The Black Dragon Society
by Shougo Amakusa & Misanagi
Capítulo 9
"El primer Encuentro de 2 Amores"
ADVERTENCIA: Este
capítulo contiene escenas moderadas de tipo lemon; si lo lees es bajo tu propia
responsabilidad y que conste que te lo estamos advirtiendo. Al inicio del siguiente capítulo, haremos un resumen
editado de éste por si decides no leerlo; gracias.
El grupo de Kenshin había regresado de su viaje a Nagasaki, con
más interrogantes que respuestas en torno a esa Sociedad del
Dragón Negro, lo único de lo que estaban seguros era que no sería
fácil vencerlos, ya que su semilla de corrupción se había
esparcido como una gota de tinta negra sobre un recipiente de
agua cristalina. La noche de su regreso a Kyoto; se decidió que
dormirían temprano y en la mañana se separarían en grupos para
poder obtener información en la ciudad. Sayo, despertó al
escuchar el primer gallo y decidió ver si la cicatrización de
las heridas de Sanosuke no había tenido problema pues ya habían
pasado suficientes días para ello, además, quería verlo antes
que todos despertaran.
Sentía que lo hubiesen herido por protegerla, pero a la vez, era
la excusa perfecta para pasar más tiempo con él, de otro modo
su hermano no se lo hubiese permitido, o por lo menos no estaría
muy conforme que digamos con la situación. Entró en la habitación,
y la tenue luz de la lámpara que encendió le proporcionó al
rostro dormido de Sano un aspecto muy dulce e intensificó el
color verde de los ojos de Sayo, los cuales se habían llenado de
lágrimas de ternura. En el momento en que se acercó a la cama
de Sano, este despertó, la observo por un rato, y colocando su
mano en la mejilla de Sayo, dijo:
Sano: Sabes que no soy creyente, pero quiero
darle gracias a tu Dios por haberte puesto en mi camino. Eres lo
mas dulce y hermoso que poseo, no sé que sería de mi vida si no
te tuviera a mi lado........ Te amo.
Y sin dejar que ella pronunciase una sola palabra, rodeo su
cintura y la atrajo hacía él; de una manera muy suave retiró
los cabellos que cubrían su rostro, buscó sus ojos y la besó.
Un beso tierno, cálido y correspondido. No podía creer que un
tipo como él hubiese tenido la suerte de conseguir a una mujer
tan especial. Luego de un rato, ella se separó un poco de él.
Sayo: Creo que debo irme.
Sano: ¿Por qué?.
Sayo: No es correcto que esté acá a solas
contigo tanto tiempo.
Sano no le respondió con palabras, sólo se acercó a ella y la
besó de nuevo esta vez acompañó el beso de caricias, las manos
de Sano comenzaron a recorrer el cuerpo de su amada; Sayo lo notó
y trató de hablar, pero Sano le puso su dedo índice en la boca
y la besó por tercera vez; Sayo sentía escalofríos por todo el
cuerpo, sentía que las manos de Sano la quemaban, era algo que
nunca antes había experimentado y le gustaba, le agradaba esa
sensación; poco a poco las caricias de Sanosuke abarcaban más
terreno y eran más intensas; Sayo poco a poco perdía el control
de la situación y se entregaba a ese fuego del deseo que la
envolvía; ambos comenzaron a respirar de forma entrecortada y
una vez más Sano tomó la iniciativa; con ambas manos le comenzó
a quitar la capa superficial del vestido a Sayo, ella trató de
evitarlo unos instantes y trató de hablar pero sólo logro que
de su boca saliera un leve susurro que decía "por favor,
detente, Sano"; susurro que de inmediato se ahogó en un
gemido de ella.
Ni siquiera sabía porqué lo había hecho y ya no le importaba,
ella sentía como Sano la iba despojando de sus ropas y sentía
el deseo de lanzarse a lo desconocido; de pronto, algo más allá
de su comprensión la impulsó a quitarle el chaleco a él;
pronto Sanosuke había descubierto la parte superior del cuerpo
de su amada y comenzó a besarle el cuello, poco a poco comenzó
a bajar hasta sus senos y comenzó a besarlos; Sayo ya no podía
contenerse más, hasta ahora había luchado contra sí misma pero
ya no lo podía seguir haciendo; comenzó a acariciarlo mientras
él seguía besándola; luego, Sanosuke decidió ir más allá,
la belleza del cuerpo virgen de Sayo lo hechizó, era como una
droga de la que no se puede probar sin querer más; comenzó a
quitarle el resto de su ropa, esta vez Sayo no hizo nada para
evitarlo.
Pronto ambos se encontraron desnudos y abrazados, los dos estaban
entregados a la pasión y no pensaban en nada más; Sayo poco a
poco comenzó a gemir de placer ante las caricias de Sano, las
cuales también correspondían, lo cual le hacía gemir a él. Ya
ambos habían pesado cada parte del cuerpo del otro, no había
rincón en el cuerpo de sayo, que Sanosuke no hubiera besado y
acariciado; cuando ya no podían aguantar más, Sanosuke decidió
llegar al momento cumbre; se colocó encima de ella y con sumo
cuidado y muy despacio intentó entrar en ella; al principio fue
difícil pues ella era virgen y sentía algo de dolor, pero muy
poco comparado a todo lo demás que sentía en ese momento, no
pasó mucho tiempo hasta que Sano lo consiguió, justo en ese
instante Sayo intentó gritar, pero Sanosuke alcanzó a taparle
la boca justo a tiempo.
Sanosuke comenzó a
abalanzarse sobre ella con mucha suavidad y delicadeza, pues la
fragilidad que le inspiraba Sayo así lo exigía; en cada
embestida Sayo no podía evitar gemir y de vez en cuando ella
alcanzaba a decirle "te amo" a él, a lo cual él le
contestaba; los besos siguieron, al igual que las caricias; ambos
parecían un solo ser; Sano no podía creer que estaba haciendo
suyo a esa mujer, a ese ángel que bajó del cielo para
enamorarlo; nunca había sentido nada parecido por alguien en su
vida, ella le cambió su vida y ahora lo hacía una vez más;
ella ya no podía ser la misma, desde que conoció a Sano, algo
en ella nació y fue creciendo y ahora era suya, se había hecho
su mujer; y no se arrepentía, ella lo amaba y sabía que él la
amaba, no puede haber nada malo si dos personas que se aman se
demuestran su amor.
En poco tiempo se alcanzó el momento cumbre de la relación,
primero fue ella y luego él, era el premio merecido por todo lo
que habían hecho; cuando terminaron, el se colocó debajo de
ella y ella se acostó sobre él; poco a poco ambos comenzaron a
regresar a la realidad de donde habían escapado.
Sayo: Sanosuke; la verdad no sé cómo pasó
esto.
Sano: Yo tampoco.
Sayo: No estuvo bien; al menos no para mí.
Sano: ¿Te arrepientes de que haya sucedido?.
Por favor, se honesta.
Sayo sabía que responder esa pregunta traería como consecuencia
muchas cosas y ella misma no sabía si estaba preparada por lo
que decidió callar; ese gesto le dolió mucho a Sanosuke, quien
lo entendió como un "Sí".
Sano:
Creo que debes vestirte, en realidad no deberías estar aquí;
lamento que todo esto haya sucedido, creo que me aproveché del
momento.
Sayo iba a decirle que no, que no se arrepentía, pero no pudo,
decidió vestirse y salir de la habitación; al hacerlo fue a la
suya y cuando llegó comenzó a llorar, eran demasiadas cosas
juntas para ella, sólo le quedó llorar y llorar; mientras tanto
en el cuarto de Sano, él se acostó boca arriba, sintiéndose
como el peor de los hombres por haberle robado la inocencia a
ella. Poco tiempo después salió el Sol, y luego de un desayuno
ligero todos se reunieron para intercambiar información. (Sano y
Sayo incluidos).
Kenshin: Bien, por lo que se ve nos perdimos de
mucho, ¿Cómo sigues, Sanosuke?.
Sano: Bien, ya estoy casi recuperado de mis
heridas.
Shougo: Y ustedes también tuvieron algo de acción.
En pocos minutos se pusieron al tanto de todo y luego se
separaron en grupos para tratar de obtener alguna información en
la ciudad y sus alrededores pero no lograron nada, en la noche se
encontraron de nuevo, frustrados.
Saito: Esa gente está muy bien organizada.
Misao: Ni siquiera nosotros podemos encontrar
información de ellos.
Kenshin: La verdad es algo increíble.
Soujiro: A mí me llamaron para pelear contra
esa Sociedad, y hasta ahora, lo que hemos hecho es defendernos de
sus ataques.
Aoshi: Sólo juegan con nosotros, desean saber
hasta dónde podemos llegar.
Saito: Regresaré al cuartel de policía para
ver si consigo alguna información adicional. ¿Vienes, Cho?.
Cho: Sí, espero que tengamos suerte.
Saito: Regresamos mañana para decidir de una
vez qué haremos.
Aoshi: Iré al templo, si quieres puedes venir,
Soujiro.
Soujiro: No es mala idea, vamos.
Shouzo: Bueno, hoy me toca el primer turno de
vigilancia acá.
Kenshin: Yo te relevaré y tomaré el 2º turno.
Shouzo: Gracias.
Shougo: Creo que iré a dormir.
Misanagi: Yo también.
Todos se fueron a dormir y en el Aoia reinaba la calma; al día
siguiente, muy temprano, Sayo fue a la habitación de sano, al
entrar.
Sano: No debes estar aquí, Sayo.
Sayo: Sólo vine a ver tus heridas.
Sano: No te preocupes, ya lo hice, están bien.
Sayo: Trata de entenderme, Sanosuke.
Sano: Eso hago, y por esa razón es te digo que
no quiero que estés aquí; tienes razón, lo de ayer no debió
pasar; nuevamente te pido disculpas por eso; fui un verdadero
canalla contigo, y hasta me siento un traidor.
Las palabras de Sanosuke le hicieron mucho daño a Sayo, ella sabía
que tenía la culpa de esa actitud de él, pues ella debió
decirle la verdad; que no se arrepentía, que ese fue el momento
más feliz de su vida, pero le aterraban las consecuencias de
hacerlo; pero sabía que eso iba a significar el fin de todo y no
lo soportaría, se armó de valor y decidió decirle todo.
Sayo: Antes de irme quiero que sepas algo.
Sano: Te escucho.
En ese instante, una espada cortó el panel que dividía la
habitación y tres sujetos aparecieron de la nada. Dos de ellos,
a una velocidad imperceptible, tomaron a Sano y lo colocaron boca
abajo, ejerciendo presión con sus rodillas sobre su espalda
herida, que nuevamente volvió a sangrar. El tercero logró
atajar a Sayo, mientras ella trataba de escapar gateando de la
habitación. Le tapó la boca, y le sostenía los dos brazos atrás
de la espalda, haciéndole daño por lo que podía verse en la
expresión de la chica. Uno de los que sujetaban a Sano, le dijo
en voz baja.
???: Le advertimos que no se entrometieran. El
precio que pagarán por haberlo hecho será muy alto.
Una vez dicho esto, golpearon a Sano con la vaina de una espada y
este cayó inconsciente. Ya fuera de la casa y apunto de
desaparecer en la oscuridad de la noche, Sayo logro liberar su
boca de la mano que la silenciaba:
Sayo (gritando): ¡¡¡¡Sanosuke!!!!.
El grito desesperado llegó a oídos de su hermano, que
inmediatamente se levantó y encontró a Sano desmayado en el
suelo y con los vendajes de su espalda manchados de sangre. Trató
desesperadamente de hacerlo reaccionar, mientras lo hacía,
Kenshin llegó a la habitación y Aoshi, observaba desde la
puerta.
Kenshin: ¡Sano!. Pero, ¿Qué sucedió?
Shougo: Eso trato de averiguar, escuche a mi
hermana gritar su nombre, y lo encuentro a él aquí tirado y sin
rastros de Sayo.
Kaoru, quien había visto lo que pasaba, junto con el resto del
grupo que miraban desde la puerta, entró con un frasco de sales
para reanimar a Sano.
Kaoru: Aquí tienes, a lo mejor esto ayudará.
Shougo: Gracias.
Shougo tomó las sales de las dio a Sanosuke.
Sano (despertando violentamente): ¡¡Sayo!!.
¡¡¡Suéltenla!!!. ¡¡¡No se la lleven!!!.
Kenshin: Pero, ¿Quién se llevó a Sayo?
Sano (volviendo en sí): Los de la Sociedad,
dijeron que era el precio que teníamos que pagar por haber
metido nuestras narices en sus asuntos.
Shougo: Voy a buscarla.
Kenshin (deteniéndolo antes que pudiera salir):
Pero, ¿Dónde?. Pudieron haber ido a cualquier lado.
Misao (escudriñando el suelo): Estos son restos
de barro arcilloso, estos tipos de suelo solo se encuentran cerca
de las minas de carbón que están en las montañas.
Shougo: ¡Eso me basta! ¡No intentes detenerme
ahora Kenshin!
Kenshin: Pero no debes ir solo, por lo menos déjame
acompañarte.
Shougo asintió colocando su mano en el hombro de Kenshin, pero
Saito, quien llegaba en ese momento, comentó:
Saito: No es prudente que las dos únicas
personas que dominan el estilo Hitenmitsurugi abandonen el Aoia,
podría ser precisamente lo que ellos están buscando.
Okina: Quienes conocen bien los alrededores de
las minas son los Ninjas del grupo Sanada.
Todos voltearon hacia Misanagi.
Misanagi: Muy bien, está dicho, yo iré contigo
a buscar a Sayo. Además estoy en deuda con ella.
Shougo (tomando a Kaoru de la mano): Quita los
vendajes y úntale esta crema, ayudará a cicatrizar nuevamente,
que no se levante o no lo contará.
Kaoru: No te preocupes, Shougo.
Misanagi y Shougo fueron a sus habitaciones a cambiarse y
partieron al alba.
¿Qué pasará con Sayo?. ¿Logrará Shougo salvarla?. ¿Cuál será el próximo movimiento de la Sociedad?. No se pierda el siguiente capítulo.
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