Alguien dijo
alguna vez: "Si los huevones volaran, pasaría nublado". No deja
de tener razón. En un país en que la palabra huevón (a) es un
comodín para referirnos a éste (a) o a aquél (lla), para insultar o
para dar un apelativo amistoso, como sustantivo, como adjetivo y como
verbo, calculemos que los cerca de 12 millones de huevones que
convivimos en esta "larga y angosta faja de tierra", -quizá qué huevón
tan poco original le puso así a Chile- empleamos el vocablo huevón
muchas veces al día. Tantas, que tal vez es una de las palabras más
escuchadas o que más llame la atención al extranjero visitante, quien
resulte convencido de que éste es un país de huevones o que ése es el
gentilicio del habitante de Chile. Esta
palabra tiene tantas semánticas, dependiendo del ímpetu con el cual se
dice, dónde se dice y a quién se le dice. En nuestra vecina Argentina se les llama boludos
, lo que viene a ser más o menos lo mismo, sin embargo también hay
bastantes huevones producto de la emigración de chilenos. Pero no entraremos a mayores profundidades
en cuanto a analizar el origen y aplicaciones del vocablo, para no caer
en la clasificación de huevón intelectual. Nada más nos remitiremos a
crear una Galería de Huevones y a asignar
periódicamente el Premio Huevón X al personaje público que
mejor lo represente.
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