EL DIA DEL ANGEL
El día primero de marzo, es el día de la festividad del Santo Angel de la guarda, por la mañana a Miguelillo, le despiertan las campanas de la Iglesia de San Pedro, pues las de San Juan hace años que ya no sonaban. Ni siquiera ya se iba a celebrar la misa a la ermita, como contaban los ancianos del lugar, antiguamente sucedía, pero los tiempos cambian. Y el mero hecho de que fuese la misa a celebrarse a dos kilómetros del pueblo ya le daba al día un aire especial.
Pero este año, como ya se venía haciendo desde algún tiempo es en la Iglesia de San Pedro. Había sonado el bronce de las campanas por primera vez. Miguelillo sabe muy bien, pues por algo él es monaguillo, que tienen que sonar tres veces.
Durante la noche ha descargado una nube gran cantidad de agua, parecía el diluvio universal, pero él apenas si se había enterado.
Han tocado las primeras a misa y Miguelillo se levanta. Tiene que ir a ayudar a misa, no puede dejar solo a Angel, es por lo que se da prisa y se pone a lavarse, se viste y desayuna las consabidas y ricas sopas de ajo.
Se pone en camino hacia la Iglesia, va sorteando el agua y el barro que encuentra por las calles y ya cerca de la Iglesia descubre que el agua ha hecho un agujero o canaleta y se cuela por allí. Primeramente piensa que aquel agujero comunica con alguna bodega, de las muchas que hay, y que el agua ha descubierto una zona débil y fácil para meterse, y sin más se introduce por allí.
Después piensa que puede ir a parar a un pozo que haya por allí cerca, o si no, puede que el agua vaya a parar a un silo. Pero no lo da más importancia.
De repente suenan por segunda vez las campanas, seguramente ya ha llegado Angel, es necesario darse prisa, sube por las escaleras del atrio de la Iglesia, y pronto se introduce en la Iglesia. Angel viene de tocar las campanas son las segundas, los reclinatorios están revueltos, pues los albañiles han comenzado a descubrir el suelo, han recogido las esteras, y apartado los hacheros para hacer la obra en la Iglesia pues quieren poner el piso de tarima.
Miguelillo entra en la sacristía, allí está el maestro albañil hablando con el Sr. Cura, da los buenos días. Y el Maestro albañil sin hacer aprecio a la llegada de los monaguillos le dice al Sr. Cura:
- Tendríamos que pintar el techo con un color crema o blanco, y eliminar esos medallones con alegorías de la vida de San Pedro, esto se lo digo porque al poner la tarima vamos a tener que subir el nivel del suelo, y para que la iglesia no dé la sensación de tan baja...
Pero el Sr. Cura estaba pensando que había que terminar con la distribución de la gente en la Iglesia, y que eso al fin y al cabo no tenía importancia, si al maestro albañil le parecía más estético podía perfectamente hacerlo.
La distribución de la gente en la Iglesia era de esta forma: De las puertas de entrada hacia el altar mayor se colocaban las mujeres en las sepulturas, cada familia tenía su sepultura que esto significaba que antiguamente cuando se enterraba en las Iglesias cada familia enterraba allí sus muertos.
Cubriendo cada sepultura habían colocado una estera. Sobre su estera cada familia tenía los reclinatorios, que utilizaban para arrodillarse y sentarse.
Los hacheros solamente los tenían las familias más pudientes. Servían estos hacheros, formados por una especie de cajón inferior donde se guardaban cirios y cerillas y dos tablas verticales a modo de soportes, con otras dos horizontales donde se sujetaban los velas, todo ello de madera pintada de negro, para colocar los cirios que se encendían durante la misa. También se colocaban sobre las sepulturas alguna silla pequeña o taburete que se utilizaba para acomodar en ellas a los menores de seis años.
Y toda la parafernalia así preparada era el recogedero de responsos que el Sr. Cura ayudado por el sacristán, bien fuese cantando, bien rezando, se dedicaban a recorrer las sepulturas, mientras las señoras depositaban su limosna en la bandeja, después de misa.
De las puertas de la entrada de la iglesia para atrás se colocaban los hombres: casados, solteros, y sobre todo en el coro bajo. Los niños subían con el maestro, quien al mismo tiempo tenía cuidado de los mismos, al coro.
Las niñas, separadas de los niños, se colocaban en dos bancos entre los hombres y las mujeres pero siempre acompañadas de su respectiva maestra, que era la encargada de exigirlas el correspondiente orden y respeto.
Ya comenzaban a llegar las primeras mujeres vestidas de negro y apartaban su reclinatorio del montón para estar en misa debidamente.
El Sr. Cura Párroco está confesando a alguna feligresa que se lo ha pedido. Y el maestro albañil sigue pensando como realizar la obra. "Por fuera conviene recoger la fachada de cemento y después la podemos pintar, como la Iglesia es muy oscura no le vendría mal un par de ventanas, que aunque fuese pintadas por fuera siempre darían un realce al edificio."
"Y la torre, podemos, dar una capa de cemento y de esa manera queda toda igualada, y arriba en el tejado de la torre la podemos rodear con una barandilla de arcos de cemento como un metro de altura, y esto dará la sensación que la hemos hecho más alta, y como es la única Iglesia que se usa, crecerá en importancia y valoración."
En estos pensamientos estaba el Maestro Albañil, cuando el Sr. Cura que ha salido del confesionario, le dice a Angel:
- Ve, a tocar la tercera, pues ya se nos hace un poco tarde.
Y al Maestro Albañil: Bueno, después de misa seguimos hablando.
Comienza a revestirse maquinalmente y repite una serie de oraciones en voz baja, el amito, el alba, el cíngulo, la estola, el manipulo y la casulla. Coge el cáliz y va hacia el altar mayor. Mientras tanto han entrado las niñas y los niños con la maestra y el maestro. Han venido unas doce mujeres de negro y dos hombres.
In nomine Patris .. comienza el Sr. Cura la misa. Mientras tanto Miguelillo se queda mirando al San Pedro que preside el altar sentado en su silla ex-cátedra, con su tiara a la cabeza y el báculo en la diestra, va respondiendo en latín y maquinalmente a las palabras del sacerdote.
En el momento de la homilía después del Evangelio el Sacerdote se vuelve y se prepara para decir unas palabras a las niñas y a los niños:
Mis queridos niños y niñas hoy es vuestro día, no permitáis nunca que os quiten vuestra fiesta. Hoy es el día del Santo Angel de la Guarda Ya sabéis que todos los hombres tienen su ángel de la Guarda. El cuida de nosotros cuando estamos en peligro, prestándonos su apoyo y ayuda, y nos bendice y anima cuando obramos bien.
Procurar, rezarle todas las noches al iros a acostar esta oración
Angel de mi guarda
Dulce compañía
No, me desampares
Ni de noche ni de día.
A ver, todos repetir conmigo: Angel de mi guarda... .Y todos los niños repiten: Angel de mi guarda Y de esa forma repiten toda la oración
Cuando se acercan para traer las vinajeras al Sr. Cura, Miguelillo dice a Angel:
- Sabes que ayer salimos a pedir el huevo por las casas.
Angel le pregunta:- Y ¿qué tal os fue? ¿Sacasteis mucho?
- Ocho huevos y cuatro naranjas, y la Sra. María no nos dio nada, pero ¿sabes qué nos dijo?
. ¿Qué? Volvió a inquirir Angel, despertada su curiosidad
Pero no les dio tiempo a decir más y tuvieron que separarse cada uno a un lado del altar y se interrumpió la conversación. Y continuó la misa. Al Santo, Santo, Santo, Miguelillo toca la campanilla con fuerza y todo el mundo se pone de rodillas en la Iglesia. Y en el momento de la Consagración se juntan para levantar ligeramente la casulla del sacerdote, y le dice Miguelillo, que estaba loco por decirlo: "Están cluecas y peladas todas las gallinas", reproduciendo con ese dicho la manifestación de la Sra. María cuando fueron a pedir el huevo.
Le produjo tal risa a Angel, que cuando más quería reprimirla, sobre todo cuando pensaba que estaba delante de toda la gente, menos le era posible aguantarse la risa, de rodillas como estaba se retorcía y agachaba más, pues estaba que reventaba de risa, pero sobre todo cuando pensaba que estaba en el momento más importante de la misa menos podía aguantarse, tanto es así que contagió a Miguelillo, y los dos se llevaban las manos a la boca para que no saliese ningún ruido sospechoso. Mientras dura el momento de la consagración, la situación queda más o menos disimulada porque Miguelillo toca la campanilla con fuerza, finalmente, terminado el momento de la consagración, los dos se levantan y se separan, en un principio parece que todo va a quedar ahí, pero, no, se miran de reojo y los dos se viven atacados por la misma situación Una risa irracional e irresistible se apodera de ellos.
Todo se vuelve inútil, cuando más querían disimular y aparentar formalidad y seriedad menos posible les era. Hasta que por fin, es el Sr. Cura quien se vuelve ligeramente y dirigiéndose a los dos les dice con gran acierto y prudencia:
- Salid, uno.
Comprendieron la orden, y es Miguelillo, quien sin pensarlo más, se levanta y con la cabeza ligeramente inclinada se va hacia la sacristía, y una vez que ha entrado cierra la puerta.
Se queda un rato mirando por la ventana, y cuando quiere enterarse la puerta de la sacristía se abre, es que la misa ha terminado.
Entra por la puerta el Sr. Cura quien trae el cáliz, lo deja sobre la mesa y se quita los ornamentos de decir misa y sale inmediatamente a rezar algunos responsos y recaudar algunas pesetillas, al mismo tiempo que se supone saca algún alma del purgatorio.
Mientras tanto, Angel y Miguelillo han apagado las velas del altar, recogido las cosas y se quedan en la sacristía sentados sobre un arcón relleno de manuscritos, en los que por cierto estaba gran parte de la historia del pueblo. Pero por desgracia sirvieron como la hoguera de los libros del Quijote, para que alguno no se volviese loco con ella, y algún otro, por ejemplo el Sr. Cura, resistiese los fríos de un crudo invierno.
Tranquilamente comienzan a hablar y Miguelillo dice: ¿Has visto el chorro de agua que esta tragando un agujero que se ha abierto en el suelo ahí cerca?
- Si. Pero ha dicho tío Antonio que ayer se abrió un boquete en la cuadra del alcalde y se cayó una ternera. Les costó sacarla. Y después dice que se metieron, y anduvieron como doscientos metros debajo de tierra. No era ninguna bodega, era una galería. Pero se volvieron pues tuvieron miedo de que les pasase lo que sucedió al viejo Ruperto, que bajó a un pozo y los gases le asfixiaron, cuando le sacaron estaba muerto.
- Entonces el pueblo entre bodegas, pasadizos, silos y pozos está gran parte de él hueco por debajo. A mí me gustaría meterme por un sitio de ésos y ver donde iba a dar- contesta Miguelillo con curiosidad.
- Pues tío Antonio dice que la casa del correo tiene excavaciones subterráneas, y no son ni bodegas, ni pasadizos, son habitaciones pues tienen pavimento y todo, será por eso que llamen a este pueblo Tamariz de los diablos.
En esta conversación estaban cuando llegó el Sr. Cura que había terminado de rezar los responsos, y a más de un alma mandado para los cielos.
Y les dice:
- Y ahora es el momento de daros la paga, veamos a diez céntimos por día, son siete días y sois dos los monaguillos, así que son una peseta y cuarenta céntimos. Tomad. Ahora venid conmigo que vamos a limpiar las reliquias.
Y les llevó al altar de la Inmaculada y en la parte baja del retablo en donde termina la mesa de altar abre unas puertecitas y saca diversos relicarios que habían venido a parar allí de las diversas Iglesias que había anteriormente en el pueblo. Entre otras estaba la de la Vera Cruz que tenía unos trozos de madera pegados detrás de un cristal, era necesario limpiarlos y con un paño se les quita el polvo.
El de la Vera Cruz tiene un pergamino doblado, lacrado, con un sello y una cinta roja colgante en señal de autenticidad, que indica la procedencia de la reliquia, y la fecha, así como quién la consiguió, y el haber sido Tamariz residencia de personajes importantes y de la nobleza.
Pensaba el Sr Cura que estas reliquias podían ser del siglo XIV, XV o XVI, precisamente cuando cobra importancia para la religión la posesión de una buenas reliquias. Y cuantos más milagros y curaciones se les atribuían más importante se volvía la Iglesia, puesto que esto podía atraer a muchos y famosos fieles que aportasen sus donaciones. Y no habiendo otro recurso en momentos difíciles el poder recurrir a alguna cosa era siempre poder mantener la esperanza.
Sobre todo en el siglo XIV, que el propio rey murió contagiado de la peste en el sitio de Algeciras, es en este siglo cuando más gente famosa y de la nobleza recurre refugiarse en Tamariz como lugar sano y tranquilo. Alfonso XI en el 1352 muere por la peste, que desde Kaffa (Crimea) se había extendido por toda Europa. En octubre del 1347 doce galeras genovesas llegaron al puerto de Mesina procedentes Kaffa que había sido sitiada por los mongoles y su jefe había hecho lanzar por encima de las murallas centenares de cadáveres " a fin de que los cristianos fueran aniquilados por el hedor."
La ciudad emporio del comercio genovés, estaba en guerra y asediada y le enviaban aquellas víctimas de la peste para provocar el contagio.
Estas galeras fugitivas de la guerra pero con la peste a bordo eran tumbas de pestilencia y en dos semanas que duró la navegación los marineros estaban más de la mitad desaparecidos.
Mesina les quiso rechazar pero ya era demasiado tarde, a las pocas horas murieron algunos de sus habitantes. Y de esta manera la peste se difundió por toda Europa. A los cinco años muere Alfonso XI víctima de la peste en el sitio de Algeciras
Tamaríz era un lugar que gozaba de un clima saludable, y con suficiente comida, lo que hacía de él un lugar atractivo. En esas fechas pertenecía Tamariz a la corona de Aragon constituyendo un enclave en Castilla, lo cual facilitaba las cosas para que la querida del rey Dª. Leonor de Guzmán estuviese allí, al mismo mientras hicieron su palacio en Tordesillas. Puesto que estaba en el corazón de Castilla, sin estar sujeta a los peligros que para ella significaba estar en Castilla. Pues la verdadera mujer de Alfonso XI a quién le había quitado el marido y en gran medida el trono, que vivía en Portugal hubiese tratado de deshacerse de ella, como lo hizo muerto su marido en Talavera de la Reina. Tal vez es esta la fecha que se inicia la festividad del Voto.
Allí estuvieron Dª Juana la mujer de D. Fernando de Aragón y sus hija Dª Blanca. Indudablemente por allí vendría D. Fernando de quien Jorge Manrique preguntaba: ¿y los Infantes de Aragón qué se hicieron? Cuando escribe sus famosas coplas a la muerte de su padre.
En estas consideraciones estaba el Sr. Cura, cuando entra por la puerta de las mujeres, o sea por la puerta que tiene la fachada románica, el Maestro Albañil, se acerca y dice:
-He estado viendo la Iglesia por fuera, y habrá que arreglar la fachada por fuera, la panera de los diezmos que actualmente no sirve más que para guardar imágenes viejas, el arcón de los cofrades, y muchos otros trastos inútiles, si se pudiese tirar se podría hacer más larga la fachada de la Iglesia y esto le daría más prestancia.
A lo cual contesta el Sr. Cura diciéndole: Me parece bien, pues diezmos actualmente no se recogen. Y si se puede dar toda la fachada noble, una buena mano de cemento se reforzaría toda la Iglesia.
El Sr. Cura recoge las reliquias y las guarda en el mismo lugar que estaban. Y dice a los monaguillos:
- Vosotros os podeís ir.
Se quedan los dos solos en la Iglesia, y pueden hablar más tranquilamente de todo. Toma la palabra el Maestro Albañil para explicar las cosas que cree hay que hacer y dice:
- Primeramente hay que hacer un retejo general toda la Iglesia y la torre; Después hay que dar una mano de cemento la torre y la Iglesia, y hoy en día se vuelve imprescindible poner toda la Iglesia de tarima y así como colocar dos filas de bancos, en la parte sur habría que ver como esta esa grieta de la bóveda. Y por supuesto se vuelve necesario darle una mano de claro el interior.
- Bueno eso en líneas generales, más adelante iremos viendo los detalles .Y habrá que ajustar todo al presupuesto del dinero que tenemos el que nos dijo el Sr Obispo corresponde a la venta de los bienes de la Iglesia San Juan. Responde el Sr. Cura
- Y finalmente, Tendremos que mirar a ver como suprimimos esa, piedra enorme que hay atrás y sirve para que los mozos se sienten durante la misa ,y usan los monaguillos subiéndose en ella para tocar a misa, y modificar la subida al coro.
A todo esto los niños han salido al atrio de la Iglesia y como no hay escuela organizan una partida a los tangos y la tarusa. Van a jugar por "santos" que así llaman los cartones de las cajas de cerilla, que recogían los niños para esta ocasión. También podían jugar por titos de aceitunas. Pero esta vez van a hacerlo por santos.
Tiran un moneda al alto y sortean los compañeros: son cuatro y van dos a dos: Miguelillo con Angel, y Pedro con Juan.
El juego se ejecuta con la tarusa que es un cilindro metálico de cinco a diez centímetros de largo por dos a tres centímetros de diámetro, es hueca, y con dos tangos o dos tostones que son dos piezas redondas y aplastadas metálicas con unos cinco centímetros de radio por un centímetro de grosor
Se coloca la tarusa en el suelo de pie y a su lado la cantidad de cartones de cajas de cerillas que se juegue cada uno, colocan la misma cantidad cada jugador en este caso han decidido colocar dos cartones cada uno, total son ocho cartones. Como a unos veinte metros hacen una raya, y desde aquí tiran los tangos o tostones para derribar la tarusa y lanzarla lejos, pero tienen que procurar que un tostón al menos quede más cerca de los cartones que la tarusa., de lo contrario han hecho una "cama" para que el jugador del otro equipo se la saque, y la gane. Tienen que decidir quién tira primero y para ello, dos jugadores opuestos lanzan los tostones desde donde han puesto la tarusa a la raya y el jugador que coloque el tango más cerca de la raya es el primero alternando los equipos o sea que primero le toca a un jugador del equipo A y luego a otro del equipo B.
Miguelito y Pedro tiran los tostones para ver quien va el primero: es Miguelito el que lo logra y ya queda establecido el turno en esta forma: Miguelillo, Pedro, Angel y Juan.
Puede pasar que alguien haya hecho una cama, y bien porque sea difícil de sacar bien porque un cartón ha quedado en mala situación. Cualquier jugador que lo juzgue oportuno dice: " arriba con tanto cartones cada uno" pero esto solo lo puede decir mientras su toston esta en el aire. Debe decir el número concreto de cartones, 1,2, 3, o 4 cartones cada uno que tienen que poner al lado de la tarusa, y comienzan de nuevo a tirar a raya y determinar el nuevo orden de los jugadores según se acerquen más o menos a la raya . En este juego se entretienen gran parte de la mañana hasta que se hace la hora de comer.
Después de la lluvia el viento de marzo se ha encargado de secar el ambiente y con el sol radiante que se ha quedado, hace un fantástico día para ir de merienda por la tarde.
Se quedan citados para ir a la era del abuelo Gervasio a las cinco de la tarde, allí aparecerá cada uno con su tortilla y naranja para merendar, pues hoy es el día del Angel de la Guarda.
Pedro se ha llevado un balón de reglamento para después de la merienda echar una partida al balón.
Comienzan a sacar cada uno su merienda y hacen causa común, combinando las diversas tortillas según sean. Primeramente arremeten la merienda de Juan que es una la tortilla a la española sin más. Después la de Pedro que es una tortilla francesa, a continuación atacan los huevos revueltos con jamón que había llevado Angel. Y finalmente es la tortilla de Miguelillo que aparentemente es una tortilla francesa pero tiene la originalidad que en lugar de sal la han sazonado con azúcar por lo que se ha vuelto como un dulce de postre y finalmente les toca el turno a las naranjas. Cada uno come la suya.
Todo esto en un ambiente agradable y simpático donde las gracias y el buen humor aparece por todas partes y en todos los detalles.
De comida no sobró nada, que fue la prueba más fehaciente de que la merienda había sido de su agrado.
Vamos a llamar a la otra pandilla la de Federico y les echamos un partido al fútbol, y como son cinco uno que haga de árbitro. Dijo Pedro pues para eso se había llevado el balón.
Vale. Contesta el resto de los compañeros a coro. Se levantan recogen los fardeles y las fiambreras.
Miguelito es el quien se encarga de hablar con Federico a quien le parece una idea fantástica. Entre los dos preparan la portería poniendo dos piedras que hacen de porterías.
Las eras, sitio de trabajo y de labor en otras fechas, se ha transformado en lugar de diversión y descanso de los pequeños
Algunos niños que no les apasionaba el fútbol, habían preferido ir a la fuente, tomar un trago de agua, jugar con la corriente que fluía constante y limpia del manantial, y otros los más intrépidos y atrevidos prefirieron, trepar por la rampa de la fuente hasta la cumbre y ponerse encima a caballo, no sin haber desoído la regañina de alguna de las mujeres, que en esos momentos se acercaba con su cántaro por agua a la fuente.
Las niñas han sacado una cuerda, y se ponen a cantar y dar la soga haciendo una comba para propiciar que las otras niñas salten por encima. Es necesario seguir atentas y moverse con ritmo de lo contrario la cuerda se enrosca entre las piernas y han perdido..
Las eras, sitio de trabajo y de labor en otras fechas, se ha transformado en lugar de diversión de los niños.
La hierba hoy está al comenzar la primavera, con un verdor fresco y tierno, y la tarde vestida de alegría vive con plenitud la presencia de los niños del pueblo.
La cigüeña en la torre cercana, blande su largo pico repitiendo la monótona cantinela del repique machacón de su canción diaria. Imita el ruido del mortero cuando la mano de almirez tritura el ajo rítmicamente.
En el arroyo cercano las ranas, asomando su cabeza entre las lentejuelas, croan impasibles y tranquilas la canción de la tarde verde y amarilla.
Las esquilas de las ovejas se las oyen cercanas, vuelven de su breve singladura, buscando el abrigo del aprisco.
Copyright © Pilar Iglesias Aparicio y Felipe Miguel Escudero Rodríguez. Reservados todos los derechos. Revisado: Martes, 20 noviembre 2000. Avda. Principal del Candado Nº 5 Apartamento 506 Málaga 29018 España. fmer2@yahoo.com