La
predicción del fenómeno de El Niño
por
Michael H. Glantz
¿Qué es El Niño?
El nombre de “El Niño”
se refiere a la aparición periódica de agua cálida en la zona
oriental y central del océano Pacífico, a lo largo del ecuador. La
llegada de agua inusualmente cálida a esta zona puede provocar
cambios imprevistos —y a menudo indeseables— en los sistemas
meteorológicos de todo el mundo, especialmente en las regiones
tropicales. En promedio, El Niño aparece cada cuatro años y medio,
pero puede repetirse en sólo dos años o tardar incluso 10 años en
volver a ocurrir.
Durante un año
normal, el agua fría asciende desde las profundidades del océano
hasta la superficie frente a las costas de Perú y Ecuador, en un
proceso conocido como corriente ascendente litoral. Esta corriente
ascendente es causada por la rotación de la Tierra y por los
vientos alisios, que generalmente soplan desde el sureste hacia el
norte a lo largo de la costa peruana y hacia el océano Pacífico
occidental. En combinación, estos procesos alejan el agua
superficial de la costa. El agua profunda, más fría, llega a la
superficie para sustituir al agua desplazada.
Con el tiempo, los
fuertes vientos que soplan en dirección oeste sobre el océano
producen una acumulación de agua superficial calentada por el Sol
en la parte occidental del Pacífico ecuatorial, cerca de Australia,
Filipinas e Indonesia. Los científicos denominan a esta acumulación
de agua “depósito cálido”. Típicamente, el nivel del océano
es de unos 60 cm más alto en el Pacífico ecuatorial occidental que
en el Pacífico oriental, a lo largo de la costa peruana.
Todos los años,
aproximadamente a fines de diciembre, los vientos alisios se
debilitan y el proceso de corriente ascendente se hace más lento,
lo que produce un calentamiento estacional a lo largo de la costa
del centro de Sudamérica. Los pescadores peruanos observaron este
fenómeno hace más de un siglo y lo llamaron “El Niño” (en
alusión al Niño Jesús) por la proximidad de la Navidad. El
calentamiento estacional suele durar unos meses y termina cuando
vuelven los vientos y el proceso de corriente ascendente se hace más
vigoroso.
Sin embargo, cada
cierto número de años, el calentamiento estacional no termina. Los
vientos que soplan hacia el oeste a lo largo de la región
ecuatorial se debilitan y a veces invierten su sentido soplando
hacia el este, con lo que la corriente ascendente litoral se frena
drásticamente. Al debilitarse el viento, el agua superficial
acumulada en el océano Pacífico occidental vuelve a fluir hacia el
este, en un proceso similar al que tiene lugar en una bañera cuando
el agua desplazada vuelve hacia su punto de origen. Cuando esto
ocurre, el depósito cálido se desplaza típicamente hacia la zona
central y oriental del Pacífico. El agua superficial que fluye
hacia el este se divide al llegar a la costa de Sudamérica. Parte
del agua va hacia el sur, mientras que otra rama se dirige hacia
Norteamérica y se desplaza a lo largo de la costa occidental de
Estados Unidos.
El aumento de las
temperaturas superficiales del agua se ve acompañado por una mayor
evaporación del agua cálida. La evaporación lleva a la formación
de nubes y la aparición de lluvias, que coinciden con la localización
del agua cálida en la superficie del mar. Como resultado de ello,
zonas normalmente húmedas como Indonesia, Filipinas y el este de
Australia sufren sequía. Por el contrario, zonas normalmente secas
como la costa occidental del centro de Sudamérica o las islas Galápagos
reciben precipitaciones excesivas.
Los fenómenos de El
Niño presentan diferentes intensidades: débil, moderada, fuerte y
extraordinaria, siendo estos últimos muy infrecuentes. Un fenómeno
débil es aquel en el que la temperatura superficial del mar es de
uno o dos grados por encima de la media y cubre la parte oriental
del Pacífico ecuatorial. Un fenómeno fuerte se caracteriza por un
aumento en la temperatura superficial de tres o cuatro grados y
cubre una gran parte del Pacífico ecuatorial. Un fenómeno
extraordinario tiene lugar cuando la temperatura superficial del Pacífico
ecuatorial aumenta unos cinco grados o más. Una vez que comienza un
fenómeno de El Niño suelen pasar entre 12 y 18 meses hasta que las
temperaturas superficiales del mar vuelven a sus valores normales.
Los científicos también
han averiguado que El Niño es la fase cálida de un ciclo que también
incluye una fase fría, llamada “La Niña”, que aparece cuando
el agua superficial del Pacífico oriental está anormalmente fría.
En las últimas dos décadas ha habido menos interés científico en
La Niña porque se han producido menos fenómenos fríos que cálidos.
Aunque también hay anomalías climáticas asociadas con La Niña,
los investigadores todavía no han dedicado una atención
significativa a esa parte del ciclo.
Un fenómeno que abarca toda
la cuenca
El término de “El
Niño” (EN) se empleaba originalmente para describir la llegada
local y estacional de agua cálida frente a las costas del centro de
Sudamérica. Gradualmente, los científicos empezaron a aplicar el
nombre exclusivamente a los fenómenos más duraderos, de menor
frecuencia. Sin embargo, hasta finales de la década de 1960, la
mayoría de los científicos aún consideraba que El Niño era una
perturbación oceánica local.
En 1969, el científico
de la atmósfera Jakob Bjerknes, de la Universidad de California en
Los Ángeles (UCLA), presentó la teoría de que la aparición de
agua cálida a lo largo de la costa del centro de Sudamérica estaba
relacionada con trastornos atmosféricos al otro lado del océano
Pacífico. Con ello, Bjerknes fue el primero en sugerir que El Niño
era una perturbación climática que abarcaba todo el océano Pacífico,
un fenómeno conocido actualmente como la Oscilación Meridional (en
inglés Southern Oscillation, cuyas siglas son SO).
La Oscilación
Meridional es un movimiento de vaivén en la presión del aire
medida en dos zonas representadas por dos puntos situados a ambos
lados de la cuenca pacífica: Darwin (Australia) y Tahití. Cuando
la presión es baja en una de las zonas, suele ser alta en la otra.
La combinación de los dos procesos (EN+SO) produce el ENSO, un fenómeno
integrado marítimo y atmosférico que abarca toda la cuenca del Pacífico.
Actualmente se cree que un fenómeno ENSO trastorna el tiempo atmosférico
en todo el planeta.
A pesar de que El Niño
se refería tradicionalmente a un fenómeno local y el ENSO era un
acontecimiento que afectaba a toda la cuenca, muchos científicos
utilizan ahora ambos términos de forma intercambiable. Por tanto,
El Niño se refiere también al fenómeno más amplio.
Impactos planetarios
Los impactos
planetarios que produce El Niño son diversos y de gran alcance.
Suelen incluir sequía en el sur de África, el noreste de Brasil,
Indonesia, el este de Australia, el sur de Filipinas y América
Central. Son probables las inundaciones en el norte de Perú, el sur
de Ecuador, el sur de Brasil, el norte de Argentina y Uruguay, entre
otras zonas. En la India, el monzón —con el que llegan las
vitales lluvias— tiende a hacerse irregular, y la producción de
alimentos se vuelve menos fiable.
Por ejemplo, los científicos
han relacionado El Niño que empezó en 1997 con las condiciones
extraordinariamente secas que agostaron las cosechas y provocaron
inmensos incendios forestales en Indonesia y Brasil. En Indonesia,
los incendios afectaron a más de un millón de hectáreas de selva
tropical y produjeron una espesa nube de humo que cubrió gran parte
del Sureste asiático durante al menos seis meses. La contaminación
del aire debida a los incendios causó decenas de miles de
infecciones respiratorias y provocó la cancelación de numerosos
vuelos comerciales en la región.
Los científicos
especifican tres zonas de Estados Unidos fuertemente afectadas por
El Niño. En la costa pacífica del noroeste, el invierno tiende a
ser cálido y seco. Esto provoca problemas para los gestores de
embalses y pantanos. El invierno del noreste suele ser cálido y húmedo,
lo que a menudo resulta positivo. En cuanto a los estados de la
costa del golfo de México, suelen verse afectados por un invierno
fresco, húmedo y tormentoso. Los científicos también han
observado una fuerte reducción del número de huracanes a lo largo
de las costas del Atlántico y el golfo de México. Por tanto, El Niño
suele tener efectos tanto positivos como negativos sobre Norteamérica.
El impacto de El Niño
va mucho más allá de la alteración de los patrones meteorológicos
típicos. Los fenómenos de El Niño pueden trastornar ecosistemas y
poner en peligro a muchas especies. También pueden contribuir a la
difusión de organismos patógenos que suponen una grave amenaza
para la salud humana.
Se sabe que la llegada
de agua cálida al Pacífico oriental perturba fundamentalmente la
cadena trófica marina y pone en peligro a muchas clases de peces,
aves y mamíferos. Las temperaturas cálidas obligan a muchas
especies marinas —como anchoas, salmones, pulpos o calamares— a
migrar en busca de aguas más frías donde obtener alimento. Cuando
esto ocurre, las aves y mamíferos marinos que se alimentan de esas
especies sufren a menudo pérdidas espectaculares. Durante el fenómeno
de El Niño de 1997, por ejemplo, la costa californiana se llenó de
miles de cadáveres de osos marinos septentrionales y leones marinos
de California que habían sucumbido al hambre. Muchos otros
ejemplares, demacrados y debilitados, acudieron a la arena a morir.
El efecto de este
trastorno también puede provocar situaciones grotescas. A finales
de 1997 se localizaron peces tropicales —como el marlín, el pez
espada y otras especies de aguas cálidas— en las aguas
generalmente frías de las costas del norte de California, Oregón y
Washington. Los pescadores estaban encantados. Sin embargo, las
aguas cálidas también atrajeron a la caballa del Pacífico, un pez
que actúa como predador de los salmones jóvenes cuando éstos
dejan los ríos para entrar en el océano. Aunque no están claros
los impactos a largo plazo de esta predación, algunos biólogos
expresaron el temor de que las poblaciones de salmón de la costa
oeste de Estados Unidos sufrieran caídas drásticas.
En algunas partes del
planeta, El Niño también parece fomentar el crecimiento de
organismos que transmiten enfermedades del ser humano. Por ejemplo,
la humedad excesiva en zonas normalmente secas fomenta la difusión
de organismos transmitidos por el agua que provocan enfermedades
como la hepatitis, la disentería o el cólera. Además, las
tormentas e inundaciones tienden a concentrar agua en charcas
estancadas que proporcionan un hábitat idóneo para la reproducción
de mosquitos. Los mosquitos pueden transmitir enfermedades como la
malaria, la fiebre amarilla o la encefalitis. En Perú, Colombia y
la India se registraron brotes de malaria tras El Niño de 1982 y
1983.
No obstante, aunque a
El Niño se le achacan numerosas anomalías meteorológicas y climáticas
adversas en todo el mundo, sólo unas pocas de ellas pueden
relacionarse fiablemente con este fenómeno. Las conexiones entre un
fenómeno de El Niño en el océano Pacífico y un fenómeno
meteorológico extremo en otro lugar del globo se determinan
objetivamente de dos formas. En primer lugar, los científicos
pueden observar directamente los mecanismos físicos implicados,
como la forma en que las nubes y las precipitaciones siguen el depósito
cálido del océano Pacífico. De modo similar, los científicos han
observado que los cambios climáticos en Norteamérica inducidos por
El Niño son un resultado directo del desplazamiento de la corriente
en chorro (una corriente de aire muy rápida que circula a gran
altitud en la atmósfera) al cruzar el océano Pacífico
anormalmente cálido.
En segundo lugar,
cuando los mecanismos físicos se desconocen, como ocurre a menudo
en las perturbaciones alejadas de la cuenca pacífica tropical, los
científicos recurren a la correlación estadística. Por ejemplo,
la conexión entre el fenómeno de El Niño y la sequía en el
noreste de Brasil o el sur de África es fundamentalmente estadística.
En esos casos, las estadísticas ayudan a establecer la probabilidad
de los impactos regionales de El Niño, pero no explican por qué
tienen lugar esos impactos. […]
La predicción de El Niño
En la actualidad, los
científicos emplean un amplio sistema de barcos, boyas y satélites
en el océano Pacífico para ayudar a predecir el impacto y extensión
de los fenómenos de El Niño incipientes. La información de este
sistema de seguimiento se analiza con ayuda de potentes ordenadores
en el Centro Nacional de Investigación Atmosférica (NCAR) de
Estados Unidos, situado en Boulder (Colorado). A continuación, los
datos se suministran a los modelos meteorológicos informáticos
para generar pronósticos del clima a largo plazo.
Por ejemplo, los
investigadores emplean una red de boyas desplegadas a lo largo del
océano Pacífico —fondeadas o a la deriva— para controlar la
temperatura del agua a diferentes profundidades, la velocidad y
dirección del viento, las corrientes oceánicas, la humedad y la
temperatura del aire. Esta red, conocida como sistema Océano/Atmósfera
Tropical (TAO), es administrada conjuntamente por Francia, Japón,
Corea del Sur, Taiwan y Estados Unidos. La información del sistema
es transmitida en tiempo real vía satélite a los centros de
investigación.
Los científicos también
equipan de forma rutinaria “barcos de oportunidad”
—generalmente buques comerciales que surcan las aguas del Pacífico—
con diversos instrumentos de medición que recogen información en
zonas remotas del océano. Esta información se transmite a
estaciones situadas en las costas del Pacífico.
Los cambios en el
nivel del mar se siguen desde el espacio empleando un satélite
llamado Topex-Poseidon, lanzado en 1992 por Estados Unidos y
Francia. El satélite envía señales de radar que rebotan en la
superficie del océano, lo que permite medir con precisión los
cambios en el nivel del mar en toda la cuenca. Típicamente, el agua
está más caliente allí donde alcanza un nivel más alto, lo que
permite localizar el depósito cálido. Por ello, los cambios en el
nivel del mar pueden señalar un cambio en las condiciones normales
y un inicio del fenómeno de El Niño. El satélite Topex-Poseidon
también controla otros cambios atmosféricos relacionados con El Niño,
tales como la temperatura superficial del agua, el ritmo de
evaporación, la circulación atmosférica, la cubierta de nubes,
los vientos en la superficie del agua o la circulación oceánica.
Los datos recogidos
por este sistema se emplean en modelos meteorológicos informáticos
para predecir el comportamiento de El Niño. A veces, los modelos
producen previsiones precisas. Mediante modelos informáticos, los
investigadores pronosticaron con precisión la llegada de los fenómenos
de El Niño que empezaron en 1986 y 1991. Sin embargo, también ha
habido algunos fallos notables en el pronóstico. Por ejemplo, los
científicos no predijeron la inesperada vuelta de El Niño en 1993,
tras el fenómeno moderado de 1991 a 1992. Los modelos tampoco
predecían la aparición de un Niño extraordinario en 1997.
Entre los factores que
limitan la capacidad predictiva de los modelos informáticos está
el uso de una física simplificada que no refleja adecuadamente la
complejidad de las interacciones atmosféricas y oceánicas, así
como la inherente naturaleza caótica y aleatoria de los procesos
ambientales. También existen grandes lagunas en la red de observación,
y algunos cambios ambientales significativos pueden no ser
detectados. La existencia de estas lagunas señala un problema aún
mayor: los científicos todavía no comprenden los mecanismos físicos
que desencadenan un fenómeno de El Niño. Hasta que se descubran y
vigilen cuidadosamente estos mecanismos, es probable que las
previsiones a largo plazo impliquen mucha incertidumbre.
La previsión de El Niño
no ha sido una tarea fácil, y aún se encuentra en sus fases
iniciales. Lo cierto es que los científicos sólo han empezado a
considerar El Niño como un fenómeno que afecta a toda la cuenca
desde mediados de la década de los setenta, y todavía no han
observado todas las formas que puede adoptar. Los fenómenos de El
Niño que se han producido en los últimos 20 años han tenido
características diferentes. El de 1982 y 1983 sorprendió a todo el
mundo porque ocurrió en un momento del año más tardío y fue más
intenso de lo pronosticado. El Niño de 1991 y 1992 no desapareció
como se preveía, sino que reapareció en 1993, y algunos científicos
creen que de hecho se prolongó cinco años, una duración sin
precedentes. El fenómeno de 1997 y 1998 comenzó antes, fue mucho más
intenso de lo predicho, y el agua del océano se calentó más rápidamente
de lo habitual.
En general, los científicos
han conseguido reproducir por computadora el limitado número de fenómenos
de El Niño anteriores ya conocidos. Sin embargo, su capacidad para
predecir acontecimientos futuros con características aún no
determinadas sigue siendo un gran reto. Los científicos que
estudian El Niño aprenden constantemente mientras trabajan.
La llegada de El Niño
A pesar de la
incertidumbre sobre el momento en que comenzarán los fenómenos de
El Niño, existe una cantidad considerable de información para
ayudar a la gente a responder a los impactos conocidos de El Niño
una vez que empiezan a producirse. En concreto, cuando los cambios
ambientales observados llegan a un cierto punto, los científicos
determinan que un fenómeno de El Niño se ha ‘instalado’ y
probablemente se prolongará entre 12 y 18 meses. Cuando esto
sucede, los responsables de agricultura, pesca, energía y protección
civil pueden utilizar la información histórica sobre fenómenos
anteriores de El Niño para tomar mejores decisiones. Por ejemplo,
en regiones donde es probable una sequía puede fomentarse el
escalonamiento de la plantación o el empleo de variedades
resistentes a la sequía para que un periodo seco no devaste toda
una cosecha.
Esta información
puede ser valiosa incluso para regiones en las que no pueden
identificarse impactos intensos y fiables de El Niño. Por ejemplo,
Kenia cultiva café y té para la exportación. Aunque la influencia
de El Niño en el África Oriental sigue sin estar clara, la
producción de café de varios competidores como Colombia, Brasil,
Indonesia o Etiopía se ve directamente afectada por El Niño. Por
tanto, la información sobre la influencia de El Niño en regiones
distantes puede ser un bien valioso, según la máxima de que “un
hombre prevenido vale por dos”.
El calentamiento planetario y
El Niño
Algunos científicos
han sugerido que el efecto invernadero —la acumulación de gases
como el dióxido de carbono, el metano y el ozono que atrapan el
calor del Sol en la atmósfera terrestre— reforzado por las
actividades humanas está alterando fundamentalmente El Niño al
calentar artificialmente la atmósfera de la Tierra. Estos científicos
señalan que, hasta hace poco, los fenómenos de El Niño llegaban
con una frecuencia de dos a siete años y eran generalmente suaves.
Sin embargo, en el transcurso de 15 años se han producido dos fenómenos
extraordinarios de El Niño. Además, entre 1990 y 1995 se
produjeron tres fenómenos de El Niño seguidos. Algunos expertos
afirman que, tomados en conjunto, esos tres fenómenos constituyeron
el Niño más largo en 2.000 años. Otros científicos, sin embargo,
no están de acuerdo en que la historia reciente de El Niño
demuestre el calentamiento planetario. Para ellos, constituye
probablemente el reflejo de fluctuaciones aleatorias en el ciclo
natural.
En noviembre de 1991,
el Programa de Estrategias de Respuesta e Impactos del Clima
Planetario (WCIRP), creado por el Programa Medioambiental de
Naciones Unidas (UNEP), patrocinó lo que tal vez fuese la primera
reunión de trabajo sobre la relación entre El Niño y el
calentamiento planetario, en un intento de diferenciar la especulación
y la ciencia. Los participantes en la reunión concluyeron que una
tendencia hacia temperaturas planetarias medias más elevadas podría
hacer que los futuros fenómenos de El Niño fueran más intensos.
Sin embargo, también subrayaron que El Niño ha aparecido con
bastante constancia a lo largo de un periodo de 5.000 años, tanto
durante periodos cálidos como fríos, lo que sugiere que es
improbable que cambie la frecuencia de esos fenómenos. […]
Aprovechar la información
A diferencia de la
investigación sobre el calentamiento planetario, que ha dividido a
la comunidad científica, existe un amplio consenso acerca de la
investigación sobre El Niño: es necesario mejorar las previsiones.
Pero, mientras los investigadores amplían sus conocimientos en
torno este asunto, debemos aprender a utilizar mejor la información
que ya tenemos.
Parece que esto ya ha
empezado a ocurrir. Cada vez son más los que prestan atención a El
Niño y a las predicciones de este fenómeno. Algunos grupos
comienzan a tomar medidas preventivas para enfrentarse a sus
impactos. Por ejemplo, en Ecuador ha habido programas de vacunación
que intentan inmunizar a las personas contra enfermedades
transmitidas por el agua que podrían surgir en caso de
inundaciones. En numerosas regiones se están limpiando el
alcantarillado y la infraestructura de drenaje para que el agua
pueda fluir más libremente. Se están construyendo diques a lo
largo de zonas costeras vulnerables, se están desarrollando planes
de alimentos de emergencia, y así sucesivamente. La gente está
escuchando y se está preparando. Confiemos en que, cuando aparezca
el próximo El Niño a principios de siglo, los gobiernos nacionales
y locales dispongan de la información necesaria para garantizar una
preparación eficiente y activa.
Michael
H. Glantz es investigador superior del Grupo de Impactos sobre el
Medio Ambiente y la Sociedad, un programa del Centro Nacional de
Investigaciones Atmosféricas (NCAS) de Estados Unidos. Es autor del
libro Currents of Change: El Nino's Impact on Climate and Society
(‘Corrientes de cambio: el impacto de El Niño sobre el clima y la
sociedad’. La predicción del fenómeno de El Niño", Enciclopedia
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