FAST FOOD 2

Primera parte: ¿Qué ha pasado?

Soy Michael Surette, tengo 23 años y aún no puedo creer lo que está pasando. Bueno, sí lo creo, pero ha sido algo tan... inesperado.

Hace casi un mes que conozco a Kei, aquel chico con aspecto infantil y alegre que me miraba a través de la ventana del Fast Food donde trabajo sin pensar siquiera que yo me daba cuenta. Y ahora míralo. Semidesnudo, sonrojado, rogandome que no le haga daño mientras muestra sus últimos signos de resistencia. No tiene ni idea de hasta qué punto me enciende esa expresión suya, su voz suave, y su cuerpo delgado y pequeño. Le oigo gemir, y noto cómo sus músculos se tensan cuando intento entrar en él, y me doy cuenta de que se entrega por primera vez, y se entrega a mí. Soy tan feliz...

Aún recuerdo cuando lo vi por primera vez. Yo trabajaba en Mega Burger desde hacía tres semanas más o menos y lo único que me habían enseñado era a limpiar mesas y bandejas, cambiar basuras, barrer... Y una tarde en la que había muy poco trabajo, un chico se sentó en una mesa sucia. Me acerqué y le pedí permiso para limpiarla, lo clásico que se suele hacer. El chico se me quedó mirando un momento, sonrojado, y al final sin decir una palabra, levantó su bandeja y miró al suelo. Me pareció monísimo. Pensé que no me importaría que mi pareja, en caso de ser un chico, fuera tan mono como él. A partir de ahí, el chico se dejaba caer bastante a menudo, siempre solo, siempre buscándome con la mirada. Pero ¿qué iba a pensar yo? "simples coincidencias", "tal vez le recuerde a alguien", "imaginaciones mías".

Y, medio año más tarde, me lo encuentro limpiando bandejas con cara de amargado, llevando un uniforme de Mega Burger demasiado grande para él, lo cual lo hacía parecer más infantil, más adorable. Antes de que se me pasara por la cabeza lo primero que tendría que haberseme pasado: "¿qué hace éste aquí?", pensé en achucharlo como a un osito de peluche, y puse una de esas expresiones mías completamente malinterpretables. lo único que se me ocurrio decir fue: "¿no te queda muy grande el uniforme?". Qué grosero por mi parte. Pero, ¿qué importa eso ahora?

- Kei, ¿te hago daño? - Hace rato que me mantengo inmóvil dentro de él.
- No... ya no, sigue

Las caderas de mi chico empiezan a moverse torpemente, se nota que es su primera vez, y eso lo hace aún más delicioso si cabe. Como esto siga así, voy a perder el control sobre mi mente pronto, y no quero que eso pase... no quiero asustarle. Aunque, viendo cómo cambia su expresión... no sé yo. Su cuerpo se mueve cada vez más rápido, ayudado por mí que le estoy sujetando por la cintura. Sus manos se agarran fuertemente a mis brazos, sus gemidos son cada vez más audibles y su piel esta cubierta de sudor. Quiero más. Quiero sentirme completamente dentro de él. ¿Dije antes algo sobre el control de mi mente? Lo olvidé. Le levanto las caderas bruscamente y doy una fuerte sacudida, luego otra, y otra más. Lo que oigo no sé si son sus gritos o los míos. Más bien parece él, por que pronuncia mi nombre frecuentemente. Creo que le gusta, y espero que así sea.

Escucho un grito ahogado y noto su humedad en mi abdomen. Ya no puedo resistirlo más, se acabó. Doy un último espasmo y luego me relajo y le abrazo cubriéndole de besos.

- Michael... ésto ha sido... genial.
- ¿Te ha gustado?
- Sí, pero... - su expresión se vuelve triste - ¿ha pasado de verdad? ¿ésto es real?
- Por supuesto - le digo, después de besarle la frente. Y en su rostro se dibuja una sonrisa satisfecha.
- Aún no me lo creo, yo que pensé que...
- Shhh - poso mi dedo sobre sus labios. No quiero oír más, sólo quiero que se relaje en mis brazos y que se deje llevar por el sueño. Su expresión durmiendo no se puede comparar a nada. Tranquilo, sosegado, la respiración lenta, los labios entreabiertos. Suavemente le retiro el pelo de la frente y me quedo mirándole en silencio. ¿Qué es lo que siento yo por este chico? ¿es posible que me haya enamorado de verdad? Sólo sé que mi corazón aún late con fuerza.

No sé cuándo empecé a sentirme así. Quizás desde siempre. Deseé su cuerpo desde el primero momento, cuando no lo conocía más que como cliente anónimo. Y cuando por fin le conocí, cuando entró a trabajar en el Mega, me pareció encantador. Tan alegre, tan inquieto, tan divertido y alocado, pero a la vez tan tímido, aunque ahora que lo pienso, sólo era tímido conmigo. Se sonrojaba a menudo, sobre todo cuando me daba cuenta de que me buscaba con la mirada mientras estábamos trabajando, cuando no tenía mas remedio que cambiarse de ropa conmigo o cuando le tomaba el pelo medio coqueteando con él. Por que sí, tenía la sospecha de que le gustaba. Si no la hubiera tenido no le habría dado ese beso que ha desencadenado todo. Me habría guardado este sentimiento para mí. "Este sentimiento"... es cierto, creo que le quiero de verdad.

Quisiera pasarme toda la noche despierto viendo cómo duerme sobre mi pecho, pero el cansancio me puede y poco a poco me voy quedando dormido. Tenías razón, Kei. Yo tampoco creo lo que ha pasado.

La noche pasa rápido y el sol ya alto ilumina toda la habitación. Mi amor se está despertando lentamente. Muy despacio, abre sus ojos y me mira aturdido. Al momento, sonríe, y yo se que lo que sucedió anoche no fue un sueño.

- Good morning, my little boy.
- Good morning, love.

Fin de la primera parte

Segunda parte: Un error.

Despertarme junto a Kei ha sido algo especial. La mañana ha ido pasando rápidamente. Hemos estado hablando de nuestros sentimientos, algo que hasta el momento no habíamos podido hacer. Kei me ha contado lo que ya sospechaba: entró a trabajar en Mega Burger para no tener que alejarse de mí. Está enamorado desde aquel día de Enero en que me vio por primera vez. Realmente, saber esto me hace sentir extraño. Yo nunca en mi vida he tenido las cosas tan claras como él, ni soy tan valiente. Por que, las cosas como son, Kei es un valiente. Sin conocerme, sin saber qué clase de persona soy, se acercó a mí. Más aún, ha estado intentando conquistarme durante todo este tiempo sin saber siquiera si a mí me gustaban los hombres o no. y lo ha conseguido. Incluso aunque a mí no me atrajeran los hombres me habría conquistado. De hecho, aunque soy bisexual, siempre me he inclinado más hacia las mujeres... hasta ahora.

Demonios, tengo que irme. Aún tengo que ordenar un poco mi casa - bueno, "eso" a lo que yo llamo casa -, lavar mi uniforme y a las 20:00 tengo que estar entrando otra vez a trabajar. Mi pobre Kei parece querer llorar cuando se lo digo.

- No te preocupes amor - le digo, besándole la frente -. A ver, ¿a qué hora entras hoy a trabajar?
- A las 21:00... cierro otra vez.
- ¿Ves? Yo también cierro, saldremos a la misma hora. Si quieres, después vamos a buscar algún sitio abierto y nos tomamos un helado, yo invito, ok?
- ¡¡Síííííí!! - Kei se tira emocionado encima mía. Contente Michael, contente... - Yo sé de un sitio que puede que esté abierto a esa hora. ¿Qué sabores de helado te gustan? A mí me gusta el de pastel de queso y fresa, aunque el de chocomenta también me encanta, bueno, y el de plátano con chocolate, ¡mmmmmm!, está riquísimo. ¿Has probado el yogur helado? también está muy rico, y... - Mierda, vale, se acabó. ¿Qué hora es? ¿Las 14:00? Hay tiempo de sobra. Mientras Kei sigue diciendo algo parecido a "blablablablablabla" comienzo a besarle el cuello y, sentándolo sobre la mesa, que está convenientemente cerca, deslizo mis manos bajo su camiseta -. Y también helado de piña, y helado de... ¿qué... qué haces...? Mich... aaaahhh...

En serio, voy a tener que aprender a controlarme o acabaré consumiendo al pobre Kei, aunque... no tengo muy claro quién es el más pervertido de los dos... ¡este chico me encanta!

Al final, nos hemos dado una ducha rápida los dos juntitos, hemos comido y se nos han hecho casi las 17:00. Me quedan tres horas para entrar a trabajar, y teniendo en cuenta que de aquí a mi casa hay alrededor de cincuenta minutos contando con el tiempo que tardo en llegar a la estación del metro, los trasbordos, etc. Y luego, para ir a trabajar tengo que salir de casa una hora antes para tener tiempo de sobra para cambiarme y tomarme un café. Conclusión: es tarde. Así que me despido de Kei con un beso cariñoso y me voy a paso ligero con la sensación de haber olvidado algo.

Bajo las escaleras de la estación de metro conetento, recordando todo lo sucedido. Mi vida ha dado un giro. Hace casi dos años que salí con aquella chica de Milán... ¿Loretta? Algo parecido. Me dejó por que, según ella, era un cerdo. Y yo de cerdo nada, pero es que eso de católico y virgen hasta el matrimonio... no me va. Y ahora... tengo novio. Wow, qué bien suena. "Michael y su novio Kei". Sí, me encanta.

Mientras busco un asiento y guardo mi abono del metro me doy cuenta de que en mi cartera hay un papel que antes no solía haber. Pone: "Bisutería y complementos Sakura. Michael Surette. 9500 ¥". OH, SHIT!! ¡El regalo de Kei, lo olvidé completamente!. ¿¿Pero cómo se me pudo olvidar algo tan importante?? En fin, ahora qué más da. Se lo daré esta noche, seguro que le encanta y después me lo agradecerá con... nononono, no debo pensar en ello, que sólo somos novios desde anoche, no hay que ir tan rápido. Calma, calma...

Fin de la segunda parte.

Tercera parte: Tuyo para siempre.

Al llegar al Mega Burger, Minako, la chica que estuvo ayer en el cierre, me mira con gesto de complicidad. No sé a qué se debe.

- Hi, Minako. ¿Me pones un café, por favor?
- Claro, ¿con leche?
- Y edulcorante. - Esta chica me conoce bien. Ya trabajaba aquí cundo llegué yo, pero la verdad, es una compañera más.
- Bueno, ¿y Tsunami kun? - me pregunta, con mi café en la mano. No sé a qué viene eso.
- ¿Kei? Pues... luego vendrá, ¿no? ¿Por qué? - Ay ay ay, me temo que ésta se huele algo.
- No sé, ayer os fuisteis juntitos - me dice, guiñando un ojo. Así que "juntitos". Ya se por dónde van los tiros. Mejor me callo, me encojo de hombros y voy a cambiarme.

Entre las 20:00 y las 21:00 apenas ha habido trabajo, pero desde el momento que ha entrado Kei no hemos parado. Ésto ha estado lleno hasta el último minuto y, al final, hemos terminado de hacer el cierre a las 2:30, y estamos todos agotados. Cada uno se va por su lado, y Kei y yo nos quedamos solos al fin.

- ¿Estás cansado? - le digo mientras le cojo de la mano, asegurándome que no nos ve nadie. Él se sonroja.
- Un poco, pero da igual. Teníamos una cita, ¿no?
- Cierto - le respondo, y nos ponemos a andar abrazados. La heladería de la que me ha hablado Kei esta tarde está cerrada, pero por fortuna hay un parque cerca, así que nos sentamos en un banco y yo le invito a un zumo. Reina el silencio tranquilo a nuestro alrededor. Kei termina su zumo y apoya la cabeza en mi hombro.
- Te quiero, Michael. - susurra. Mi corazón late muy fuerte.
- Te quiero. - Tengo la sensación de que es la primera vez que digo estas palabras sintiéndolas de verdad, por que quiero decirlas y por que es la pura verdad.
- Dime - dice, con voz asustada -, ¿ésto será siempre así? Yo no quiero que cambie, pero ¿y tú? - Su pregunta me recuerda a lo que le comprré pos su cumpleaños. Quizás me ayude a responderle.
- Tengo un regalo de cumpleaños. Se me olvidó dártelo, pero creo que ahora es el momento perfecto. - Kei me mira con curiosidad mientras saco la pequeña bolsita y la abro. Sin embargo, la cara se le ilumina al ver lo que es: una pulsera de cuentas de piedra negra, exacta a la que lleva su cantante favorito.
- Es... es... ¡¡igualita a la que lleva Gackt!! ¿cómo...? - poso las yemas de mis dedos sobre sus labbios y le pongo la pulsera lentamente.
- Shh, escucha. Ahora no recuerdo su nombre, pero estas piedras son uno de los minerales más duros. Son casi imposibles de romper. El día que una sola de estas cuentas se parta por la mitad te dejaré marchar de mi lado. Hasta ese día, soy tuyo, y tú mío.

Le he dejado sin palabras. Sin dejar de mirarme a los ojos, un par de lágrimas se resbalan por sus mejillas. Sé que no llora de pena. Con mis labios, le seco la cara y después le beso y le abrazo fuertemente. Mi corazón mientras parece que va a estallar. No siento pasión, ni ganas de tomar su cuerpo. Sólo quiero que se de cuenta de todo lo que siento por él, que no es otra cosa que amor, el más puro que he sentido nunca.

Fin de la tercera parte.

Cuarta parte: Money money.

Últimamente estoy algo depre. Bueno, más que "algo", "mucho". Tengo un problema bastante grande que no sé cómo afrontar. Yo vivo en una residencia de estudiantes. Tengo una habitación pequeña, con baño y cocina, y pago por ella el precio más que razonable de 35000¥. Pero el mes pasado tuve un gasto imprevisto: la pulsera de Kei, que me costó casi 10000¥, es decir, casi la tercera parte de lo que pago de alquiler. Y al final he hecho cuentas y me falta dinero. Y a la fecha de hoy, 3 de Septiembre, mi casero, un viejo con bastante mala leche, ya ha amenazado con echarme. No hay manera de convencerle de que el día 11 me pagan en el trabajo y que yo le pagaré el alquiler ese mismo día. En realidad, creo que le caigo mal, y por eso se quiere librar de mí como sea. El caso es que me veo en la calle, no tengo ningún sitio donde ir, y dudo que nadie quiera alquilarme una habitación en otro albergue si no voy con el dinero por delante.

Para colmo, a partir de la semana que viene veré a Kei sólo los fines de semana, por que empiezan las clases y de lunes a viernes no puede trabajar. Bueno, haré alguna escapadita para ir a su casa, intentaremos quedar algún día, pero aún así... tiene que estudiar y no quiero que suspenda por mi culpa. No puedo más, necesito un cigarro.

Sí, fumo. Muy poco, ni siquiera salgo a un cigarrillo al día, pero sobre todo cuando estoy nervioso y deprimido me hace falta una pequeña dosis de nicotina. Por la hora que es, Kei debería llegar enseguida. Hoy entramos los dos a la misma hora, pero yo siempre suelo llegar veinte minutos antes que él. Mi querido Kei... será mejor no decirle nada, no quiero que sepreocupe por mí. Escucho la puerta a mi espalda. Ahí está mi niño. Tengo ganas de abrazarle, pero me contendré.

- Hola cielo. - Silencio. ¿Hola? Al menos podrías contestar. No, no te acerques tan decidido... Kei, ¿qué vas a...? Kei me quita el cigarro de la boca, lo parte y lo tira al suelo.
- Esto te matará.
- No te preocupes, casi no fumo.
- No es escusa, no deberías hacerlo en absoluto.
- Pero si... - No me da tiempo a terminar, Kei me está besando. Como nos vea alguien vamos a tener lío. No me gustaría que esto se supiera, ¡pero es que me es imposible rechazarlo! No puedo evitar abrazarle, sin embargo antes de que pueda tenerle totalmente entre mis brazos, Kei se separa bruscamente.
- Puagh, sabes a cenicero - dice, con cara de asco - Si sigues fumando no tendré ganas de besarte.
- Pero... Kei... eso no es... - Mierda, no puedo evitarlo. Sé que no habla en serio, pero no puedo disimular más. Por más que me contenga, dos lagrimones bastante visibles me caen de los ojos. - Perdona, yo... no... no digas tonterías - escondo la cara, intentando que no se de cuenta de que estoy llorando.
- Michael, ¿qué te pasa? Era una broma, hombre, no llores... perdóname.

Se ha puesto triste por mi culpa. Qué cabrón soy, no hay derecho. Te compensaré por esto, ya verás. Lástima que ahora no haya tiempo, por que quedan cinco minutos para las 13:00 y tenemos que trabajar, pero cuando termine mi turno voy a esperarle aquí (Kei sale hoy a las 18:00, dos horas más tarde que yo) y le voy a invitar a mi casa. A ver de paso si su compañía hace que me olvide de mis problemas.

El turno se pasa rápido, y las dos horas de espera, lentas, por que no hago más que dar vueltas a la cabeza. No sé qué voy a hacer si me echan a la calle. ¿Dónde viviré? Espero que el viejo tenga un poco de compasión. Al fin y al cabo jamás me he retrasado con el alquiler, aunque no tuviera para comprar comida. Confío en que eso sirva ahora de algo. Después de que Kei se tome un helado y se cambie deprisa, nos vamos. Le ha encantado la idea de ir a mi casa y se ha puesto muy contento. Con eso ya me conformo.

Por la calle me cuesta horrores disimular lo nuestro. Parece mentira que él sea japonés y yo no, por que todo el tiempo intenta cogerme de la mano. No es que no admita lo que soy. Al contrario, siempre he estado orgulloso de ser bisexual, pero tampoco me gusta llevarlo en una pancarta, sobre todo por que la gente es muy mala y rechaza a los que son diferentes al grito de "mira mamá, dos maricones". Es lo que nos ha pasado en el metro. Kei me ha cogido del brazo y un niño que había sentado al lado lo ha dicho lo suficientemente alto como para que se enterara todo el vagón. Yo me he apartado de Kei y he mirado para otro sitio, pero ¿qué ha hecho él? Pues le ha sacado la lengua y le ha llamado "feo". El niño le ha dado una patada en la espinilla, y la madre, toda avergonzada, nos ha pedido disculpas y se ha llevado al crío al otro lado del vagón. Asunto solucionado. Pero aún así, no consigo hacer entencer a Kei que si no quiero demostrar lo que somos en público es por evitar situaciones como ésta, no por que le quiera menos.

Un poco antes de las 19:00, llegamos a mi edificio, y ¿quién estaba esperándome en la puerta? La última persona a la que quiero ver estando con Kei: el casero. Le digo a Kei que me espere en la entrada para que no le vea el viejo, por que está prohibido traer visitas (soy un miserable embustero) y me dirijo a hablar con el energúmeno éste.

- Buenas tardes, Takami san
- Nada de buenas, ¿Qué dia es hoy? - ya sé a dónde quiere llegar éste.
- Lo sé, lo sé, pero hasta el día 11 no le puedo pagar, se lo dije.
- Aquí hay unas reglas, Surette. O las cumple o se va.
- Pero señor, es sólo este mes. Jamás me he retrasado en el pago y no tengo dónde ir. Yo le prometo que el día 11 le pagaré, deje que me quede por favor.
- Esto no es una institución benéfica. Si no me da ahora mis 35000¥ yo mismo le ayudaré a recoger sus cosas, y en una hora le quiero fuera.

Viejo de mierda... ha desaparecido antes de que pueda contestarle. ¿Qué voy a hacer ahora? No puedo vivir en la calle. Tiene que haber una solución, esto no puede...

- Ven a mi casa - ¿Cómo? Ah, es Kei, me había olvidado de que está aquí, ¿cómo he podido? Pero... creo que no he entendido muy bien lo que acaba de decir.
- ¿Qué has dicho?
- ¿Por qué no me dijiste nada? - Creo que lo ha oído todo, mierda - Tonto... si no puedes quedarte aquí ven a mi casa. Hay sitio para los dos y yo no te voy a cobrar nada.
- Pero Kei... no puedo, ¡es la casa de tus padres! Y sería aprovecharme de tí, no puedo ir a tu casa.
- Por favor, no quiero que estés en la calle - dice mientras me coge las manos -, y no sería aprovecharte de mí por que a mí me encantaría que estuvieses siempre conmigo.
- Me estás poniendo en un compromiso... - titubeo durante un momento. Lo que Kei me está pidiendo es que viva con él. Yo no es que no quiera, pero llevamos muy poco juntos, una semana justa y me parece muy precipitado. No sé si estoy preparado para algo así, o si él lo estará, pero ¿qué puedo hacer? Sus ojos vidriosos me obligan a acceder -. Está bien, pero te pagaré la mitad del alquiler, ok?
- Pero si el alquiler lo pagan mis padres. No hace falta que me des nada. Lo único, que vayamos a medias con los gastos, por lo demás no tienes de qué preocuparte, ¿de acuerdo? Puriiiisu.

Me encanta cuando intenta hablar en inglés, y en vez de "please" dice "purisu", "daarin" y cosas así. Es monísimo. No he tenido más remedio que decir que sí. Pero ya me encargaré de pagarle. Ahora que dispongo de 35000¥ más al mes me gastaré en él la mayor parte de ese dinero. Si ademas se lo merece, por tratarme tan bien.

Fin de la cuarta parte.

Quinta parte: Primera noche.

Kei me ha estado ayudando a trasladar mis cosas. No son muchas, sólo un par de cajas, una maleta con ropa, mi portátil y algunas cosas más. Hemos tenido que hacer dos viajes y se nos han hecho las diez de la noche, pero al fin hemos terminado. Ahora que me siento en el sofá puedo ponerme a pensar. Desde esta noche mi modo de vida cambia totalmente. Hace bastantes años que no vuelvo a casa sabiendo que hay alguien esperándome, o que vendrá alguien esperando encontrarme. Me he acostumbrado a vivir solo, espero que eso no haga las cosas difíciles.

Después de cenar llega la hora de irse a dormir. Un día normal yo habría salido a dar una vuelta o me habría quedado viendo la tele hasta que me entrara sueño, pero hoy estoy bastante cansado y Kei también parece estarlo. Además, él tiene clase mañana, tiene que levantarse temprano. Aún falta distribuír algunas de mis cosas, pero eso lo haré mañana, que tengo casi toda la tarde libre. Ahora falta saber dónde dormiré de ahora en adelante, aunque si esa decisión dependiera de mí, tengo muy claro dónde quiero que esté mi cama...

- Creo que hay tres o cuatro futones por ahí. La habitación de mis padres está vacía, puedes usarla, aunque... - mi amor se pone rojo como un tomate, ¿será que va a proponer algo? Si es lo que estoy pensando seré muy feliz - mi habitación es bastante grande, hay sitio para los dos... - ¡Gracias, Dios! - y no sé, si tú quieres...
- Kei... ¿Cómo no voy a querer dormir cada noche a tu lado? Me encantaría despertarme todos los días y verte durmiendo junto a mí. - Qué cursi sueno, pero es la pura verdad. Kei no dice nada, sólo me abraza feliz.

Mientras yo me bañaba ha dispuesto los dos futones en el suelo, un poco separados, y ahora es su turno de asearse. Yo me he acostaddo y estoy empezando a quedarme frito cuando escucho sus pasos y veo la imagen borrosa de Kei con un pijama muy mono de gatitos. Mi amor usa pijama... y yo mientras medio desnudo, llevando solamente la ropa interior. Espero no intimidarle. Kei se acerca despacio y se arrodilla a mi lado.

- Michael - susurra -, éste es mi futón, ¿por qué no te acuestaas en el otro?
- ¿Te molesto? - le pregunto, con tono sugerente. Yo quiero dormir, pero me temo que "Junior" no...
- No, lo que pasa es que éste está sucio.
- Mmmm, huele a tí - aspiro la cubierta del futón, que en realidad no huele a nada, y continúo con la manga de su pijama. En un par de minutos ya le tengo donde le quería tener: debajo mía con media camisa desabrochada y gimoteando mientras le acaricio todo el cuerpo. Lo cierto es que no hemos tenido la oportunidad de hacer el amor desde la mañana siguiente a su cumpleaños, y de eso hace más de una semana. Ya había ganas. Es tanta la urgencia que tengo, que creo que odio este pijama, por más gatitos que tenga. Aunque la verdad, el poder quitárselo poco a poco, haciendo que el pobre Kei se desespere, me encanta. Pero yo me desespero también y pronto me encuentro recostando a Kei boca abajo y entrando en él con cuidado de no hacerle daño. Su cuerpo aún no está acostumbrado y se tensa al principio, pero bastan unos besos en su nuca y en sus hombros y Kei ya está completamente relajado y disfrutando tanto como yo.

Me encanta la sensación de paz que llega después del orgasmo. El tiempo parece pararse y la tranquilidad lo invade todo. Es como me siento ahora junto a Kei. Los dos abrazados, desnudos, a punto de quedarnos dormidos. Por mí, el otro futón se puede quedar en el armario cada noche, y el pijama también.

Fin de la quinta parte.

Sexta parte: Confusión.

Cuando me he levantado esta mañana Kei ya se había ido. Al principio me he puesto triste, por que me hubiera encantado abrir los ojos y encontrarlo, pero ya habrá días en que eso sea posible. Ahora lo mejor para él es que estudie y termine el curso, no como yo... Mientras me visto echo un vistazo a su habitación. Tiene las paredes llenas de pósters de videojuegos (sobre todo de King of Fighters), algunos de series de anime y manga y también un par enormes de Gackt. No comprendo esa devoción suya. Bueno, es muy guapo, tiene un cuerpo perfecto (aunque Kei no tiene nada que envidiarle)... pero vamos, que no le entiendo. Habrá que oírle cantar. La verdad es que lo tiene todo hecho un desastre. La mesa donde está el ordenador llena de papeles y CDs, unas cuantas revistas tiradas por el suelo... bueno, fatal. Luego ordenaré un poco todo esto. En su escritorio me llama la atención algo: una foto suya de cuando era pequeño. Se que es él por que no ha cambiado nada. Pero lo curioso es que parece que lleva una camisa de niña y el pelo largo recogido en una cola. Imagino que esta foto será de algún concurso de disfraces o algo parecido.

Me tengo que ir ya a trabajar. Luego seguiré ordenando porque, la verdad, está toda la casa igual. En la cocina me encuentro con una nota de Kei y una copia de las llaves. Unas llaves de SU casa para mí. Ahora se puede decir que ésta también es mi casa. En la nota me dice que sale del instituto a las 18:00, la misma hora a la que yo termino de trabajar, y que le espere por que vendrá a por mí. Y en efecto, cuando salgo me lo encuentro junto al mostrador esperándome. Lleva el uniforme de la escuela y la verdad es que le sienta genial. Además, él lo lleva mejor que nadie. No lleva corbata, y la camisa la lleva por fuera de los pantalones, con el cuello abierto. Está guapísimo, y yo se lo hago saber ante su cara de asombro, por que no estamos solos. Una compañera me ha escuchado perfectamente, y después le he rodeado los hombros y nos hemos marchado.

- Michael, creí que no te gustaba...
- Ya no me importa. Me da igual lo que diga la gente. Y también es para agradecerte que me dejes vivir contigo. A partir de ahora haré y seré lo que tú quieras.
- No, no hace falta, de verdad... me gustas tal como eres, no quiero que estés incómodo a mi lado...
- Jamás estaría incómodo contigo. - Le beso el pelo para demostrarle que digo la verdad. Por que es la verdad. No me estoy forzando, de hecho, me siento mucho más agusto así, sin reprimirme por la calle. Unas cuantas personas se nos han quedado mirando, y otras han cuchicheado cuando, al pararnos en un semáforo, le he arreglado el pelo, que lo tenía un poco desordenado por culpa del viento. Y me sigue molestando, pero ya que no se le puede hacer nada... qué más dará.

Cuando llegamos a casa, Kei se avergüenza por que haya recogido algunas cosas. Como si a mí me importara, es lo menos que puedo hacer. Pero su actitud cambia al ver que su foto no está.

- Estabas monísimo en esa foto - le digo cuando, preocupado, me pregunta por ella - y me la he guardado en mi agenda. No te importa, ¿verdad?
- Es que... - su expresión es triste - no soy yo. Es... bueno, ¿me la devuelves?
- Claro. - En seguida le doy la foto. Me pregunto quién será. ¿Alguien de su familia? Es clavadito a él. o más bien, clavadita, por que creo que es una chica. - ¿Quién es?
- Era.
- Vaya... lo siento - Me parece que he abierto alguna antigua herida en Kei. Soy un estúpido -. Debería haberte preguntado antes, perdóname.
- No, si no pasa nada - dice Kei con una risa muy forzada mientras devuelve la foto a su sitio.

Intentando quitar la tensión del momento, le ofrezco a Kei prepararle algo dulce para merendar. Afortunadamente, ésto parece funcionar y nos ponemos a hacer un montón de pancakes entre los dos. Ya me puedo ir despidiendo de mi figura. Como no vuelva a hacer deporte pronto me voy a poner como un hipopótamo, ¡y no quiero! Nada, a partir de mañana, a correr todos los días, he dicho.

Nos hemos puesto perdidos haciendo los pancakes, pero nos lo hemos pasado muy bien. Hemos comido tanto que a la hora de cenar no tenemos hambre, y después de ver la tele un rato, nos vamos a la cama. Mientras yo leo "Lestat el vampiro" Kei se acurruca junto a mí. Esta noche no se ha puesto el pijama, qué bien, y espero que no lo haga nunca. Me encanta acariciarle la espalda cuando está dormido. Hacia la una de la mañana me empieza a entrar sueño, y, con cuidado de no despertar a Kei, apago la luz y me acuesto despacio. Si el día a día con él va a ser siempre así, creo que adoro este tipo de vida.

Fin de la sexta parte.

Séptima parte: La intolerancia de siempre.

El frío del otoño ya empieza a notarse, y los árboles se van quedando desnudos poco a poco. Hace ya un mes y medio que Kei y yo vivimos juntos, y desde hace un tiempo empiezo a notar que pasa demasiadas horas delante del ordenador. Por un lado estoy preocupado, por que no es bueno para la salud, pero por otro lado, aunque intente evitarlo, me molesta que no me preste tanta atención como antes. ¿Puede ser que estoy celoso de una máquina? Eso no es posible. Lo que pasa es que cada vez salimos menos, no hacemos nada juntos, y peor aún, cada vez parece que hagamos menos el amor. Quizás son paranoias mías, quién sabe.

Estos tres últimos días me han puesto unos turnos muy malos en el Mega. Ayer y anteayer hice desde las 18:00 hasta el cierre, las 2:00. Y el miércoles entré a las 17:00 y salí a las 23:00. Y teniendo en cuenta que Kei se levanta a las 7:30 para ir al instituto, uno puede hacerse una idea de lo que lo he visto: nada. Y hoy sábado, él entra a trabajar una hora más tarde que yo. Vendrá directamente desde la escuela. Afortunadamente, salimos a la misma hora.

Después de una jornada bastante agotadora, llega la hora de irse, y no veo a Kei por ninguna parte. Teniendo en cuenta el trabajo que hay y que no hay nadie más nuevo que él, puede que esté en salones, así que mejor voy para abajo y le espero mientras ceno. Al cabo de diez minutos aparece mi amor bastante cansado y se queda de pie junto a los servilleteros mientras suspira de alivio.

- ¿Cansado? - le pregunto mientras abro mis brazos para que venga a que le dé un abrazo.
- Mucho - Kei no se hace de rogar y se acomoda, apoyando la cabeza en mi hombro -. Nadie me ha avisado de la hora, y yo que estaba limpiando los aseos, ni me he enterado.
- Bueno, pues si te parece, nos vamos a casa, te preparo un baño para que te relajes y después nos vamos a la cama temprano, ¿de acuerdo?

Kei me sonríe y asiente con la cabeza, y me besa. Esto no ocurre muy a menudo, por que generalmente soy yo el que le besa a él. Kei casi nunca suele llevar la iniciativa, aunque parece que poco a poco ésto va cambiando, lo cual me hace feliz. Pero mi felicidad desaparece enseguida, por que del vestuario de las chicas sale Minami, bastante irritada. Ya me había olvidado por completo de ella, que también ha salido a las 23:00.

- ¡Pero qué asco! - grita - ya me habían comentado que vosotros dos... pero no imaginé que os atrevierais a hacer esa clase de guarradas aquí.
- Oye, no te pongas así mujer, que era un besito de nada. - Creo que esto va a acabar mal.
- Eso me da igual, los maricones como vosotros deberíais esconderos. Os tendría que dar vergüenza... - ahora sí que me he cabreado, y parece que Kei también, que se ha subido a la mesa y le está lanzando improperios. Lo que pasa es que así no vamos a llegar a ninguna parte. Lo mejor será que arregle ésto yo solo, así que cojo a Kei, lo bajo de la mesa, y le digo que se cambie de ropa, que ya me encargo yo. Kei se va refunfuñando y la homófoba ésta no para de gritarme como una loca. - A ver, vamos a arreglar ésto como personas civilizadas.
- Vosotros no sois civilizados - me interrumpe la histérica -, no sois personas siquiera. - Prefiero hacer como que no he oído éso.
- A ver, Minami, ¿tú tienes novio?
- ¿A tí qué te importa?
- ¿Tienes o no?
- Estoy casada, imbécil.
- Perfecto. Y dime, ¿quieres a tu marido?
- ¿Qué te has creído? - Minami se está poniendo violenta. Me temo que ésto va a acabar peor de lo que pensaba. - No tienes derecho a...
- ¡Responde! - Ya me he cabreado, y cuando yo me cabreo, que tiemble todo el mundo.
- Pues claro, ¿qué tiene que ver?
- Mucho ¿Te enamoraste de él por la clase de persona que es, o sólo por su cuerpo?
- ¿¿Estás insinuando que soy tan superficial de casarme con alguien sólo por que me guste su físico??
- Veo que tú y yo nos entendemos. Para nada pienso que seas superficial, y estoy seguro de que tú amas a tu marido por cómo es por dentro. Pues ahora te pregunto, ¿y si la persona que es tu marido hubiera nacido mujer? ¿Ya no le querrías?
- ¡Pues claro que no! enamorarse de otra persona del mismo sexo es... ¡de desviados! Eso es lo que sois, unos desviados.
- No se puede hablar con gente como tú, te dejo por imposible. - sí, mejor la dejo por imposible, me cambio de ropa y me voy. Pero la perra ésta no se rinde aún y me obliga a mirarla a la cara de nuevo de un empujón.
- Te estoy hablando, ¿es que ya te has rendido? ¿o es que...?
- SHUT UP!! - le grito, ya sin controlar mi genio para nada -. Si no te gusta, mira a otro lado, pero a nosotros déjanos en paz. - Y antes de que pueda protestar aún más (he de añadir que parece que la he intimidado un poco), entro en el vestuario donde me espera un Kei aún medio vestido, sorprendidísimo por mi actuación.

Fin de la séptima parte.

Octava parte: El nuevo.

Aquella discusión dio sus frutos, se corrió la voz por todo el Mega, y en cuestión de días sabían de nuestra relación hasta los de mantenimiento (que vienen una noche a la semana para limpiar a fondo todo el restaurante). Después de eso, el gerente nos llamó a la oficina y, contrariamente a lo que esperaba de él, nos dijo que nos apoyaba. Pero que evitáramos en la medida de lo posible que se nos notara estando dentro del restaurante. A mí me pareció bien, y Kei se quejó un poco, pero en seguida le convencí. Respecto a Minami, a las dos semanas presentó su baja y se fue. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI aún haya gente que odie tanto a los homosexuales? Sólo de pensarlo me pongo nervioso. Y hablando de homosexuales, eso me recuerda que, para cubrir el puesto de Minami, contrataron a un chico nuevo llamado Masaya Seki.

La verdad, el tal Seki parece un poco tonto. Al menos, se le ve poco espabilado. Apenas se relaciona con los compañeros, resulta incluso desagradable en algunas ocasiones... al menos trabaja bien. Pero a pesar de su personalidad extraña, el chico me tiene asustado. Es mono, demasiado, y trata con Kei más que con los demás, no por nada, sino por que Kei es el único que le da conversación. Y lo peor de todo es que creo que es gay. Lo creo por que a menudo viene a recogerle un chico también bastante guapo, y visto cómo se miran, cómo le sonríe cuando le ve salir... quizás esté paranoico, pero tiene toda la pinta de ser su pareja. y eso me da miedo por que Kei parece que se acerca DEMASIADO al tal Seki y una relación entre ellos dos sería perfectamente posible.

En circunstancias normales, ni se me pasaría por la cabeza el hecho de que Kei pudiera enamorarse de otro, pero tal y como están las cosas... no lo veo imposible. Y es que no nos va bien. Discutimos muy a menudo, de una pequeña diferencia hacemos una pelea, y lo peor es que es culpa mía. Nuestros modos de vida chocan a veces, por que son muy distintos, y yo siempre quiero imponer el mío. Soy de genio fácil, y, aunque me reviente decirlo, tiendo a querer que las personas que tengo más cerca actúen según mi voluntad. Siempre intento evitar ser así, pero sin llegar a darme cuenta, cuando menos me lo espero ya estoy imponiéndole algo a Kei. A veces pienso que soy despreciable, ¿lo soy?

Anoche mismo tuvimos una pelea, precisamente por culpa del nuevo. Yo estaba viendo la tele, y Kei con su "querido" ordenador, que movió al salón para no despertarme por las noches (otra de las eternas luchas que mantenemos) y, de buenas a primeras, empezó a hablar del nuevo: "Hoy he estado enseñando caja a Seki, pero no vale para eso", "Seki me ha contado que estudia en tal escuela", "Seki ésto", "Seki lo otro". Al final estallé, y le pregunté que cómo era Seki en la cama (lo sé, una estupidez por mi parte) y Kei se enfadó. Nos gritamos varias cosas poco agradables y al final acabé largándome a la habitación mientras que Kei durmió en el sofá.

Es cierto que yo me pasé, pero también es cierto que Kei habla demasiado de él. Sabe perfectamente que soy bastante celoso, pero aún así, no para. Y cuando trabaja (que, para colmo, el tal Seki también trabaja sólo los fines de semana, por lo que se ven todos los sábados y domingos), está muy pendiente de él, le gasta bromas... ya me estoy cansando.

Y vuelve a ser sábado. Los exámenes de fin de curso se acercan y Kei no hace más que estudiar. Casi me parece vivir solo. Antes, cuando he salido para venir a trabajar, Kei estaba en casa, pero ni siqiera me ha dicho "iterasshai". Sólo ha asentido con la cabeza sin levantarla de sus libros. Desde luego, va a sacar unas notas estupendas (excepto en inglés, materia en la que ya me ha demostrado que es un negado), pero yo me siento solo. Al menos puedo olvidarme de todo durante unas horas mientras trabajo, pero... ¿luego qué? Volveré a casa, Kei volverá más tarde y de nuevo se aislará con sus estudios y su ordenador. Yo quiero lo mejor para él, quiero que esté bien y que sea feliz, pero... yo también merezco ser feliz. A veces pienso en algo terrible, ¿vale la pena mantener esta relación? Y cada vez que lo pienso la respuesta es más negativa.

Fin de la octava parte.

Novena parte: Un poco de calma.

Me han dado tres día libres esta semana. Es un poco raro, por que lo normal son dos días a la semana, así que se agradece. Estoy muy cansado. Últimamente hay poco trabajo, pero yo estoy mentalmente agotado. Ayer de hecho estuve acostado casi todo el día. Sólo me levanté cuando Kei volvió del instituto, prometiéndome a mí mismo no discutir. Supongo que él también estaba por la labor, por que no habló de Seki ni una sola vez, y hoy ha sido igual. Casi no me acuerdo de tantas peleas, así se está tan bien... Ojalá durara para siempre y pudiéramos olvidar estos últimos meses como si nada. Pero yo sé que eso no es así. Ambos lo sabemos. Incluso estos dos días de tregua, no son lo mismo. Parecemos más dos compañeros de piso, y creo que eso me duele aún más que todos los gritos e insultos que nos dirigimos casi a diario.

Hace un rato que me he dado un baño rápido, y me he acostado, aunque no puedo dormir. No hago más que darle vueltas a la cabeza, y me duele de tanto pensar. Creo que empiezo a quedarme dormido por que me parece escuchar la puerta, y veo a Kei acercándose. Pero no estoy durmiendo, es real. Kei se ha acostado a mi lado.

- Hola - me dice, casi tímidamente.
- ¿No es un poco pronto para tí?
- Puede... Michael, ¿tú estás bien conmigo? ¿eres feliz?
- Bueno... podría estar mejor, ¿y tú?
- Lo mismo - Kei se queda pensativo un rato, acostado mirando al techo -. Pero aunque últimamente las cosas nos vayan mal, yo soy feliz por que te tengo a mi lado, y te sigo queriendo igual que el primer día. Sólo quería que lo supieras.
- Pues últimamente parece que no sólo me quieres a mí.
- Joder, Michael, ¿aún estás con eso? Ya te dije que para mí Seki no es más que un compañero, ¡deja ya de darle vueltas!
- No puedo. Cada vez que te veo cerca de él, o cada vez que lo nombras se me revuelve el estómago. He llegado incluso a soñar que tú y él... no quiero ni pensarlo - En estos momentos se me están empezando a humedecer los ojos. Agradezco la oscuridad de la habitación que evita que Kei se de cuenta -. Y con el poco caso que me haces últimamente... hay veces que creo que es que te has enamorado, y yo... no puedo...
- Michael, eso no sucederá nunca. - dice, mientras me enjuaga una lágrima con el pulgar. y yo que no quería que se diera cuenta... - Es imposible que yo me enamore de otro, por que cada día que te veo vuelvo a enamorarme de tí, Y ésto, aunque suene extremadamente cursi es la única verdad.

A estas alturas ya me es imposible contenterme y lloro como un crío pequeño. Cuánto siento todas las veces que me he enfadado y le he gritado, y cuánto siento haber desconfiado de él. He tomado una decisión: voy a intentar cambiar. Intentaré confiar en él y superar todos los problemas que tenemos, por que, lo admito, el primer culpable de lo que nos pasa soy yo y mi mal genio. Casi instintivamente abrazo a Kei con todas mis fuerzas, y los dos comenzamos a besarnos muy lentamente al principio, y aumentando la intensidad poco a poco. Y al cabo de un momento nos encontramos haciendo el amor por primera vez en dos semanas o más. Kei, te quiero tanto... Ahora, cuando creía que te perdía, me doy cuenta de la falta que me haces. Voy a hacerte feliz, lo prometo.

Fin de la novena parte.

Décima parte: Triste pasado.

Calculo que habrán pasado unos veinte minutos. Los dos hemos estado en silencio, casi sin movernos del sitio. Quiero decirle a Kei todo lo que estoy sintiendo ahora mismo, pero a la vez quiero disfrutar de este momento de calma junto a él, y que se haga eterno.

- Michael - susurra Kei al fin, rompiendo el silencio -. He estado pensando... ¿qué sabemos el uno del otro?
- ¿A qué te refieres?
- Pues... sabemos cómo somos, qué hemos hecho hasta ahora, pero nada más. Me gustaría saber más cosas de tí. Ni siquiera sé cuándo es tu cumpleaños.
- ¿Mi cumpleaños? Teniendo en cuenta que ya son más de las doce, es hoy.
- ¿¿QUÉÉÉ?? - Kei se incorpora sorprendidísimo - Pero... ¿¿por qué no me habías dicho nada?? ¡Ahora no me da tiempo a comprarte nada, eres malo!

No puedo evitar reírme ante el comportamiento de Kei. Vuelve a ser el mismo de antes, siempre alegre y casi infantil.

- No importa, nunca me ha gustado celebrar mi cumpleaños.
- ¿Por qué no? Es divertido, te hacen regalos y todo eso.
- Bueno... yo hace muchos años que no tengo a nadie que me haga regalos.
- Michael... - me mira con expresión triste - Pero, ¿y tus amigos, o tu familia, tus padres...?
- Familia. Ya no recuerdo el significado de esa palabra. Cuando tenía diez años mi padre se largó, y a los pocos meses mi madre trajo a casa a otro hombre, un bestia que nos trataba a mí y a mis hermanos a palos. Así que a los dieciocho me fui y desde entonces no he vuelto por allí.
- Eso que dices... es muy triste, yo... lo siento.
- No es culpa tuya. - Le beso la frente como agradecimiento por preocuparse por mí.
- Pero, ¿tu madre no estará preocupada? ¿o tus hermanos? Hace cinco años que no saben nada de tí, bueno seis, ¿y si piensan que te ha pasado algo?
- Me puse en contacto con mi madre hará dos años, cuando estuve en Italia. De vez en cuando nos enviamos algún e-mail.
- Menos mal - Kei emite un suspiro de alivio - ¿Y cuántos hermanos tienes?
- Tres. Está Brian, que tiene un año más que yo, John, que tendrá diecinueve ahora, y luego la hija que tuvo mi madre de ese tío, seis meses antes de marcharme yo, se llama Lily.
- No imaginaba que fuerais tantos. Qué pena acabar así, ¿por qué todo acaba mal? Igual que... - Kei baja la vista. De repente para de hablar, y su expresión se entristece.
- ¿Te pasa algo?
- Yo... tenía una hermana. Nació cuatro minutos después que yo.
- ¿Una hermana gemela?
- Sí. Nos queríamos mucho, siempre estábamos juntos, incluso cuando éramos pequeños decíamos que queríamos casarnos - se ríe al recordar ésto. Sí, es gracioso, pero creo que lo que me está contando no va a tener un final feliz -. Y bueno, lo que pasó es que... cuando teníamos ocho años, mi padre salió a hacerle un recado a mi madre, y mi hermana quiso acompañarle. Yo quise ir también, pero no me dejaron por que estaba enfermo y tenía fiebre, y... ¿sabes eso que dicen de que los gemelos se trasmiten algunas sensaciones? Pues esa fue la única vez que nos pasó a nosotros. De repente me sobresalté sin ningún motivo, y luego sentí mucho miedo. Enseguida supe que algo malo le había pasado a Meiko. Fui corriendo a buscar a mi madre y no me tomó en serio, dijo que era cosa de la fiebre. Pero yo tenía razón. Mi padre llamó desde el hospital y dijo que Meiko estaba en coma. Y cuando llegamos allí... ya había muerto.

Kei se ha callado de golpe. No sé qué decir. Lo único que puedo hacer es abrazarle. Si yo fuera él no podría evitar llorar al acordarme de ésto, pero Kei no ha derramado una sola lágrima, es muy fuerte. Incluso habiendo pasado algo tan amargo, su carácter es siempre alegre. Yo no podría, creo que no superaría algo así

Se nos han hecho las cuatro de la mañana, y Kei se tiene que levantar temprano, pero aún no se ha dormido. Por mi culpa, ha recordado algo que quería olvidar... soy un insensible. Lo único que puedo hacer es dejar que se sienta protegido a mi lado, acariciarle y besarle para que se relaje y cuidar de él hasta que se duerma. Se merece un descanso y me ocuparé personalmente de que lo tenga cuando vuelva del instituto. No pienso dejarle solo, ni ahora ni nunca... nos necesitamos.

Fin de la décima parte

Decimoprimera parte: El fin de la tregua... y de todo.

Sábado por la noche. Esto es una locura. No sé qué pasa en la calle, pero yo no he visto tanta gente junta en mi vida... ¡¡Eh, hoy es nueve de diciembre, hace frío, vayanse a sus casas!! No hay manera, aquí no damos abasto. Han tenido que llamar a dos compañeros que libraban hoy para que hicieran unas horas y todos estamos, en general, hasta las narices. Yo concretamente me encuentro bastante irritado, por dos razones. Anoche, cuando pensaba que las cosas entre Kei y yo se estaban arreglando, volví a dormir solo mientras él no se separaba de su ordenador. No le dije nada, me tragué la rabia para mí, y por culpa de eso he estado todo el día bastante susceptible. ¿Y qué es lo mejor para cuando uno está tan susceptible? estar en producción. El que está en producción se encarga de pedir todo el producto a la cocina. Tiene que preocuparse de que siempre haya de todas las hamburguesas, controlar el tiempo que éstas llevan hechas, y estar bien atento a los cajeros y cajeras, por si piden alguna orden (sin pepinillo, extra de queso... lo típico). Es estresante, y más cuando hay tantísimo trabajo. Y para colmo, el pavo de Seki está en pollos y no da una. Le acabo de pedir un Mega-Chicken sin mahonesa, ¿tan difícil es? Pues me ha sacado uno SÓLO mahonesa. No se aclara con los Chick-bits y encima se ha olvidado de los pasteles de manzana (que tardan siete minutos en hacerse) y nos hemos quedado sin uno solo. ¡Este tío es tonto!

Parece que ésto se acaba. Quedan diez minutos para las 22:00 y poco a poco el salón se va vaciando. Qué descanso. Y qué alegría, por que el pavisoso ése se va ya (es menor de edad, no puede trabajar más tarde de las 22:00), a mí me pasan a la cocina, y Kei se va a comer. ¿Kei y Seki solos en el cuarto de empleados? Ya no me preocupa, sé que Kei me quiere sólo a mí... Bueno, sí que me preocupa, ¡¡Joder!! Alguien ha pedido patatas. Voy yo, tengo un mal presentimiento. La cámara de congelado está abajo, al final del pasillo, y el cuarto de empleados está a mitad de camino. Y cuando paso por delante, ésta es la situación que me encuentro: la puerta abierta de par en par. El vaso de bebida de Kei tumbado sobre la mesa y dejándolo todo empapado de fanta. Seki medio recostado en uno de los bancos, y Kei detrás, sujetándole la cabeza, a punto de... besarle. ¡¡MIERDA!! Esto no puede estar pasando. Justo ahora que pensaba que lo nuestro se estaba arreglando... La culpa la tiene el niñato ese, que ha seducido a Kei. Pero me va a oír. O mejor aún, ¿para qué gastar saliva? Antes de que ninguno de los dos pueda abrir la boca, aparto a Kei de un empujón, levanto al pavo de la camisa y le atizo en toda la cara. Y ahora, tengo trabajo.

Kei ha salido detrás mía pidiéndome explicaciones, pero como le diga algo nos vamos a poner a gritar aquí mismo, y no es el momento ni el lugar adecuados. Respecto a Seki, ya me oirá otro día. Ahora me quedan menos de dos horas de trabajo. Kei me busca todo el tiempo con la mirada, interrogante, como si no supiera el por qué de mi comportamiento. Y yo ni le dirijo la palabra. Me siento traicionado, engañado...

Cuando llego a casa, lo primero que se me ocurre es ver qué le tiene ocupado tanto tiempo frente al ordenador. Enciendo el aparato, y lo primero que me pide es una contraseña para arracar el sistema operativo, lo cual no es un problema. Sé perfectamente la contraseña que usa para casi todo: SURETTE. Qué irónico, utiliza mi propio apellido para que no les descubra a él y a su amante. Al iniciarse la sesión, no reconozco nada, por que Kei no usa Windows, dice que es inseguro, no sé por qué. Pero intento averiguar algo abriendo ventanas. En su carpeta personal no hay más que imágenes de sus manga favoritos, fotos, videos musicales... nada sospechoso, y sigo investigando sin encontrar nada. No me aclaro con este entorno, lo único que he usado en mi vida ha sido Windows. Ni siquiera encuentro la ayuda, nada... Al final me doy por vencido y apago el ordenador. Lo tienes bien escondido, ¿eh? Kei...

Me he quedado dormido en el sofá. Me despierta el ruido de la puerta cerrándose y veo a Kei aparecer por el pasillo. Trae una expresión molesta, de enfado. Debe estar molesto por que he pegado a su novio. Increíble, después de lo que me ha hecho, y aún está molesto conmigo.

- ¿Se puede saber a qué ha venido lo de antes? - Vas directo al grano, ¿eh?
- ¿Que a qué ha venido? Serás cínico...
- ¿¿Cómo?? Michael, no entiendo nada - sí, eso, hazte el inocente. Ya es tarde para eso -. Yo sólo estaba ayudando a Seki a recostarse por que se había mareado y casi se cae al suelo, y llegas tú sin decir nada, le das un puñetazo y te largas. Casi se me cae la cara de vergüenza.
- Vergonzoso es tu comportamiento, Kei. Lo he visto claramente, ¡¡ibas a besarle!! ¿o te crees que soy tonto? Sabía que había algo entre vosotros, y me tragué como un imbécil tu historia de "sólo es un compañero, no quiero a nadie más que a tí", qué iluso fui. Lo que nunca pensé es que llegarías a ser tan cruel, me he tragado a la perfección tu teatro de niño bueno e inocente, pero ahora sé que no eres más que un falso y un embustero.
- No, Michael, estás totalmente equivocado - míralo, cómo llora... ¡es todo mentira! - yo jamás he pensado en otra persona, lo que te he contado es cierto, tienes que confiar en mí, por favor.
- No, ya no. No me engañarás más, todo encaja a la perfección. Las noches que estabas delante del ordenador, que has dormido en el sofá... estoy seguro de que pensabas en él.
- ¡¡Te estás equivocando totalmente!!
- Entonces, ¿qué hacías? Demuéstrame que estoy equivocado.
- No... no puedo - qué rápido ha cambiado de actitud. Así que al final es cierto -. Pero tienes que confiar en mí, entre Seki y yo no hay nada, nunca lo ha habido. Para mí sólo existes tú, y si no estás conmigo, no sé qué haría... por favor.
- Deja de llorar. No te creo, sé que mientes.
- ¡¡No lo hago!! Por dios, Michael, ¿por qué eres tan terco? ¡Entra en razón!
- ¡¡BASTA!!

. . .

Dios... ¿qué... qué he hecho? Acabo de pegarle... ¡Le he pegado! ¿cómo puedo ser tan animal? joder... Está tirado en el suelo, le he partido el labio y al caer, se ha golpeado la cabeza, y yo soy incapaz de hacer nada... ¿qué es lo que he hecho?

Se está despertando, afortunadamente el golpe de la cabeza no ha sido muy fuerte. ¿Y ahora qué hago? No puedo mirarle a la cara, no tengo derecho a hacerlo. No me merezco ni su perdón. Me voy, mejor me voy de aquí. Necesito dar una vuelta, despejarme, pensar en lo que he hecho. ¿Habrá alguna manera de arreglar ésto? Si la hay, yo no la encuentro. Nunca pensé que pudiera llegar a esos extremos. No le merezco, Kei es demasiado bueno para mí. Creo que cualquiera es demasiado bueno para mí, por que soy lo peor. Tal vez Kei sería más feliz sin mí. ¿Tal vez? Seguro, si le dejo estoy seguro de que, aunque sufra, a la larga será mucho más feliz. Pero... ¿quiero dejarle? Desde luego que no, le quiero, no puedo estar sin él. Lo que pasa es que, despues de lo que ha pasado dudo que quiera estar conmigo más. Ufff, me va a estallar la cabeza si no paso de darle vueltas a lo mismo. Tengo que volver... voy a volver a ver si puedo arreglar algo.

Son más de las seis. Seguramente Kei se habrá dormido. Abro la puerta con cuidado. Desde aquí veo que no ha apagado la luz del salón. Me acerco despacio, y ahí está, durmiendo. Ni siquiera se ha limpiado la sangre del labio ni las lágrimas de la cara. Soy un miserable. Lo menos que puedo hacer es limpiarle. Cojo un trapo húmedo de la cocina y se lo paso suaventente por el labio. Veo cómo abre los ojos lentamente. Me está mirando y sólo veo tristeza en sus ojos. Ni rabia,ni dolor, sólo tristeza.

- Lo siento. - Le digo, secándole la cara. Él sin embargo vuelve a llorar, y me abraza. ¿Es ésto lo que le provoco? Estaba bien, descansando, y nada más verme vuelve a llorar.
- Michael, de verdad que no he hecho nada, yo jamás te he engañado, tienes que creerme.
- Te creo, no llores más.
- Tenemos que arreglar lo nuestro. Si quieres yo me busco otro trabajo, así no vere nunca más a Seki, y el ordenador no lo tocaré más, haré lo que quieras para que estemos bien.
- No, Kei... no hace falta que cambies nada. Todo se arreglará, ya verás. - Sí, se va a arreglar todo... Kei será feliz, al contrario que yo.

Al final consigo convencerle para que duerma un poco más, y yo... ya he tomado una decisión. Sin hacer ruido, recojo mis cosas, no todas, sólo mi ropa, el portátil y cuatro cosas más. Sé que lo entenderá algún día. Sólo le dejo una nota, y mi uniforme del Mega-Burger. Adiós, al que ha sido mi único amor de verdad.

Fin de la decimoprimera parte.

Decimosegunda parte: Soledad, distancia y adiós

Han pasado ocho meses. Volví a Canadá, era el único sitio donde tenía ganas de estar. Después de aquella noche en que le conté a Kei sobre mi vida, me entraron ganas de volver a ver a mis hermanos, e incluso a mi madre. Cuando llegué a Toronto ya me había quedado sin dinero, no tenía suficiente para ir a mi pueblo, así que llamé a casa. Sólo tuve que dormir una noche en el aeropuerto, al día siguiente mi hermano John fue a recogerme en su coche. Contrariamente a lo que esperaba, todo el mundo me recibió con los brazos abiertos. Bueno, los que quedaban. Sólo mi madre, John y Lily. Yo ya sabía que mi madre se había divorciado, pero la sorpresa fue que Brian se había casado. Me alegré por él. John tiene su novia, y también se casará pronto, y Lily está muy grande y guapísima. Respecto a mí, entré a trabajar en un Mega Burger que acababan de construír en mi pueblo. La experiencia que traía de Tokyo me sirvió de mucho y, como este restaurante es nuevo, en seguida me ascendieron, y soy encargado de área desde el principio de este verano. Y respecto a Kei... no sé nada de él, pero no he podido olvidarlo. Le tengo tan presente aún que ayer, 23 de agosto (su cumpleaños), inconscientemente fui a una joyería y compré un anillo de su talla. No sé ni por qué lo hice.

He vuelto a fumar. Antes sólo lo hacía cuando estaba preocupado, no más de dos o tres cigarros por semana, pero ahora no paro. Gasto casi un paquete al día. Si Kei me viera... se enfadaría mucho. Ahora mi vida es una rutina. Los turnos que tengo en el Mega son de ocho horas diarias, y cambian cada semana. Normalmente duermo hasta la hora de irme, y cuando vuelvo a casa me conecto a Internet o leo hasta que me entra sueño. Sé que a mi madre le molesta esta manera de vivir, pero no dice nada. Al fin y al cabo, le estoy dando parte de mi sueldo para pagar lo que gasto decomida, luz, agua, etc. Y así va pasando el tiempo. Aún lloro por las noches cuando me acuerdo de Kei. Yo, que creía que era fuerte, ahora me acurruco en la cama casi a diario y me duermo abrazando la almohada, soñando que lo vuelvo a tener entre mis brazos. Me pregunto si lograré olvidarlo algún día.

Son más de las 5 de la mañana y estoy muy cansado. Resulta que el Mega Burger donde trabajo ahora está en plena zona de discotecas, y los sábados cerramos a las 5. Lo único bueno es que no se limpia. A las 5 se cierra y todo el mundo se va a su casa menos el encargado que tiene que contar las cajas, y hoy por fortuna, no me ha tocado a mí. Necesito una ducha y un cigarro, si me voy directamente a la cama creo que no podré dormir. No sé por qué, últimamente parece que me ha dado un bajón. Bueno, sí sé por qué. La semana pasada hizo un año que Kei y yo empezamos a salir. Un año entero, ¿tánto ha pasado? Seguramente ya se habrá olvidado de mí. Eso espero, no me gustaría saber que lo está pasando tan mal como yo.

Acabo de darme cuenta de que llevo un rato delante del ordenador y lo único que he hecho ha sido abrir una ventana del Netscape, pero aún no he mirado nada. Ni siquiera sé qué mirar, y no me apetece dormir aún... qué vida más aburrida...

"Little Boy acaba de iniciar sesión"

Es un aviso del Messenger. Lo que pasa es que no recuerdo que ninguno de mis contactos del Messenger tuviera ese nombre, ¿quién será? Pincho en su nombre y se abre una ventana de conversación. Veo la dirección y no puedo creerlo. Camui_Kei... ¡es él! Ni recordaba que cuando vivía con él nos agregamos mutuamente al Messenger, sólo por intercambiar las direcciones de e-mail. Nunca se había conectado, y ahora, por primera vez desde que me fui tengo la oportunidad de hablar con él. Tengo que saber cómo está, ¡ánimo Michael!

- ¿Kei?

No hay repuesta. Lo comprendo, no querrá hablar conmigo, después de lo que le hice... pero... no puede ser, ¡está escribiendo! Me he puesto muy nervioso

- Hola

Suerte que no quité el soporte para japonés. Pero la pantalla vuelve a estar estática. No sé qué decir, imagino que él tampoco. Tengo que escribir algo...

- ¿Qué tal te va todo?
- Bien, supongo
- Me alegro
- Y tú, ¿qué tal?
- Pues... tirando. Kei, siento todo lo que te hice, sólo quería decírtelo, me gustaría saber que algún día me perdonarás.
- No hay nada que perdonar, lo que hiciste me lo gané a pulso. Sólo pensaba en mí mismo. Más bien soy yo quien tendría que pedirte disculpas. Pero me gustará saber por qué te fuiste.
- No podía mirarte a la cara. Me fui simplemente por que soy un cobarde. Y después de lo que pasó me di cuenta de que no te merecía.
- Es extraño, yo pensaba lo mismo.

Otra vez el silencio. TENGO que saber que está bien.

- Dime, ¿tienes novio ahora?
- No
- Pero, ¿has salido con alguien, hay alguien que te guste...?
- Michael, ¿recuerdas lo que me dijsite cuando me regalaste la pulsera?
- Sí
- Aún la llevo puesta, y no se ha roto

He comprendido en seguida lo que significa. No puedo contener las lágrimas... Dios, aún me quiere, ¿¿por qué?? le abandoné, pensaba que me olvidaría enseguida, ¿por qué tiene que suceder ésto?

- ¿Estás ahí?
- Sí, sí, lo siento... Kei, dime que no me quieres, que ya me olvidaste.
- No he podido olvidarte, todo me recuerda a tí... no soy capaz de estar solo.
- Mierda, yo quería que fueras feliz, y he conseguido todo lo contrario, lo siento tanto...
- Qué más dará ahora. Estamos cada uno en una punta del mundo, aunque aún me quisieras ya no se podría arreglar nada.
- Hablas como si yo ya no sintiera nada por tí.
- Y así es, ¿verdad?
- No. Kei, eres la persona que más he querido en toda mi vida. Ya casi no puedo dormir, se me han quitado las ganas de comer... no puedo estar un minuto sin estar ocupado, por que entonces me acuerdo de tí y me pongo a llorar. No puedo superarlo
- Vuelve a Japón, conmigo
- Es imposible. Estoy trabajando en un Mega Burger de aquí, soy encargado, no puedo irme así como así.
- Entonces... deberíamos aprovechar este momento para cortar definitivamente. Ya no me volverás a ver por aquí por que voy a dar de baja esta cuenta de correo. Dentro de quince días me voy a Osaka de vacaciones... puede que me quede allí.
- Supongo que no hay otra alternativa. Sólo te pido que intentes olvidarme, Búscate a otro que te haga feliz, ¿vale?
- Lo mismo te digo, adíós.
- Adiós.

Se acabó. Se ha acabado de verdad. No puedo creer que esto haya pasado. Me duele el corazón, no puedo parar de llorar, y no es para menos, estoy destrozado, me quiero morir. ¿Por qué las cosas tienen que ser tan complicadas? Me va a costar superar ésto... eso, si lo supero algún día.

Fin de la decimosegunda parte.

Decimotercera parte: Visita sorpresa.

Hace más de dos semanas de todo aquello. Necesité cuatro días para estabilizarme de nuevo, durante los cuales no fui al trabajo. Luego volví a mi estado de ánimo de siempre. No he vuelto a tocar el ordenador.

Hoy no tengo que trabajar. Mi hermano John se ha ido con su novia, y mi madre está ahora arreglando a Lily por que se van a ver a la abuela. Me espera una tarde de soledad, ideal para tirarme en la cama o en cualquier sitio y pensar mientras lleno el cenicero. A mi madre le preocupa el estado de depresión contínua en el que me encuentro. Ella no sabe ni la mitad de lo que me ha sucedido. Lo cierto es que, aunque desde el primer momento me permitiera vivir aquí de nuevo, seguimos sin tener una buena relación. Parece que chocamos, a veces esas cosas pasan.

Ahora que voy a tener la casa para mí solo durante toda la tarde, me voy al salón y me recuesto en el sofá a ver la tele. Normalmente me recluyo en mi habitación. Allí tengo una tele pequeña, algunos libros que me he ido comprando, un equipo de música y el portátil. No quiero estar con gente, aunque se trate de mi familia. Prefiero la soledad ahora que no puedo estar con él. Enciendo un cigarro y me acomodo, mientras mi madre busca las llaves del coche. Escucho el timbre de la puerta, alguien habla con mi madre. Desde aquí no entiendo lo que dicen, pero la voz me resulta familiar. Espero que no haya venido a verme nadie, por que quiero estar solo. Y de todas formas, ¿quién vendría a verme? he perdido a los amigos que tenía aquí antes de irme. Sin embargo, mi madre se asoma a la puerta a decirme que me están buscando, ¿quién demonios será? Que me dejen en paz, sólo quiero deprimirme, no quiero ver a nadie. Me vuelvo con indiferencia, y junto a mi madre veo a un chico oriental... no tengo ni idea de quién es. Le da las gracias a mi madre en un perfecto inglés, y ésta se despide y se va. Perfecto. Me ha dejado a un extraño en casa. A ver si lo puedo echar pronto.

- ¿Te vas a quedar ahí? ¿o prefieres sentarte y decirme qué quieres? - El chico se acerca y se queda de pie justo delante mía. Ahora que le veo bien la cara, se parece bastante a... no, imposible
- Hola, Michael - Ahora habla en japonés. Su voz me es muy familiar. Es una voz que he amado. Su cuerpo también me es famliar. Delgado, de corta estatura... un cuerpo que he amado... no es posible. Levanta su mano izquierda hacia mí. Lleva una pulsera de piedras negras que también me es muy familiar. Lentamente, acerca la mano a mí, me quita el cigarro de la boca y lo apaga en el cenicero. Esto no es cierto, es un mal sueño. Quien está delante mía es...
- ¿K... Kei?

Es él. Realmente es él, y me está besando. Aún no lo acabo de asimilar... ¿qué hace aquí? Estoy tan impresionado que no puedo responder a su beso. Tengo que comprobar que no me equivoco. Le separo de mí y me quedo mirándolo. Es él, no hay duda... pero ha cambiado muchísimo. Se ha cortado el pelo, y lleva reflejos azules. También se ha puesto dos pendientes en la oreja derecha y su modo de vestir es distinto. Ahora parece más adulto... y está increíblemente sexy. No puedo articular palabra, estoy bloqueado. Kei está delante mía, después de tanto tiempo, me acaba de besar, y yo no sé que hacer, ¡seré idiota! Mis cuerdas vocales no quieren obedecer. Lo único que consigo hacer es acercar mi mano temblorosa, y tocarle la cara. Quiero comprobar que es real. Es absolutamente real, pero yo sigo sin creerlo.

- No eres real... - mi garganta por fin responde - No puedes ser Kei... Kei está en Japón, se fue a Osaka, tú no puedes ser él.
- Soy yo, y cambié mi destino por que no podía conformarme con la conversación de aquella vez. Quiero estar contigo por encima de todo. Me da igual todo lo demás.

Ahora sí que me obecede el cuerpo. Tiro de él hacia mí y comienzo a besarle desesperadamente. Me había puesto a llorar y ni me había dado cuenta, qué curioso. Kei se sienta a horcajadas sobre mis muslos. Su cuerpo sigue siendo el mismo de siempre, y sigue atrayéndome como antes. ¿Es malo pensar en el sexo en una situación como ésta? Pero yo no quiero sexo. Quiero hacer el amor, que es distinto. Necesito sentirle lo más cerca posible, hacerle mío como tantas otras veces...

- Vamos a tu habitación.
- Sí, será lo mejor

De un impulso, me levanto del sofá con Kei a cuestas, tan ligero como siempre, y me dirijo rápidamente escaleras arriba, casi sin dejar de besarle. Al llegar a mi habitación, le dejo de pie en el suelo y le sigo besando. Cuántas ganas tenía de volver a tener esta sensación, sus labios suaves, su piel, su pelo...

- Michael, te quiero, te quiero tanto... - me dice con la voz temblorosa mientras nos desnudamos mutuamente - no dejaré que te separes de mí, me quedaré aquí si hace falta, pero quiero estar contigo para siempre.
- Volveré a japón, te quiero, te quiero, te...

Sus manos acarician todo mi cuerpo desnudo. Se recuesta sobre mí en la cama y sus labios me recorren toda la piel. Siento su lengua alrededor de mi sexo. Quiero alcanzarle yo también, quiero hacerle sentir lo mismo que siento yo, y apenas soy capaz de hacerlo por que pierdo la concentración. Me excita tanto... cuánta pasión liberada en un momento. De repente, noto presión en la abertura de mi cuerpo. Con sus dedos comienza a entrar en él. Ahora entiendo que quiere ser él quien tome mi cuerpo, y yo se lo entrego sin resistencia. Duele... duele mucho, pero quiero que duela, es mi modo de pagar por todo lo que he he hecho. Mi cuerpo comienza a acostumbrarse y cada vez siento más placer. Como siga así, no voy a aguantar mucho.

- Kei, no... no sigas, voy a...
- No, espera... - se retira lentamente - quiero que me tomes también.
- Sí. - Kei se acuesta boca arriba y yo me pongo entre sus piernas. Le penetro lentamente mientras él dibuja una mueca de dolor en su cara. Sé que no lo está pasando bien, pero sin embargo me sujeta firmemente las nalgas y me obliga a avanzar. En un momento desaparece esa mueca, y nuestros cuerpos se mueven rítmicamente, cubiertos por el sudor. Me vuelve loco la manera que tiene de clavar las uñas en mi espalda, sus jadeos, sus mejillas sonrojadas... no puedo soportar esto por más tiempo. Exploto dentro de él al mismo tiempo que él me humedece el abdómen. Esto ha sido increíble. Los dos nos relajamos, abrazados sobre las sábanas.

- Ya no nos separaremos, ¿verdad? - susurra mi amor. - Dime que me dejarás quedarte contigo.
- Claro que sí, te prometo que de ahora en adelante estaremos juntos, no te abandonaré nunca. Kei... quiero ser tu familia... casémonos.
- ¿¿Hablas en serio??
- Jamás he hablado más en serio en toda mi vida. - Me levanto de la cama y cojo el anillo que compré del cajón de mi escritorio. Éste es, precisamente, la talla de su dedo anular. La situación no es muy romántica, estando los dos desnudos y aún bañados en sudor, pero eso no me importa ahora. Me arrodillo junto a él y le pongo el anillo -. Cásate conmigo. No se cómo ni dónde, ya encontraremos la manera. Dime que sí, por favor.
- ¡¡Claro que sí!! - Responde, emocionado. Los dos nos abrazammos llorando y volvemos a acostarnos, cansados por tantas emociones fuertes.

Mi vida... no importa lo que suceda de ahora en adelante, yo estaré siempre a tu lado, jamás te fallaré... hasta que la muerte nos separe.

Epílogo: Hasta que la muerte nos separe... o eso dicen.

- Michael Surette, ¿quieres a este hombre, Kei Tsunami, como marido, para amarlo y respetarlo hasta el fin de vuestros días?
- Sí, quiero.
- Y tú, Kei Tsunami, ¿quieres a este hombre, Michael Surette, como marido, para amarlo y respetarlo hasta el fin de vuestros días?
- ¡¡Claro que sí!!
- Entonces yo os declaro marido y... ejem... bueno, podéis besaros.

Ahora lo puedo decir, Kei es mío completamente, y yo suyo. Kei Surette, Michael Tsunami... ¿se puede ser más feliz? Es una suerte que el hermano de mi madre fuera juez. Al fin y al cabo, mi madre me quiere. Si no llega a ser por ella, mi tío no habría accedido a celebrar semejante boda, típico... pero qué mas da ahora eso. Ahora llevamos cada uno un anillo que muestra a todo el mundo el amor que nos tenemos. No, de verdad que no se puede ser más feliz.

Terminada la ceremonia, me despido de mi familia y salimos corriendo de los juzgados. Tenemos cuatro horas para cambiarnos, coger nuestras cosas y salir hacia Toronto para coger el avión que nos llevará a Japón, a nuestro hogar. John nos lleva en el coche. Incluso nos sobra tiempo. Y por fin, nos sentamos en el avión, un poco de tranqulidad para ambos. Le cojo la mano, entrelazando mis dedos con los suyos y él apoya su cabeza sobre mi hombro. Siento que las miradas de todos los pasajeros estan fijas en nosotros. ¡Pues que miren! que se entere todo el mundo, ¡éste es Kei, mi marido, y lo amo por encima de todo!

**************************

Cinco años han pasado desde todo aquello, y tan rápido que apenas los hemos notado. A mí me subieron a encargado hace ya tiempo, no mucho después de volver aquí, y a Kei le hicieron relaciones públicas del restaurante en cuanto la que teníamos se marchó por cosas de familia, o algo así. Nuestros compañeros nos hicieron "pareja honorífica de Mega Burger". Ya nadie nos reprocha o insulta, pues ven lo que es verdad: que nuestros lazos no se van a romper así como así, no ahora.

Han cambiado muchas cosas, y otras no tanto. Kei sigue siendo el mismo, my little boy, tan alegre y bromista como siempre, y espero que eso no lo cambie jamás. Y yo... yo he aprendido de él, pues ahí donde lo ven, este alocado chico es mucho más maduro que yo, y hay muchas cosas que debería enseñar a más de uno.

Y se preguntarán: ¿Qué demonios hacía Kei todas esas noches frente al ordenador? ¿y cómo llegó a saber mi dirección de Canadá? Pues es curioso, por que una cosa llevó a la otra. Según él, "sólo se dedicaba a reunir información y compartirla con el mundo". Lo cual en palabras técnicas, se llama HACKER. Sí, señores. El niño ahí donde lo ven sabe bastantes cosas de varios gobiernos del mundo que ni él ni nadie deberían saber. Tan inocente que parecía. Pero llegó el día en que tuvo que arrepentirse de sus actos, y ahí comenzaron todos nuestros problemas, pues se enteró de que lo buscaban personas no muy amigables, y tuvo que pasarse dias y dias intentando despistarles por la red. El día que yo me fui, la noche anterior, había conseguido darles esquinazo por fin después de tres meses, y no volvería a tocar el ordenador jamás. Pero yo, tonto de mí, me fui. Y así llegó aquella noche de agosto en que, mientras yo lloraba desconsoladamente delante de una ventana de Messenger, él se dedicaba a entrar a mi disco duro tan alegremente y conseguir mi dirección, la cual me había dicho tantas y tantas veces que borrara, y yo no le había hecho caso, afortunadamente. ¿Irreal? Pero cierto.

- M-Chaaaannn - cierto chico encantador requiere mi atención lamiéndome la oreja. - ¿Qué haces?, me aburro.
- Ahora mismo voy, ¿te apetece merendar pancakes con chocolate?
- Chocolate... quiero chocolate, pero no quiero pancakes. - Esos ojos que me miran con apetito me dicen lo que va a suceder en los próximos minutos - Quiero a Michael con chocolate.

Lo siento. He de apagar ésto, ya les contare más de nuestra historia en otra ocasión. Pero ahora, una pequeña hermosura con el cabello largo y los ojos marrones está untando chocolate caliente sobre mis hombros.

 

O~WA~RI