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Nacional Memín Pinguín y lo políticamente absurdo JULIO. 2005. Enorme ironía: el que
parecía ser un gobierno mucho más afín a Estados Unidos ha conducido a la
relación más tensa entre ambos países desde los tiempos de Venustiano
Carranza, nota importante si asumimos que, de 1929 al 2000, a México lo
gobernaron presidentes priístas; de la "cercana colaboración entre dos
socios" que se prometían Carlos Salinas y Bill Clinton al presente, nada
queda. Ambos países vuelven a ver su vecindad como mero accidente histórico
que los tiene pegados aun contra su voluntad. Pero el discurso ultranacionalista
del priísmo y los libros de texto que achacaban todas nuestras desgracias al
"Coloso del Norte", la relación no llegó a los puntos álgidos
actuales; ambos gobiernos se toleraban y ya. No se habría esperado otra cosa
que el enfrentamiento si el PRD hubiera ganado las elecciones del 2 mil. Pero
lo hizo el PAN, partidario de la libre empresa y con mucho más afinidades con
los Estados Unidos que el PRI. Sin embargo el gobierno de Vicente Fox ha
tensado, la relación, quizá lejos del rompimiento (catastrófico para ambos
lados) pero tampoco tan cercano a la colaboración que se esperaba una vez que
el PAN ganó la presidencia. Por el contrario: Vicente Fox y George W. Bush no
se aguantan, jamás han sido amigos. Desde que Jimmy Carter y José López
Portillo se mostraban un "odio diplomáticamente maquillado" pero
odio al fin, no se había visto semejante antipatía recíproca. Es lógico que el ya conocido como Memíngate
tiene más que ver con la antipatía del gobierno norteamericano hacia Fox que en
una genuina defensa "políticamente correcta" de la población negra,
ejem, afro americana, de Estados Unidos. Aparte el gobierno consideró
prudente rechazar las estampillas de Memín Pinguín, en ello contó la
imprudencia de Fox al señalar que los mexicanos "realizan los trabajos
en Estados Unidos que ni siquiera los negros aceptan". Pero hay otra
razón que dio origen a la animadversión de George W. Bush hacia el mandatario
mexicano: el 11 de septiembre. Al ocurrir los atentados ambos
países negociaban un acuerdo migratorio que pasó a segundo plano como
cuestión vital de Estados Unidos. México fue de los últimos países en enviar
sus condolencias (el primero, Canadá, el segundo Gran Bretaña y el tercero
¡¿Cuba?!) y, de acuerdo al periodista Andrés Oppenheimer, cuando Fox habló
con Bush el primero cometió la torpeza --otra más-- de mencionarle su
preocupación para el acuerdo migratorio siguiera adelante. Según Oppenheimer,
el mandatario estadounidense soltó "una palabrota" tras colgar el
teléfono. Otra pifia: todos los países
miembros de la Comunidad Europea, Japón y Canadá bajaron su bandera a media
asta tras los ataques pero del lado mexicano se veía la bandera ondeando en
lo más alto, como si ambas naciones no tuvieran firmado un Acuerdo de Libre
Comercio. Esta actitud causó irritación en Estados Unidos no sólo en la Casa
Blanca sino en el presidente Bill Clinton pues durante su mandato se enviaron
a México 50 mil millones de dólares para salvar de un posible estallido
social a un país devastado financieramente tras el Error de Diciembre de
1994. Algo que también ha calado en
Washington es que Fox insista en el Tratado Migratorio pero que poco o nada
haya hecho en México para promover el empleo. Es verdad que parte de la culpa
la tienen el Congreso y el Senado mexicanos que han detenido muchas
iniciativas presidenciales que, en efecto, eran altamente beneficiosas. Pero
en Estados Unidos las cosas se ven de otro modo; para ellos, el presidente
muestra una absoluta capacidad de negociación con las fuerzas opositoras. Washington también esperaba que,
como su segundo socio comercial, México lo apoyara para derrocar a Saddam
Hussein, No lo hizo --y, seamos francos, de haberlo hecho los globalifóbicos
y otras huestes habrían incendiado media capital--, algo que sí hizo Canadá
aunque sin comprometerse a enviar tropas. Desde aquellos días, según
Oppenheimer, George w. Bush pidió a su secretario que "si hablaban Tony
Blair o José María Aznar le pasaran la llamada estuviera donde estuviera y a
la hora que fuera"; en cambio tardó tres días en regresarle una llamada
a Vicente Fox. Ha habido otras repercusiones,
quizá más sutiles; Honduras aceptó enviar tropas a Irak y súbitamente la
embajada en Tegucigalpa "aceleró" los trámites para obtener la visa
mientras que la ayuda económica a Colombia creció un 29 por cuento desde que
el presidente Álvaro Uribe apoyó a Estados Unidos en su incursión en Irak.
Allí también se ha "agilizado" un tanto la tramitación de visas,
algo impensable apenas un decenio atrás. La estampilla de Memín Pinguín y su rechazo por el Servicio Postal norteamericano puede interpretarse de dos formas. Una de ellas la hizo el ensayista Enrique Krauze en Reforma (julio 3, 2005) donde apunta que, aparte del desconocimiento que en Estados Unidos existe acerca de la historia de México (el Memín no es, como precisaban algunos analistas, un personaje nuevo; tiene más de medio siglo de vida) donde a la población de color, que no llega ni al 2 por ciento, ha sido objeto de chistes pero también tiene implicaciones cariñosas –“mi negro” y “mi negra” entre matrimonios, por ejemplo—pero no han sufrido la discriminación racial que existía en Estados Unidos. O bien se puede concluir que el Memíngate es otra muestra de la ira que el gobierno norteamericano siente hacia Vicente Fox en espera que ya termine su sexenio porque, para colmo, entonces al gobierno de George W. Bush aún le quedaraán dos años de vida. |