La piel escamosa, el oro frío bajo su vientre colorado. El cristal refleja una cara que no es de él, pero que sin embargo le pertenece. No. El tesoro será infinito, pero aún así lo quiere todo para sí. ¿Una serpiente? Las serpientes no cantan sonetos… Y una amazona no puede cargar una masa tan grande, una masa que intentará aplastar la cabeza roma. Mejor huir, huir.

No obstante, es el mundo el que se mueve y el que trae un jardín. Hay un árbol apetecible ¿Membrillo o manzano? Habrá que pedirle a esa mujer indecente que te alcance una fruta de ese árbol. Creo que la reconocés. Ambos muerden del fruto. Qué bella que estás, Beatriz, desnuda, bañada por la mañana. Qué delicioso el sabor del manjar, que sabe a río de miel caliente. Sos serpiente todavía, así que le mordés el tobillo, y te transformás en hombre, y ella en reptil. Te escupe el veneno y te quema, te dice: “Andate”. El hombre se refleja en el agua, ve al Poeta, responde: “No, no quiero ir con el Bailarín; no voy a responder a su llamado. No quiero unirme a su mundo; el mundo del destierro. No quiero ser invitado a salir. No quiero…”

Pesadísimos los ojos, apenas se abren para descubrir las luces de otra realidad. Tardó unos segundos el Poeta en reaccionar que había estado soñando. Permaneció unos instantes tirado en la cama y cuando se percató de que sería imposible retornar al sueño se levantó y se preparó algo para comer y beber frugalmente mientras su cuerpo aún cansado se preparaba para enfrentar la tarde que para él recién comenzaba.