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Y
DEMÁS/Música II.
John Lennon
AGOSTO,
2005. “Desde pequeño supe que era un genio. ¡carajo! me decía a mí
mismo, ¿cómo es posible que los demás no se dieran cuenta de ello?”
fue lo que John Lennon respondió a Jann Wenner, el editor de Rolling
Stone cuando éste lo entrevistó poco después de anunciar la
separación de los Beatles. El Lennon de esa conversación era un tipo
ácido, grosero, pedante y ansioso por atacara su ex compañero Paul
McCartney ante cualquier insinuación. Pero de que era un genio, no
duda, aunque ser un prodigio no exime a nadie de su condición de ser
humano.
Para entonces
Lennon no tenía que probar nada: había fundado un grupo que no sólo
cambió para siempre la cara de la música pop sino que además influyó
en la sociedad de los sesenta de un modo imposible de calcular. “Yo
cree a los Beatles y yo los deshago”, fue la respuesta, al final muy
certera, de este músico extraordinario aunque también veleidoso.
Hay que
agradecer el mal tino de las bombas de la Luftwaffe para no caer en
sitio donde Lennon nació, en plano bombardeo a Liverpool, en 1940. Era
otra de esas blitz o incursiones aéreas alemanas entre las
cuales el futuro beatle llegó al mundo. Parte de la historia es harto
conocida --su madre, Julia, que muere arrollada, su crianza a cargo de
la tía Mimi, Fred, el padre alcohólico etc.-- que mejor las saltamos y
nos vayamos directo hasta el momento en que el adolescente Lennon
(imaginémoslo en esa legendaria foto donde se le ve sonriendo sobre una
tarima y vistiendo una camisa a cuadros) funda The Quarrymen y conoce a
Paul McCartney, por aquel tiempo fanático de Buddy Holly y Gene
Vincent. Más tarde son contratados por Tony Sheridan pero no era éste
a quien los otros comparaban sino a Lennon, líder nato y con una
asombrosa facilidad para recorrer las cuerdas de la guitarra.
Poco después
Stuart Sutcliffe se iba y al poco tiempo moría de un derrame cerebral
--aunque algunos biógrafos, entre ellos Albert Goldman, sostienen que
fue como consecuencia de una paliza propinada por Lennon-- entra en su
lugar Pete Best aunque más tarde renuncia a la inmortalidad alegando
cansancio. Entra en su lugar Ringo Starr, baterista muy entusiasta pero
no muy bueno en los tambores (claro, en aquel entonces). Los Quarrymen
pasaron a ser The Silver Beatles y al final quedaron con su último
nombre.
Hamburgo, la
deportación de Harrison, el regreso a Liverpool, George Martin, Brian
Epstein... cada uno de estos nombres y referencias son reptitivas y ya
muy vistas así que que trasladémonos a 1966, año en que Lennon conoce
a Yoko Ono, “tan fea como desagradable” en palabras de Truman
Capote. Es aquí donde surge parte de la leyenda que ubica a Lennon como
el intelectual y el aficionado a las artes. En realidad se enamoró de
Yoko como un adolescente y por ello de manera súbita se vio muy
interesado en las galerías de arte y los movimientos de vanguardia algo
que, claro, no sucedía con ella hacia Lennon pues la música de los
Beatles jamás le interesó en lo absoluto; antes bien, veía a los
otros integrantes como obstáculos para conquistarlo completamente.
Lo paradójico
aquí es que Lennon la consideró indispensable para su inspiración
musical y la llevó a las sesiones de grabación con lo cual rompió una
regla tácita de no llevar novias al estudio. Peor aún, la llegó a
incluir en canciones como “Money Pie” y “Happinness is a Warm Gun”,
incluidas en el White Album. Para entonces el interés de Lennon
en el grupo era mínimo, casi una obligación. Ya con Cynthia fuera de
su vida y obnubilado por Yoko, Lennon “pidió un divorcio” poco
antes de la salida del Let It Be, sólo que cuando McCartney
anunció la disolución del grupo pasó a ser el villano de la historia.
Two Virgins,
un disco que el ya dúo grabó tras una noche juntos, es malísimo
excepto para los fans más radicales del ex beatle. El siguiente paso de
Lennon fue asumir actitudes políticas, entre ellas un rechazo a la
guerra de Vietnam aunque sus argumentos no eran del todo profundos: todo
era “una locura”. En sus entrevistas con la prensa Lennon se veía
más como un energúmeno, un amargado al cual en nada ayudaba el nulo
sentido del humor de Yoko Ono pues al menos su compañero sabía ser
irónico y sarcástico. La violencia en su comportamiento opacaba al
mensaje de la bella “Give Peace a Chance”.
Otro asunto
era su afición a las drogas. Lennon se había hecho adicto a ellas
desde las presentaciones en Hamburgo pero para el momento de la
grabación del Sgt. Pepper consumía cantidades enormes de todo
tipo de estupefacientes o, peor aún, las combinaba. Cuando anunció a
los otros miembros del grupo que él era Jesucristo y que la noticia
debía ser difundida a todo el mundo nadie se atrevió a contradecirlo.
En 1969 y tras un periodo de forzada abstinencia escribió “Cold
Turkey”, una dramática referencia a los efectos y espectros de
consumir drogas. Con “Instant Karma”, si siguiente sencillo, Lennon
saltó hacia otro campo: el metafísico.
Su mensaje
político siguió radicalizándose: manifestó su apoyo a las Panteras
Negras y la activista radical Angela Davies, al Ejército Republicano
Irlandés --algunos biógrafos creen que llegó a financiarlos
económicamente-- y grabó “Power to the People”, un himno de tintes
comunistas. No extraña entonces que el FBI lo viera como elemento
subversivo y que la Migración norteamericana se negara a darle
residencia (Ono ostentaba la ciudadanía estadunidense) que sólo llegó
a conseguir hasta 1975.
El primer gran
hit solista de Lennon fue “Imagine” en 1971, el cual llegó al
tercer sitio de las listas en Estados Unidos. Su mensaje era sencillo:
la búsqueda de una sociedad sin clases a la más clara utopía de
Tomás Moro. No pasó tiempo para que los fanáticos de los Beatles con
ideas de izquierda se volvieran fans del Lennon solista. En 1974
ofreció junto con Elton John su última gira de conciertos tras lo cual
siguió un periodo de inactividad musical. Al año siguiente nació Sean
y con ello el exbeatle se autorecluyó en el piso del edificio Dakota,
en pleno Manhattan.
Luego que Yoko
Ono lo abandonó un tiempo volvió a atraparlo y ya no lo soltó. Por su
parte el magnate David Geffen de Geffen Records consiguió que Lennon
volviera al estudio de grabación. Hubo varios intentos que abortaron
(uno de ellos, por cierto, fue “Real Love” cuyas vocales fueron
luego incluidas en una “nueva” grabación con los otros Beatles)
hasta que a fines de los setenta el cantante pudo por fin organizar sus
ideas. En octubre del 80 salió a circulación Double Fantasy el
cual fue recibido tibiamente. Su muerte aceleró las ventas del disco
hasta llevarlo al primer lugar en enero del 81. La noticia de su deceso
fue devastadora; era como si la última conexión con el idealismo de
los sesenta se hubiera perdido para siempre sobre todo porque Lennon
tenía apenas 40 años de edad y sin duda aún poseía mucho talento por
desarrollar.
Del Double Fantasy fueron lanzadas, aparte del (Just Like)
Starting Over” y “Woman”, la irónica “Watching the Wheels”
que de otro modo sólo los fans de Lennon habrían conocido. Pero al
contrario de lo que sostienen muchos críticos lennonófilos, Double
Fantasy es un disco menos que regular, en especial por las
aportaciones hechas por Yoko Ono. El siguiente álbum de Lennon, éste
sí póstumo, fue Milk and Honey, una colección de material
disperso. Sobra decir que Yoko firma como coautora.
Curiosamente, la
izquierda radical tomó cono ícono a Lennon durante los años noventa.
El gobierno cubano, que había prohibido la música de los Beatles en
los sesenta por considerarla “burguesa y decadente” de repente le
abrió las puertas y no sólo eso, colocó una estatua de Lennon en La
Habana. Temas como “Imagine” y “Power to the People” han sido
utilizadas como estandarte de, entre otros, los manifestantes
antiglobalización y las feministas, a quienes Lennon había dedicado su
“Woman is the Nigger of the World”. En
lo musical el Lennon solista no avanzó gran cosa. Es lamentable pues
muchas de sus canciones solistas habrían sido rechazadas, incluso por
él mismo, durante sus días con los Beatles. Sin embargo su importancia
en el mundo del rock no ha dejado de crecer. Después de todo fue él
quien fundó al grupo y el que refirió, sin mucha tristeza, que el
sueño había terminado.
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