The Black Dragon Society
by Shougo Amakusa & Misanagi
Capítulo 10
"Algo más que un Rescate"
ADVERTENCIA: Este capítulo contiene escenas fuertes de tipo lemon; si lo lees es bajo tu propia responsabilidad y que conste que te lo estamos advirtiendo. Al inicio del siguiente capítulo, haremos un resumen editado de éste por si decides no leerlo; gracias.
En el capítulo
anterior Kenshin y los demás regresaron a Kyoto y tuvieron un
intercambio de información con los que estaban en el Aoia; también
Sano y Sayo fueron más allá de los besos en su relación; poco
después Sayo fue raptada y Shougo y Misanagi salieron a buscarla.
Había pasado más de la mitad del día, y Shougo y Misanagi habían
llegado a lado más profundo del bosque, donde era más que
imposible que un rayo de Sol lograse profanar la virginidad del
suelo. De pronto:
???: Debemos apurar el paso, mi hermana puede
estar en peligro.
Misanagi: Qué rápido olvidas tus propias
palabras; cálmate, este bosque es la trampa perfecta.
Desde los árboles somos presa fácil para una emboscada. Mi
lentitud tiene como único propósito el percibir cualquier
sonido que sea diferente al de nuestras pisadas. No hubo
terminado la frase, cuando el silbido de seis estrellas negras se
escuchó; una de ellas rozó levemente la túnica de Amakusa y
las otras fueron desviadas por el Samurai hacia la corteza de un
árbol.
Misanagi: Te lo dije.
???: Prepárense, van a morir.
Pero Misanagi, gracias a su oído entrenado, sacó su daga y con
un movimiento casi imperceptible la lanzó. Unos metros más
adelante, cayo un cuerpo inerte, el cual fue sujetado por Amakusa,
halándole del cuello.
Shougo: Dinos. ¿Adónde se la llevaron?. ¡Hazlo
ya!.
???: Prefiero morir antes que traicionar a los míos.
¡Por la Sociedad! (y se enterró una daga en el corazón).
Shougo (lanzando el cuerpo contra el suelo): ¡Malditos!.
¡Malditos!, ¿Qué clase de demonios son, que prefieren morir
antes de traicionar a su endemoniada Sociedad?.
Misanagi (pasando por su lado y encaminándose hacia la
montaña): Vamos, debemos continuar.
Shougo: Creo que esto es tuyo.
Shougo le dio la daga a Misanagi, la cual había retirado del
cuerpo del sujeto. Pronto llegaron a las minas y comenzaron a
revisar uno a uno, los túneles de las mismas, pero sin hallar
ninguna pista que los orientara. En camino hacía otro de los túneles,
comenzó a llover de forma copiosa, al principio continuaron la búsqueda,
pero ya Misanagi sentía los efectos de la lluvia sobre su
percepción visual. Llegaron cerca de una cascada y mirando a
Shougo le dijo:
Misanagi: Shougo debemos esperar que la lluvia
amaine, me es imposible ver algo más allá de mis manos
extendidas y eso nos perjudica. Estoy tan preocupada como tu por
Sayo, pero de esta forma no la ayudamos.
Shougo (irónico): ¿Qué sugieres?. ¿Regresar?
Misanagi: No, detrás de la cascada hay una
cueva que nos refugiará, solo los del clan Sanada sabemos su
existencia. Ahí esperaremos que disminuya la intensidad de la
lluvia y posteriormente continuaremos la búsqueda.
Shougo: No es que sea de mi agrado el perder
este tiempo preciado, pero reconozco que tienes razón.
Ambos rodearon la cascada y entraron por un pasaje a una cueva
ubicada detrás de la cascada, donde podía verse la caída del
agua. Misanagi hurgó en la cueva, encontró unas ramas y logró,
no sin cierta dificultad, encender un tenue fuego. Amakusa se
quitó la túnica y se sentó junto a ella.
Misanagi (tiritando): Suerte la tuya de cargar
una túnica, por lo menos no estás hecho ....
No la dejo continuar; él se acercó aún más y la rodeo con sus
brazos.
Misanagi (tratando de separarse): Oye... ¿Qué
crees haces?.
Shougo: No mal interpretes, la cueva es de
piedra sólida y la caída de agua ayuda a enfriar el ambiente
mas de lo normal; tú estás empapada y debes mantener el calor
del cuerpo, si no quieres sufrir de una hipotermia.
La miró tan fijamente y sin un asomo de emoción, que ella optó
por colocarse lo mas cerca de él, con la cabeza entre sus
rodillas y tratando de controlar los temblores, que no sólo eran
producidos por el frío de la cueva.
La lluvia se hacía más fuerte y el frío aumentaba, ambos seguían
abrazados sin proferir palabra hasta que Shougo rompió el
silencio.
Shougo: ¿Estás con nosotros en esto?.
Misanagi: ¿Por qué me preguntas eso?. ¿Aún
desconfías de mí?.
Shougo: No, bueno realmente no sé, pero es que
nunca has dicho tus motivos, no sabemos nada de ti.
Misanagi: No es menos de lo que yo sé de ti.
Shougo: Bien, ya sabes que soy un Samurai
cristiano y que tuve mis "diferencias con Kenshin".
Misanagi (irónica): Vaya, ahora dejar ciego a
alguien y casi matarlo se llama "tener una diferencia".
Shougo: Veo que ya sabes eso.
Misanagi: Sí.
Shougo: No me critiques, tú también tuviste
tus "diferencias".
Misanagi (riendo): Ahora que lo mencionas, sí.
Shougo: De verdad siento que tu novio o
prometido se haya muerto de esa forma.
Misanagi (con cara triste): No era mi novio, yo
lo amé una vez, pero él se fue y no tuve noticias de él salvo
por las que podía averiguar por mi misma, esa indiferencia me
hizo mucho daño.
Shougo: ¿Ya no lo amas?.
Misanagi: Cuando recibí la carta en que me pedía
que lo buscara tuve mis dudas, pero cuando lo vi, a pesar de que
él aún me amaba, mi corazón no se estremeció con su presencia,
sé que ese sentimiento poco a poco se fue acabando y ya no queda
nada de él. Y el propósito de mi alianza con ustedes es poder
resarcir de alguna forma el daño que le hice a mi pueblo, cuando
por mi culpa se perdió la medicina milagrosa.
Shougo: Yo también pasé por lo mismo.
Misanagi: ¿Cómo?.
Shougo: Mis padres fueron asesinados frente a mí
cuando era un niño. No pude hacer nada para evitarlo, tuve que
huir, pues era la esperanza de mi gente; y tuve que ver como los
mataban; nunca me he perdonado eso, debí hacer algo.
Misanagi: De verdad lo siento.
Shougo: No te preocupes; me tocará vivir con
eso.
Misanagi: Nos parecemos mucho; ambos ocultamos
nuestros sentimientos.
Shougo: Tal vez. Ya ha comenzado a anochecer,
tendremos que dormir aquí.
Misanagi: Ya veo.
Misanagi a medida que hablaba se iba poniendo más nerviosa, sentía
mariposas en el estómago y no sabía qué hacer; Shougo pasaba
por la misma situación, ya era insoportable sentirse de esa
forma. Ellos siguieron hablando y por un momento Misanagi volteó
a ver a Shougo y ambos quedaron frente a frente y con sus bocas
muy cerca; Shougo no se contuvo más y besó a la Ninja. El beso,
para sorpresa de él, fue correspondido por ella; al separarse.
Shougo: Por primera vez en mucho tiempo no tengo
la menor idea de qué decir.
Misanagi: Ya somos dos.
Shougo: ¿Qué significa esto?.
Misanagi: Que ya no podemos seguir ocultando lo
que sentimos el uno por el otro; tarde o temprano esto iba a
pasar.
Shougo: ¿Qué sientes por mí?.
Misanagi: Me pones en un apuro, es algo muy
distinto a lo que sentí por Snyder; es más fuerte, es diferente.
Shougo la miró fijamente, trataba de encontrar por si mismo la
respuesta que deseaba. Le sorprendió la claridad de su mirada,
sin un asomo de miedo o desconfianza, tomó la barbilla de
Misanagi con su mano derecha y ella tomó la mano de él.
Misanagi: ¿Y tú?.
Shougo no respondió sólo se acercó a ella, rodeó su cintura,
la atrajo contra él y la besó nuevamente, esta vez de forma más
intensa; ella comenzó a acariciarlo y él le correspondió;
ambos recorrían el cuerpo del otro, haciendo que el frío fuese
desapareciendo lentamente y se convirtiese en una cálida y
placentera sensación. Comenzó a desvestirla y ella lo hizo con
él; ambos quedaron desnudos y siguieron descubriéndose el uno
al otro lentamente, como si cada rincón de sus cuerpos fuera un
oasis de placer para el otro; él le besaba la boca, el cuello,
sus brazos, sus senos, todo su ser; se detuvo en sus senos y
comenzó a rodear sus pezones con su lengua a lo que Misanagi
reaccionó gimiendo de placer; ella lo acariciaba y a veces
clavaba sus uñas en la espalda de él.
Shougo, mientras seguía explorando el hermoso cuerpo de Misanagi
con besos tiernos y caricias, a la vez se sentía impresionado
por la capacidad de había tenido esa mujer de envolverlo en esa
mezcla de sentimientos, primero indiferencia, después
desconfianza y hasta rechazo, pero al mismo tiempo deseo, ternura
y hasta un sentimiento más grande, que él mismo no llegaba a
explicarse que era. Esta vez Misanagi tomó la iniciativa y
comenzó a besarle el pecho sin dejar de recorrerlo con las manos;
Shougo también gemía y ambos respiraban de forma entrecortada;
él la tomó y la puso boca arriba, luego comenzó a besarle
desde el pecho y fue bajando hasta su entrepierna donde se detuvo
para acariciarla con su lengua; los gemidos de Misanagi
aumentaron en volumen cuando Shougo hizo esto, ella sólo pedía
más y él se lo daba, logrando llevarla a la cumbre del placer
en dos ocasiones; luego ella lo jaló hacia sí; y mientras
recorría su cuerpo con sus manos, quiso premiarle también, a lo
que él respondió alborotando su cabellera, gimiendo, y levantándola
de forma súbita para volver a besarla en la boca otra vez.
Al fin había llegado el tan ansiado momento para ambos; Shougo
la acostó e inició la penetración; Misanagi era virgen, pero
no sintió dolor alguno, estaba demasiado extasiada como para
sentir otra cosa que no fuera placer; Shougo entró en ella y
Misanagi lanzó un grito que se confundió con los truenos
producidos por la tormenta, pero en verdad era difícil decir cuál
tormenta era peor si la de la lluvia, fuera de la cueva; o la de
dos seres que se unían en cuerpo y alma a un sentimiento muy
fuerte, que borraba poco a poco, los desacuerdos y las
desavenencias que marcaron sus primeros momentos.
Shougo al inicio se mecía suavemente sobre el cuerpo de Misanagi.
pero poco a poco fue haciéndolo con más fuerza y Misanagi así
lo pedía; luego de un rato, ambos giraron y ella quedó sobre él,
ella tomó el control de todo y comenzó a acariciarlo; ambos lo
hacían, ambos gemían y algunas veces gritaban de placer, ella
le besaba el pecho y el la tomaba de los cabellos y la pegaba
contra él; muchas formas de amar siguieron a esta y luego de
muchos minutos de intensa pasión llegó el momento cumbre de
todo, ambos descubrieron el paraíso, ella estaba debajo de él y
ambos se quedaron así por mucho rato hasta que, volteándose,
Shougo la tomo entre sus brazos como si no quisiera dejarla ir,
como con una sensación de miedo, de que ese cuerpo que amó se
volviese etéreo y como si los sentimientos que afloraron esa
noche solo hubiesen sido un sueño. Lo que él no sabia, es que
el abrazo correspondido por parte de Misanagi fue la manera
silenciosa que tuvo ella de calmar ese miedo, pues ella también
deseaba que esa unión se tornara permanente. Antes de quedarse
dormidos; sólo atinaron a decirse un "te amo"
imperceptible, que pareciera más bien haber sido dicho en sueños.
Al día siguiente Misanagi despertó a su lado, recorrió su
rostro con la mirada lentamente, esa expresión triste en él le
hacía amarlo más, si eso era amor. Eran deseos de ser suya, de
protegerlo y si fuese necesario, hasta sacrificar su vida por la
de él. Colocó su cabeza sobre su pecho y escuchando el latido
pausado del corazón de Shougo, pensó en su primera vez y se
alegró de que hubiese sido él.
Misanagi: No, no fue un sueño, fue una
maravillosa realidad.
Y diciendo esto, besó tiernamente los labios de Shougo, que
despertó plácidamente, tomo el rostro de Misanagi entre sus
manos y retirando los cabellos de sus ojos, para poder contemplar
plenamente esa mirada que le fascinaba, le dijo:
Shougo: Hola.
Misanagi: ¿Cómo estás?.
Shougo (irónico): Algo agotado, alguien me hizo
gastar mucha energía ayer.
Misanagi (sonriendo): Siempre con tu humor negro,
¿verdad?.
Shougo (levantándose y ayudándola a ella a hacerlo
también): Es parte de mí. Pero tenemos otras cosas que
hacer.
Misanagi: Tienes razón.
Ambos comenzaron a vestirse, volteados de espaldas, como si el
pudor no hubiese desaparecido por completo. Él quiso verla por
última vez, tal y como la había conocido anoche, recorriendo
palmo a palmo su blanca piel y el sentimiento se hizo presente de
una forma clara, tanto en su mente como en su corazón, que acercándose
a ella y rodeando su cintura, le susurro al oído:
Shougo: Amor.
Misanagi: ¿Eh?.
Shougo: Me hiciste una pregunta ayer y no la
contesté, lo hago ahora; lo que siento es amor.
Misanagi (volteándose y abrazándolo también):
También te amo, Shougo.
Shougo: Vaya y me burlaba del amor y más del
amor a primera vista; ahora puedo entender mucho más a mi
hermana.
En ese momento su rostro cambió.
Shougo: Voy a aplastar a esos degenerados, me
las van a pagar.
Shougo se dispuso a salir de la cueva sin hacer caso de Misanagi
y ella sólo bajó la cabeza un tanto dolida por eso; pero súbitamente
el Samurai se detuvo en la entrada y le extendió su mano derecha
a ella.
Shougo: ¿No vas a venir?. No quiero acabarlos
sin que tú estés allí para verlo; pues supongo que ya tenemos
una relación, ¿no es así?.
Misanagi: Sí, así es.
Y Misanagi tomó la mano de Shougo.
Shougo (sonriendo): Pero que quede claro que aún
no confío en ti.
Misanagi (sonriendo): Eso es lo que me atrajo de
ti; tu amabilidad.
Shougo: *sigh* Ya hablaremos con más calma, por
ahora debemos encontrar a mi hermana.
Y ambos reanudaron su búsqueda por las minas luego de este
"receso".
¿Qué pasará ahora?. ¿Podrán rescatar a Sayo?. ¿Qué pasará entre Misanagi y Shougo y entre Sano y Sayo?. No se pierda el próximo capítulo.
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