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Gustavo Adolfo Bécquer

Nacido en Sevilla, el 17 de febrero de 1836, Gustavo Adolfo Bécquer es considerado el mayor exponente de la poesía romántica española.

Tuvo una notable aptitud para la pintura, pero su vocación estaba en las letras desde tempranas edades. Muestra de ello son sus estudios del latín costeados por su tío al terminar su primaria.

Empezó desde muy jóven a reproducir su talento en varios libros, sin embargo, fue hasta después de su muerte que se dio a conocer su nombre, gracias a la iniciativa de sus amigos de exponer su gran obra.

Finalmente muere el 22 de setiembre de 1870, no sin antes asegurarse de dejarle sus mejores obras a sus amigos, los cuales comenzaron a publicarlas incansablemente porque, sin duda alguna sabían, que con Bécquer desaparecía el más grande poeta lírico que diera la tierra española.

Aquí les presento una selección hecha por mí, de lo que me parece son unas de sus mejores poesías. Espero que las disfruten.


RIMAS

IV
No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira:
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas;
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista;

mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!

Mientras la humana ciencia no descubra
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;


mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a dó camina;
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!

Mientras se sienta que se ríe el alma
sin que los labios rían;
mientras se llore sin que el llanto acuda a
nublar la pupila;

mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!


Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;

mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas;
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!


XVI
Si al mecer las azules campanillas
de tu balcón
crees que suspirando pasa el viento
murmurador,
sabe que, oculto entre las verdes hojas,
suspiro yo.
Si al resonar confuso a tus espaldas
vago rumor,
crees que por tu nombre te ha llamado
lejana voz,
sabe que, entre las sombras que te cercan
te llamo yo.

Si se turba medroso en la alta noche
tu corazón
al sentir en tus labios un aliento
abrazador,
sabe que, aunque invisible, al lado tuyo
respiro yo.


XVII

Hoy la tierra y los cielos me sonr&ieacute;en;
hoy llega al fondo de mi alma el sol;
hoy la he visto..., la he visto y me ha mirado...
¡Hoy creo en Dios!

XXI
¿Qué es poesia? -dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul-.
¿Qué es poesia? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.

XXIII
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... ¡yo no sé
qué te diera por un beso!

XXX
Asomaba a sus ojos una lágrima
y a mi labio una frase de perdón;
habló el orgullo y se enjugó su llanto,
y la frase en mis labios expiró.
Yo voy por un camino, ella por otro;
pero al pensar en nuestro mutuo amor,
yo digo aún; "¿Por qué callé aquel día?"
Y ella dirá: "¿Por qué no lloré yo?"


XXXVIII
Los suspiros son aire y van al aire.
Las lágrimas son agua y van al mar.
Díme mujer: cuando el amor se olvida,
¿sabes tú adónde va?

LIII
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán;
pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde, aun más hermosas,
sus flores se abrirán;

pero aquellas cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día...
ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará

pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido... desengáñate:
¡así no te querrán!

OTROS POEMAS

Una mujer me ha envenenado el alma,
Otra mujer me ha envenenado el cuerpo;
ninguna de las dos vino a buscarme;
yo de ninguna de las dos me quejo.
Como el mundo es redondo, el mundo rueda.
Si mañana, rodando, este veneno
envenena a su vez, ¿por qué acusarme?
¿Puedo dar más de lo que a mí me dieron?


Bibliografía

Gustavo Adolfo Bécquer. Rimas y Leyendas. El Cid Editor.
Buenos Aires, Argentina, 1978.

ArtinSoft

Universidad de Costa Rica

Universidad Estatal a Distancia


Versión en Inglés

Muy pronto tendré una versión en Inglés de mis páginas.  Por el momento me encuentro trabajando en la misma así que vuelvan pronto para revisar los cambios.

 


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