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   Medios   ¿Dónde está la indignación?   En
  apenas un lustro Robert Mugabe aplicó una “reforma agraria” que ha destruido
  a la economía de Zimbabwe y tiene al país al borde de la guerra civil. ¿Por
  qué no hemos visto la indignación mundial de otras ocasiones? ¿Acaso porque
  Mugabe no es “neoliberal”?   Poco antes del
  concierto Live Aid se le preguntó al organizador Bob Geldof sobre la
  responsabilidad que tenían los gobernantes en la actual pobreza del
  continente africano. "Este es un asunto que va más allá de buscar
  culpables" respondió Geldof, "lo que hoy se requiere al continente
  es ayudar a quienes sufren hambre, lo político es secundario",
  declaración aparentemente lógica excepto si quisiéramos aplicarla en otras
  circunstancias: una condición para enviar ayuda Sudáfrica y levantar el
  embargo económico exigía la abolición del apartheid antes que cualquier otro
  movimiento. Dicho de otro modo, antes de ir más allá, en Sudáfrica lo
  político fue una prioridad, razón suficiente para preguntarnos por qué en
  caso de los gobernantes africanos que han derrochado fortunas en la forma más
  estúpida posible, la ayuda alimenticia vaya más allá de la política, como
  afirma Geldof.    En el colmo
  de la desfachatez, Robert Mugabe ha sido de los primeros en exigir a los
  países ricos que envíen ayuda urgente a Zimbabwe. El secretario general de la
  ONU Kofi Annan ya le advirtió, así fuera tibiamente, que primero arregle la
  casa, pero en lo que corresponde a los demás gobernantes que culpan al
  neoliberalismo la pobreza mundial, su indignación ante el caos en Zimbabwe ha
  sido nula. Ningún país que ha adoptado el “salvaje neoliberalismo” se ha
  empobrecido tanto estos cinco años como lo ha hecho Zimbabwe gracias a una
  populista “reforma agraria” que hizo pedazos a la agricultura, único rubro
  que en ese país experimentaba cierta prosperidad.   Por si fuera
  poco durante el mismo lapso la esposa de Mugabe ha sido vista en las tiendas
  más caras de París donde sin pena alguna dilapida hasta 50 mil dólares en una
  orgía de shopping que incluye abrigos de pieles sin que los defensores
  de la fauna se indignen (adicional a la mayúscula insensatez si asumimos que
  en Zimbabwe las temperaturas suelen oscilar por arriba de los 40 grados
  centígrados), zapatos, pelucas anteojos y todo el lujo imaginable mientras el
  pueblo empieza ya a sufrir los efectos de la hambruna.    Según
  informes de The Cato Institute con sede en Washington, Mugabe ha depositado
  más de 300 millones de dólares en bancos suizos desde el 2001 cuando se
  aplicó la “reforma agraria” a rajatabla. De nuevo la pregunta: ¿dónde está la
  indignación mundial? Si en un momento la prensa mundial consignó y condenó los
  excesos de Imelda Marcos y Baby Doc Duvalier, porqué no ha habido la
  misma reacción ante un dictadorzuelo como Robert Mugabe?    Como consecuencia de la “reforma agraria”, la economía ha retrocedido un 17 por ciento mientras que el “neoliberal” Chile ha visto subir su PIB en siete puntos durante el mismo lapso. El deterioro en el nivel de e vida de Zimbabwe es menor del que se tenía en 1950 cuando aún era colonia británica, y en un inusitado “racismo la inversa”, la comunidad blanco-europea no sólo fue despojada de sus propiedades sino que se le ha obligado a emigrar, situación que difiere en poco o nada a la cometida por los nazis contra la comunidad judía. Sobra decir además que ante la pobreza, el Estado culpa ¿quién más podría ser? Al neoliberalismo y a las potencias imperialistas. No puede concebirse mayor tontería.   Pese al
  desgaste que han traído las reformas agrarias en todo lugar donde se
  aplicaron, siguen siendo una bandera frecuente para mantener el clientelismo
  político mediante la corporativización forzada. Hoy es sólo un recurso que
  utilizan los sátrapas y los populistas vanidosos como supuesta alternativa de
  desarrollo. Lo que sucedió en Zimbabwe tiene un origen diferente en la forma,
  pero no en el fondo: ansiosos de conseguir parte del “botín del presupuesto
  público”, a los militares veteranos se les habían prometido tierras como
  parte de su indemnización por sus “servicios prestados a la Patria”. Cuando a
  mediados de los noventa los “veteranos” amenazaron con amotinarse, Mugabe prometió
  entregarles las tierras que estaban en poder de los “blancos explotadores”,
  gente que en realidad había hecho grandes sacrificios e inversiones para
  hacer producir la tierra.    No obstante
  que este sector agrícola alimentaba a casi el 40 por ciento d la población,
  el gobierno de Mugabe inició una campaña de desprestigio contra los pequeños
  propietarios acusándolos de “burgueses”, “imperialistas” y otras lindezas.
  Finalmente a principios del 2001 el gobierno anunció la puesta en marcha de
  una “reforma agraria” además de la “justicia social”, esto es, que las
  tierras serían entregadas a los “veteranos” y éstas eran, naturalmente, las
  propiedades que ya estaban produciendo, o sea, las de los blancos. Los
  propietarios aludieron a la inconstitucionalidad de la medida pero de nada
  valió: “La Carta Magna de Zimbabwe se aplica con rigor cuando le conviene a
  Mugabe y se ignora cuando no es así”, apunta El Cato.    Este
  atropello jamás fue denunciado en ningún foro internacional, y menos aún por
  la prensa de Zimbabwe, entre las más serviles del mundo. Los pequeños
  empresarios fueron despojados sus tierras para ser entregadas a los
  “veteranos” quienes por supuesto carecían de las mínimas nociones de
  agricultura. Por su parte la Banca sufrió una grave descapitalización pues
  los créditos otorgados a los pequeños propietarios se habían vuelto impagables
  tras la “reforma”.    Aplicar una
  reforma agraria en un país que depende en buena parte de la agricultura es una
  de las medidas más torpes alguna vez concebidas, y Zimbabwe no fue la
  excepción. La producción ha caído hasta en un 42 por ciento desde el 2002, y
  no sólo eso, pues para financiar un gasto público cada vez mayor el gobierno
  ha impreso billetes a lo loco lo que ha llevado a una inflación del 4 mil por
  ciento. ¿Pero quiénes con los culpables? Los blancos imperialistas, faltaba
  más.    Algunas
  consecuencias de esta irresponsabilidad son idénticas a las que padecía
  México en los años 70 y 80, entre ellas un férreo control de precios que se
  desintegra cuando el Estado incrementa el precio de sus servicios; especulación,
  acaparamiento y escasez de artículos básicos.    Otra cínica
  demanda de Mugabe al respecto fue exigir al grupo de los 8 a que enviaran
  ayuda a Zimbabwe, como si los países ricos fueran culpables de la ineptitud
  de un régimen corrompido hasta los huesos. Mugabe, como ya mencionamos, ha
  invitado a Annan a que visite el país aunque el secretario general de la ONU
  ya le apuntó que su país se encuentra al borde de la guerra civil. Pero hay
  otra razón por la cual Mugabe quiere ver a Annan, y esta es buscar un país donde
  pueda exiliarse antes que ser derrocado por el pueblo, Pero ojalá y Mugabe
  pague todo el daño que le ha hecho a su país. Esperamos que eso de dé pese a
  que Mugabe no sea “neoliberal”.                                            |