The Black Dragon Society
by Shougo Amakusa & Misanagi
Capítulo 24
"La Calma que Precede a la Tormenta"
Habían pasado ya dos semanas desde el último enfrentamiento con los miembros de la Sociedad del Dragón Negro. Los heridos estaban completamente restablecidos y se preparaban para enfrentarse nuevamente a la gente de Takashi; quien aún se encontraba en los buques que habían atracado en una bahía cercana a la ciudad de Osaka. Uno de sus hombres entró precipitadamente al camarote del capitán y se hincó sobre su rodilla izquierda mientras apoyaba la mano derecha sobre el piso. Una figura alta que estaba parada sobre la galería del camarote a través de la cual se podía observar el ocaso, escuchaba lo que su informante había venido a comunicarle, una noticia poco agradable para sus oídos.
???a: ¿¡Qué has dicho!? ¿Están seguros?
???b: Sí, mi señor, no hay duda alguna.
Takashi (apretando sus puños): ¡¡Maldición!! ¡¡Maldita sea tu suerte Battousai!!
???b: ¿Qué quiere que hagamos Maestro?
Takashi: Mantengan la vigilancia sobre el Aoia y de sus ocupantes, quiero estar informado de cada uno de sus movimientos, ...¡Ahora vete!.
???b: Sí maestro ¡Por la Sociedad!.
Al decir estas palabras el sujeto desapareció; Takashi se acercó a la mesa y se sirvió un vaso de Sake, no hubo terminado el trago cuando lanzó con rabia el vaso hacia el fuego que ardía en el hogar. Klaudia entró al camarote al instante en que el resto del alcohol que contenía el vaso producía una pequeña explosión. Klaudia observando cuan contrariado estaba Takashi, apoyó primero sus manos y luego su mejilla sobre la amplia espalda de él. Se quedó así sin pronunciar palabra. Lo conocía, sabía que se lo diría sin necesidad de pedírselo y no estaba lejos de conocer el motivo de su mortificación.
Takashi (sin dejar de observar las flamas, que eran menos intensas que la rabia que lo carcomía en su interior): Están vivos.
Klaudia : ¿Todos?
Takashi: Sí, todos lograron sobrevivir a la explosión, no me explico como, pero al final el cómo no es lo importante, lo que cuenta es que están ¡Vivos!
Takashi no pudo observar la sonrisa que Klaudia esbozó al saber que tendría la oportunidad de enfrentarse de nuevo con Amakusa. Realmente el Samurai la había impresionado, primero por su decisión de entregarse sin luchar a un suicidio seguro y posteriormente su fiereza y su determinación de volver a la vida y pelear de aquella forma tan particular -¡Malditos Ninjas, siempre metiendo sus dagas donde no les llaman!-.
Klaudia (con voz sugestiva): Vamos, no me digas que internamente no te sientes contento. Esto representa una nueva oportunidad para demostrarle quien es realmente el mas fuerte. Si hubieran muerto en la explosión, hubiese sido demasiado fácil. ¿Por qué perder el placer de verlos morir derrotados frente a nosotros?
Takashi (volteándose y tomando a Klaudia de los brazos): ¡Eres deliciosamente intrigante! Por eso te considero una mujer muy inteligente, a veces tanto, que hasta yo llego a tenerte miedo, Hitokiri Klau.
Klaudia (separándose de Takashi y dirigiéndose a la galería): ¿Qué piensas hacer ahora?
Takashi (desenrollando un mapa sobre la mesa): Por lo pronto, nuestros hombres irán sembrando la semilla de la desolación en los poblados de Hitachi, Nagano y Yokohama, que rodean la ciudad de Tokio. Ello creará malestar entre la población y nuestra gente se encargará de promocionar una turba en contra del gobierno.
Klaudia: Pero ¿Qué pasará con la gente de Kenshin? No te oí nombrar a Kioto.
Takashi: Kioto volverá al esplendor que tuvo, será el asentamiento de nuestro Gobierno, por eso no quiero que un montón de campesinos sucios la destruyan con saqueos. Además, el que Kioto permanezca en relativa calma, les hará pensar a Himura y a los otros que todo está en calma.
Klaudia: Acaso los consideras tan inocentes. ¿Cuánto tiempo puede darnos? Recuerda que entre ellos está ese oficial del Gobierno, Saito Hajime, e imagino que tendrá acceso a la información del ataque a Tokio.
Takashi (tomando con la mano el mentón de la Samurai): Mi querida Klaudia, todo está planificado, la discordia entre la población se ha ido esparciendo como una gota de aceite sobre papel, lenta y silenciosamente. El éxito de nuestro ataque se basa en la sorpresa. No tendrán tiempo de defenderse y mucho menos de informarles nada a ellos.
Klaudia: Pero y entonces qué planeas hacer con la gente de Himura.
Takashi (sonriendo): Conozco esa impaciencia y te dejaré satisfacer tus deseos de enfrentarte de nuevo a ese Samurai Cristiano.
Klaudia (asombrada): No.., no es...
Takashi (sirviendo dos vasos de Sake y ofreciendo una de ellas a Klaudia): Quiero que tus hombres ataquen el Aoia en dos días. Yo me encargaré de propiciar el encuentro entre ese Samurai y Tú. Además quiero complacer también a Melders y entregarle a esa Ninja en bandeja de Plata.
Ambos tocaron la punta de sus vasos en señal de triunfo. En tanto en el Aoia, Saito esperaba por Kenshin en el patio, estaba apoyado de un árbol fumando un cigarrillo y observando la caída de las primeras hojas que anunciaban la entrada del otoño. El colorido de un kimono lo sacó de su abstracción. Al principio no reconoció a la mujer que lucía tan hermoso atuendo, acostumbrado a verla vestida como una guerrera o con sus vestiduras ceremoniales. Tenía una figura delicada, aún cuando sus formas femeninas no pasaban desapercibidas; y su cabello suelto que caía sobre sus hombros, daba a su rostro un aspecto dulcemente sensual. De pronto, Saito se vio sorprendido por un ligero sentimiento de atracción hacia esa hermosa aparición, pero por un lado la imagen de su esposa se mostró ante él como un escudo protector y luego recordó que los sentimientos de esa mujer ya tenían dueño, a quien se le hacía sumamente interesante enfrentar, pero que realmente no sería muy cuerdo hacerlo por motivos de honor. Aspiró por última vez el cigarrillo, antes de lanzarlo al suelo y apagarlo con la punta de su zapato.
Saito (sin levantar la mirada de la colilla recién apagada): Te ves hermosa.., ahora entiendo porqué Amakusa quiere hacerte su esposa.
Misanagi (algo azorada, como líder de los Sanada no estaba acostumbrada a recibir halagos por su belleza): Gracias Saito.., ¿te ha dicho algo él?
Saito: No, bien sabes que Amakusa es muy reservado. Pude escucharlo cuando su hermana se lo comentaba a Kaoru y Misao; ya sabes lo escandalosas que pueden llegar a ser ustedes ante una noticia de matrimonio.
Misanagi (bajando la cabeza y alejándose un poco): Matrimonio...
Saito (extrañado ante la expresión melancólica de la Ninja): ¿Pasa algo malo?
Misanagi (arrepintiéndose de mostrar tan abiertamente sus pensamientos): ¿Eh?, no, no, ¿Por qué?
Saito (comenzando a caminar a su lado): Vamos Misanagi, se que no somos amigos, ni hemos cruzado mas de media palabra desde que comenzó todo esto, pero puedes tenerme confianza, algo te sucede ¿Acaso no estás convencida de casarte con el Samurai? ¿Te arrepientes de haber abandonado al grupo Sanada?
Misanagi (jugueteando con el cordón que sujetaba el obi de su kimono): ......La verdad es ....
Misanagi se detuvo cuando vio salir a Himura quien venía acompañado de Shougo. Ambos hombres, al igual que le había ocurrido a Saito minutos antes, contuvieron por un instante la respiración. Kaoru y Sayo, que venían tras ellos, apresuraron el paso y se colocaron al lado de Misanagi.
Sayo (tomando a su futura cuñada de la mano y entregándosela a su hermano): ¿Verdad que está hermosa?
Shougo (agarrando la mano de Misanagi, sonreía complacido): ....Verdaderamente...
Kaoru: Sayo y yo ayudamos a vestirla, es uno de mis kimonos y me da un poco de envidia ver que le queda mejor que a mi.
Kenshin (cerrando sus ojos y sonriendo): Lo cierto es que se ve muy hermosa, se ve distinta.
Misanagi (soltando la mano de Shougo y entrando de nuevo al Aoia): ¡Basta! ¡Estas ropas no me harán cambiar quien soy y lo que siento! Dejen de halagarme tanto, no soy tan hermosa como ustedes creen.., ¡No lo soy!
Kenshin, Kaoru y Sayo: Espera..., Misanagi.
Kaoru (intrigada): ¿Pero qué hicimos mal?
Sayo (viendo a Shougo): ¿Hermano?
Saito: No es fácil dejar atrás todo un pasado ¿Cierto Himura?
Kenshin: ¡¿Orooo?!
Shougo sintió una punzada en su estómago al escuchar las palabras de Saito, acaso Misanagi se arrepentía de haber renunciado a ser líder de los Sanada y aceptar su proposición. No tenía la paciencia suficiente para esperar, por lo que decidió ir en su busca, dejando a los demás en el patio sin ninguna explicación de su comportamiento.
Kaoru: ¿Y ahora que le sucede a Shougo?
Saito (sujetando a Sayo del brazo, quien intentaba seguir a su hermano): Ese es solo un asunto que ellos deben resolver a solas. Por lo pronto Himura, tú y yo tenemos que hablar.
El Samurai entró en el Aoia y encontró a Misanagi sentada sobre el tatami del comedor con la vista fija en su daga oculta, la cual había colocado sobre la mesa que estaba frente a ella. El la observó por un rato y luego se sentó a su lado, tratando de medir muy bien sus palabras y sin levantar la vista del suelo dijo:
Shougo (con voz grave y casi entrecortada): Si quieres volver atrás, no te detendré, estás en todo tu derecho de romper nuestro compromiso.
Misanagi (tomando la mano de Shougo): No quiero volver atrás, pero tengo miedo.., mucho miedo.
Shougo (viendo el perfil inmóvil de Misanagi): Miedo.., pero...¿De qué, de quién?
Misanagi: De mí, Shougo, temo no ser digna de ti. Sayo y Kaoru son tan distintas a mi, tan femeninas, que quise verme como ellas, así que les pedí ayuda. En un principio mi vanidad me hizo sentir bien ante tantos halagos, pero..., después pensé que no era yo, y que a lo mejor nunca dejaré de ser una Ninja. Entiendes porque siento miedo, un Samurai y una Ninja no..,
Shougo (moviendo el rostro de Misanagi con la mano y colocando el índice sobre sus labios): No.., nuestras diferencias hacen nuestra personalidad y eso es lo que en mi caso hizo que me enamorara de ti. Por mi lado, esas diferencias no son obstáculo, solo tú puedes decidir si lo son para ti.
Misanagi (recostándose sobre el regazo de Shougo): Oh Shougo, necesito tu ayuda, temo tanto defraudarte de nuevo.
Shougo (acariciando el cabello de la chica y en un dejo de inesperada comicidad): Vamos, no lo harás. Y si torcieras el camino, yo me encargaré de cobrármelas, no te preocupes.
Diciendo esto, tomó su espada y se la mostró, a lo que Misanagi reaccionó riendo espontáneamente.
Misanagi: ¿Cómo puedes ser así?. Siempre te las arreglas para animarme, no sabes lo mucho que te amo, Shougo.
Al decir esto, la Ninja se recostó del Samurai y él comenzó a acariciarle los cabellos mientras la miraba fijamente.
Shougo: Yo también te amo, y te protegeré con mi vida si es necesario.
Misanagi sólo sonrío, quizo decirle que no era necesario decir eso, que ella era capaz de cuidarse sola, pero si algo había aprendido era que a Shougo le gustaba proteger a sus seres amados y no quería quitarle ese compromiso; además, en el fondo a ella le gustaba que él la protegiera.
En el patio, Saito y Kenshin quedaron a solas, a pesar de las replicas de Kaoru para poder quedarse y escuchar lo que Saito quería decirle a Kenshin, pero éste le aseguró que le contaría mas tarde, que no se preocupara, a lo que accedió de mala gana a dejarlos solos.
Saito (encendiendo un cigarrillo y sonriendo maliciosamente): Tiene carácter ¿Cómo le haces para soportarla?
Kenshin (encogiéndose de hombros): Solo se preocupa por mí, pero es muy agradable cuando llegas a conocerla.
Saito (exhalando una bocanada de humo): Solo tú puedes saberlo a ciencia cierta. Para mí es una histérica sin control. Bueno, lo que quería comentarte es que supongo que Takashi aún no debe saber que sobrevivimos a la explosión, pues no han dado señales. Espero noticias de Cho en cuanto a la nueva ubicación de los barcos. En mi opinión deberíamos atacar por sorpresa, Kenshin, es preciso eliminar a los líderes del movimiento, ahora que sabemos quienes están tras todo esto, así será mas fácil desmotivar a sus seguidores.
Kenshin: ¿Qué propones?
Saito: Apenas sepamos donde están anclados los barcos, dirigirnos un grupo allá y tomarlos por sorpresa.
Kenshin: ¿Quiénes?
Saito: Por lo pronto creo que Sano, Aoshi, tú y yo..., ah y esa Ninja.
Kenshin: ¿Misao?
Saito: No.
Kenshin: ¡¿Misanagi?!
Saito: ¿Qué pasa, no lo crees conveniente? Es hábil y además creo que necesita reafirmar ciertas cosas en su interior, como por ejemplo la confianza en sí misma, ¿No lo crees así?
Kenshin (pensativo vuelve la mirada hacia el Aoia): Podría ser, pero me preocupa la reacción de Shougo. Ella es su prometida ahora, no sé como lo tome.
Saito (lanzando la colilla al piso y apagándola con la punta del pie): Lo que nos queda es averiguarlo.
Mientras tanto, en el buque donde se encontraba Takashi, Klaudia estaba parada en la proa del barco sin expresión en el rostro y viendo el mar; de pronto desenfundó su espada y una sonrisa apareció en sus labios.
Klaudia: Falta poco mi querido Amakusa, muy poco.
¿Un nuevo enfrentamiento entre Klaudia y Shougo? ¿Por qué Saito muestra ese súbito interés en Misanagi? ¿Podrá el Gobierno Meiji enfrentar el ataque del pueblo japonés? Las respuestas en los próximos capítulos.
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