Los procesos mentales de lo literario

Sin duda el cerebro es víctima de algunos procesos mentales específicos a la hora de encarar una lectura literaria, así como también cuando encara una no literaria o cuando su dueño emprende cualquier actividad que pueda llegar a acarrear una vida humana, que siempre está tan atravesada por sus capacidades mentales. La mente percibe lo leído y lo trabaja en una serie de procesos psíquicos, relacionados ya sea con los rasgos particulares del individuo en cuestión como con los causados por la inercia social. Al término de estos procesos críticos (que representan una habilidad que como cualquier otra es necesario adquirir a través de la práctica) el lector decide si el texto ha sido de su agrado o no. El término exacto en el que se desencadena ese proceso no creo que pase de un misterio. Podemos decir que la calidad literaria reside en factores como la forma, el estilo, el tema y otros, pero no podemos definir una cualidad aislada, ni siquiera en teoría, que así como el concepto de literaturnost pretendido por los formalistas rusos como cualidad diferencial capaz de separar un texto literario de otro no literario, pueda dar luz a qué textos tienen calidad estético-literaria y cuáles no. Aun así, sí podemos aventurar una hipótesis sobre la forma en que el cerebro procesa aunque sea una parte de esa información literaria.

La obra literaria se apoya indudablemente en el lenguaje. Las corrientes que estudian el lenguaje se han básicamente agrupado en dos: aquellas que enfatizan en el lenguaje su función comunicativa y aquellas que enfatizan su función cognitiva, es decir, su función de construcción del conocimiento. En cuanto a la literatura puede decirse mucho sobre la primera corriente, dado que en toda obra literaria existe un mensaje que se quiere comunicar. Dejaremos sin embargo este punto momentáneamente de lado y nos detendremos en lo que tiene para decir sobre la literatura la segunda corriente.

Evidentemente, el lenguaje tiene mucho que ver con el desarrollo intelectual humano. Además de muchos experimentos que apoyan esta afirmación, esto puede reconocerse en que el lenguaje prepara la mente de un individuo para enfrentar lo que consideramos las dos capacidades de la inteligencia humana por excelencia. Estas capacidades están estrechamente relacionadas con los dos tipos de relaciones que Saussure enuncia sobre la lengua. Por un lado las sintagmáticas, ligadas a la linealidad del signo lingüístico y en última instancia, aunque en el Curso de lingüística general no se contempla por tratarse de una particularidad del habla y no de la lengua, a la conformación lineal de oraciones (pero nosotros sí lo tomaremos en cuenta porque creo que la distinción entre lengua y habla no debe ser tan tajante y debe entenderse más bien de la forma en que la entiende la doctrina cognitivista de Lakoff y Langacker entre otros), y por otro lado las paradigmáticas ligadas a la libre asociación. Estas dos relaciones que el lenguaje posibilita, tienen mucho que ver con los procesos mentales de la lógica y la asociación. Ambas capacidades están respaldadas por una capacidad mental sin la cual no podría constituirse lenguaje ni pensamiento, que es la memoria.

La lógica es un proceso mental lineal. Consta del análisis y abstracción de entidades que se presentan o deben ser ordenadas en una línea determinada y una conclusión general posterior al análisis del conjunto. En lógica esto constaría del ordenamiento de conceptos o premisas en un tipo medianamente estable de estructuras lógicas a partir de las cuales se deduce la conclusión. En el lenguaje esto constaría del análisis de entidades lingüísticas que se presentan en una línea determinada llamada oración y una conclusión final que englobe lo que ésta quiere decir en una operación mental que no se reduce a una simple suma de sus partes constituyentes. La lógica da coherencia a un texto (interpretando la coherencia no como término técnico de la escuela sistémico-funcional). Una obra absolutamente lógica produce un efecto realista (actualista si a eso se le agrega que representa bien el tiempo en el que se escribe) y es una característica imprescindible en los textos policiales o detectivescos. En este tipo de lógica los elementos pueden estar ordenados de distinta forma. Si las conclusiones anteceden a las causas se enfatizará el cómo. Si las causas anteceden a las conclusiones se enfatizará el qué. Un ligero desplazamiento lógico permanente durante toda una obra produce un efecto de extravagancia que puede desembocar en comicidad. Determinados efectos ilógicos diseminados a lo largo del texto pueden darle atractivo, como en el caso del realismo mágico. Finalmente, un texto absolutamente ilógico es probable que no sea tan agradable para la mayoría de los lectores.

Las asociaciones en sentido muy amplio pueden clasificarse a su vez en generalización, es decir asociaciones en las que se enfatiza la familiaridad, o discriminación, es decir asociaciones en las que se acentúan las diferencias. Siguiendo a la lingüística cognitiva, dichos procesos son los responsables de la categorización, proceso mental mediante el cual ordenamos el gran caudal de información que representa el mundo. En la forma en que se percibe una obra literaria, las asociaciones pueden darse en dos sentidos. Hacia adentro y hacia fuera. Las asociaciones externas con otros textos son conocidas como intertextualidad y dependen de los conocimientos del lector. Las asociaciones internas dependen de la atención con la que el lector lea.

En un texto posmoderno de las características del que estamos planteando (para ver estas características remito a “La literatura del futuro”) las relaciones lógicas lineales se ven perjudicadas por la flexibilidad de las líneas de lectura, y dependen de enlaces más inestables que en los de una novela, ya que cada texto está lógicamente encadenado con el anterior por un rasgo específico derivado de una frase o una palabra y estos enlaces varían por ende según las decisiones propias de cada lector, de entre los hipervínculos disponibles en cada página que visite. Teniendo en cuenta que cada lector elegirá según su interés, si bien en las primeras lecturas hay mayor margen de error, un entramado narrativo posmoderno (E.N.P.) bien construido puede hacer que la opción personal de cada lector sea coherente con el tipo de lectura que él espera. Por ejemplo, si un lector tiene ganas de leer un policial, otro una historia de terror y otro una novela pornográfica, y los tres se encuentran con un texto en el que se puede elegir entre el vínculo “asesinato” y un hipervínculo que sea el nombre de una zona erógena del cuerpo, difícilmente los dos primeros elegirán la segunda opción y el tercero la primera. Si los hipervínculos se van construyendo a partir del perfil psicológico que tendría quien entre una serie de opciones elija una determinada palabra o frase que le llamó más la atención que otras, e igual operación se va construyendo progresivamente de un hipervínculo a los siguientes, es posible construir en teoría un E.N.P. en el que distintos tipos de personalidad, tomando las decisiones correctas, encuentren un texto adaptado a sus expectativas. A su vez, si eso se logra, un simple conteo de la cantidad de lecturas que tiene cada texto correspondiente a una línea de fuga relacionada a un perfil psicológico determinado puede decir mucho de los gustos literarios de la gente y puede permitir una instancia de escritura acorde a las expectativas de la media de los lectores. A esto es a los que se refiere “los derechos de la obra” cuando dice que “una red textual posmoderna bien construida puede revelar los gustos de la mayoría mejor que cualquier encuesta”. Por supuesto que plasmar esto exigiría un estudio exhaustivo que al menos en este experimento posmoderno no vamos a llevar a cabo dado el tiempo que plantea. Es probable que en el futuro hagamos nuevamente la prueba esta vez más cuidadosos de este tipo de posibilidades, pero por el momento con plantear la idea ya es suficiente.

Dada la inestabilidad de las relaciones lógicas en los textos posmodernos, creo que es preferible que esta página posea muchas asociaciones internas que corran hacia varios sentidos, incluso a través de lecturas paralelas que no se tocan en los inmediato, ya que esto permitiría que algo tan intransferible como la lectura posmoderna pueda ser compartida por personas diferentes, obrará también como prueba de atención de lectura para el lector y le recordará continuamente que nunca se ha dejado de leer un texto literario unificado, aunque dicha unificación tenga un carácter muy distinto a la que conocemos hoy en día en los libros.(1)

(20/08/07)

 

Notas:

(1) Para una crítica de este texto ver El lector racional