FAST FOOD

Primera parte: Llegan las malas noticias

Soy Kei Tsunami, un afortunado chico de 17 años que en estos momentos se encuentra a punto de declararse al ser humano más hermoso que se halla sobre la Tierra. Su nombre es Michael y trabaja en una conocida cadena de restaurantes de comida rápida. No sé nada más de él, aparte de que es extranjero, y su acento lo hace irresistible. Pero con eso me basta, sé que lo amo por que nada más verlo se me acelera el corazón y empiezo a sudar. ¡Y él debe saberlo!
Esta es mi oportunidad. Está solo en la caja, no hay clientes sentados, ni siquiera parece haber nadie dentro, en la cocina. Decididamente, la situación es perfecta.

---- Plan de ataque, por Kei Tsunami:
Alrededor de las 5 de la tarde, llego al Mega Burger, donde trabaja mi amor. Esperaré fuera a que esté solo y entonces atacaré a mi presa. Lo que venga después, ya veremos.

---- Guión, por Kei Tsunami:
Kei: “Perdona, ¿el menú número 7 es de pescado?”
Michael: “Sí, es pescado rebozado y lleva queso y una salsa especial”
Kei: “Oh, una salsa especial. No será tan especial como tú”
Michael (sonrojado): “Vaya qué cosas dices”
Kei: “¿A qué hora sales?”
Michael: “A las...” (ojalá salga pronto, ¡¡POR FAVOR!!)
Kei: “Pues te espero y vamos a dar una vuelta”
Michael: “Tus artes seductoras han podido conmigo, ¡soy tuyo para siempre!

Jo, jo, jo, jo, ¡soy un genio! Y mi querido Michael caerá rendido a mis pies. ¡Ahora o nunca! Avanzo con paso decidido atravesando el salón hasta el mostrador, donde me aguarda mi angel con una sonrisa de oreja a oreja. Es tan amable.

- Buenas tardes, bienvenido a Mega Burger.
- .......... Un menú Doble Mega con agua, por favor.

Mierda, soy un cagao. Mi corazón llora de angustia mientras mi adorado ángel sirve mi pedido a la velocidad del rayo. Dios, ¿qué hecho yo para merecer esto? ¿por qué tuve que nacer tímido para los asuntos del amor? Y para colmo, no tengo hambre, ¿qué hago ahora con tanta comida? No se me podría haber ocurrido pedir un heladito, no. Tenía que pedir el menú más grande de todo el Mega Burger. Pero como me lo ha servido él, me lo comeré entero por que sabe a gloria celestial.

Las seis de la tarde. Llevo una hora intentando comer mi menú, poco a poco. Creo que si como una patata más voy a vomitar, y no quiero vomitar la comida que con tanta entrega me ha puesto mi amor así que, para dos bocados que me quedan, mejor lo dejo estar y me voy a casa. He perdido la batalla, ¡pero no perderé la guerra! Michael será mío, solo mío, como aquel helado que anunciaban por la tele, y si no, ¡que me parta un rayo!
Media hora más tarde llego a casa, empapado pues ha estallado una tormenta de narices... tengo un mal presentimiento.

- Hola mamá
- Hola cariño, la cena está lista. – Dios no, más comida no – Date prisa, que tu padre y yo tenemos algo importante que decirte.

Oh no. Mi mal presentimiento va en aumento. Creo que lo que mamá tiene que decirme es terrible, una tragedia. Tal vez el médico ha dicho que me quedan dos semanas de vida, o puede hayan despedido a papá y nos veamos obligados a mendigar por las calles y a vivir en cajas de cartón. Todo esto, en general, me está dando muy mal rollito.
Ya me he bañado. La hora de la fatídica noticia se acerca. Me siento a la mesa sin ánimos y me dispongo a escuchar la terrible tragedia que se cierne sobre esta familia. Sin embargo, mis padres están felices. Mírales, parecen tontos con esa sonrisilla en la cara. Tal vez no sea tan malo lo que me tienen que decir...

- Tenemos buenas noticias, hijo – Dice papá.
- Sí, a tu padre le han dado un ascenso – Continúa mamá.
- ¡Podremos volver a Osaka!
- ¿¿¿¿¿¡¡¡¡¡QUÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉ!!!!!????? – No puedo evitar levantarme de la mesa. Mi vida entera se desmorona ante la sola idea. ¿Volver a Osaka? Puede que hace siete meses me entusiasmara la idea, pero no ahora, no ahora que la persona más maravillosa del mundo vive en Tokyo y trabaja en un Mega Burger cerca del centro. Como no me levante y me vaya corriendo a mi habitación ya, mis padres van a verme llorar a moco tendido, y no me agrada la idea. Y más que correr, vuelo hacia mi habitación ante el asombro de mis padres, y me quedo ahí agarrado a mi almohada, llorando como una nenaza. Desde luego, mi presentimiento era cierto, eran malas noticias. Hubiera preferido la de que me iba a morir dentro de nada, por que si me muero no sufro como estoy sufriendo ahora. La vida es cruel y yo no he hecho nada para merecer esto.
Llorar es agotador, y me he quedado frito al final. Sueño con Michael. Está lejos de mi, y me está hablando en inglés. Pero yo, como no sé inglés no entiendo ni jota. Aunque tiene que ser bonito lo que me dice, por que habla con mucha dulzura. Yo corro a abrazarle y, cuando por fin voy a alcanzarle, grita: “KONO YAROU!” con acento de Osaka y desaparece. Y yo me despierto como a tres metros del futón, temblando y empapado en sudor frío.

DING DONG DING DONG

Uy, qué raro, ya están sonando las campanadas de la escuela, si solo son... ¡¡LAS OCHO!! Creo que no he corrido más rápido en toda mi vida. Es una suerte que mi escuela esté en la manzana de al lado de casa, y como soy tan pequeñito, me he escabullido sin problemas y el profesor ni se ha dado cuenta de mi retraso. A veces ser bajito tiene sus ventajas.
Cuando llego a casa, la comida está sobre la mesa, como de costumbre, aunque yo no tengo hambre. Se me ha quitado el apetito después de la terrible noticia. Y mientras que hago como que como algo, mi madre se preocupa por mí. Si es que tengo que quererla.

- Kei hijo, ayer te fuiste corriendo a tu habitación. ¿Es que no quieres ir a Osaka?
- No mamá. No quiero ir.
- Pero a nosotros nos hace mucha ilusión, y creíamos que a ti también. Cuando vinimos a Tokyo estabas tan triste. ¿Por qué ahora no quieres volver?
- Pues por que ahora hay una persona... – a mi madre puedo contarselo todo, y siempre lo hago. Es la mejor. – Y todavía no he conseguido siquiera declararme, ¡no puedo irme a Osaka y dejarlo así!
- En resumidas cuentas, te gusta un chico que trabaja en un fast food, pero jamás has tenido más trato con él que como cliente. No sabes ni su edad, ni sus gustos, ni de dónde es... – mi madre me está resumiendo la historia de mi vida, y yo asiento con la cabeza – ¡Pero tú estás chalado! Que un chico te parezca guapo no quiere decir que te guste. Tu vendrás a Osaka, conocerás una chica monísima y te casarás con ella, no se hable más del asunto

No es que mi madre no sepa que a mí no me gustan las chicas. Lo sabe, pero no lo acaba de asimilar. Piensa que no he encontrado la mujer adecuada todavía, o algo así, pero como aún soy joven, no le da demasiada importancia. En fin, ya ahora ¿qué? Esta conversación ha llegado a un punto muerto. Mejor me retiro con la excusa de los deberes, siempre infalible, y me voy a mi habitación a pensar.
Nos iremos para Osaka dentro de dos semanas, es decir, cuando lleguen las vacaciones de verano. Así que tengo de plazo dos semanas para decidir qué quiero hacer con mi vida: o marcharme a Osaka y olvidarme para siempre del que será el único amor de mi vida, o quedarme en Tokyo y vivir bajo un puente, con la única esperanza de que mi niño algún día se fije en mí.

Fin de la primera parte.

Segunda parte: La luz de la esperanza

Dos semanas han pasado, y entre exámenes y más exámenes no he tenido tiempo de pensar. Mañana tendré que tomar la decisión más importante de toda mi vida. Menos mal que no quedan exámenes, podré pasarme toda la tarde pensando. Me siento en el suelo, junto al escritorio, y cojo una libreta y un lapiz para trazarme un plan de acción. Una manía mía que siempre suele funcionar (excepto en mi intento fallido de declararme a Michael). A ver...

---- Asunto: Mis padres vuelven a Osaka, ¿qué hago yo?
---- Posibles alternativas: a) Ir con ellos y olvidar mi felicidad.
b) Quedarme en Tokyo e intentar a toda costa declararme a Michael, eso antes de morir de hambre.
c) Conseguir antes de mañana la dirección de Michael, ir a Osaka y llevar una relación a distancia con él.

Lo tengo muy dificil. Si me olvidara de todo, sería desgraciado durante el resto de mi vida, me dejaría llevar por los demás y al final mi madre conseguiría encasquetarme a alguna chica para que me case con ella. Si me quedo aquí, tal vez podría conseguir declararme, pero la idea de vivir debajo de un puente no me atrae, la verdad. Y una relación a distancia... creo que mejor tacho la c. Se han hecho casi las 7 de la tarde, y yo no he sacado nada en claro aún. Me hace falta despejarme, ir a tomar el fresco, y, por supuesto sé perfectamente a dónde voy a ir.
Hay bastante gente en el Mega Burger, no como el otro día. Como hoy es sábado. Pero allí, al final de la cola, puedo ver el rostro angelical de mi amor platónico, con su eterna sonrisa, sirviendo pedidos como el rayo. Hoy no caeré en el error del otro día y me pediré solo una coca-cola, para ahogar mis penas. Por suerte he conseguido llegar a su caja y me ha atendido él. La diosa Fortuna me sonríe, a veces. Me siento en la mesa más cercana al mostrador y clavo mis ojos en él, sin que se note demasiado. Me gusta tanto mirarle, no me cansaré nunca. Me siento tan bien que ni siquiera recuerdo que puede que ésta sea la última vez que pueda verle, y cuando el local empieza a rebosar de gente, me doy cuenta de que ya va siendo hora de marcharse.
Según me levanto, un encargado sale al salón y cuelga un cartel en un sitio bien visible:
“SE NECESITA PERSONAL. Interesados, pedir solicitud en caja”.
Mi corazón da un vuelco. En una visión, veo un largo túnel negro y una luz verde al final. Verde, color de la esperanza. Siento como si unos angelitos revolotearan a mi alrededor, tocando música celestial con sus trompetas. Y, como un ave rapaz, salto sobre el encargado antes de que se vaya, y le pido una solicitud de trabajo. Mi vida tiene solución, después de todo.
Cuando llego a casa, les enseño triunfante la solicitud a mis padres, que no parecen muy convencidos. Pero al final, utilizando mis mejores dotes de persuasión, prometiéndoles que estudiaré mucho y que comeré bien, he conseguido que me dejen quedarme aquí, y no solo eso, sino que me van a pagar el alquiler, ya que la casa de Osaka se la regala la empresa, siempre y cuando yo me ocupe de todos los demás gastos y saque buenas notas. De verdad, tengo unos padres cojonudos, soy la persona más afortunada de la tierra. Ahora podré quedarme en Tokyo e ir a ver a Michael siempre que... un momento... acabo de darme cuenta de una cosa... ¡VOY A TRABAJAR CON MICHAEL! Los dioses me aman, seguro. Les he caido bien, o algo y me lo están poniendo todo en bandeja. Ahora que voy a ser compañero suyo no tengo que buscar ninguna excusa para verle, y no tendré que escribir estúpidos planes de acción para conquistarlo. Tan solo tendré que aprender a hacer hamburguesas, y el resto irá solo... Dios, voy a rellenar la solicitud ahora mismo, por que estoy que me salgo.

Fin de la segunda parte.

Tercera parte: Contratado

Por resumir un poco lo que ha pasado, mis padres se fueron a Osaka y yo me he quedado solo, como dueño y señor de la casa. El lunes dejé la solicitud de trabajo en Mega Burger y ayer, jueves, me llamaron para hacerme una entrevista. De hecho, tengo que salir dentro de quince minutos. Para la ocasión, me he puesto la mejor ropa que he encontrado: unos pantalones anchos, de esos que venden en tiendas de skaters (aunque yo en realidad ni siquiera sé patinar), mi camiseta favorita, negra, ajustada, de cuello alto... sencillísima. Y bueno, en conjunto creo que voy bastante convincente. A una entrevista de trabajo siempre hay que ir presentable. Parezco un experto, pero la verdad es que nunca he trabajado, espero que eso no sea una desventaja. Si hay algo que quiero más que nada en el mundo, es que me seleccionen allí. Daría todo por estar con mi querido Michael.
Llegó la hora, las nueve y media. Me voy con paso rápido para no llegar con el tiempo justo. Es un buen consejo que me dio mi madre, y creo que me va a venir bien. Cuando llego, me doy cuenta de que aún está cerrado, pero hay una chica ya esperando en la puerta.

- Hola – Le digo.
- Hola, ¿qué tal? – muy maja ella.
- Bien, ¿tú también vienes a una entrevista?
- Sí, sí, me llamaron ayer.
- A mi también, que tengas suerte

Bueno, la conversación sigue, tratando lo que se suele tratar cuando acabas de conocer a una persona y al cabo de unos diez minutos, sale a la puerta un hombre muy trajeado y con cara de simpatico, diciendo mi nombre. Llegó la hora, que Dios nos asista.

- A ver, tú eres Kei Tsunami.
- Sí señor.
- Pero ¿qué edad tienes? – Ha puesto una expresión de incredulidad. Claro, si es que parezco un chaval. Entre lo bajito que soy, lo delgado, y que todavía tengo cara de niño. Pero vamos, que yo complejos, ninguno.
- Diecisiete años. – No parece creérselo mucho por que se ha puesto a mirar la solicitud.
- Pareces mucho más joven – ¿Y yo qué contesto a eso? Lo único que puedo hacer es poner cara de circunstancias y encogerme de hombros. – Bueno, te cuento. – Menos mal, ya va al grano – en un principio estamos buscando chicas para la caja, pero como estamos muy faltos de personal te vamos a contratar igual. – Eso son palabras celestiales para mis oídos. – ¿Tú tienes algún problema con el trato al público?
- Supongo que no, es que éste va a ser mi primer trabajo.
- Ajá. Bueno pues mira. Normalmente los chicos vais a cocina, pero como... tienes esta forma física creo que encajarás bien en caja – ...oiga señor, que no esté acomplejado no quiere decir que pueda recordármelo como si nada. Qué morro tiene el tío, al final no me va a caer tan bien. – Pero tienes que ser rápido y despierto de mente, ¿crees que podrás hacerlo?
- Por supuesto, no parece dificil.
- Bueno, pues entonces empiezas el sábado. Pásate mañana a recoger el uniforme y a firmar el contrato.

¿Ya está? ¿tan fácil es? Aquí hay gato encerrado, aún no puedo creer que pasado mañana vaya a empezar a trabajar, pero yo, por si acaso, no pregunto, no se vaya a arrepentir. Así que me despido amablemente y me voy a mi casa más contento que unas pascuas.

Cuarta parte: “No había de mi talla”

Sábado. La hora de la verdad ha llegado. Sólo tengo que cruzar la puerta de entrada para entrar en el mundo laboral. Ayer vine a firmar el contrato. Me dijeron que era de dos meses, más uno de prueba y que, al ser menor de edad no pueden darme horario más tarde de las 10 de la noche. Luego me dieron el uniforme, que me queda grande por que la talla 36 la tienen que pedir, y tardará bastante y, finalmente, mis horarios. Imaginaba que todos los días haría el mismo turno, pero no. Hoy, por ejemplo, tengo que entrar a las 17.00, y salgo a las 22.00. Y mañana entro a las 13.00 y salgo a las 18.00. Y así toda la semana.
Bueno, lo que no sé es qué hago aquí plantado... ¡adentro! Ahora mismo no hay mucha gente trabajando y, por más que busque, no encuentro a mi Michael por ningun lado, ¿será que hoy no trabaja? He de tener paciencia pero es que... ¡tengo tantas ganas de verle! Luego miraré su horario, así sabré cuándo podré verlo por fin.
Mis futuros compañeros me miran extrañados. No sólo por que soy nuevo, estoy seguro de que les choca que un niñato como yo vaya a trabajar. Seguramente piensan que no tengo cumplidos los 16... pero vamos, que a mi me la pela, como se suele decir. Ya me presentaré, y les voy a caer a todos cojonudamente, ¡he dicho!
Al llegar las cinco en punto, antes de que pudiera subir (los vestuarios, al igual que el almacén, las cámaras y la oficina están en el sótano), se presenta una encargada muy mona que, según me ha dicho, se llama Sachiko, y me pone un video sobre “el frente”, es decir, el mostrador y la caja, como lo llaman aquí, en el que salen actores americanos muy malos, doblados en un japonés más estándar que el de los libros de texto. Aquí pretenden que en los veinte minutos que dura el video, me aprenda cómo se trabaja en la caja... pues espero que allá arriba me enseñe alguien por que no se me ha quedado nada. Bueno, sí. Se me ha quedado por ejemplo, el tema de las patatas... hay que echarles la sal dibujando una “M”... M de Mega Burger, por supuesto... qué empresa más yanki, me dan ganas de carcajearme. Otra de las cosas que me han quedado claras es cómo poner un pedido en la bandeja: primero, las bebidas, más cerca del cliente; después los batidos y los helados; en medio de la bandeja, las hamburguesas... bueno, los “sandwiches”... para mí son hamburguesas pero bueno; y por último, las patatas, apoyadas en las hamburguesas. Facilísimo. Sin embargo, parece que el vídeo no me va a servir de nada por que, cuando subo y pregunto a Sachiko-san cuál es mi puesto, me encasqueta a una chica un poco sosa para que me enseñe “salones”. Y yo me pregunto... ¿acaso me tienen que enseñar cómo limpiar mesas, recoger bandejas y barrer el suelo? Se ve que sí. Y cuando ya me ha dicho todo lo que tenía que saber, se esfuma, dejándome solo ante el peligro. Pues nada, yo a trabajar. Y ahora que pienso hay algo que creo que he olvidado... Llevo la gorra, la corbata, la placa con mi nombre... no sé qué podrá ser. Pues nada, a limpiar esas mesas. De repente, una voz resuena en mi cabeza diciendo: “Miiiiichaeeeeel, Miiiiichaeeeeeel” ¡claro! Yo quería mirar sus horarios para saber si podría verlo hoy, y no lo he hecho. Creo que la moral se me ha bajado hasta el suelo, ¿hasta cuándo se va a alargar la espera? ¡Necesito verle YA!
El tiempo pasa despacio, yo cada vez estoy más hundido. He llegado incluso a pensar que mi ángel ya no trabaja aquí. ¿¿Pero porqué tengo que ser tan pesimista?? Qué asco me doy. Siento que ha pasado una eternidad desde que he entrado, pero aún no ha anochecido, así que ajustandonos a la realidad, calculo que serán cerca de las siete. Y, mientras le doy vueltas a la cabeza y me hundo más y más en mi miseria, siento que unos ojos se quedan fijos en mí, mirando cómo limpio bandejas como un condenao. Giro la cabeza y ahí está. No puedo creer lo que ven mis ojos... mi luz, mi día, mi noche, mi sol y mi luna... ¡¡Michael está en la puerta, mirándome asombrado!! Nunca lo habia visto vestido normal, me he llevado una grata sorpresa al ver que tiene una preciosa melena rizada que le llega por los hombros, y que sus ojos verdes son todavía más hermosos que bajo la visera de la gorra. Si pudiera, ahora mismo me abalanzaría sobre él para besarlo, pero claro, no puedo hacer eso. Acabaría con la cara llena de dedos, y un papelito que diga “DESPEDIDO”, por escándalo público. Dios, me está mirando de arriba a abajo... parece que me vaya a desnudar con la mirada y se está acercando lentamente. Este tío me viola aquí mismo, ¡¡socorro!! No es que no me guste la idea, pero no quisiera perder la virginidad de una forma tan violenta... se está acercando más, no puedo aguantarlo, como esto siga así mi corazón va a explotar, y eso que aún hay casi un metro entre nosotros... ¡¡por favor, que esto se acabe pronto!!

- ¿No te queda muy grande el uniforme?

¿Eh? ¿Qué? ¿Qué ha dicho?

- Si, es que no había de mi talla, jejeje...
Espera... ¿qué ha pasado aquí? No me jodas que la presentación oficial al hombre de mi vida ha sido “es que no había de mi talla”... Pero cómo puedo ser tan... ¡¡¡GILIPOLLAS!!! La vida me trata mal, ¿qué he hecho yo para merecer esto? Soy un negao, me quiero morir. Cuando llegue a casa me ahorcaré con una toalla, o me meteré una sobredosis de aspirina... ¡¡¡Soy un imeciiiiiiil!!!

- Tsunami kun, vete a comer.

Sí, sí, a comer... ¡pero si no tengo hambre! De hecho, se me ha revuelto el estómago, me doy nauseas a mi mismo. Pero bueno, me cogeré una ensalada y la marearé un poco. Y mientras, intentaré decirle algo más inteligente a Michael. Ahí está. Ya se ha puesto el uniforme, pero, por fortuna, aún no se ha recogido el pelo ni se ha puesto la gorra. Es tan... guapo, la perfección en persona. Su belleza me eclipsa tanto que soy incapaz de articular una palabra. Lo único que puedo hacer es sonreirle amistosamente y sentarme a comer. Para colmo, estamos solos y este silencio me está indigestando aún más.

- Así que eres nuevo, ¿no? – Dios nos ama, ha hablado, y hasta su voz es perfecta.
- Sí, he empezado hoy.
- Lo imaginaba, pero ¿qué edad tienes?
- Diecisiete – estoy haciendo el ridículo, seguro, con esta risita nerviosa que me ha entrado –, bueno, a finales de mes cumplo los dieciocho, lo que pasa es que como soy tan bajito, y con esta cara... parezco un crío.
- Ya veo... pero bueno, eso está muy bien, me gusta. - ¿Que le gusta? Imagino que querrá decir que le hace gracia o algo parecido. Se le nota que aún le cuesta expresarse en japonés... es tan moooono. - Bueno, perdona, no me he presentado. Soy Michael Surette, encantado. – Aún sentado, me ha hecho una reverencia perfecta... ¿pero de dónde ha salido este tío?
- Yo soy Kei Tsunami, encantado.
- ¿Kei? ¿Tu nombre se escribe con el kanji de “luciérnaga”?
- No, no se escribe en kanji. ¿Y tu apellido? Es francés, ¿no?
- Sí, bueno, creo que mi bisabuelo era francés, yo soy canadiense.
- Vaya, ¿y cómo has acabado aquí en Japón?
- Bueno pues...

Al final, he conseguido tener una conversación con él, y me ha parecido de lo más majo. Claro, alguien tan guapo no podía ser antipático. Me ha contado que lleva viajando de aquí para allá desde hace tres años, y que aquí lleva casi uno. Ha estado en Barcelona, Milán, Budapest y Berlín, y al final decidió quedarse aquí en Tokyo por que le encanta la ciudad y el ambiente. Además me he enterado de que tiene 23 años... un poquito mayor para mí, pero, como dicen, el amor no tiene edad. Y así, hablando con él, han pasado casi quince minutos y yo ni me he dado cuenta. Ya es su hora, pero a mi me quedan todavía siete minutos de descanso, los cuales voy a aprovechar para pensar en él. Pero sólo hasta que llega Sachiko-san para hacerme un regalo de bienvenida. No es que se haga regalos a todos los nuevos, pero a mí, concretamente, esto me parece el mejor regalazo: cuando termine mi descanso tendré que buscar al mismísimo Michael para que me enseñe caja. Eso significa que, probablemente, de aquí a que termine el turno estaré junto a él en todo momento. Y ahora yo me pregunto: ¿qué hice yo en mi anterior vida para que ahora los dioses me lo agradezcan?... ¡¡PERO QUÉ FELIZ SOY!!

Quinta parte: Bienvenido, ¿qué desea?


Ha parecido alegrarse cuando le he dicho que me tenía que enseñar. ¿Será que le gusta entrenar a los nuevos, o quizás...? No, eso ya sería demasiado. Pero vamos, que tengo tiempo para poner en marcha mis artes seductoras, y estoy seguro de que acabará cayendo en mis redes como un corderito indefenso. Pero ahora no es el momento, ahora... ¡a aprender!

- Pues a ver... si eso te enseño primero cómo va la caja, y después te comento los procedimientos y todo eso, ¿vale? – tú enséñame lo que quieras encanto, que yo te escucho.
- ¿Lo has entendido bien?
- Sí, más o menos. Supongo que le iré cogiendo el truco.
- Claro, esto se aprende más que nada con la práctica. Bueno, ahora escúchame bien por que te voy a explicar los procedimientos. ¿Te acuerdas de alguno?, los has visto en el video.
- Sí, pero no me acuerdo de casi nada. Es que era tan...
- Ya, si te entiendo. – Qué risa mas adorable tiene. En serio, tengo que dominarme mucho para no comérmelo aquí mismo. – Mira, te los digo rápido y luego los practicamos juntos, ok?
- Ok. – Si yo te dijera lo que me gustaría que practicáramos juntos, y no son los procedimientos precisamente.
- Allá voy. Primero, saludar al cliente. Segundo, tomar el pedido. Tercero, muy importante, venta sugestiva. Cuarto, servir el pedido. Quinto, cobrar. Sexto, despedirse amablemente. Supongo que más o menos están claros, ¿no?
- Sí pero... ¿venta sugestiva?
- Eso significa que siempre que te pidan algo, tienes que ofrecer cosas. Por ejemplo, si te piden un menú, tú ofrecelo grande, o le sugieres una ensalada o un postre. El caso es vender más. Eso sí, a los niños está prohibido hacerles venta sugestiva, y NUNCA digas lo de “¿algo más?” por que siempre te dirán que no. ¿Todo claro?
- Sí, sí, eres buen maestro, ja ja ja.
- Thank you!

Estoy como en una nube. Jamás imaginé que estaría aquí, riéndome con él como si nos conociéramos de toda la vida. Y, además, lo tengo tan cerca. Tanto que me llega a intimidar. Me ha rozado la espalda un par de veces para que le siguiera, y ha sido electrizante, incluso me ha parecido notar el calor de su mano a través de la camisa... pero qué manía tienen los americanos de tocar a la gente. Bueno, los americanos, los canadienses y todos los occidentales en general. Aunque, como se trata de mi amor, no se lo tendré en cuenta. Total, en el futuro estoy seguro de que me va a tocar mucho más que la espalda... ¡argh! ¿¿Pero cómo puedo pensar en eso ahora?? ¡soy un pervertido! Y la culpa la tiene él, por tener esos ojos tan penetrantes y esa sonrisa tan fantástica, ¿seguro que no tiene dotes hipnóticas? Por que a mí me está hipnotizando con la voz... y qué voz... pero bueno, ¿¿es que este chico no tiene ningún defecto?? Como esto siga así, voy a sufrir un ataque al corazón. Si ya me está doliendo y todo, de la emoción.
Estoy aprendiendo muchas cosas, y muy rápido. Desde luego, está claro que tengo un buen maestro. Incluso he atendido yo solo a un par de clientes. Han tenido que tener mucha paciencia conmigo, los pobres, pero lo importante es que aún no he causado ninguna catástrofe. Y así, han llegado las diez y ni me he enterado. Ya es hora de despedirme de mi ángel. Me gustaría poder seguir hablando con él durante toda la noche, pero tendré que tener paciencia. He mirado sus horarios, mañana entra una hora después de que yo termine. Lo que haré será bajarme comida entonces, y tomarmelo con calma, así le espero sin que se note que lo estoy haciendo. Y esta noche, le encenderé incienso a todos los dioses y santos que conozco para que me ayuden a hacerme MUY amigo suyo. Me voy volando.

- ¡Hasta mañana, little boy!

Hasta mañana, amor mío, que tengas dulces sueños esta noche. Y a todo esto, ¿qué querrá decir “little boy”?

Sexta parte: Descubrimiento fatal

Me han bastado dos semanas y poco más de media para cogerle el tranquillo a todo esto. Está claro que aún me quedan muchas cosas por aprender, pero la caja, que es para lo que me contrataron en un principio, la tengo dominada. Los que no son tan fáciles de dominar son los clientes. Yo jamás imagine que la gente pudiera llegar a tener tanta mala leche, o que hubiera tanto estúpido suelto por ahí. Anteayer, por ejemplo, vino una abuelita adorable y me pidió un cono de helado, y yo, tal y como me enseñaron y como venía haciéndolo desde el primer día, le puse vuelta y media de helado. Pues a la ancianita pareció darle un ataque cuando vio aquello, y se puso a gritarme como una posesa y a llamarme ladrón y cosas peores, por que le había puesto poco helado. Me quedé clavado en el sitio con los ojos muy abiertos y sin saber qué decir, la bronca me pilló totalmente por sorpresa. Y cuando por fin reaccioné, le devolví a la señora su dinero, le quité el cono de las manos y lo tiré a la basura, a lo que la mujer respondió marchandose entre más insultos. Luego me gané una buena bronca por parte del encargado de turno, conocido como Yoshida san, y la ovación del resto de mis compañeros. Yo es que, eso de “el cliente siempre tiene la razón” nunca lo he llegado a entender, y a mi cuando se me acaba la paciencia, se me acaba de verdad.
He bajado un momento al aseo. Esta noche me la he pasado casi toda jugando al Final Fantasy, son las ventajas de la independencia, pero claro, no tuve en cuenta que hoy entraba a las dos de la tarde, y ahora tengo un sueño que me caigo. Entre eso, y que por lo visto se ha puesto todo el mundo de acuerdo para venir a merendar al Mega, pues estoy agotado. Necesitaba refrescarme un poquillo.
Mientras me estoy lavando la cara, ha llegado Michael. Lo sé por que le escucho hablar con Matsuda, otro compañero que ahora mismo está en su tiempo de descanso.

- Michael, ¿a qué hora sales?
- A la una, ¿por qué?
- Es que hemos quedado unos cuantos para ir a tomar algo, y de paso, a ver si... jejeje...

Pero qué tío más superficial. Su concepción de “divertirse” es irse por ahí, emborracharse y encontrar alguna chavala que se deje meter mano. Odio a la gente así. Pues chaval, la llevas clara por que mi Michael no es así, él me lo ha dicho personalmente. Seguro que rechaza la oferta.

- Uf, creo que paso. – Lo sabía, si ya lo conozco muy bien.
- Venga tío, que no se diga, ¿o es que ya tienes novia?
- No, no tengo, pero es que no me apetece, en serio.
- ¡Aaah, ya se lo que pasa! – pero bueno, qué tio más plasta, ¿¿no te está diciendo que no le va ese rollo?? Pues déjalo en paz – A ti lo que te pasa es que ya estás colado por alguna nenita, por eso no quieres ligarte a ninguna que no sea ella, ¿a que sí?
- Bueno... podría decirse así. – ¿Cómo?
- Jajajaja, si ya lo sabía yo que eras un ligón canadiense, ¡estás hecho un maestro! – No, un momento...
- Eh, no es para tanto, si ni siquiera me corresponde. – Esto no está sucediendo, no es verdad.
- No seas modesto, hombre, ¡¡si seguro que se muere por tus huesos!!

¡¡Y encima se ríen!! ¿les parece gracioso? Acaban de destrozar mi vida, el mismo Michael me ha hundido para siempre, ¡y se ríe! Alguien pregunta por mi, será mejor que me seque rápido las lágrimas y suba corriendo, o pensarán que me he escaqueado descaradamente. Ya lloraré en casa, tengo toda la noche para hacerlo. No puedo dejar de pensar en ello... ¡a Michael le gusta una tía! Lo veo como si fuera lo más absurdo del mundo. Siento como si alguien me hubiera arrebatado algo que era mío. ¿Cuándo vi a Michael por primera vez? Hará unos ocho o nueve meses, cuando me senté una tarde de lluvia y él se acercó a limpiar mi mesa. Fue la primera vez que lo vi, y lo confundí con un ángel. Me quedé totalmente colgado, y ahora me entero de que le gusta otra persona. ¡No tiene derecho! ¡¡NO LO ACEPTARÉ NUNCA!!

- ¡Oye, dame un menú Mega-Chicken con coca-cola!
- Son 700 Yenes. – No me da la gana seguir los procedimientos, hoy no. Que se joda si quería postre, habérmelo pedido. – Ahí tiene.
- Perdona, ¿esto es mío? – noto cierta mala leche en ese tono... que no me busquen las cosquillas que me las encuentran. – Yo quería un menú super, éste es mediano.
- Usted no me ha dicho que lo quería super, como comprenderá, no soy adivino. – Me estoy cabreando, pero se lo pongo para que se calle y se vaya de una vez.
- Te he pedido fanta, ¿estás tonto? – Buenoooo... Para dos minutos que me quedan, ¿voy a tener que terminar de amargarme del todo?
- Pero a ver, ¿qué es lo que quería?
- Un menú super Mega-Chicken, con fanta de naranja y patatas gold.
- Usted me ha pedido el menú mediano, con coca-cola y patatas normales. Si lo quiere super me tiene que dar 100 yenes más.
- Pero bueno, ¿¿tú eres subrnormal o algo?? Si no me has entendido es tu problema. Esto pasa por contratar a niñatos como tú, ¡aquí deberían trabajar personas adultas!

Esto es la gota que colma el vaso, y son las nueve, mi hora. ¿Sabes qué te digo? que no me da la gana aguantar al borde este. Lo he dejado con la palabra en la boca y me he marchado a toda prisa, sin tratar siquiera de ocultar las lágrimas. Yo normalmente soy un chico alegre, optimista, y sin ningún tipo de complejo, pero todo el mundo tiene sus malos momentos, y el capullo ese me ha pillado en el peor de todos. Cosas como ésta son las que hacen que me entren ganas de dejarme el trabajo, y ahora encima ya no cuento con lo único que me animaba, que era Michael. Ahora él tiene a su chica, con la que saldrá tarde o temprano, y yo me he quedado completamente solo. Si no necesitara el trabajo, lo dejaría ahora mismo y no volvería a poner un pie aquí... Dios, jamás pensé que pudiera concentrar tanta rabia, jamás pensé que...

- Kei, ¿estás bien?
- ¿Mi... Michael san? ¿Qué haces aquí?
- Se ha armado una buena ahí arriba. He bajado con la excusa de subir ketchup, ¿se puede saber por qué te has ido así?
- Ya era mi hora. – Está claro que esa excusa no se la va a tragar, no cuando la digo secándome las lágrimas.
- ¿Si? Pues yo no lloro cuando me tengo que ir a casa. – Me ha levantado la barbilla para verme bien la cara. Y yo, sin embargo, soy incapaz de mirarle, y tampoco puedo parar de llorar, ahora lo hago con más fuerza. Parezco un crío de seis años, qué ridiculo debo estar.
- Ese... cabrón... me insultó... me ha llamado... – Ese no es mi principal problema. La verdad, me la suda lo que me haya llamado. Mi único problema es que el corazón se me ha hecho añicos, ¡por tu culpa! Las lágrimas no me dejan hablar. Me pregunto cómo de patético piensa que soy ahora mismo. Quizás no piense que soy patético, sino más bien, el patetismo en persona. Y tiene razón, ¿cómo puedo estar tan colgado de un tío? ¿cómo narices es posible que me haya llegado a enamorar de verdad de alguien a quien ni siquiera conocía? Esto no es sano, yo...
- Kei...

Y así, sin avisar ni nada, va éste y me abraza. Será que quiere terminar de destrozarme del todo, aunque no debería tenerselo en cuenta. Él ni siquiera sabe que estoy sufriendo tanto por SU culpa, tan solo le doy pena. Eso es, pena. Pero por más pena que le de, como me siga abrazando de esta manera mis brazos empezarán a moverse solos y esto acabará en un serio problema. Como no ponga pies en polvorosa a la de YA no respondo de mi mismo, y eso es precisamente lo que voy a hacer. Me iré corriendo a casa y me quedaré alli encerrado durante los dos días libres que tengo, y Dios no quiera que encuentre una toalla lo bastante larga... Hasta el miércoles, Michael... quizás.

Séptima parte: Happy Birthday to you

Tal y como dije que haría, me he pasado mis dos días libres metido en casa, más hundido que el titanic, y lo último que me apetece hoy es ir a trabajar, pero ya tengo suficiente con la bronca que me espera por lo del domingo, no quiero recibir otra por faltar al trabajo. Ayer me llamó Michael para ver cómo estaba. La verdad, es que en el poco tiempo que nos conocemos, oficialmente claro, hemos congeniado bastante bien. Tal vez él me considere un amigo, es lógico que se preocupe. Supongo que, para mí, él también es un buen amigo. Tendré que conformarme con eso, tenerlo como amigo y nada más.
Al llegar, me ha felicitado una compañera. Es verdad, hoy es mi cumpleaños. Ni me acordaba, y eso que para “celebrarlo” hoy me han puesto cierre y salgo a las 2 de la noche... y para acabar de confirmar que soy gafe, él también cierra. Me refiero a Michael, por supuesto. A todo el mundo le fastidia tener cierre, se ve que es lo peor. Yo, como hasta hoy no podía salir más tarde de las 22.00, ni sé lo que es. A ver lo que me espera.
Por supuesto, ya me estaba esperando Yoshida san para echarme un broncazo por dejar a aquel cliente colgado. Este encargado tiene una mala leche increíble, y es famoso por ella. Por lo visto es un amargado, y como no puede hacer nada al respecto, se dedica a amargar a los demás. ¿Acabaré yo igual que él? Espero que no. La bronca me ha retrasado nada menos que quince minutos, pero nadie me ha dicho nada. Está claro que todo el Mega Burger sabe por qué me he retrasado.
La noche va pasando normalmente, sin ningún cliente borde al que mandar a la mierda ni nada parecido. Michael ha entrado una hora más tarde que yo, y lo han puesto directamente en cocina, mientras que a mi, hacia las diez me han sacado a salones para enseñarme a cerrarlos. De momento, no me van a enseñar a cerrar el frente por que eso normalmente lo hacen cajeras, no cajeros. Pero vamos, que a mí no me quita el sueño. Hoy concretamente, me viene bien, por que así no veo mucho a Michael, que es lo último que necesito ahora mismo. Nunca imaginé que un cierre fuera tan cansado. O quizás soy yo, que no tengo ánimos para nada. Ya sólo me queda fregar el suelo, y habré terminado. Tengo ganas de ir a casa y encerrarme allí otra vez. Sí, ya se que han pasado tres días, pero esto no es algo fácil de superar. Desde luego, no estoy tan mal como el otro día, estoy... estable. La mayor parte del tiempo no siento nada, sólo me comporto como un autómata. Hago mi trabajo y ya está. Así, tragándome mis emociones es como consigo no volver a hundirme de nuevo.
Las dos menos diez y ya he terminado. Afuera se ha puesto a llover, la típica tormenta de verano, y yo no he traido paraguas. Qué más da. Un poco de agua no puede hacerme daño. Me he cambiado despacio y he salido el último. Todos están en la puerta, pensando en cómo llegar a sus casas mojándose lo menos posible. Aunque Michael tiene paraguas, no sé qué hace ahí todavía. Yoshida san y Norita san – otro encargado – se van en coche, y a Minako san la acercan a su casa. Shinta tiene moto, pero está vieja y no aguanta el peso de dos personas. Así que solo quedamos Michael y yo.
- ¿Te llevamos también, Tsunami kun?
- No, no hace falta, gracias. No vivo muy lejos. – En realidad prefiero ir andando, y además, no me apetece ir con los encargados.
- ¿Y tú, Michael san?
- ¿Yo? Yo me voy con Tsunami, a celebrar su cumpleaños. – ¿Pero qué dice éste? Como si yo le hubiera dicho algo. Yo lo que quiero es volver a mi casa y quedarme allí. Pero mira, antes de que me pueda quejar, los demás ya se han ido y nos hemos quedado los dos completamente solos.
- Michael, es que... no quiero celebrar mi cumpleaños...
- ¿Cómo que no? ¿¿cumples la mayoría de edad y no lo quieres celebrar?? Pues no te creas que lo voy a permitir. – Eres un cielo, pero no te puedes imaginar lo deprimido que estoy. Quiero que mi cumpleaños pase como cualquier otro día.
- No, en serio, yo...
- Pues por lo menos dejame acompañarte a tu casa, que llevo paraguas. Y así hablamos, que estás muy raro. – ¿Cómo negarme? – Kei, no hace mucho que te conozco, pero lo suficiente como para saber que eres bastante alegre, así que no me creo que estés tan depre por lo del tío del otro día. Dime, ¿qué te pasa?
- Michael san, yo... – Pero ¿cómo le voy a decir, precisamente a él, lo que me pasa? Es impensable. – Yo tengo mis problemas, como todo el mundo.
- Pues deben de ser unos problemas muy gordos, por que estás hundido. A ver... ¿ha muerto alguien de tu familia o algo así? – Niego con la cabeza. Vaya manera tiene de preguntarlo, casi con guasa y todo. – Ya se, te ha dejado la novia. – ¿Novia? Michael, creo que ya va siendo hora que sepas algo sobre mí.
- No, yo... – suspiro, me paro, le miro, cojo aire... – soy gay, Michael san.
- ¿Eres gay? – se para, me mira asombrado, me mira indiferente... – lo sabía.
- ¿Cómo que...? Nadie lo sabe.
- Se te nota, Kei. No es que tengas pluma ni nada de eso... pero mira cómo vistes. Camisetas ajustadas, pantalones anchos, cuatro anillos en cada mano... es posible que la mitad de los que te conocen se lo imaginen. La otra mitad, son de mente tan cerrada que ni se les pasa por la cabeza.
- Pero entonces... ¿no te importa que yo...?
- Somos amigos, ¿no? – qué expresión más rara ha puesto. Como de... satisfacción – a un verdadero amigo no le tiene que importar algo así.
- Yo... – Silencio sepulcral. Lo cierto es que la situación se ha vuelto incómoda, al menos para mi.
- ¿Tienes coca-cola en tu casa?
- No, no me gusta mucho, así que no compro... pero tengo té frío.
- Pues vamos a celebrar tu cumpleaños, it’s a happy day!!

No sé cómo lo ha hecho, pero me ha animado un poco. Puede que esto sea el principio de lo que llaman “resignación”, pero al menos ahora se que tengo un amigo más. Un amigo al que querré más que a mi vida, siempre.
Hemos llegado a casa. Se ha quedado sorprendido de lo pequeña que es, supongo que allá en Canadá las casas suelen ser más grandes, por lo menos en las que viven una familia de tres miembros. Aunque, la verdad, ahora que vivo yo solo me parece hasta grande. Acabo de descubrir una faceta suya: le gustan los videojuegos, por que en cuanto ha visto que tenía la PSOne y el Capcom VS SNK, le ha faltado tiempo para ponerse a echar unas partidas, y se ha olvidado por completo del té. Poco a poco va pasando la noche entre partida y partida. Resulta que, para no haber jugado más que un par de veces a este juego, es bastante bueno y me está pegando cada paliza increíble. Pero el cansancio puede conmigo. Apenas he dormido tres o cuatro horas es estos últimos días, y me estoy quedando frito sobre la mesa. Noto cómo me pone la mano sobre la cabeza. En serio, la manía que tienen estos americanos de tocar a la gente... es anormal, totalmente.

- Kei, me voy ya, así te dejo dormir.
- Espera, te acompaño. – He tenido que hacer un gran esfuerzo por mi parte para moverme del sitio. En cuanto cierre la puerta tras él, creo que me voy a dejar caer al suelo y me voy a quedar sobao en la misma entrada.
- Jajaja, no hace falta, no me voy a perder. – Oídos sordos. – Bueno, nos vemos mañana... tomate un café antes de ir a trabajar, ok?
- Lo haré, hasta mañana.
- Happy birthday, my little boy.
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Eso ha sido un... ¿¿¿beso??? Michael... me acaba de besar... en los labios. Sólo dos pasos me separan de él, que ya está abriendo la puerta. No puedo dejar que se vaya, ¡no quiero que se vaya! Son los dos pasos más largos de toda mi vida, los que me han hecho falta para cerrar la puerta y besarlo como siempre he deseado, y abrazarlo con todas mis fuerzas. Me va a estallar el pecho, de cómo me late el corazón. Empiezo a llorar cuando noto que él me abraza cada vez más fuerte, lloro de felicidad, por que no sé ni cuántas veces he imaginado esto, y ahora es real. Poco a poco, mi cuerpo se mueve solo hacia el sofá. No sé si es Michael el que me lleva, o soy yo el que lleva a Michael. Nuestras ropas van cayendo al suelo, una a una. No tengo miedo, no estoy nervioso. Ahora mismo no me importa absolutamente nada, más que él, y el hecho de que me está besando, me está abrazando, y me está haciendo el amor como tantas veces antes lo he imaginado antes. Michael... te quiero... tanto.
Escucho pájaros, y noto claridad. ¿Ya es de día? ¿qué pasó anoche? Lo cierto es que no me acuerdo muy bien. Estoy aturdido, y me siento extraño. Mi futon parece hoy más cómodo que nunca. Es suave y cálido, y me da una sensación de seguridad que nunca antes he tenido. Poco a poco, voy abriendo los ojos. Muy despacio, para no deslumbrarme con el sol. Y lo primero que veo, es un mechón de pelo rubio, rizado, que descansa sobre el que hasta ahora creía mi futon. Está claro, que esta noche el futon se ha quedado en el armario, y yo he dormido en el sofá, en los brazos de mi ángel querido, quien ahora me mira con su mejor sonrisa.

- Good morning, my little boy.
- Good morning, love.


FIN