.
ASUNCIÓN DE LA VIRGEN. LA MUJER REVESTIDA DE SOL
En el parto te conservaste Virgen, en tu tránsito
no desamparaste al mundo, oh Madre de Dios. Te trasladaste a la vida porque eres
Madre de la Vida, y con tu intercesión salvas de la muerte nuestras almas. Con
tu asunción a los cielos, no abandonas tu misión salvadora, nos visitas y
continúas intercediendo para que alcancemos la salvación eterna. Por ello te
invocamos como Abogada, Auxiliadora nuestra, Señora del Perpetuo Socorro,
Mediadora de todas las gracias.
Avemaría
15.
MARÍA ES CORONADA COMO REINA Y SEÑORA DE TODO LO CREADO
Finalmente, la Virgen
Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el
curso de su vida en la tierra, siendo asunta en cuerpo y alma a la gloria
celestial, es enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más
plenamente a su Hijo, Señor de Señores y vencedor del pecado y de la muerte.
A Ella, que es Reina del Cielo,
queremos ahora coronarla como Reina de nuestras vidas.
Avemaría
ORACIÓN
FINAL
Señor y Dios nuestro,
fuente de alegría y de esperanza,
hemos vivido junto a María los acontecimientos de la Salvación.
Haz ahora que la contemplación de estos misterios
nos llene de tu gracia y nos capacite
para ser, en medio del mundo,
testigos de la Resurrección.
Te pedimos por la intercesión de María:
ser apóstoles de la paz y de tu amor.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Acabemos el Via
Marialis encomendando en nuestra oración al Santo Padre, "el Dulce Cristo
en la tierra", como le llamaba Santa Catalina de Siena. Lo hacemos como
signo explícito de nuestro amor a nuestra Madre Iglesia, para que Dios lo
ilumine, y le dé fuerzas en la tarea encomendada por el Señor.
Testimonios:
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– María del Rosario de San Nicolás