Celebran retiro de base militar
Los rastros de la prolongada ocupación militar van reduciéndose poco a poco.Por MARIA TERESA DEL RIEGO/ Grupo Reforma
Cd de México, México.-(04/Enero/2001).- En medio de una atmósfera casi fantasmal, bajo una densa neblina y una gélida y pertinaz llovizna, continuó el lento desmantelamiento del campamento militar ubicado en Jolnachoj, que apenas el pasado domingo fue desocupado por decenas de soldados, que vivieron aquí desde 1995, sin el consentimiento de la comunidad.
Los rastros de la prolongada ocupación militar van reduciéndose poco a poco. A tres días de la salida de las tropas federales, sólo quedan barracas y puestos de vigilancia semidestruidos, mosquiteros y plásticos negros hechos jirones, láminas rotas, montones de basura y algunos calzones negros y verde olivo revueltos en el lodo.
Envases de refresco, latas de frijoles y salsa, sopas instantáneas, rastrillos, envolturas de dulces y medicamentos, cartones de leche, pañales desechables sucios mordisqueados por los perros, condones usados y hasta envases de suavizante para telas "con aroma floral", se encuentran esparcidos en el piso de tierra, a la espera de ser incinerados por los pobladores.
Como casi todas las comunidades de la zona de conflicto, Jolnachoj es una población dividida. Pero desde el domingo pasado, priístas y zapatistas han encontrado un punto de coincidencia. Todos celebran que las tropas federales hayan abandonado el lugar, luego de que cientos de simpatizantes y bases de apoyo del EZLN irrumpieron en el campamento para exigir a gritos la salida del Ejército.
Priístas y zapatistas coinciden en que la presencia militar trajo muchos perjuicios a los pobladores, principalmente a las mujeres y a los niños.
"Contaminaban mucho, echaban mucha basura, mucha suciedad al agua y en las tierras. Además, algunas veces golpearon a la gente de la comunidad, cuando estaban borrachos y quebraron a pedradas los vidrios de la iglesia, y una vez un soldado entró a la casa de mi cuñado a querer abrazar a su mujer, así a la fuerza, y después salió corriendo", relata un indígena.
Otro añade: "Los militares trajeron muchas prostitutas, y luego dejaban tirados los condones usados alrededor de la escuela y los niños los levantaban, los inflaban como globos y jugaban con ellos. Y eso es mucha infección. Y es que nosotros vivimos así, sin cuidado, no vamos a saber qué son esas cosas, y menos los niños. Por eso está bien que ya se hayan ido ya".
Pero en este pequeño poblado tzotzil de los Altos de Chiapas no todo es alegría. También reina la incertidumbre. Todos están contentos por la salida del Ejército, pero los dueños del terreno son varios y de distintos grupos. Nadie sabe qué va a pasar con la tierra.
Algunos de los indígenas, que desde hace tres días se dedican a borrar los vestigios de la presencia militar, dicen haber oído que los zapatistas, dueños de la mayor parte del terreno, van a dejar algunas construcciones en pie y utilizarán el predio para reunirse.
Otros expresan su deseo de rescatar un poco de la tierra para guardar su ganado o sembrar la milpa, aunque aseguran, tristes, que el suelo ya no sirve porque "los soldados dejaron pura piedra".
Al menos diez construcciones de madera y lámina, de diversos tamaños, permanecen en pie sobre este terreno de más de una hectárea que hace cinco años fue arrebatado a los indígenas sin permiso y sin pago alguno.
Aún no hay un acuerdo entre los pobladores sobre el destino de dichas construcciones. Unos dicen que los zapatistas conservarán algunas para utilizarlas después. Otros aseguran que no quedará en el lugar nada que recuerde la presencia militar, ni un palo, ni una piedra, mucho menos los calzones y calcetines semienterrados en el lodo, que olvidaron los militares en su precipitada salida.
Pero más allá de sus divisiones, priístas y zapatistas afirman que lo que quieren es "estar tranquilos, como ahora, con nuestras tierras".
Con una chamarra encima y las manos en los bolsillos de su desgastado pantalón gris, Enrique confiesa que hoy, con tanto frío, no hay ganas de trabajar. Quizá por eso, "o porque no lo han visto", un muñeco de paja vestido con uniforme militar se ha salvado de la hoguera y permanece tirado "como muerto", en lo que queda del puesto de vigilancia número cinco.
NSV
Copyright © Grupo Reforma Servicio Informativo
Comentarios agencia@reforma.com.mx