Los Cómicos

En un día de primeros de mayo, llegaron al pueblo, dos personajes que con su ropa un tanto estrafalaria y el conjunto de su figura llamaban poderosamente la atención. Tal vez, esto es lo que con tales portes y atuendos pretendían, y efectivamente conseguían.
Estos forasteros iban sobre un caballo flaco, que muchos se preguntaban de donde le habrían sacado. Y algún vecino se aventuró a decir que aquel caballo lo habían distraído de los muchos que en semejante estado llevaban a sacrificar a Villarramiel para aprovechar la poca carne que quedaba entre sus huesos, y la piel, que bien curtida, todavía podía tener un lucido aprovechamiento para una lujosa alfombra o confeccionar algún material útil de cuero.
Algún otro, más culto, se atrevió a decir de él que era el famoso rocinante de D. Quijote vuelto a la vida, por arte de algún encantamiento que se había producido.
Serapio, que lo vio bebiendo agua en la laguna del Tejar pensó, según manifestó posteriormente, "para mí que a este animal lo llevan al crematorio de Villarramiel, parece que no termina nunca de beber", pero no dio más importancia al incidente.
Fuese lo que fuese del famélico animal, el caso es que los dos visitantes enseguida comunicaron a los vecinos que ellos venían al pueblo para realizar un festejo, con atracción de ejercicios acrobáticos incluidos, al mismo tiempo que intentaban poner en escena una representación cómico musical que sin duda haría las delicias de todos los vecinos.
El más alto y flaco, que al mismo tiempo era el más decidido, y que dijo llamarse Críspulo, dirigiéndose a un grupo de mujeres que estaba lavando en el pozo de la Central, les preguntó:
- ¿Serían Vds. tan amables de informarme sobre quién nos podría dejar un local para realizar la representación?
-Seguramente el Sr. Gelasio tiene un pajar vacío y fácilmente podría servirles para lo que pretenden Vds.
Tal contestó Julia, con verdadero deseo de que se quedasen, pues el que hubiera un hecho extraordinario en el pueblo daba una variedad que rompía la vida diaria, al mismo tiempo servía de distracción y era un motivo para salir por la noche.
-Y, ¿dónde podríamos encontrarle, para hablar con él?
-Lo más seguro que a estas horas esté en el Alto de la Fragua, tomando el sol y haciendo su tertulia con los amigos. Vengan Vds conmigo que yo les acompaño y les indico.
Así contestó Julia, y subieron por la calle arriba Críspulo y ella con la intención de parlamentar con Gelasio, y ver si podían conseguir un local adecuado para celebrar en él la función.
Los cómicos desecharon la posibilidad de actuar al aire libre, pues preferían, por muchas razones, que al menos tuviese unas mínimas condiciones. De esa manera, decían, daban más importancia al acto y éste tenía mayor nivel de intimidad. Por otra parte se podía controlar mejor a la gente y podrían exigir, aunque fuera poco, algo de entrada, y de esa manera recaudar algo por su trabajo.
Telesforo, que así se llamaba el otro cómico, se quedó con el caballo, mientras se resolvía el tema del local. Se bajó del caballo y lo llevó del ramal hasta acercase al grupo de mujeres que estaba lavando, siempre dispuestas a comentar lo que hiciera falta.
Julia y Críspulo se perdieron los dos, calle arriba, con dirección al Alto de la Fragua, en busca del Sr. Gelasio.
Los hombres reunidos en lo alto del pueblo, están hablando de cómo se presenta el año si no llueve, pues el campo, que desde allí se observa, ha nacido con cierta dificultad, y muchas tierras han quedado perdidas. Mal augurio se avecina para el próximo año que será aún peor que éste. Pues ya el año pasado fue malo y éste ni que decir tiene, pues si Dios no hace un milagro, por lo que se ve, se barrunta uno de los siete años de las vacas flacas del sueño de José.
De poco han servido las rogativas, cuando hicieron la procesión para bendecir los campos y que el cura insistiese "A peste, fame et bellum" y todos contestasen: "Liberanos Domine" en la letanía de todos los Santos, con fuertes deseos y no tan desinteresada devoción.
Este año han venido más pobres por el pueblo, y han aparecido algunas señales un tanto trágicas, como el pobre que apareció muerto por el camino Meneses al lado de una alfalfa con un puñado de la misma en la boca. En estos temas estaban conversando cuando se acercó Críspulo, que, por indicación de Julia, fue derecho al Sr. Gelasio a quien le preguntó directamente por el pajar.
- Buenos días, saludó educado, el cómico
-Buenos días, - contestó Gelasio - ¿en qué puedo servirle?
-Me han dicho qué Vd. posee, un pajar vacío que nos puede servir, para hacer la representación, esta noche
-Bueno, pues vamos a verlo, y si os vale podéis usarlo.
Contestó Gelasio que se sentía orgulloso de poder colaborar en una causa común.
Y los dos se encaminaron en dirección al pajar.
Se extendió rápidamente por el pueblo la noticia, y a la hora de comer absolutamente todos en el pueblo lo sabían:
"Han venido unos cómicos. Y van a actuar esta noche en el pajar de Gelasio". Esta es la noticia, que se ha divulgado en el pueblo, y todos con regocijo, satisfacción y alegría, lo comentan.
Después de la comida se reúnen en la plaza los niños, se sientan en un poyo y mantienen esta conversación:
"¿Habéis visto a los cómicos?" dice Ángel
-Sí, contesta Miguelillo - y parecen graciosos, traen un caballo flaco que tiene una señal en el lomo como los del ejército, le llaman el Gallito.
-¿Os acordáis cuando vinieron aquellos dos muchachos jóvenes, que el uno cantaba canciones de ciego, y el otro actuaba de saltimbanqui, haciendo equilibrismos, así como el pino, y cuando no se le ocurría otra cosa se revolcaba por el suelo y estuvieron actuando aquí mismo en la plaza al aire libre?,- pregunta Pedro el hijo del pastor
-¿Cómo no? - dice Juan, el chico del sacristán - yo me acuerdo hasta gran parte de una de las canciones que cantaba, y decía así: (Sigue cantando)


...La ha subido a su caballo
para España la traía
y al llegar a la frontera
la morita se reía
y al llegar a la frontera
la morita se reía
¿ De quién te ríes tu mora?
No me río del caballo
Ni tampoco del que guía
Me río que aquí en España
Tengo a mi madre querida
Me río que aquí en España
Tengo a mi madre querida

-Era una canción muy bonita, pero los pobres muchachos lo único que deseaban, es que les diesen unas monedas, o un pedazo de pan, pues hambre sí que tenían, - comenta Pedro.
-Y aquel otro señor, que se puso a actuar aquí en la plaza, hacía toda clase de equilibrismos, y tenía un número muy espectacular. Cogía una arado de estos de vertedera, y fíjate tú que, con lo que pesa, se lo colocaba apoyando la reja sobre la barbilla y sin tocarlo para nada con las manos, lo mantenía un buen rato en esta posición, sin dejarlo caer, - añade Miguelillo.
-En otro pueblo, trató de hacer lo mismo y tuvo tan mala suerte, el pobre hombre, que se le resbaló el arado de la barbilla, y se le clavó la reja en el pecho, según decía mi tío, y murió allí mismo, llenó todo de sangre -dijo el hijo del pastor-
-¡Qué muerte más horrible¡ - exclamó Ángel que llevaba un rato escuchando, y tenía un puño de canicas en la mano, a las que estaba constantemente dándole vueltas.
Aquel día de mayo, lucía el sol con un brillo especial, ya habían pasado los fríos del invierno, y la cigüeña en la torre cercana, "machacaba el ajo" con su canto específico. Dentro de pocos días, iban a celebrar la festividad de San Isidro, y por la tarde tenían que tocar a la novena y a las flores del mes de mayo a la Virgen, no obstante todavía faltaba un buen rato. Después de la escuela, fueron corriendo cada uno a su casa por la merienda, que fue escasa y frugal, pues en la mayor parte de los hogares no había ni un trozo de pan que llevarse a la boca. Alguno se llevó un puño de bellotas, para entretener el hambre. Pero la tarde tenía varias atracciones, con lo que las tripas no exigirían otro entretenimiento.
Volvieron al atrio de la Iglesia de San Pedro y allí para hacer tiempo, y estar entretenidos, comenzaron a jugar a S. Isidro.
Echada la suerte, ésta recayó en Pedro, que se tuvo que colocar en el rectángulo dibujado en el suelo con los codos sobre las rodillas, y muy atento por si alguno se equivocaba o pisaba la raya para obligarle a poner en su postura y él comenzar a saltar por encima. Iban los muchachos diciendo el verso de rigor, y cada uno, cuando le llegaba el turno, decía la frase que le correspondía, y saltaba:

San Isidro fue Labrador
Muerto, muerto le llevan
en un serón
el serón era de paja
muerto, muerto le llevan en una caja
la caja era de pino
Muerto, muerto le llevan en un pepino
El pepino era de cuarto
Muerto, muerto le llevan en un zapato
El zapato ya era viejo
Muerto, muerto le llevan en un pellejo
El pellejo era de aceite
Muerto, muerto le llevan por San Vicente
San Vicente como estaba cerrado
Muerto, muerto le llevan por los tejados

Así era el juego, al terminar de decir la última frase, uno detrás de otro, saltaba por encima de Pedro, y echaban a correr, tocaban en el lugar prefijado y volvían al sitio antes de que el que "quedaba" les diese caza.. De esta manera se les hizo la hora de tocar a la novena de San Isidro, y a la vez a las flores de Mayo a la Virgen, que se celebraban conjuntamente en la Iglesia al atardecer.
En este día fue más gente de lo normal pues sabían, que a continuación iba a ser la actuación cómico, acróbata y musical de los visitantes.
Al salir de la novena fueron en grupos con dirección al pajar de Gelasio, y mientras tanto iban hablando entre sí de diversos temas.
La misma pasividad o interés que les había llevado a la Iglesia, les acompañaba en su ruta de distracciones, el caso es tener algo que rompa la monotonía de la vida cotidiana del Pueblo.
La madre de Julia, Nemesia, comenzó a recordar su infancia y comentó: Recuerdo que cuando yo era niña, un día que nos iba a confesar el Sr. Cura del pueblo, nos habíamos puesto todas las niñas de acuerdo para decirle lo mismo en la confesión. Y le decíamos todas, según nos tocaba el turno, este verso:

Confiesome Padre
Larán, larán, larito
Confiesome Padre
que he pegado al gatito
laran, laran, larito
Confiesome padre
Que me he chupado el dedito
Confiesome padre
Laran laran rarito

.¿Y qué les dijo el Sr. Cura? ¿No se enfadó? - Pregunta Petra, con curiosidad.
-Eso pensábamos nosotras, que se enfadaría, pero no fue así. Con mucha tranquilidad nos iba diciendo la penitencia, idéntica para todas. Decía: " vas a ir hasta Rioseco andando, y rezando avemarías, cada avemaría que reces, recoges un canto del camino y lo colocas en un saquito, y a la vuelta haces lo mismo pero por cada avemaría tiras un canto al suelo. De esta manera sabrás que al venir has rezado tantas como para ir" Y fijaos que Rioseco está a ocho kilómetros de mi pueblo.
Entretenidas con estas conversaciones, habían llegado hasta el pajar de Gelasio, donde se encontraban Críspulo y Telésforo que habían adecentado el pajar, lo habían barrido, habían colgado en la parte trasera unas sábanas, habían colocado un carburo encendido en cada esquina del pajar para iluminar el lugar, y los dos estaban en la puerta cobrando un real a cada uno para ver la función.
Casi todo el pueblo acudía a la función. Unos pocos vecinos, que habían prescindido del acto religioso, se confundían ahora poco a poco con el grueso de la gente formado por el amplio grupo que venía de la Novena. Iban entrando, pagando religiosamente la pequeña cantidad que los cómicos habían establecido como precio de la entrada a su espectáculo. Cuando ya había llegado la mayoría, y se habían acomodado en las sillas que ellos mismos habían llevado de sus casas con anterioridad, salió Críspulo al escenario, mientras Telesforo cobraba la entrada a los más rezagados, y colocaba posteriormente las cosas en el caballo, que tenían fuera del pajar. Críspulo, comenzó a dirigir al público estas palabras pronunciadas con parsimonia y fingida grandilocuencia, como de predicador de la fiesta de San Isidro, tratando de ganarse la atención del respetable y de dar tiempo a Telesforo para que realizase su importante tarea:
Buenas noches, Señoras y Señores: Queremos entrañablemente entretenerles esta noche y hacer de esta velada un momento inolvidable para vuestras vidas. Vamos a comenzar con un número muy especial, no creo que haya sido promovido por ninguno de los grandes artistas que visitan este pueblo. Solamente nosotros somos capaces de reproducir tan arriesgado espectáculo. Las maravillas que vais a poder disfrutar en esta velada, son verdaderamente sobrecogedoras. No os quiero adelantar nada, pues únicamente vosotros después de observado podéis juzgar sobre el fenómeno impresionante que os ofrecemos. A mi compañero le veréis correr y a mi volar. Veréis cosas nunca vistas, cosas verdaderamente maravillosas. Tal vez tardemos unos minutos en salir, no se inquieten, nos estamos preparando, tened un poco de paciencia y vuestra curiosidad quedará cumplidamente satisfecha.
El público entusiasmado, aplaudía con ilusión y frenesí. Y el cómico alto, Críspulo, sin pérdida de tiempo, seguidamente se metió detrás del telón formado por las sábanas que habían pedido aquella mañana a los vecinos del pueblo, entró en lo que podríamos considerar el camerino, y rápidamente, mientras toda la gente allí congregada esperaba pacientemente que los artistas se preparasen y comenzasen a hacer realidad sus generosas palabras, con una ligereza increíble, saltó, sin ser visto por el público expectante, por el boquerón trasero del pajar, habilitado como teatro.
Y allí justo debajo del mismo le esperaba su fiel y paciente jamelgo, sobre el que cayó con increíble precisión. Inmediatamente le dio con los talones en los ijares y el zancudo animal se lanzó a perseguir a su compañero que se había ido con lo recaudado en la bolsa.
Mientras tanto el público esperaba tranquilo, sin la más mínima sospecha, y hablaba sobre las múltiples inquietudes diarias y sobre la gran sequía que padecían, que parecía que al cielo se le había olvidado, que tenía que llover, pues sin la lluvia el campo no podía fructificar y con ello se intuía, si el tiempo persistía, que el próximo año se presentaba con malos augurios.
Al cabo de media hora, la gente comenzó a impacientarse, pues el tiempo pasaba y allí no se veía ninguna reacción por parte de nadie, alguien de entre el público se levantó, se dirigió a lo que podría denominarse el escenario, se introdujo detrás de las sábanas, volvió rápidamente frente al público y exclamó:
"Se han ido con la pasta".
El revuelo, el alboroto y las manifestaciones de protesta que se organizaron entre la gente fueron impresionantes. "No hay derecho", decía uno. "Son unos ladrones", exclamaba otro.
Pero al final no les quedó más remedio que aceptar la dura realidad y reconocer resignadamente que habían sido miserablemente engañados.
Lo duro de esta tremenda historia es que el pueblo entero había sido ignominiosamente humillado, pues sobre todo había sido herido su orgullo, y esto era lo más difícil de aceptar.
Dentro de todo, el tío Pedro, reflexionando sobre las palabras que había dicho el embaucador, dice:
-"La verdad es que no nos ha engañado, él dijo la verdad: " a mi compañero le veréis correr y a mí volar", y así ha sido. Y lo otro que nos dijo: Que "veréis cosas nunca vistas". Pues también tenía razón pues esto no se ve todos los días."
Echadles un galgo, a estas horas esos dos están cerca de Villarramiel, si han tomado en esa dirección. - Comentó Rafael, que tenía un fuerte sentido de la realidad.
Nunca se supo más en el pueblo sobre los originales artistas, que de esta manera tan inesperada, imprevista y sorprendente finalizaron su tan anunciado espectáculo. El pueblo quedó escamado y escarmentado para la próxima oportunidad.