Enya : una estrella mundial con alma de pueblerina

 

¿Qué es un día sin lluvia?

En un castillo del siglo 19, la casi legendaria autora y cantante charló con M Magazine sobre su nuevo disco 'A Day Without Rain'


¿Cómo es un día sin lluvia en Irlanda? Sencillamente es un día extraordinario, en el que domina el sol de manera gozosa y la gente camina de manera más ligera, con 1 ó 2 kilos menos de ropa y un semblante claro y despreocupado.
Es justamente así, o así pretende su autora que sea, el nuevo disco de Enya.

A Day Without Rain marca el regreso de esta princesa de la música etérea e hiperelegante, que en 1988 conmovió al mundo con las capas de sonido más emotivas e intrigantes que pieza musical alguna haya proyectado hasta aquel momento. Y posiblemente hasta ahora.

"Orinoco Flow", un placentero y emocional track salido de su segundo disco como solista (Watermark), fue un rotundo éxito mundial, y claramente es un sobreviviente de los cambios de década y los bruscos vaivenes de géneros musicales experimentados a últimas fechas.

En 1988 no existían Enigma o Deep Forest; Paul Simon recién había rediseñado el "world beat", y se colaba a cuentagotas por todo el mundo el culto a figuras como Dead can Dance y Clannad, banda de la que ella alguna vez formó parte.

Justo entonces, el spot seguía a Enya, quien misteriosamente se desvanecía tras una pared que separaba de modo tajante su vida profesional y su quehacer privado.

Tal como ahora. A seis meses de cumplir 40 años, y en el umbral de sus dos décadas de carrera musical en forma (aunque pisó un escenario por vez primera a sus 3 años de edad), Enya se mantiene tan reservada como cuando puso un pie en el estrellato; tan así que esta palabra no tiene relación alguna con su vida, afirma.

"Soy muy diferente a muchos", dice tranquilamente, con una voz sedosa que se ajusta perfecto a la escena en la que tiene lugar la entrevista: una amplia sala con decorado clásico, una chimenea a la derecha, un sofá de color crema de delicada gamuza, y grandes óleos cubriendo decenas de centímetros de los altos muros.

Pero esa diferencia no la etiqueta como un ser extraño o un "freak": es una mujer común y corriente, casi tanto como la vecina (elegante) de la cuadra.

La fama no la asusta, pero no es su platillo favorito en este "menú" que las compañías trasnacionales, y el mismo esquema del negocio del entretenimiento ofrece invariablemente a su elenco. Enya es una estrella mundial con alma de pueblerina.

Obediente a sus raíces, esta mujer bautizada en mayo de 1961 como Eithne Ní Bhraonáin (... si alguien puede pronunciar tal nombre) acomoda parte de la actual promoción de su nuevo disco para que se realice en un castillo del siglo 19, situado a hora y media de Dublín, en el condado de Wicklow, "lejos del mundanal ruido", como cita la película de John Schlesinger de 1967.

¿Qué significa esto? Ciertamente nada de hoteles de gran lujo o calles atascadas de vehículos y peatones, sino campiña, manadas de cabras pastando, verde, mucho verde que topa en una raya horizontal que se desvanece a eso de las seis de la tarde, para dar paso súbito a la noche y al imperio cada vez más punzante del frío, que parecen soportar todos los lugareños hasta con cierto orgullo.

Es ahí en un castillo (Humewood Castle, para una geografía completa), en esa amplia sala privada, que Enya descubre su gozo por A Day Without Rain.

Al pie de la chimenea, ella porta un sencillo vestido negro que contrasta con su blanco y magnífico rostro agudizado, pero lleno de suavidad; tal exquisitez está en proporción directa a los teclados de Watermark o A Day Without Rain, este último, un bocado musical que recupera la austera calidad épica de sus piezas más celebradas.

"El día que escribí la canción ("A Day without Rain", una delicada pieza de piano) fue un día sin lluvia. Aquí en Irlanda llueve todo el tiempo; un día sin lluvia es especial. Por eso, el título del disco lo puedes tomar literalmente o ir un poco más a profundidad: ¿qué significa un día sin lluvia para ti?

"Me gusta el hecho de que quien lo escuche se pregunte qué significa esto. Un día sin lluvia significa muchas cosas positivas, así que me gusta el hecho de que muchos tracks del álbum puedes interpretarlos a tu manera".

Enya se enorgullece de cada canción de sus apenas cinco discos de estudio, porque es como una artesana paciente de su propia música. No hay piezas de más en sus sesiones de grabación; no hay esperanzas de "outtakes" o "lados B", porque cada ciclo de composición da a luz exactamente a los temas que irán a parar a sus discos. Ni uno más ni uno menos.

A petición expresa, especialmente evoca el tema "Miss Clare Remembers" (la número seis en Watermark), una joyita que encierra en poco más de minuto y medio una indescifrable batalla entre la melancolía y la más absoluta desolación; una especie de dolor gozoso.

"Me has hecho feliz al recordar esa grabación", dice con sincera emoción, y abunda: "Es una de mis más tempranas grabaciones".

Pero enseguida contrapone el espíritu que cobija A Day Without Rain: un disco claro, con pocos nubarrones, según expresa.

"Creo que el nuevo disco tiene un sentido más positivo, y es porque así me siento", afirma sonriente.

Llegar a esta sentencia le tomó un riguroso examen de conciencia hace unos tres años, cuando se preguntó de golpe: "¿qué estoy haciendo?, ¿me gusta esto?, ¿le estoy dedicando el tiempo correcto a la música?".

"Todo mundo está en un viaje dentro de sí mismo", reflexiona seriamente, sin alterar la amabilidad de su rostro; "toma un momento detenerte y preguntarte si estás en el viaje correcto, si eres feliz o no.

"Mucha gente teme hacer esto, pero yo lo hice. Lo hice para mí misma, me pregunté en un nivel personal hace unos tres años que quizá estaba gastando mucho tiempo en la música, que debería tomar tiempo, tener una familia.

"Pero entonces pensé: no, ¿por qué me debo presionar a mí misma?, lo que ha de suceder sucederá; las respuestas a mis preguntas fueron muy positivas, el sentimiento fue de contento".

Finalmente, cuando terminó este álbum se dijo a sí misma: "no hay nada que cambiar".

"Los años que he estado trabajando en la música y con mi música es algo que amo hacer. Amo escribir música, interpretar música. Pero sí tengo que decir que he tomado más tiempo para mí misma".

Han pasado cinco años desde The Memory of Trees, disco por el que obtuvo su segundo Grammy (el primero se lo embolsó en 1992 por Shepherd Moons). En el intermedio, sin embargo, se metió de lleno a ensamblar el obligado disco de éxitos, Paint the Sky with Stars, publicado en 1997, en el que se incluyen dos canciones nuevas.

Tras tan agraciado (y agitado) periodo, y un corto descanso, en Enya por fin prendió la inquietud natural por producir un nuevo disco, en compañía de su equipo de toda la vida, los esposos Nicky y Roma Ryan, respectivos productor y letrista. Esto ocurrió en el verano de 1998.

"Sé que es mucho tiempo, pero es lo que necesito para poner todo en orden en un nuevo album", responde a la pregunta de por qué tanto en escribir un nuevo álbum. Imaginarla ideando nuevos temas no es cosa difícil.

"Voy primero al estudio. Me siento en el piano, toco algo, canto, y eventualmente empiezo a estructurar una melodía. Pero esto a veces toma tiempo; me han preguntado cuántas canciones no alcanzaron a estar en un álbum y respondo que lo que escuchas es lo que he escrito, porque creo que soy una compositora muy lenta".

Enya no es prolífica; de hecho, su proceso está marcado más por la calidad que por la cantidad. Las repeticiones en ella son un producto totalmente fútil; ella se concentra más bien en el desarrollo de un tema, de una canción (por ejemplo, "Anywhere Is", de The Memory of Trees) y le da vueltas, va hacia adelante y hacia atrás con el ánimo minucioso de una hormiga, pero con los ojos puestos en el cielo, en lo más alto.

"Busco una melodía que sea fuerte, pero que sea emocionalmente conmovedora, y de alguna manera relacionada conmigo misma, y eso lleva tiempo: buscar que diga algo, capturar ese momento lleva tiempo".



Y cuando llega ese momento...

"Es un momento especial porque me digo a mí misma 'esto es por lo que amo escribir música', porque es lo más gozoso, es un momento muy feliz. Entonces llamo a Nicky y Roma y les toco o canto, y los observo muy cuidadosamente porque tengo que ver que ellos sientan lo que yo siento. Y cuando veo su expresión digo ¡'sí'!".

La facilidad con la que los temas de Enya estrujan las emociones de sus oyentes (para bien o para mal) no es algo premeditado en ella. Lo jura.

"No es algo de lo que esté consciente, porque cuando estoy en el estudio, en este álbum o en cualquiera, olvido al escucha y olvido el éxito. Porque eso no te ayuda a escribir ninguna canción.

"El estudio es muy pacífico, muy quieto, no hay distracciones de ningún tipo, y eso es importante para mí, para sólo enfocarme en mi música. Y como te dije, me tengo que relacionar con mis melodías personalmente, así que eso es mi prioridad: es lo primero con lo que tengo que lidiar.

"Lo contrario sería como decir: 'voy al estudio a escribir música que relajará a la gente', ¿cómo puede alguien hacer eso? No lo puedes capturar, creo que la clave es que quienes escuchan mis temas sienten mis emociones y sienten que estoy compartiendo algo muy personal con ellos, y por consiguiente es personal para ellos también.

"Esa es la manera en que lo siento: que ellos puedan poner a andar sus emociones con la música, porque para mí es como abrir mi diario, así como un pintor u otro artista que expresa su sentimientos: doy mucho de mí misma a quienes escuchan, y ellos sienten que es algo muy personal".

Habla entonces con emoción del contacto que sostiene con sus fans, algunos de los cuales le hacen llegar cartas que ella aprecia con sinceridad.

"Me llegan cartas de escuchas y de fans, y muchas veces dicen sólo 'gracias por la música'. Es todo, pero algunas personas se abren para conmigo como un amigo, porque saben que yo me abro a ellas; sienten que sostienen una relación conmigo, no como una extraña, sienten que soy su amiga, y creo que eso es bastante alentador para mí.

"Avanzar tan profundamente con tanta gente es algo que me conmueve de veras. Hay personas que dicen: 'oye, ya has vendido tantos discos, eso no debería interesarte', pero están equivocadas. El hecho de que a la gente le guste mi música es tan importante para mí porque es algo que no doy por hecho".

La fama, dos sílabas de consecuencias devastadoras en muchos de sus colegas, es sólo una palabra para Enya.

"Mi música era ya famosa antes de que me conocieran; la gente ya conocía Watermark u 'Orinoco Flow' incluso antes de que supieran quién era yo. Así que siento que por eso puedo retener un estilo de vida privado para mí misma, lo cual es importante para mi música.

"Es maravilloso viajar por el mundo, pero es hay una parte que es muy falsa, te quedas en grandes hoteles, andas en limosinas...".

¿Cómo le haces entonces?

"Me gusta en cierta medida, porque he trabajado duro en el estudio; me gusta gozar de la compañía de gente, hablar con ella, realmente gozo viajar, tomar la oportunidad de ver diferentes culturas (no puedo aguardar a visitar México, por favor).

"Pero hay un momento cuando siento que ya es mucho, que ya ha hecho suficiente, ya he hecho mi apuesta, y es cuando siento que todo lo que venga apunta hacia este falso estilo de vida, donde las imágenes son lo más importante.

"Es entonces cuando pienso 'no quiero saber de eso, quiero ir a Donegal (región donde nació), a mi casa a ver a mis papás, a ver a la gente que me conoce, regresar a la vida: hablar, escuchar y vivir'. Creo que eso es lo más importante para mí, y eso es lo que te ayuda a mantener tus pies firmes en la tierra".

¿Qué tanto ha cambiado esta mujer desde que se hizo estrella hasta ahora? Es decir, millones de discos vendidos en el mundo (se dice que rondan los 30), dos premios Grammy, pueden desubicar a cualquiera.

"La única diferencia está en mi 'yo' interior. Me he relajado un poco, el éxito no me ha cambiado de ninguna manera, por el hecho de que puedo retener un cierto grado de vida privada.

"Nuevamente, creo que eso es lo que importa para la música, ¿de qué voy a escribir si no puedo experimentar mi vida?, ¿voy a escribir acerca de cuartos de hoteles, limosinas, estrellato? No es de eso de lo que escribo, escribo acerca de la vida, del amor, de vivir".

¿No tiene tentación de escribir un "Orinoco Flow parte 2"?

"Tiene que suceder que quiera escribir otro 'Orinoco Flow', pero ya lo hice, ¿por qué querría hacerlo de nuevo? Siento que me estaría engañando, es como decir 'esto venderá muy bien, porque vendió bien antes'.

Su nuevo disco sigue básicamente la línea de sus antecesores.

A Day Without Rain no rompe el molde, sino que lo pule con sabiduría. Si en The Memory of Trees (1995) el sonido Enya parecía un tanto exhausto y -en el otro extremo- sobrecargado, en el nuevo álbum se pasea la simpleza melódica, que sin embargo mantiene el matrimonio peculiar con el ornamento sonoro y reverberante que se le conoce desde Enya (1986, reeditado en 1992 como The Celts).

La piezas reinas son las que, como piedras preciosas que se juntan en collar, tienen nexos directos con "Orinoco Flow", "Book of Days" o "Anywhere Is": en este caso, hay que anotar a la suprema y marcial "Wild Child"; el nuboso vals de "Flora's Secret"; el minuto y medio de ensoñación de "Silver Inches"; y la tumultuosa "Lazy Days", que cierra el disco de manera encantadora y retumbante.

Mención aparte hay que hacer de "A Day without Rain", que en dos minutos y medio de murmullos cantarines y un piano verdaderamente celestial puede acercar el cielo al centímetro más interior de la tierra. Esto es una dosis de alivio, calma y confort.

Enya, en una palabra.


Martínez, Carlos A. "Enya : una estrella con alma de
pueblerina.- p. 24-28. - En M Magazine.- México.
- Año 15, no. 752 (nov. 19, 2000)