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Núm 18, II Época  -  Noviembre 1998  - Edita FE-JONS  -   Director: Gustavo Morales


Una rosa de Castilla

Cuando José Antonio Primo de Rivera hablaba un día en Valladolid y hablaba del cielo azul de Castilla, no se imaginaba que años más tarde una mujer vallisoletana, una escritora de las más importantes del siglo XX que ha tenido una de las mejores prosas que se han escrito en castellano, le dedicaría unas bellas palabras como lo harían o lo habían hecho María Teresa León, Mercedes Formica, Concha Espina y Carmen Martín Gaite, entre otras.

Me refiero a Rosa Chacel de la que este mismo año se cumple el centenario de su nacimiento y que al igual que otros centenarios se ha visto oscurecido por el vendaval lorquiano. Pero Rosa Chachel que se integró en la llamada "generación de la Revista de Occidente", se merecía mucho más, incluso el Premio Cervantes que no obtuvo porque fue una mujer con un carácter duro que nunca se doblegó con nadie y ante nadie. Proclamó su adhesión a la República y por ello se vio obligada a abandonar España donde no volvería hasta 1962 -de visita- y en 1974 definitivamente. A su regresó, de ese largo exilio, proclamaría todavía que éste no había sido duro, pero es evidente de que sí lo fue, hasta el extremo que más de una vez tuvo que empeñar hasta su máquina de escribir.

Residió en Buenos Aires y, posteriormente, en Río de Janeiro después de haberlo hecho, con anterioridad, en otras ciudades europeas. Fue en la capital argentina donde paseando un día por los puestos de libros del Cabildo, vio unos cuantos libros españoles, de la España actual de aquel entonces. Era viernes 28 de diciembre de 1956 y… "¡Lagarto, lagarto!… Sin embargo, me compré nada menos que las Obras Completas de José Antonio. Hacía mucho tiempo que quería leerlas y ayer era verdaderamente inoportuno porque tenía que terminar lo de las Mujeres Ejemplares, pero llegué a casa y leí de un golpe trescientas páginas . Es increíble.

Dos cosas son increíbles; una, que todo eso haya podido pasarme inadvertido a mí, en España, y otra que España y el mundo hayan logrado ocultarlo tan bien. Porque no me extraña que llegasen a matarle: estaba hecho para eso, pero que después de muerto se haya hecho el silencio sobre su caso… era difícil y expuesto por la gran confusión en torno. Por el contrario, los gitanillos, las faldas de volantes, los toritos bravos y todo el puterío sublimado extendiendo por el mundo una España histriónica era vivificante para la cosecha de turismo. Es cierto que su simpatía por los fascismos europeos, tan macabros, le salpicó con el cieno en que ellos se enfagaron, pero leyéndole con honradez se encuentra el fondo básico de su pensamiento, que es enteramente otra cosa. Fenómeno español por los cuatro costados. Bueno, esto ya es una sentencia. Yo me pregunto si lo español puede ser (subrayado en el original). Tenemos algún mal de origen que no nos lleva -como a otros pueblos los suyos, que todos tienen- a errar, a producir obras deleznables, sino que nos impide existir, simplemente. Y que esto es así lo prueba que no son nuestros peores productos los que fracasan, sino precisamente los mejores. Los francamente malos, los mediocres -que es lo peor que se puede ser-, los que podría llamar casonísticos (subrayado en el original), llenan las imprentas y los escenarios de habla española.

"Debe de ser nuestra… ¿personalidad? No quiero decir personalidad (subrayado en el original) ni personalismo (subrayado en el original): quiero decir la preponderancia de la persona (subrayado en el original) que hay en nosotros. Claro que hay gente seria que ensalza la persona, pero es que la nuestra, la que cada español lleva dentro, no es la persona elevada por el cultivo -disciplina de cualquier género-, sino la persona hipertrofiada por la rabia. Y no es cuestión de egoísmo ni de envidia los dos pecados que se le achacan; es un estar ciego de sí mismo. Despertad, sacudid a uno de esos ciegos y será capaz de la mayor abnegación, pero mientras viva ofuscado por su propio brillo, activado por su propia hambre, no esperéis que dialogue con el prójimo, conformaos con poder evitar que lo devore.

"Hay que estudiar esto en Unamuno, en Ortega, en José Antonio, su reflejo o espectro. En lo que quedó de ellos, en quienes le fueron afectos y en quienes les execraron sin comprenderlos o, lo que es peor, comprendiéndolos y temiendo -por pereza, por miedo o por inepcia- lo que ellos exigían.

"La persona (subrayado en el original) española debe de ser un gas sumamente inflamable y todos estamos tan hinchados de él que tememos rozarnos y estallar… No, esto es una caricatura limitadísima y el drama es muy serio…" (1)

Hasta aquí las palabras que le inspiraron a la escritora castellana la lectura de las Obras Completas de José Antonio. Las palabras de una mujer que conoció la dureza de la propia existencia, que padeció el exilio y hasta la estrechez económica. Murió a los 96 años esta extraordinaria escritora a la que nunca detuvo la crítica, que vivió sin orgullo y que fue consciente de que ella, a unos y otros, había inspirado sentimientos buenos y malos, "pero hay un sentimiento que jamás inspiré a nadie, piedad. ¡Y me haría tanta falta! (2)

José Mª Gª de Tuñón Aza

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notas

1 Rosa Chacel, Alcacia. Ida. Plaza & Janes Editores, S.A., Barcelona 1994, págs. 72 y 73.
2 Ibid., pág. 111.

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