Ordenar y desubicar
Debido al conflicto suscitado entre los textos “El lector racional” y “Coherencia”, el presente texto tomará una posición sintética, no por gusto o amor a Hegel, sino porque robará elementos de uno y otro e intentará conciliarlos, puesto que son posturas divergentes en apariencia.
Antes que nada, trae la Buena Nueva: el lector, irremisiblemente, ha de morir, y con él toda su tiranía de la interpretación. ¿Qué quiere decir con esto? Obviamente, el autor murió hace rato; ningún texto necesita de un referente, es ésa una discusión antigua que está sepultada en vastos volúmenes de academia. Por supuesto que a una correcta dama de Belgrano no le resultará igual que el Papa (el texto odia esta mayúscula, pero la usa para diferenciar al magistrado de dios del producto hortícola) salga a hablar en favor de la homosexualidad a que lo diga una estrella de la calle Corrientes; aún así, sabemos que el lenguaje ahí funcionaría como constructo de una construcción, etc. No viene al caso. Tal vez luego lo aclaren mentes más lúcidas. Volviendo al tema principal, una vez muerto el autor (y sobre todo la tibia “función autor”), sólo queda matar al otro extremo, porque si en un momento se criticaba que buscar al autor era buscar una finalidad determinante (lo mismo sería la existencia de dios, por ejemplo), entonces ¿qué pasa si el objetivo de un texto se basa en su lector? ¿No es acaso el mismo procedimiento, pero invertido?
Qué hacer: no escribir, no leer. Es el error cometido en “Degenerar el género”: todo se basa en el lector, el lector convencional como un fin desesperado. ¡Pero señores! ¡Todo esto es muy vago!
Ya mismo el texto se retrucará a sí mismo: “Coherencia” ataca a “El lector racional” porque allí se sostiene que, básicamente, se crean tipos unívocos de lectores. Pero ¿No tiene, por ventura, todo movimiento literario el deber de construir sus lectores? El problema de Experimento Posmoderno no se encuentra en la construcción del texto, sino en la construcción de autores-lectores y lectores-autores. Pasa por ahí el problema de los límites, no por la forma de los relatos, ni cómo se correlacionan, formando un perfecto Caosmos. La fórmula “Autor-Obra-Lector” se hace Unidad, no Trinidad (lo mismo sería “Padre-Hijo-Espíritu Santo”). Tiene razón “Coherencia” cuando insta por perder el fin, tiene razón “El lector racional” en buscar un público, porque sino sería lo mismo el proyecto que enrollar un manuscrito en una botella y arrojarlo a las fieras olas. ¡Oh sí! ¡Eso sí sería posmoderno! ¿O romántico?
Ni Verbo ni Acción: la interjección más sugestiva es lo que se debe buscar. Ni escritura racional ni un amanuense del espíritu: un chorro de sangre y mierda sobre tu PC. Y basta de de interpretar, que es una práctica hedonista y despótica: bienvenido a la experimentación (sobre esto se hablará más adelante en “El Punto Flash”).
(11/12/2007)