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              ANÁLISIS,
              COMENTARIO Y DEMÁS
              
              
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        Cine 
          
        El galán
         concientizado 
         
        Los críticos alaban las "denuncias" de George Clooney en sus filmes y éste se enorgullece de ser un actor "fuera del círculo". Pero sus dos recientes cintas reflejan la débil propuesta de la izquierda
        hollywoodense 
         
        MARZO, 2006. Aunque todos sus filmes
        recibieron varias nominaciones y sólo un Óscar (como mejor actor de reparto), la crítica hollywoodense está de
        plácemes pues George Clooney, el galán que se hizo famoso con la serie televisiva
         E.R. y tras lo cual saltó al cine, se ha convertido en el icono de quienes ven al cine como un vehículo propagandístico y no como un medio para entretener y hacer olvidar un rato sus problemas a los
        espectadores. "Necesitamos más Clooneys en el cine, hoy más que nunca en medio de la pesadilla republicana", escribió, extasiado, el crítico Peter Travers de
         Rolling Stone. 
         
        Quizá seamos desmemoriados ¿pero no era eso lo que estos mismos críticos nos decían de Michael Moore apenas tres años atrás? Quizá se deba a que
        Clooney es físicamente más agraciado o a que Moore prepara su siguiente ataque contra ¡la comida chatarra!
        Quizá se deba a que Robert Redford, otro galán  concientizado, ya no está para semejantes
        trotes, o seguramente los críticos planeaban convertir a Clooney en la víctima de las decisiones de Hollywood durante la última entrega de los Óscares, aunque el rol de
        mártir finalmente haya correspondido a  Brokeback Mountain. Pero dada su edad, Clooney tendrá más oportunidades por delante. 
         
        "Soy un liberal, lo acepto, y no sé desde cuándo este término se convirtió en mala palabra", dijo Clooney días antes de la ceremonia. Pero que se sepa, los tiburones políticamente correctos aún no objetan que a alguien se le llame "liberal" sin considerarlo ofensivo. No se ha convertido en mala palabra, simplemente se ha desprestigiado y para buena parte de la opinión pública equivale a mera propaganda (como
        podrá atestiguarlo quien vea  Syriana y  Good Night and Good
        Luck) y cuyas propuestas están obsesionadas con el pasado (Ibid). Clooney
        dijo también a Entertainment Weekly "por fin estamos abriendo las puertas... la gente comienza a hablar". 
         
        Los deseos de Clooney no se reflejaron en taquilla y la gente simplemente se abstuvo de ver estas cintas, algo que difícilmente estimularía
        un debate entre quienes no fueron al cine. En realidad la afirmación de Clooney refleja el porqué el 2005 fue uno de los peores años en recaudación para Hollywood: que un
        grupo de guionistas y directores crean que sus convicciones son superiores a las del resto de los humanos o que los estudios se
        pongan a dar clases de alegoría "progresista" a sitios tan  intolerantes como Wyoming donde habitan dos vaqueros con tendencias homosexuales. Que Clooney y Moore tengan derecho a pensar lo que quieran es
        indiscutible, pero de ahí a llamar "censura" a la indiferencia o desacuerdo con sus planteamientos nos habla enormidades de
        una industria que no ha podido ni querido comprender lo que la gente quiere ver en el cine. 
         
        Más aún, Clooney y Moore desean ganar credibilidad y público mediante el manejo parcial de los temas tratados en sus películas.
        Analicemos sus dos más recientes cintas. 
         
                                
        El cuento incompleto de  Buenas Noches... 
         
        Good Night and Good Luck fue estrenada a fines de octubre pasado en el obvio fin de ser "pescada" por las nominaciones al Óscar. La cinta es dirigida por George Clooney, quien también realiza un pequeño papel. La historia se sitúa en 1953, año en que la "cacería de brujas" del senador Joseph McCarthy se desata tras crear una comisión empeñada en
        investigar a periodistas, cineastas, actores y guionistas sospechosos de estar
        recibiendo dinero de la URSS para realizar labores de agitación y
        espionaje.  
         
        Los periodistas del programa  See It Now de la CBS
        se covierten en voceros para evitar lo que el protagonista llama "la era de la locura", lo cual les gana la ira del senador. Es
        entonces cuando el conductor del programa, Edward R. Morrow, planea una estrategia que
        exhiba a McCarhty como lo que es, un intolerante ultraderechista,
        paranoico y envidioso de quienes trabajan en cine, radio y televisión (y, de paso, balconearlo como un alcohólico). 
         
        Si nos quedáramos dentro de este contexto, entonces Morrow
        terminaría ubicado como un férreo opositor a McCarthy simpatizante de las "víctimas" del belicoso senador.
        Sin embargo la reputación de Morrow va más alla de este acartonamiento.
        En 1960 Morrow produjo un doucumental crítico de las condiciones de
        vida de los emigrantes que trabajan en el campo norteamericano pero luego protestó al
        enterarse que el gobierno soviético había utilizado el documental como
        propaganda de "denuncia anttiimperialista", reproduciéndolo sin pagar derechos, además, El compromiso de Morrow con la libertad de expresión no lo convertía en un simpatizante automático de la URSS --donde, paradójicamente, no existía la libertad
        de expresión-- sino alguien dispuesto a, como él mismo lo dijo dijo, "defender lo que pienso dentro de una democracia". 
        
          
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               Preguntémonos que ocurriría si algún
        cineasta presentara sólo los momentos de gloria del nazismo y evitara incluir los horrores posteriores
        cometidos por ese régimen  | 
            "El totalitarismo comunista es incompatible con nuestra democracia y nuestro derecho a disentir", dijo Morrow años después. "Nos opusimos a la derecha macartista y nos oponemos hoy a la izquierda castrista". Asimismo, Morrow fue de los pocos periodistas
        norteamericanos en denunciar que Fidel Castro había traicionado al movimiento que derrocó a Batista y no dudó en comparar su proceder con el de la Alemania nazi. | 
           
         
        La omisión de estos acontecimientos por parte de Clooney es entendible, aunque tramposa, pues pondría a Morrow en su dimensión
        real, algo que reduciría considerablemente la reputación de quienes, según la cinta,
        fueron injustamente acusados por un senador con delirios de persecución. 
         
        Otro detalle relacionado con lo anterior --e igualmente
        tramposo-- ocurre en una escena donde aparece frente al tribunal una tal Annie Moss, acusada de colaborar con los
        soviéticos. Clooney nos presenta este segmento a Moss como una víctima de la furia paranoica de McCarthy. ¿Pero qué pasa
        después en
        la historia? Los archivos de la KGB demostraron que Moss efectivamente
        había sido agente soviética, lo cual entreveía que, al menos, existía
        una razón poderosa para llevarla a los tribunales. Obvia decir que Clooney
        no incluyó este
        punto en la película. 
         
        Parecería una omisión argumental mínima, pero preguntémonos que ocurriría si algún
        cineasta presentara sólo los momentos de gloria del nazismo y evitara incluir los horrores posteriores
        cometidos por ese régimen, o que durante la Segunda Guerra Mundial se hubiera llamado una "cacería de brujas" a la
        persecusión de actores y guionistas infiltrados a sueldo del Hitler. Quien sirve a los intereses de
        otro país recibe el apelativo de vendepatrias, personajes a los que Clooney, como muchos otros
        cineastas antes que él, se empeñan en ubicar como héroes. 
          
          
          
          
        
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