Degenerar el género
La división que se suele establecer entre cuento, novela, y novela corta, siempre se ha orientado a diferencias formales concernientes a los textos per se, es decir, que se lo remite a una mera diferencia de tamaños, o bien por el contenido o la forma que presentan. Estos factores son ciertos, pero no determinantes. O sea, es verdad que el cuento plantea otro tipo de lectura con respecto a la novela en el sentido de que se trata de una lectura condensada, en general, con capacidad para la utilización de figuras retóricas que vuelven a la lectura más compleja. Pero el problema está en que siempre se ha tratado esta distinción genérica en tanto el texto en sí y no por la instancia de lectura que representa. Con esto quiero decir que los textos desplazan totalmente al lector de esta distinción genérica. Se han pretendido definiciones en torno a qué forma presentan los textos, y no por el efecto que tienen en el receptor. Por ejemplo, Deleuze se basa en que la novela corta se distingue del cuento porque esta gira en torno a la cuestión “¿qué ha pasado?”, en tanto que en el cuento sería la pregunta “¿qué va a pasar?” el leitmotiv de la cuestión. La novela tomaría, en su eterno presente, elementos de uno y otro.
Ahora bien, aquí no se tiene en cuenta la relación del texto con el receptor. Voy a proponer que sea el lector el que defina la distinción entre géneros. ¿Cómo? Muy sencillo: el lector determina las pausas y el ritmo de lectura, por lo tanto el cuento se definirá como ese género carente de pausa, de lectura rápida. No me refiero con esto a que la lectura rápida sea un sobrevuelo por el texto, que disminuye lo que se requiere de atención, porque eso sería una especie de salto al vacío teórico, ya que, en general, la lectura del cuento requiere de atención singular debido a la condensación de las ideas que se presentan, y porque cada detalle suele ser fundamental. Con lectura rápida me refiero a que el cuento, sí o sí, debe ser leído en un período de tiempo relativamente corto. La lectura del cuento, por lo tanto, carece de pausas o posee pausas mínimas. Sería ridículo para una lectura, por ejemplo, de “Los oficios terrestres” de Walsh, tardar dos días (1). La lectura del cuento es, entonces, focalizada, intensiva y rápida. Lo es focalizada en el sentido de que es o tiende a ser una unidad no segmentable, en donde se utiliza más bien la memoria a corto plazo para crear la unión de los elementos internos del texto (evado usar expresiones como “crear una totalidad de la lectura” para evitar una ensalada teórica); sería una línea no segmentable. Es intensiva en tanto que requiere un esfuerzo más minucioso de lectura, más atento. Es rápida porque abarca un tiempo físico relativamente breve.
En principio, sería la novela corta la que presenta problemas para ser definida, ya que se puede mostrar como un género híbrido entre novela y cuento. Se podría sostener, vagamente, que se caracterizaría por descentralizarse y romper la unidad de la línea del cuento en segmentos poco definidos y subjetivos. No obstante, desde el momento en que se comienza a leer una novela corta hasta que se termina, se mantiene una tensión. O sea, se pueden efectuar cortes, pero los cortes generan un mayor suspenso, por lo que se lo debe retomar con prontitud para no perder el hilo del relato. Entonces, podemos definir a la novela corta por la brevedad y tensión de sus pausas. Indefectiblemente, parar la lectura de una novela de este género implica una ruptura (que a veces es totalmente necesaria).
Podría objetarse que, al encontrarme con una novela que me apasiona, sienta demasiada ansiedad por continuar la lectura que he interrumpido por alguna razón. Pero esto se relacionaría más bien con los gustos personales de cada uno y no con una razón objetiva de lectura. La pausa en la novela se caracteriza por estar (a veces más, a veces menos) premeditada. Por otra parte, ya desde su forma material implica una lectura que será interrumpida, salvo que se efectúe un considerable esfuerzo cerebro-ocular. Formalmente, la novela tiene mucho más predisposición a la pausa (por ejemplo, al terminar un capítulo), ya que la información se va dando al receptor con detenimiento y con cierto orden: aunque se intente destruir muchas veces el orden lógico de los procedimientos o informaciones literarias, al finalizar el texto siempre se reacomodará y se dará cierre a éstos, y estoy pensando, por ejemplo, en la novela policial, género en donde se efectúan elisiones y trastocamientos de sucesos para darle mayor interés al descubrimiento del crimen; pienso también en novelas como The Buenos Aires affaire, de Manuel Puig, con sus saltos en el tiempo y la poca convencionalidad de los recursos. En resumen, la novela corta se define (si es que se puede definir en nuestra lengua) por ser extensiva e intensiva y rápida. O sea, es extensiva porque puede ser pausada, pero también es intensiva porque la misma pausa crea una ruptura en la tensión del relato, creando mayor suspenso. Es rápida porque el ejercicio (2) que supone leer una novela corta se desenvuelve en un lapso de tiempo corto, más largo que el cuento, pero aún así muy breve.
Por último, la novela se presenta extensiva y lenta. La novela tiene mayor extensividad, supone una lectura que será interrumpida, o que, al menos, puede ser segmentada. El derecho del lector en usar o no la pausa está en sus manos, pero como la novela es más proclive a trabajar con la memoria a mediano plazo (3) (a diferencia del cuento, que utiliza al máximo la memoria a corto plazo), el ejercicio de lectura debe tomar descansos para procesar mejor la información. Es lenta, porque, sacando esfuerzos meteóricos de apurados estudiantes o encantadas señoritas, requiere, en principio, un espacio temporal mayor.
En cuanto a la focalización de la novela y de la novela corta, estos géneros tienen más posibilidades de romper la unidad de lectura, pero no es atributo trascendente de clasificación para estos géneros, que pueden perder mejor las líneas de lectura (4), dando pie para más ejes de percepción (dificultad para leer, velocidad, fluidez o no para relacionar ideas o pasajes, etc.).
El grupo de estudiantes que generaron el sitio de lectura posmoderna pretenden romper con toda esta tradición de lectura. El hecho de leer muchos pasajes cortos interrelacionados, con variaciones lógicas de estilo, ya que todos no escriben de la misma forma, siguiendo cada uno a su modo el texto inspirados por un rasgo de éste, supone una lectura sin pausas y descentrada. El rasgo notable es la velocidad de los textos, que llevan irremisiblemente a otro que lleva a otro; y está siempre orientada la lectura por el receptor, ya que él elige los caminos a seguir: esto dificulta el cierre de unidad, desterritorializa, y presenta un nuevo problema a la distinción de géneros.
Por el momento, se van a evitar discusiones acerca de si se trata de un autor convertido en sujeto colectivo, o si el anonimato de cada pasaje supone una muerte del autor. La idea más bien es que se generen multiplicidades, tanto de textos como de lecturas. O sea, alguien escribe sobre un punto de la línea de escritura de otro para crear otra línea que será desviada por otra multiplicidad y así hasta crear un “caos ordenado”. La convergencia de multiplicidades lleva a que el lector deje de lado cualquier tipo de interpretación y se disponga simplemente a experimentar cada nuevo encuentro, hasta que predomine el efecto sobre la causa (y matar a la causa).
Evidentemente, esto no pasa de un experimento, un programa piloto. Es un atisbo hacia una nueva idea de literatura porque la técnica avanza y la literatura debe avanzar con ella. Hoy en día están bastante de moda los fotologs y los blogs. Es posible que ya se desarrollen como géneros independientes, pero, a mi gusto, no pueden ir demasiado lejos: formarían parte de una pseudo democratización de la opinión pública, pero eso es otro debate; hay que tener en cuenta estos desarrollos de la escritura, porque a lo que se apunta es a lo nuevo, siempre a lo nuevo.
NOTAS:
(1) Desde ya, me refiero a la lectura convencional, y no a concienzudos análisis textuales o a sesudos estudios gramaticales.
(2) Pienso en la lectura como un ejercicio y dejo de lado el hecho estético. Soy conciente de que si un texto nos desagrada o nos parece tedioso nos trabará la lectura, pero eso forma parte de la subjetividad del lector. Estoy pensando, para ser claro y no caer en el relativismo, en un lector ideal entrenado para terminar cualquier texto.
(3) Me estoy refiriendo a la memoria para seguir el hilo del relato mientras se lee, y no, por ejemplo, a acordarse de un argumento o de los procedimientos de los textos: eso entra en otro plano de la cognición, que no voy a trabajar porque no me corresponde ni a mí ni a este estudio.
(4) Tomo prestado el término “línea”, pero no para establecer relaciones con flujos exteriores ni ninguna relación maquínica, sino para distinguir una instancia de lectura determinada o predeterminada por el texto, que puede ser respetada o no por el mismo.
(02/08/07)