Y bueno. Cada uno tiene sus manías. El Empleado Rebelde trata mal a la gente, el Poeta no puede dejar la bebida, B es un homosexual histérico y Angélica se mete con un viejo. Pero de todos estos personajes que asaltan esta pantalla, quizás el más maníaco de todos es el Bailarín, persona extraña si las hay.
Una de las cosas que el Bailarín más amaba era ir al sauna. Allí siempre con algún amigo, pobremente vestidos o directamente desnudos disfrutaban del calor del vapor, que el Bailarín precisaba por su frágil salud, y se contaban historias, problemas y soluciones.
Un día fueron el Poeta y Ave quienes acompañaron al Bailarín. El Poeta le preguntó por una cicatriz que tenía en la nalga. Luego hablaron un poco de la vida y finalmente el Poeta contó una historia (él nunca escribía cuentos. Más bien escribía esquemas de posibles cuentos que estudiaba de memoria y completaba con palabras en presencia de espectadores, dado que nada le daba más placer que ver la cara de éstos al descubrir el misterio o llegar al final, cosa que los escritores comunes muy rara vez pueden hacer).
Ya se habían dado cuenta de que la piel del Bailarín estaba distinta. Parecía un poco áspera y amarilla. En un principio lo atribuyeron al excesivo calor del vapor, pero cuando el Bailarín comenzó a desvanecerse se sintieron más bien preocupados e intentaron atenderlo.