Chascarrillos y retahilas del Sr. Froilán




El Señor Froilán era famoso en el pueblo últimamente por sus dichos verdes y graciosos pero en su juventud había trabajado muchos años como sacristán, y todas las tardes ya de mayor caminando con sus dos cachabas iba a la solana de las mujeres a tomar el sol. Mientras ellas llevaban la labor, y así hacían tres o cuatro cosas a la vez:
Primero tomaban el sol, segundo hablaban y comentaban las cosas que habían pasado durante esos días, tercero hacían la labor de tejer o coser algo y al que pasaba por la calle en esos momentos, si se descuidaba, le cortaban un traje, y otras las más prudentes permanecían en silencio pero los oídos los mantenían atentos.
El Sr. Froilán, llega cuando la tertulia ha comenzado y después del saludo de rigor, se sienta en la piedra que hace de poyo, coloca los dos cayados entre sus piernas con las que los sujeta, y comienza a liar un cigarrillo que le dura toda la tarde.
Con las manos libres saca del bolso el librito de Bambú le arranca una hoja con sus manos temblonas y guarda pausadamente el librillo de Bambú. A continuación saca la petaca y con un temblor en las manos que se la agudiza, extrae un poco de tabaco y guarda la petaca, ahora viene lo más difícil: echar el tabaco sobre el papel, y liar el cigarrillo, finalmente pasa la lengua por la goma del papel, y aunque el cigarrillo queda un poco flojo, se puede decir que le ha logrado liar.
Saca del bolsillo el encedor de mecha y da dos golpes certeros sobre la ruleta y lo arrima a la boca y sopla, salen unas chispas de la mecha, se da por satisfecho. Coge el cigarrillo que tiene colocado detrás de la oreja, después de aplicarle la mecha a una punta, se lo lleva a la boca. Y sin separar la mecha del chisquero chupa fuerte hasta lograr extraer una bocanada de humo de cigarrillo. Expulsa con satisfacción el humo y a continuación, d a un par de chupadas y el humo le cubre la cara.
En toda la tarde se va a preocupar más del cigarrillo, únicamente cuando se va a ir escupe el papel que ha quedado milagrosamente casi entero, se levanta y se va. Pero observemos que es lo sucede mientras está allí.
Cuando la conversación decae y al parecer se han agotado los temas, el silencio se impone, en aquellos momentos era el Sr. Froilán el que lo rompe, y comenta levantando un poco la voz para hacerse oír:

Sacristán que vende cera
y no tiene colmenar
rapaverunt, rapaverunt,
rapa velas del altar.

Las mujeres ríen y tras breves momentos, la Sra. María, que es la madre del Sr. Cura y de alguna manera se siente aludida y levantando la cabeza que tiene metida por un medio calcetín que está tejiendo comenta: Cree el ladrón
Que todos son de su condición.

Y cuando vuelve a hacerse el silencio propicio para que pudiese intervenir el viejo Froilán continúa:
Si quieres tener un hijo pillo,
Métele monaguillo.
Si quieres tenerle más,
Métele sacristán.

Cuando la tertulia ha entrado en calor por el sol, y por los dichos que comienzan a desgranarse de una manera o de otra, dice el Sr. Froilán :

La mujer del herrero
tiene que tiene.........

Y la mujer del herrero que está en la tertulia sentada en una silla baja y cosiendo una camisa del marido, levanta la cabeza y se queda mirando con impaciencia, a la vez que en silencio, y se pregunta, -¿ Este viejo qué querrá ahora?
Pero el simpático viejo con cierta insistencia vuelve a repetir ganándose aún más la atención de las buenas mujeres
La mujer del herrero
tiene que tiene.......

El silencio se hace sentir. Todas tienen puesta la oreja en lo que va a decir, pero ninguna se atreve a preguntarle nada pues sospechan que va a salir con una de las suyas, y la curiosidad juntamente con el respeto hacen presa del grupo. Y el Sr. Froilán impasible, e impertérrito, insiste una vez más.
La mujer del herrero
Tiene, que tiene.....

Y por fin, la Sra. Petra, que trata de sujetar un botón en la bragueta del pantalón de su marido y sin poderse aguantar más, pregunta:
-¿Qué tiene?
El Sr. Froilán, satisfecho de haber conseguido el interés y curiosidad del público, y con la satisfacción del artista que ha logrado el interés del auditorio, responde:

- Por delante la fragua
y por detrás el fuelle.-

Ríen todas las mujeres, mezclando la risa con un simulado escándalo. La madre del Sr. Cura, sintiéndose responsable moral del grupo, actúa como defensora de las buenas costumbres al decirle: "¡Sinvergüenza, guarro, no diga esas cosas..... Hay que ver este hombre, Dios mío!"
Y allá sigue el grupo de mujeres con su labor y el Sr. Froilán dejando caer sus dichos según avanza la tarde.
Al pan, pan

Deja unos minutos de silencio, y la Sra. Petra se agacha hasta el suelo porque se le han caído las tijeras y las necesita para cortar la hebra de hilo con la que ha terminado de coser el dichoso botón, por otro lado no piensa intervenir, escarmentada por el hecho que anteriormente había tenido lugar. Sin embargo el Sr. Froilán con una paciencia envidiable y digna de mejor causa, insiste diciendo.
Al pan, pan.

De nuevo el silencio, esta vez se masca, todas las mujeres están llenas de curiosidad, ¿qué iría a decir?, pero ninguna suelta prenda ni dice esta boca es mía, pero la expectación está lograda, el Sr. Froilán lo nota, y no es fácil que ninguna de las mujeres del grupo se adelante a hacerle la pregunta. Pero ve venir a Manuela que se incorpora en estos momentos, y piensa: "ésta que no está en la pomada verás cómo "pica"". Y así el Sr. Froilán agarrando la cacha de la mano derecha y colocándosela entre las piernas insiste:
Al pan, pan.

Manuela, la mujer del pastor que se acerca al grupo, que permanece pendiente del dicho, en esos momentos, antes de decir las buenas tardes, y de pie aún "pica" y continúa la frase, creyendo que con ella se evita el cumplido del saludo
-Y al vino, vino.-

Y el Sr. Froilán se frota las manos de satisfacción, y sin dejarla caer, remata una vez más, como buen torero, la frase, que había inciado anteriormente,
Y a tu culo, mi pepino.

Y de nuevo el coro de risas ahogadas con la correspondiente reprimenda al Sr. Froilán, por parte de las mujeres. "¡Viejo verde! ¡Será sinvergüenza! ¡No diga esas cosas, hombre de Dios!. ¿No ve que hay ropa tendida? ¡Hay que lavarle la boca como a los niños, Sr. Froilán! " Por supuesto, la "ropa" son los tres o cuatro chiquillos que se han acercado a oír al Sr. Froilán un poco escondidos tras el grupo de mujeres.
Y antes de marchar a la casa con la cercanía del atardecer, antes de que refresque demasiado, canturrea el Sr. Froilán su "himno" de despedida, una vez más una mezcla de "atrevimiento" y simplicidad:

Estaba la molinera
sentada en el taburete,
con un palo de manojo
rascándose el ojete.

Ha llegado la hora de finalizar la tertulia, y la madre del Sr. Cura dice: Tengo que preparar la cena, no se me haga tarde. Se levanta, recoge la labor, y se va diciendo: Buenas tardes
El resto de los contertulios hacen lo mismo, se levantan, y con un hasta mañana se despiden sin más.
Un día más ha finalizado en el pueblo. Ya se oyen a lo lejos el tintineo de los cencerros de las ovejas que se acercan. Pronto los pares de mulas con el labriego correspondiente se aproximarán al pueblo entrando por las diversas calles.
Las vacas rumiando y con paso cansino y sin prisa regresan a sus establos, pensando en la cría que les espera.
Un segador con la guadaña al hombro atraviesa la calle silbando una canción. Es tarde. Se aproxima el claroscuro del anochecer con pasos de gigante.



Copyright © Pilar Iglesias Aparicio y Felipe Miguel Escudero Rodríguez. Reservados todos los derechos. Revisado: Martes, 21 noviembre 2000. Avda. Principal del Candado Nº 5 Apartamento 506 Málaga 29018 España. fmer2@yahoo.com