LA VENDIMIA
1º LA BODEGA
Todas las casas del pueblo construidas en la zona alta, tienen su bodega, a no ser que se trate de familias obreras que disfrutan el uso de un silo normalmente construido en una habitación o en la puerta de la despensa. Existe una excepción, a esta regla general, la casa de la inquisición que más que bodega es una mazmorra.
La mayor parte de las casas son de dos plantas, en la parte baja viven: está la cocina, la despensa, el comedor, el portal de entrada y las escaleras, y en la de arriba normalmente se sitúan los dormitorios y debajo de todo la bodega, que siempre está excavada debajo de tierra. Unas veces son de forma vertical y para su acceso se precisa el usar unas escaleras que normalmente están excavadas en el suelo. Otras se construyen de forma horizontal aprovechando el desnivel del terreno, para el acceso a las mismas no es necesario bajar del nivel normal de la calle.
Y algunas casas edificadas en la parte baja del pueblo tienen la bodega, no debajo de la propia casa, que es lo más normal, sino en la zona alta del pueblo. Su bodega, está por lo tanto distante a la vivienda.
No sucede como en otros pueblos de la zona que en un montículo cercano tienen las bodegas del pueblo, que aparte de guardar el vino en las cubas suelen servir de lugar de reuniones, meriendas y festejos con cierto valor de intimidad y confianza.
Estamos en otoño, por las calles se puede circular con facilidad. La gente está satisfecha porque la cosecha ha sido buena.
Es el mes de octubre, el tiempo es suave y acaso se levanta por las tardes un poco de viento.
"Es necesario preparar la bodega, porque en esta semana vamos a vendimiar, tal vez el sábado". Así estaba pensando Gumer, cuando había terminado de comer y fumado su cigarro en la boquilla de hueso. Después de escribir algunas cosas en la libreta, la cierra, la guarda en el bolsillo y se levanta, "voy a irme a dar una vuelta a la bodega a ver como está aquello".
Hay que limpiar bien el lagar, que es el recipiente donde se echan las uvas para pisarlas y poder extraer el mosto; el depósito donde va a parar el mosto después de pisar la uva, las cubas donde se deposita el mosto para que fermente y se transforme en vino; hay que dar un repaso a la puerta de la zarcera que es la ventana que tiene ventilada la bodega, en fin y toda la bodega ponerla a punto.
Así iba pensando el bueno de Gumer según se acerca a la bodega, en el bolso lleva la pesada llave del candado.
Abre el enorme candado que cierra y abre con doble vuelta y tiene doble fondo; sí, aquel candado no lo podía abrir cualquiera, tenía que saber.
La puerta tiene su gatera correspondiente, los gatos son los únicos que entran libremente a la bodega, gracias a ellos se mantiene la bodega libre de ratones.
Gumer abre la puerta de la bodega, y un aire fresco y suave se nota en el ambiente. Deja el pesado candado dentro en una pequeña repisa, donde tiene los útiles imprescindibles para poder visitar la bodega. Allí tiene el candil, ennegrecido por el humo de muchos años, una botella con un poco de aceite, un poco de mecha enrollada y unas cerillas.
"Hay que traer cerillas y aceite pues casi no hay". Y uniendo los hechos a las palabras saca un lápiz y su libretita del bolso de la chaqueta y apunta.
A continuación coge el candil, escurre el último aceite de la botella, espabila la mecha, y enciende una cerilla y con ella el pabilo del candil.
Hay un trozo de papel de periódico clavado en la pared con un clavo y tiene una poesía escrita que dice así:
EL VINO
Dánoslo, Señor
para que nos sirva de estimulante
en el largo camino de la vida,
para que nos ilumine nuestra mente
y nos alegre el corazón.
Para que sublime la amistad en compañía
y consolide el sentimiento de fraternal convivencia.
Para que ahuyente nuestras penas
y nos haga ver el lado amable de la vida.
Para que al calor de la mesa familiar
la plática surja cariñosa y cordial.
Para que al levantar la copa
nuestros pensamientos se eleven hacia el infinito,
llenos de buenos deseos y mejores intenciones.
Para que haya paz
entre los hombres y los pueblos de la tierra.
El vino nuestro de cada día, dánoslo Señor,
porque en tu Sangre convertido colme nuestra fe
y fortalezca el espíritu
para que el trabajo nos sea fácil y llevadero,
y menos pesada la carga.
Porque el vino, Señor, es néctar de la vida
y lo necesitamos
como complemento de nuestro diario sustento.
Porque el vino nace de la vid
y en la Viña del Señor
todos somos Hermanos e Hijos Tuyos.
El vino nuestro de cada día, dánoslo Señor,
por ser la más sana y antigua de todas las bebidas.
Cuando Gumer se dispone a bajar, pasa Serapio por la puerta, y al verla entreabierta, dice pensando que dentro estaría su amigo:
- Buenas tardes, Sr. Gumer
Gumer abre del todo la puerta, pues el recinto en que estaba no era más grande que dos metros cuadrados y allí estaba el comienzo de la bajada a la bodega, un banco hecho de adobe y una repisa con los útiles que he mencionado y contesta:
-Buenas tardes Serapio. Si quieres pasar y tomarte un trago, pero hay que bajar a la bodega por él.
Serapio se quita la gorra, y con ella en la mano dice ¿Da Vd. Su permiso? Y comienza a subir el escalón que hay en la puerta de entrada
- Bueno, pero ponte la gorra, y al mismo tiempo hablamos un rato y nos hacemos compañía.
- Yo no tengo nada que hacer - Le contesta Serapio.
- Yo estaba pensando contratar un obrero para la vendimia y ya que me ayudase a hacer la sementera.- Le dice Gumer
- Pues si no tiene inconveniente. Yo estoy libre y actualmente estoy sin trabajo pues desde que acabó la recolección, no he encontrado otra cosa.Aclara Serapio
- Pues a la noche vas por casa y allí lo terminamos de decidir. Ahora vamos a bajar.
- Como Vd. Mande Sr. Gumer. Contesta Serapio.
Comienzan a descender por las escaleras de la bodega, despacio pues tiene que ir haciéndose la vista. Gumer va delante con el candil encendido en la mano derecha y con la izquierda se apoya ligeramente en la pared del cañón de la escalera que tiene una oscuridad en aumento.
Detrás va Serapio que conoce menos la escalera, las dos manos las lleva tocando ambas paredes. Y poco a poco los dos inician el descenso.
- Todo derecho, son diecisiete los escalones, las he contado muchas veces, afirma Gumer disminuyendo el paso conforme aumenta la oscuridad. Al llegar a la décima escalera la oscuridad es completa. Los escalones no son altos, son de tierra y están excavados igual que todo el cañón en la misma arcilla.
Finalmente han concluido el descenso, y la luz del candil se vuelve insuficiente para alumbrar todo el espacio que más que verse se adivina. Hay que esperar un poco para que la vista termine finalmente por hacerse a la oscuridad. Las paredes van comenzando a vislumbrarse y lo mismo sucede con algunas cubas cercanas.
Un clavo de herradura, que saca de su bolsillo, le sirve a Gumer para espabilar la mecha del candil y la luz del mismo se aumenta.
Ahora se divisa sobre nuestra derecha una claridad a bastante distancia, pero no se puede precisar a qué distancia esta aquello.
- ¿Qué es aquella claridad? Sr. Gumer. Pregunta Serapio
- Es la luz de la zarcera.- Contesta Gumer que continúa hablando - Para que te hagas una idea. La bodega tiene forma de ele. Allí de donde viene la claridad es el brazo más largo de la ele, y aquí enfrente mismo de nosotros tenemos el más corto. Aquí a nuestra izquierda tenemos una cuba con algo de vino de la anterior cosecha. Ven para acá.
Y se acercan a una cuba, Gumer comienza a darle con los nudillos de la mano y cuando cambia de nivel se nota un cambio de sonido.
- Mira hasta aquí llega, dice Gumer señalando una tabla de la cuba cuyo sonido era distinto si daba con los nudillos en la parte que ya estaba vacía o si daba sobre la zona que aún estaba con vino.
- Efectivamente aquí en la parte de arriba suena a hueco, y en la parte de abajo el sonido es más seco. Es curioso. Siempre se aprende algo nuevo. No te acostarás sin saber una cosa más.
Mientras tanto Gumer ha cogido un vaso, que estaba colocado en un soporte de la cuba, y abriendo la espita deja corre un poco de vino, y poniendo el vaso con el mismo vino lo enjuaga. Lo vuelve a poner en la espita y se lo ofrece a Serapio al mismo tiempo que le dice:
- Toma, prueba y tú dirás si te agrada.
Serapio lo coge, se lo acerca a la nariz y lo huele, lo mira a través de la luz del candil y se lo acerca a los labios y toma un poco, lo saborea, pegando varias veces la lengua al paladar y después de todas estas operaciones dice:
- Pues está bueno Sr. Gumer. ¡Rediez! y fresquito y todo.
Mientras tanto, Gumer había cogido un jarro terciado y después de enjuagarlo con el mismo sistema que hizo con el vaso lo pone en la espita y lo llena. Se echa él en otro vaso y se lo toma, hace un carraspeo con la garganta y se estremece al mismo que hace un chasquido con la lengua.
Dejan los vasos y el jarro terciado al lado de la cuba. Van hacia el brazo corto de la bodega y Gumer dice:
- Estas dos cubas hay que limpiarlas. Espero que tengan la capacidad suficiente para meter toda la cosecha de este año. Son unas cubas no muy grandes Deben hacer unas cincuenta cántaras cada una. Pues ahora como la casecha cada vez es menor nos sobra la capacidad de la bodega.
Y llevando el candil por delante se acercan a una esquina de la nave grande y le dice a Serapio:
- Este es el sumidero, aquí viene a parar todo lo que se consideran desperdicios sobre todo el agua sucia y demás desechos por ejemplo si el vino de una cuba por algún motivo se estropea
Y acerca el candil para que se pueda observar mejor y se lo muestra. Tiene como dos metros de profundidad y está seco, es ancho, está picado como toda la bodega en la arcilla y en el fondo aparecen restos secos de alguna evacuación anterior.
Siguen bajando por el brazo de la derecha y observan una cuba grande, como de doscientas cántaras y teniendo en cuenta que cada cántara son dieciséis litros serán unos tres mil doscientos litros los que vienen a caber en la dichosa cuba; y la luz de la zarcera se hace cada vez más eficaz, los claroscuros se pronuncian y los objetos se dibujan progresivamente con más precisión.
Gumer le dice: - Ven; vamos por el jarro y los vasos que dejamos en la primera cuba.
Traen la jarra y los vasos y al llegar a la cuba grande, le da un vaso a Serapio y le dice - - Soporta el vaso. E inmediatamente se lo llena de vino. Beben y hablan de diversas cosas.
Entonces Serápio piensa un poco e iluminado por el candil, la zarcera y el poco vino que había tomado dice:
- Y digo yo: ¿Cómo diantres, metieron aquí esta cuba? Porque aunque mis luces sean cortas, está claro que por el cañón de las escaleras no cabe, y por la zarcera tampoco.
A Gumer le entraron unas ganas tremendas de tomarle el pelo y le dice:
- Pues muy fácil, primero hicieron la cuba y después quitando la tierra que había alrededor formaron la bodega.
Serapio se ríe y comprende que le estaban tomando el pelo, y cayendo en la cuenta de cómo podría ser, dice:
- Ahora caigo, una vez que hicieron la bodega, metieron las tablas y los aros e hicieron la cuba dentro de la bodega. De modo que esa cuba solo deshecha puede sacarse de aquí.
- Eso parece lo más lógico
Y Gumer llevándose el candil para abajo y agachándose se mete con él en la cuba que estaba puesta con la boca hacia abajo. Apoyada en dos soportes laterales de medio metro del suelo.
La mitad del cuerpo de Gumer quedo introducido en la cuba. Serapio, por unos momentos, se quedó a oscuras únicamente iluminado con la luz de la zarcera.
Ahora se podía observar mejor la bodega, era grande y espaciosa pero todavía les quedaba por ver el lagar que justamente estaba debajo de la zarcera.
En esto Gumer ha sacado su medio cuerpo de la cuba, y coloca algunas cosas que había estado escogiendo dentro, en una mesa cuadrada cercana a la enorme cuba. Por fin mete la mano y saca el candil encendido y vuelve a iluminarse el lugar cercano a la cuba Gumer se levanta y coloca el candil colgado de un clavo y dice al mismo tiempo que abre un pequeño bote de aceitunas que había sacado -:
- Toma.- Y le acerca el bote de aceitunas - porque el vino a secas...
Hablan, beben otro vaso de vino, y comen unas aceitunas, finalmente Gumer dice:
- Por aquí, vámonos hasta el lagar y ten cuidado donde pones los pies pues por ese lado está el depósito, donde va a caer el mosto cuando se pisa la uva y tiene bastante profundidad. Un año se nos cayó un niño de seis años, cuando estaba lleno de mosto.
- Y ¿qué pasó? ¿Se ahogó?- Pregunta Serapio con curiosidad.-
- No. Pero el niño cogió una borrachera de mosto, que después estuvo quince días lleno de granos por todo el cuerpo. No fue grave pero nos dio un susto tremendo. Después nos dijo el médico que la borrachera de mosto es la peor.
En esto llegan a una pared muy cerca de la tronera o zarcera . Allí estaba el lagar. Cuando se traía la uva, se la dejaba caer por la tronera y caía por su propio peso unos tres metros más abajo justo en medio del lagar. El suelo del lagar estaba ligeramente inclinado para facilitar la caída del mosto al depósito donde llegaba a través de una canaleta y en el punto donde comenzaba a caer a chorro se le ataba un cesto terrero, para impedir que con el mosto cayese también el orujo de las uvas.
El lagar está atravesado por una enorme viga, que hace las veces de lo que hoy llamamos una prensa. La viga que mide medio metro de lado tiene cerca de siete metros de larga y está empotrada en un carril de la pared por uno de sus extremos, y por el otro está sujeta en una viga tornillo, con la cual, girándola con otro listón, se hace subir y bajar la enorme viga.
- Esta viga - dice Gumer - es de Higuera.
- Quién lo diría, pues yo siempre pensé que las higueras tienen el corazón hueco, y nunca crecen tan derechas,- contestó Serapio que se encontraba perplejo. Pensó que el Sr. Gumer estaba de guasa y le quería gastar otra broma como la anterior. Pero no, esta vez hablaba en serio y repitió:
- Es cierto, esta viga, es de Higuera, y cuentan que cuando fueron por ella tuvieron que poner dos carros uno atado detrás del otro con cuatro bueyes. Tardaron dos meses en traerla, fue al final del s. XIV.
- Yo creí que quería decir que las habían sacado de una higuera - Replicó Serápio que no terminaba de aclararse.
- No, hombre no. La viga es de roble, pero se trajo de un pueblo que está más allá de Talavera de la Reina y el pueblo, que tiene un gran robledal, se llama Higuera. Le informó Gumer pacientemente.
El lagar en su parte derecha, al lado opuesto donde esta el depósito del mosto, tiene unos cestos para vendimiar. Están metidos unos en otros para que ocupen menos espacio, y los hay de dos tamaños distintos, unos son como de un metro de alto, y otros, que son los cestos terreros, como la mitad.
-Estos cestos hay que sacarlos de aquí, y el lagar y el depósito del mosto es necesario limpiarlos. Mira.
Y apuntando hacia la pared derecha del lagar, dice:
- Aquí antiguamente, estaba la puerta que comunicaba esta bodega con la de la bisabuela Hermeregilda, pues antiguamente todas las bodegas tenían pasadizos y se comunicaban unas con otras. Claro que las bodegas eran la única posesión, juntamente con los palomares, de las que no se hacían papeles, quiero decir escrituras.
Dice Gumer y añade a continuación: Bueno y con esto hemos terminado la inspección, ya no nos queda más que beber otro trago, y nos vamos. Pues el que va a la bodega y no bebe, por bebido se le tiene.
Y seguidamente coge el candil del clavo de la pared y enfilan las escaleras por el cañón arriba.
El sol de la tarde se ha disuelto en amarillo. La claridad azota fuertemente la cara y sobre todo los ojos, que no terminan de adaptarse a la nueva situación. Abren la puerta de la bodega, que había permanecido entornada, y en el horizonte el disco solar lucha con los tesos y altozanos del terreno por mantenerse a flote o hundirse totalmente dejando a la campiña a merced de la oscuridad de la noche que acecha.
El sol ha perdido sangre, el cielo se ha inundado de sangre, una nube y el arrebol nacarado y rosado de la tarde que rodea el sol como una bufanda - vendaje es incapaz de cortar la hemorragia. El vino convertido en sangre se derrama por montes y collados y hace imposible su contención. El sol ha perdido el empaque de su poder, ahora se le puede mirar a la cara.
El disco redondo del sol, con su pálida claridad, evoca el pan, centro del acto litúrgico religioso, el sol una vez más se inmola por nosotros. El dios sol muere.
Gumer dice a Serapio: Luego pásate por casa.
Echa el candado a la puerta y da dos vueltas de llave.
- Como Vd. Mande
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2. LA VENDIMIA
Llegó el día de la vendimia. El día anterior Serapio y Gumer habían estado limpiando la bodega: el lagar, el depósito y las cubas habían quedado limpios, y habían sacado los cestos, para la vendimia
Las mujeres van en cuadrilla: la Nemesia más contenta que nunca y la Julia su hija, que lleva un pañuelo blanco a la cabeza; la Andrea la hermana del cura, lleva un pañuelo negro a la cabeza y la Sebastiana que ha estrenado un pañuelo rosa para la cabeza va totalmente tapada, pues quiere conservar el cutis blanco; la Vitorina, señora mayor que muestra las tijeras colgando y atadas al refajo, y su hija Petra, jovencita casadera, entrometida y vivaracha, que trata de participar en todo y es amiga de Julia, y finalmente la última pareja que va un poco más rezagada, no porque anden más torpes sino porque van hablando de sus planes para el domingo. Se llaman Amelia y Cipriana
La Julia tenía muy buena voz y le gustaba cantar. Según camina, entona la canción y se vuelve para que las demás la secunden:
Los labradores por la mañana y olé
el primer surco es por su dama.
Ramos de flores y olé
a mí me gustan los labradores y olé
por la mañana que el primer surco y olé
es por su dama y olé.
Dicen que los labradores
tienen la vida en un hilo
si la tienen que la tengan
labrador es mi marido.
Así entre risas y cantos van haciendo el camino hasta el majuelo, que espera tranquilo y maduro.
Los hombres por su parte van en al carro enganchado a las dos mulas, que galopan bajo el látigo de Serapio. Le acompaña Sérvulo, un mozalbete hermano de Petra que se ofrece voluntario pues le gustaba Julia, aunque nunca se lo había dicho, pues esas cosas era mejor callárselas si uno no quiere estar en boca de todos.
Miguelillo se lo había dicho a sus amigos, van los cuatro: Miguelillo, Angel, Pedro y Juan, la pandilla. Ellos saben que tienen una función importante que hacer: sacar los cestos terreros para la orilla del majuelo y depositar la uva en los cestos grandes que después serían transportados por Serapio en el carro hasta la bodega.
Mientras tanto, van a su aire corriendo unas veces, entreteniéndose otras, pero siempre caminando en dirección a la viña.
Por fin se les ocurre que pueden ir caminando y jugando a la vez: Miguelillo se agacha colocándose los codos a la altura de la rodilla, y Pedro salta por encima y corre una distancia relativa y a continuación se coloca en la misma postura que había adoptado Miguelillo, seguidamente salta Juan quién lo hace también por encima de Pedro y finalmente se coloca igual que los anteriores. Practicando ese juego que tiene cierta semejanza con el de: Allá arribita arribita, o el de A la una anda la mula llegan sin darse cuenta hasta el majuelo.
Ya habían llegado Serapio y Sérvulo con el carro. Estaban descargando los cestos. Ponen los cestos grandes, que eran ocho, en fila, en la lindera del majuelo, a una distancia prudencial.
En este momento llegan las mujeres y van retirando un cesto terrero cada dos mujeres, de esta manera retiran cuatro. Y cuatro serán también las filas de cepas que irán vendimiando. Mientras tanto Serapio echa un cigarro y espera.
- Este año están las cepas muy cargadas. Comenta Serapio
Las mujeres han comenzado a cortar racimos y echarles en el cesto terrero, y cuando terminan una cepa siguen a la siguiente.
Las cepas están revueltas en el sentido, que los mismo unas son de uvas negras y otras son de uva blanca, no las separan, sino que las echan envueltas en el cesto. De la mezcla de las uvas blancas y negras nacerá el vino clarete, similar al que cató Serapio el día anterior en la bodega. El majuelo tiene las cepas perfectamente alineadas tanto horizontal como verticalmente.
Sérvulo y Serapio cogen otro cesto terrero y se ponen también a vendimiar, llevando siempre el cesto consigo. Sérvulo se pone a contar la historia de Agapito:
- ¿Sabes lo que le pasó el otro día a Agapito?
- ¿Qué le pasó? Indaga Serapio, mientras echa un enorme racimo blanco en el cesto.
Sérvulo, levantando la voz para que le oyera el grupo de mujeres, y sobre todo Julia, al mismo tiempo que corta un racimo y lo echa en el cesto, dice:
- Fue a vendimiar el otro día, y se llevó uvas de merienda. ¿A quien se le ocurre?.
Serapio le celebró la gracia y se rió, pero las mujeres apenas reaccionaron, tal vez no lo oyeron, únicamente Julia, que con su madre llevaba la fila contigua a la de Sérvulo, y estaba atenta a lo que dijera, se ríe con disimulo, pero también tímida y ruborosa no le dice nada a su madre. Pero inmediatamente corta con las tijeras un racimo agraz que había visto entre las hojas verdes de la cepa y le dice a su madre :
- Están verdes.
Y sin esperar contestación, se incorpora, respira profundo y entona la siguiente canción, a la que siguen el resto de mujeres:
Desde que vino la moda
que sí, que no, que ya,
de los pañuelitos blancos
que sí, que no, que ya,
parecen las labradoras
que sí, que no, que ya
palomitas en los campos.
Cuando termina de cantar la canción es Nemesia la que dando una voz a los muchachos, que estaban distraídos hablando de sus cosas, les grita diciéndoles:
- Miguelillo traer el cesto terrero vacío y llevaros éste, que ya está lleno. Y lo vaciáis en el otro. Deprisa.
Van Miguelillo y Juan con el cesto vacío y se lo cambian por el otro y entre los dos lo intentan llevar a la orilla, pero Miguelillo quería demostrar que podía llevarlo él solo y dice a Juan:
- Ayúdame a ponerlo al hombro.
- Ahora mismo .
Entre los dos cogen el cesto, y a un impulso de vaivén, lo colocan en el hombro de Miguelillo, que comienza a caminar orgulloso y satisfecho con la carga, hasta la orilla del majuelo donde se encuentra el cesto grande, y lo vacía en él.
Detrás de él viene Juan, con otro cesto para desocuparlo en el grande, y luego Angel que hace lo propio con otro, y a continuación viene Pedro.
Ya puede decirse que está trabajando toda la cadena: unos cortando los racimos y otros llevando los cestos llenos de uva, pronto se van a llenar los cestos suficientes para completar el viaje. Se trabaja duro y el ambiente está caldeado.
Se repiten los viajes con el cesto terrero al hombro.
Ya tiene carga suficiente Serapio para poner en marcha el primer viaje a la bodega. Le ayuda Sérvulo y entre los dos completan la carga en el carro, atan una cuerda por la parte trasera del carro para sujetar los últimos cestos y no se caigan con el vaivén del los baches y Serapio se sube al mismo y agarrando los ramales hace que las dos mulas se pongan en marcha. Serapio sabe que no puede correr pues va cargado y tiene que ir acercándose poco a poco a la bodega.
Una vez que pone en camino de vuelta las mulas y con mucho parsimonia entona una canción:
Dónde está la mi morena
Dónde está la mi salada
Dónde está la mi morena
Está a la fuente a por agua
está a la fuente a por agua
y un chulo me la entretiene
y yo la estoy esperando
por ver si viene o no viene
morena, morena
salada, salada.
Tus ojos, morena, me roban el alma
Por ellos yo muero, morena, morena
salada, salada.
Pólvora y fuego
en tu salero
perdigones y balas
hasta la boca
hasta la boca.
Levántate morenita
Levántate resalada
Levántate morenita
que va a venir la mañana
que va a venir la mañana
y también el mediodía.
Levántate resalada
Levántate prenda mía.
Gumer espera en la bodega haciendo los últimos preparativos, pues se esta disponiendo para pisar las uvas. Ha traído un cubo de agua limpia para lavarse los pies, cuando tenga que meterse en el lagar para pisar la uva. Y ha tratado de enjuagar una vez más el lagar.
Al llegar Serapio le abre la puerta de la zarcera. Y entre los dos comienzan a vaciar los cestos llenos de uva por la zarcera y desde allí la uva va a caer al lagar. Son unos tres o cuatro metros de altura, desde donde se lanzan las uvas hasta que caen, lo que supone que parte del trabajo de pisarlas se realiza por si solo durante la caída. Gumer, descalzo y con los pantalones arremangados hasta la rodilla, se lava los pies y se mete en el lagar y comienza a pisar el montón de uva recién llegado. Inmediatamente comienza a gotear el mosto que cae suavemente primero y posteriormente en forma de chorro al depósito.
Un olor suave y dulce se esparce pegajoso por todas las paredes y rincones de la oscura y húmeda bodega.
El proceso de modificar la uva en mosto se ha iniciado, el segundo proceso de cambiar el mosto en vino es más lento, aunque si bien es verdad menos trabajoso, pero más peligroso. Se hace prácticamente él solo .
El mosto del depósito pasará a las cubas, y en ellas colaborando la calidad de la madera de que están fabricadas, surgirá el vino con mejor o peor calidad después de la fermentación, en ese tiempo no se podrá visitar la bodega. Pues los gases que despiden vuelven peligrosa su respiración, habiéndose provocado más de una muerte, por no tener en cuenta esta situación.
Una vez vaciado el carro, recogen los cestos vacíos, los ponen en el carro y Serapio retorna hasta el majuelo cantando alegre la siguiente canción:
Con el as, el dos y el tres
si no me lo das que no me lo des
si no me lo das ya me lo darás.
Y tú que lo tienes roto tó
tú que lo tienes roto tó
tú te lo coserás.
Con el as, el dos y el tres
si no me lo das que no me lo des
con el dos el tres y el as
si no me lo das, ya me lo darás.
Ahora Gumer baja a la bodega y sigue pisando y despanzurrando las uvas con los pies. El sonido del mosto cayendo en el depósito se hace poco a poco más intenso y fuerte, las uvas blancas y negras sueltan un mosto generoso y dulzón.
Gumer ve con satisfacción el fruto del trabajo durante el año en la vid y recuerda: primero el podar los sarmientos, hacer las campanas a las cepas, arar el majuelo y esperar impaciente que con la lluvia y el tiempo la tierra diese sus frutos.
Serapio que ya va acercándose a la viña, divisa a Sérvulo que corre detrás de Julia por entre las cepas con las cuales Julia le esquiva. Y finalmente Sérvulo la da alcance y le hace con el mejor racimo, un lagarejo en la cara ante la risa y el regocijo de toda la cuadrilla.
Amelia y Cipriana piensan que Julia ha sido afortunada pues no ha tenido que esperar al domingo para lograr su objetivo.
El lagarejo es una forma un tanto primitiva y agresiva de demostrarle interés. Por eso Julia no se enfada.
Con este segundo viaje, o tal vez otro es posible que se termine la viña. No es mucho el terreno que en la actualidad se dedica al cultivo de la vid
Es claro que desde que el hombre aprendió a cultivar la viña y elaborar el vino consiguió dar un paso muy significativo en el proceso de su evolución. En la época de Noé, todo esto se conoce, él mismo llega a emborracharse con el fruto de la vid, y cuando está en el arca y duda si será posible encontrar tierra firme es la paloma la que le saca de esa duda, volviendo y trayendo una rama verde de olivo en el pico.
Es la cultura mediterránea, la que al aprender a cultivar el vino, el trigo y el olivo, comienza a romper sus ataduras a una situación primitiva y salvaje, y se instala en la entrada de la civilización siendo el cultivo y la elaboración de estos productos lo que constituye su razón histórica de ser diferente.