El folclore irlandés en la voz de Enya

 


La tradición ancestral de los Druidas explica al arte como el propósito de reunir a las personas alrededor de una creencia que se continúa.

Nacida en las tierras irlandesas de Donegal, Enya se conectó desde pequeña con la mística de las creencias de la historia fantástica de Irlanda. Y su música es un plácido reflejo de las leyendas que, aunque recreadas en estos tiempos, no pierden el impacto de la magia de los cuentos folclóricos.

Enya propone con conmovedoras y estéticas composiciones musicales recorridos imaginarios a los mundos ocultos de la tradición de su patria. La fluidez de sus partituras, las historias que narran las letras, escritas por Roma Ryan – una poetisa estudiosa del folclore irlandés – impactaron sobre el público mundial con el placer de una inquietante revelación.

Aunque las canciones que interpreta Enya, con voz emotiva y melodiosa como una invitación permanente a la ensoñación, hablen de la tierra de la eterna juventud o de la rivera de ríos tropicales, la propia artista explica que las raíces de sus composiciones están en la música clásica.

Desde 1982 trabaja en colaboración con el matrimonio Ryan (Nicky y Roma). La relación de este trío se remonta a los tiempos en lo que Enya participaba junto a dos de sus hermanos – Ciarán y Pól – una de sus hermanas – Máire – y dos tíos – Pádraig y Noel – del grupo Clannad. En esta "empresa familiar" Enya se encargaba de los teclados y hacía las voces de acompañamiento.

"Me atraían los maravillosos conceptos de Nicky acerca de las voces superpuestas y Roma tenía historias maravillosas de la mitología irlandesa, así que a fines de 1982 nosotros decidimos dejar Clannad para ver cómo progresaríamos nosotros tres juntos"; de esta manera explicó la cantante el comienzo de lo que sería una exitosa carrera como solista.

Uno de los primeros trabajos del trío fue el disco The Celts (Los Celtas), que fue la banda de sonido de una serie producida por la BBC (emisora de TV inglesa). Estas canciones se reeditaron con gran suceso en 1992. Pero fue en 1988, con el lanzamiento británico de Orinoco Flow que Enya logró trascendencia de megaestrella.

La artista es muy respetuosa de su intimidad, sus espacios y su tiempo. Y esta misma necesidad, manifiesta en su huidiza relación con la popularidad, es evidente en su música igualmente complaciente con los territorios de los oyentes. La música de Enya no invade con sonidos estridentes, sino todo lo contrario.

"Algunas personas piensan que soy muy melancólica. Yo no lo soy pero mis melodías sí. Yo siento esta melancolía en las canciones irlandesas tradicionales, mi gran pasión, porque tratan de la emigración o la pérdida de un ser amado", comentó Enya al ser consultada por el tono sutil de sus canciones.

La cantante es una exquisita embajadora de las voces de su tierra natal. "Yo sueño en gaélico, pienso en gaélico, cuento en gaélico"; porque asegura que de este modo las emociones van a ella de un modo natural. "Algunas veces cuando estoy intentando traducir del gaélico no puedo encontrar la palabra equivalente en inglés por que no consigo tanta profundidad".

Desde pequeña Enya estuvo relacionada con el arte. Es hija de un director de banda y de una maestra de música. Pasó gran parte de su infancia en un colegio religioso en donde estudió música y pintura, y en los primeros tiempos de su juventud, se destacó en las artes plásticas por sus paisajes en acuarelas.

En 1997, Enya compró un castillo en las cercanías de Dublín, donde vive desde entonces. "Está en medio de un valle, rodeado de árboles y arbustos, que miran al cielo. Allí realmente me siento como en casa". Nacida en una familia numerosa, la cantante disfruta de su presente soledad. "Necesito mucho espacio y tiempo para mí y por eso vivo sola. Pensar es importante", aseguró.

La cantante entendió desde siempre la importancia del impacto actual de la herencia histórica y cultural de sus ancestros y dedicó su trabajo a la revalorización y exaltación de los orígenes de su folclore, aún utilizando sintetizadores.

Su éxito quizás sea la convergencia, en su música, de estos dos mundos distanciados en el tiempo.

"Mi música mezcla antiguas canciones irlandesas con acústica electrónica, para regocijar el espíritu", explicó. Sus trabajos The Memory of Trees y Shepherd Moons fueron reconocidos con el premio Grammy.

Recelosa del suceso de sus álbumes, Enya prefiere mantenerse fiel al concepto que la consagró como una de las cantantes más exóticas de las últimas décadas: "la música que más me gusta es el silencio".

Por Jimena Aracama