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Cuando mis ojos se abrieron a la vida
Y pude conocer la luz del día,
Dos rostros me miraban, sonreían
Estrechaban mi cuerpo entre sus brazos
Y de besos y caricias me cubrían,
Eran mis viejos a quienes yo veía.
Así transcurrieron los días, los meses
Y el bebé continuaba, ya era un niño,
Yo dependía totalmente de mis viejos,
Mi vieja me bañaba, me vestía,
Compartía mis risas y mi llanto,
Me preparaba mi biberón y me contaba cuentos.
El tiempo de mi vieja no contaba,
Pues todo a su hijo dedicaba;
Mi viejo cansado del trabajo llegaba,
Con el rostro contento y su sonrisa amplia,
Me tomaba de sus brazos, me besaba,
Y volvía a ser niño para jugar conmigo.
Pasaron ya los años ... veinte años quizás,
La universidad, el trabajo, los amigos
Distanciaban cada vez más, el calor del hogar.
En mi debilidad el mundo me absorbía;
Me aislé de mis viejos
Y me sentí libre... y me sentía hombre.
Han pasado los años,
Y en mi soledad yo me pregunto:
¿ Que di yo a mis viejos, para merecer yo tanto?
Si ellos que me dieron lo mejor del mundo.
Han vivido la soledad de mi abandono?
¿ Supe acaso corresponder a sus desvelos ?
¿ Agradecí acaso, sus sacrificios y su entrega ?
¿ Les dije alguna vez que los quería ?
Señor, si yo pudiera retroceder el tiempo,
Sería el hijo bueno, sería el hombre recto.
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