2802/3103 > El asesinato | |
Una
mañana infeliz
El sábado 31 de marzo de 2001, Godofredo García decidió salir hacia su fundo en la comunidad de Somate Bajo, unos 40 km al norte de la ciudad de Sullana, Piura. Junto a su hijo Ulises, había salido desde Piura, muy temprano aquella mañana, con la finalidad de pagar a algunos peones que trabajaban en la finca. Ambos
abordaron la camioneta blanca que pertenece a la familia. La
temporada de mango había finalizado, así que mientras otras variedades
se preparaban para la cosecha, era necesario prever lo necesario para la
siguiente campaña. Con los altibajos propios de la agricultura, la
parcela de unas 80 hectáreas habían posibilitado el sustento de la
familia, a pesar de presiones bancarias. La
noche anterior había llovido en el área, por lo tanto, conducir iba a
convertirse a algo difícil, pues la carretera principal presentaba
charcos, y se sospechaba que los estrechos caminos de penetración hasta
el fundo estuvieran en peores condiciones. En
Sullana, don Godofredo y Ulises recogieron a un familiar suyo, a quien
llevaron a una propiedad ubicada a unos quince minutos antes de llegar al
fundo. Luego
de ello, cruzaron un puente y se internaron hacia la propiedad ubicada en
las faldas del cerro Somatillo, donde el líder había peleado contra
Energoprojeckt, una contratista yugoslava, para evitar que se convierta en
una cantera, destruyendo el bosque seco tropical. No
había lugar a dudas que el camino en esta parte estaba peor, pues la
lluvia lo había convertido en un lodazal, con lo cual se debía avanzar
despacio, y cuidándose de no meterse en los barrazales. A
mitad de camino, una mata de maleza se había interpuesto, por lo que
Ulises comenzó a disminuir la velocidad con la finalidad de detener la
camioneta, bajar y sacar el obstáculo del camino. Nada más Ulises disminuyó la velocidad, un sujeto encapuchado salió de un matorral ubicado a la derecha –las lluvias había tupido la vegetación circundante—y, alzando la mano, disparó una sola vez. Cuando hubo tiempo de reaccionar, el cuadro era estremecedor... Godofredo García Baca había sido asesinado. Hasta ahora, Ulises García recuerda que la camioneta iba a unos 30 kph debido al camino lodoso. La desaceleración consiguiente fue observada por el asesino a través de los matorrales, lo que le permitió calcular el momento preciso para salir, ajustar su distancia –el pistolero salió al encuentro del vehículo—y disparar. Godofredo García recibió un impacto justo en el corazón, que le produjo la muerte a los seis segundos de recibir el impacto, pues aún tuvo fuerzas para decirle a su hijo “Me han dado”; no pudo decir nada más, perdió la conciencia y murió desangrado debido a que el asesino ordenó colocar a García en la tolva de la camioneta, donde se produjo hematomas entre la cabeza y la nuca. No fue casualidad que la bala le diera en el corazón. Por lo menos, eso es lo que dice un miembro de NPC, quien recibió capacitación como comando militar, y quien sugiere que las posibilidades de acertar con blancos tan precisos, como órganos vitales, a distancias inferiores a 30 metros del objetivo es muy alta. La razón para necesariamente darle a ese órgano en particular corresponde a una típico ataque de un comando militar, esto es, preferentemente disparar al corazón para provocar la muerte por desangramiento, no así a otro órgano, incluyendo el cerebro, con el que las posibilidades de recuperación serían altas. Muerte súbita, por así decirlo. Había el equivalente a unos 250 dólares que serviría para pagar a los peones, que no fue requerido en primera instancia por el asaltante, sino que tras consumarse el crimen recién se solicitó, pero pidiendo el equivalente a 600 dólares. No era desconocido que García iba a pagar a sus peones los fines de mes, todo el mundo lo sabía, e incluso se podía calcular el monto total de lo que podía traerse para pagar; es probable que alguien haya hecho aritmética sobre la base de más peones, pero no del grupo reducido. Esto tiene dos explicaciones: los hermanos Zapata Atoche llegaron a trabajar en reiteradas oportunidades como peones, por lo tanto, conocían el flujo de caja de fin de mes y sabían cuánto podía llegar, pero no a ciencia cierta, lo que descarta un cómplice al interior de la propiedad García Pérez; el otro aspecto es que a todas luces, el objetivo no fue el dinero, sino Godofredo, por eso se le disparó. Y tras asesinarlo, encañonó a Ulises, lo obligó a conducirlo hasta la falda del cerro Somatillo, una ruta de unos veinte minutos debido al fango donde fue posible reconocer todos los detalles de su fisonomía a medida que el hijo de Godofredo, y pese a las amenazas del pistolero, pudo ver a hurtadillas. En el cerro, el asesino escapó en una ruta algo confusa. Era evidente consumar el desangramiento y asegurar la muerte. Para nuestro compañero, en NPC, sin embargo, hay cabos que dejan dudas, pues no se trataría de un sicario profesional, sino de un principiante en este tipo de asaltos, debido a las pruebas que dejó regando en el camino, y que comienza con una pregunta clave: ¿por qué también no mató a Ulises? Adicionalmente, el asesino ‘regó’ demasiadas pruebas en la escena del crimen, que técnicamente hablando no fue el lugar donde se encontraron la ramada, sino la misma camioneta. Eso permitió identificarlo en poco tiempo como Meléndez Zapata Atoche, un ex agente de Inteligencia adscrito a la Fuerza Aérea Peruana, basándose en sus cejas castañas, que se podían ver a través del pasamontañas que utilizaba, además de su estatura y complexión atlética. Había algo más, el arma de cañón corto de 36 milímetros era la misma que se había utilizado en otros asaltos y asesinatos perpetrados por sus hermanos, de los que han salido muy bien librados “porque no había pruebas”, según la Policía. Nuestro compañero confirma, entonces, que fue un asesinato político, con la finalidad de que todo el mundo se enterara, debido a que García Baca tenía acceso ganado a los medios de comunicación. Fue cuando radio Cutivalú de Piura propaló la noticia. Sin embargo, lo que aún no parece encajar en el rompecabezas, es por qué se pudo identificar al asesino casi inmediatamente. “Da la impresión que lo hizo un principiante, pero no un sicario que mata sin tener en cuenta lo que se le cruce”, dice. Este detalle puso en duda que el verdadero asesino de García Baca fuera su casi vecino, pero el hecho de que éste no se presentara a las comparecencias y que estuviera rodeado por un halo de cierta ‘protección’, inmediatamente volcó las sospechas sobre él. Pero de que Meléndez Zapata no era lo suficientemente perito en el tema está comprobado cuando se olvidó el detalle de que en el campo, aunque no lo parezca, siempre hay alguien observando, como la niña de 13 años que oculta tras unos matorrales pudo verlo ocultarse y luego descubrirse. “El testimonio de la niña ha sido clave para confirmar la identidad del asesino de mi padre”, reitera Ulises García, tras descartar a una pastora que vio a Zapata corriendo y de otra persona que está viviendo en Ulpamache, Huancabamba, en la sierra de Piura, quien también vio a una persona “pero no estoy segura si fue o no Meléndez”, luego de haberse ocultado por casi nueve meses. Esta fue otra clave, cuando llegó en junio de 2001 a solicitar trabajo en el ayuntamiento de Huancabamba, cuyo testimonio ante la ley pudo reforzar el de los dos testigos: Ulises y la niña. Sin embargo, la pésima investigación policial no aportó nada al proceso, y provocó que a fines de febrero de 2002, la jueza Lourdes Falcón Aguilar declarara que ponía en duda la participación de Meléndez Zapata como autor material del asesinato de García. ¿Por qué se está protegiendo tanto al aún presunto asesino de Godofredo? Desde el inicio del proceso, el abogado de la parte agraviada, Napoleón Montoya, sostuvo que tras el asesinato habían “intereses de terceros”, que la resistencia anti-minera ligó automáticamente a una alianza de las empresas mineras con intereses en Piura, esto es, Manhattan y Buenaventura. La evidencia es la presencia de varias camionetas de doble cabina, polarizadas, que fueron vistas en la zona de Somate, las semanas previas al asesinato de García Baca. Una de ellas llegó hasta el hogar de los Zapata Atoche sin que se conozca oficialmente lo que se trató allí. Resulta sintomático ver que ahora esas camionetas recorren todo San Lorenzo buscando aliarse a las autoridades locales para intentar introducir la aceptación del proyecto minero Tambo Grande, puerta a otros que se deben desarrollar en la zona en los próximos años. En una de sus comparecencias, Meléndez Zapata ha dicho que no asesinó a Godofredo García, pero nadie le preguntó entonces por qué se ocultaba si no tenía culpa. Y por último, si él no hubiera sido el asesino, lo que importa es saber bajo qué órdenes y por cuál motivo, el líder pro agrícola fue asesinado. ¿Por qué silenciarlo? Con aportes de Sandra Guerrero (NPC Huancabamba) ©2002 NPC www.oocities.org/NPCcomunicaciones/NewsSupply |
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