The Black Dragon Society
by Shougo Amakusa & Misanagi
Capítulo 27
"Un Secreto se Descubre. La Verdad sobre el Reto de Klaudia"
En el capítulo anterior, Sano y Sayo sorprendieron a propios y extraños al pasar a ser la tercera pareja que había decidido casarse ese día, por lo que la ceremonia se extendió un poco más de lo esperado. Al salir del Templo todos se dirigieron al Aoia, el cual se encontraba plenamente iluminado. Los invitados brindaron por los novios y éstos agradecieron por haberlos ayudado a montar un matrimonio en menos de veinticuatro horas, sobre todo alabaron los esfuerzos de Misao, quien definitivamente se había esmerado en la organización del banquete de bodas.
Durante la celebración, Shougo Amakusa se quedó solo por un momento, lo cual fue aprovechado por Himura para hablar con él, ya que no habían vuelto a tocar el punto del reto que había recibido Shougo de parte de Klaudia.
Kenshin: ¿Piensas decirle a Misanagi?
Shougo (preocupado): La idea ha pasado por mi mente por lo menos un millar de veces. Me debato entre ser honesto con ella y a la vez no decirle nada para no preocuparla.
Kenshin: Me he enfrentado a esa duda y creo que puedo entenderte. Pero considera que ella es ahora tu esposa y tus acciones la afectan a ella también.
Shougo: Lo sé. Pero por ahora, lo que deseo es retirarme. Deséame suerte.
Shougo le entregó el vaso que tenía en su mano a Kenshin y se acercó a Shouzo, quien estaba cerca de él hablando con Okina. Se disculpó y lo llevó a parte para pedirle que al día siguiente se acercara a la casa que había alquilado, la cual estaba a pocos metros del Aoia, con el fin de cerciorarse que Misanagi se encontraba bien, pues él debería partir al amanecer para resolver un asunto de importancia. Después de haber estrechado la mano de Shouzo y de agradecerle la lealtad que éste le había brindado a él y a su hermana, fue en busca de Misanagi, rodeo su cintura y le dijo algo en voz baja. Ella se abrazó a Haita y no pudo contener que una pequeña lágrima rodara por su mejilla. Salieron del Aoia sin despedirse de nadie más, a pesar de que Shougo no estaba seguro de si volvería a verlos de nuevo, no quería despedidas interminables y posiblemente llenas de lágrimas. Además, si algo salía mal en su enfrentamiento con Klaudia, esa sería la última noche que pasaría con Misanagi y quería vivir cada momento junto a ella, imaginar como sería el futuro a su lado, un hijo. Al llegar a ese punto, un suspiro escapó de sus labios, el cual no pasó desapercibido a los entrenados oídos de la Ninja.
Misanagi (recostando su rostro del brazo de Shougo): ¿Qué sucede amor?
Shougo (colocando su mano en la mejilla de Misanagi): Nada, no te preocupes, solo que estoy un poco cansado. No tuve la suerte de un masaje antes de la ceremonia.
Misanagi (lanzando una pequeña carcajada): Ja, tú siempre tan gracioso. Pero y entonces ¿Qué hiciste durante todo el día?
Shougo sonrió y no dijo nada, ya habían caminado como unas tres cuadras. De pronto, se detuvo, la tomó entre sus brazos y entró en la casa que estaba frente a ellos.
Misanagi: ¿Pero qué haces? Esto no es un hotel. ¿Pensé que a lo mejor pasaríamos la noche en un hotel?
Shougo (pasando el umbral y colocando a Misanagi de nuevo en el suelo): No, es mejor que eso......Es nuestracasa.
Misanagi se quedó absorta. Después de mirar a su esposo, recorrió fugazmente la casa. El salón era amplio, al igual que las cinco habitaciones para dormir, el ventanal que estaba frente al fogón de ladrillos de la cocina, hacía que ésta se viera mas amplia de lo que en realidad era. Al igual que Shougo, Misanagi se enamoró a primera vista del jardín interior, el cual brindaba un sosiego inusual al escuchar la pequeña caída de agua sobre el canal de bambú, que se había construido para mantener en movimiento el agua de un pequeño estanque, en el cual no faltaban los peces de colores.
Shougo observaba complacido el rostro alegre de su esposa; le gustaba verla sonriente ¿Cómo podría decirle entonces que se marcharía apenas llegase el alba? ¿Y a lo mejor no lo volvería a ver?. No podía y no lo haría. A pesar de que tenía miedo de su reacción en el caso de que se enterara del reto, consideraba que el precio a pagar por verla feliz era pequeño.
En el Aoia, Saito se despedía de todos, estaba un poco preocupado pues su esposa se sentía algo indispuesta y no pudo asistir a la ceremonia. A su salida del lugar se encontró con Kenshin y Kaoru, quienes se escabullían de la gente al igual que lo hicieron los Amakusa. Saito ofreció llevarlos en el carruaje de la policía y la pareja de recién casados agradeció el gesto, ya que el hotel donde pasarían su primera noche quedaba en el centro de la ciudad y ya era muy entrada la noche para ir caminando. Saito tomó el pequeño equipaje y lo colocó en la parte superior del carruaje, ayudó a Kaoru a subir primero y cuando Kenshin iba a hacerlo, le dijo:
Saito: ¿Qué piensas hacer después de mañana? ¿Volverás al Aoia?
Kenshin: No lo sé. Quisiera alquilar una casa como lo hizo Shougo, por lo menos hasta que regresemos a Tokio, pero no sé cuanto tiempo se prolongará este asunto de la Sociedad y realmente no disponemos de tanto dinero.
Saito (colocando una mano sobre el hombro del Samurai): En todo caso, mi casa se encuentra a tu disposición.
Kenshin (estrechando la mano del policía): Gracias amigo, pero no quiero ser una molestia, además recuerda que Yahiko, como pupilo de Kaoru, está a nuestro cargo. Pero gracias de nuevo.
Cuando la mayoría de los invitados se marcharon, Misao ayudó a Sayo a arreglar la habitación que hasta ese día había compartido con Kaoru. Unieron los dos tatamis y colocaron varios de los arreglos florales que Sayo había armado para la fiesta, por lo menos uno en cada esquina, lo que le daba una apariencia muy agradable y acogedora a la habitación. Cuando terminaron, Sayo comenzó a sollozar, a lo que la joven Ninja preguntó.
Misao (tratando de ver a Sayo a los ojos): ¿Y ahora por qué estas llorando?
Sayo (limpiando las lágrimas de su rostro): Es que todos han sido muy amables.
Misao (llevándose una mano a la cabeza): Ah, es eso. ¡Vamos Sayo! No es motivo para llorar. Hoy deberías estar alegre. ¡Si mi señor Aoshi me pidiera en matrimonio, no dejaría de reír por lo menos en un mes!
No lejos de la habitación...
???: ¡Aahhchuu!
Sanosuke: ¿Acaso estás resfriado Aoshi?
Aoshi: No lo creo, pero a lo mejor el frío del otoño me ha afectado un poco. La verdad es que es extraño.
Sanosuke (viendo el cielo estrellado): Si, tienes razón, a veces la vida se vuelve muy extraña.
Aoshi (notando una ligera preocupación en la cara de Sagara, lo cual le era un tanto raro): ¿Por qué tan pensativo?
Sanosuke: ¡Tengo que ver la forma de ganar dinero! Ya no puedo seguir viviendo a costillas de Kenshin y Kaoru. ¡Vaya mi suerte, tendré que buscar trabajo! Y uno fijo, no puedo seguir del timbo al tambo como lo he hecho hasta ahora.
Aoshi (sorprendido con el cambio en la manera de pensar de Sano, siempre tan despreocupado): Bien Sano, aplaudo tu entusiasmo. Veo que si realmente piensas en buscar un trabajo fijo, es que sinceramente amas a Sayo.
Sayo (quien se acercaba con Misao y escuchó parte de la conversación): Y yo voy a ayudarte. Creo que puedo emplearme como maestra de idiomas en la escuela local. Además, muchos niños son hijos de gente adinerada o de oficiales del gobierno, por lo que también podré dar clases particulares.
Sano se levantó y rodeó los hombros de su esposa con su brazo, mientras le daba un beso en la mejilla. Misao se había colocado al lado de Aoshi; ante el gesto romántico de la pareja, sus miradas se cruzaron y por un momento se sintieron fuera de lugar. Aoshi no sabía porque estaba tan incómodo. El ambiente que dejó el múltiple enlace tuvo algún efecto extraño en él. De pronto veía a Misao distinta, las visiones de esa niña que cuidó cuando sus padres fueron asesinados desapareció de repente y fue sustituida con la imagen de una dulce jovencita que siempre le sonreía. La había observado durante la ceremonia y la encontró hermosa vestida en un lindo kimono verde estampado con pequeñas flores blancas. Aunque habían pasado menos de diez segundos, a Misao le pareció una eternidad y no pudo sostenerle la mirada a su joven tutor. Escondió el rubor de sus mejillas entre sus manos y entró, dejando a los otros en el porche sin mayor explicación.
Sanosuke: ¿Y ahora? ¿Qué le pasó a la pequeña comadreja?
Aoshi no dijo nada, bajó la mirada y se retiró apenas murmurando un buenas noches. Sano y Sayo entraron de nuevo en la habitación. Sayo apagó una de las lámparas e iba a apagar la segunda cuando tropezó con la mirada de Sagara. Le gustaba observar cada movimiento de ella, se asemejaba tanto a una pequeña gacela asustada y eso lo atraía enormemente. Dentro de él sabía el origen del hechizo que Sayo había lanzado contra su corazón. Era esa necesidad constante de protegerla, de tenerla junto a él, pero a la vez una fortaleza interior aún mayor a la suya propia. Lo había demostrado primero al entregársele en contra de todos sus férreos principios y luego al enfrentarse a su hermano para defender un sentimiento que nació desde el primer momento en que sus miradas se cruzaron.
Sayo: ¿Te ocurre algo Sanosuke?
Sano (acercándose a ella, acariciando su sedosa cabellera castaña y sumergido en sus hermosos ojos verdes): Te amo Sayo, le doy gracias a tu Dios por haberte puesto en mi camino.
La atrajo aún mas fuerte contra él, ambos se besaron apasionada y largamente, con una entrega plena, libre de los temores iniciales. La luz de su habitación fue la última en apagarse esa noche en el Aoia.
En la casa de los Amakusa, Misanagi se encontraba absorta observando la pequeña caída de agua sobre el estanque. De pronto, sintió como los brazos de Shougo rodeaban su cintura y éste comenzó a besar su cuello. Un cosquilleo inundó el cuerpo de Misanagi cuando Shougo comenzó a descender por la curva de su hombro, al tiempo que aflojaba el lazo que sujetaba el obi de su kimono. Ella se dio vuelta y lo besó en los labios. Fue un beso ansioso, ambos deseaban estar juntos de nuevo desde hacía tiempo, pero las circunstancias no lo habían permitido, por lo que ese deseo controlado se desató con más pasión que en su primera vez. Shougo, sin dejar de besar a su esposa, la levantó en brazos y la llevó a la habitación.
En el centro de Kioto, una pareja de recién casados entró en la habitación que le habían asignado en el hotel, ubicada al final del ala este del segundo piso. Era amplia, estaba amoblada a la usanza occidental y disponía de un doble balcón desde donde podía observarse gran parte de la ciudad de Kioto. Las luces de las casas, bajo el azul casi negro de la noche como fondo, trajeron nuevamente a la memoria de Kenshin las imágenes de su despedida de Kaoru cuando partió a enfrentar a Makoto Shishio. Se preguntaba si hubiese sido más fácil hacerlo, si como ahora hubiera estado seguro de sus sentimientos hacia la joven sensei de kento. Kaoru se le quedó viendo mientras Kenshin parecía estar en otro lugar y en otro tiempo observando el firmamento. Pronto reparó en la mirada de la que ahora era su esposa y fue hacia ella. La besó suavemente en los labios, mientras con sus manos descubría los blancos hombros de Kaoru, que semejaban las nevadas colinas de Tokio durante el invierno. Notó el temblor que recorría el cuerpo de la joven debido a que era su primera vez, pero no así para él. Se separó un tanto y la guió hacia la cama. Kenshin se despojo de la parte superior de sus ropas y volvió a besarla, ahora con mayor pasión. Kaoru intentó controlar su nerviosismo, a medida que su esposo iba retirando los pliegos de tela de su kimono y recorría con sus labios las líneas de su cuello; su piel se erizaba a medida que él descendía besando cada centímetro de su busto y continuaba hacía su vientre. Pronto las caricias de Kenshin fueron disipando el miedo y los nervios. Cuantas veces había soñado estar en sus brazos, tan cerca de él. Su torso no le era desconocido, mas de una vez tuvo que curarle las heridas sufridas en batalla. Kaoru sintió la necesidad de tomar parte, de volver a sanar esas heridas recorriendo con sus dedos, para después besar cada una de ellas . Asombrada de su propia iniciativa, deshizo el nudo que sujetaba el pantalón que vestía Kenshin y él terminó de despojarla de sus ropas. Cada uno recorrió el cuerpo del otro, con la mirada, con besos, con caricias suaves al principio, las cuales se tornaron más y más apasionadas a medida que el juego del amor ganaba terreno. Kenshin estaba embriagado con la esencia que despedía el cuerpo ardiente de su esposa y lentamente la imagen del rostro melancólico de Tomoe desapareció. Penetró en ella y un pequeño gemido acompañado de un gesto de dolor fue prueba de que su virginidad le pertenecía. Con cada movimiento, no solo sus cuerpos se unían, sino que sus almas se fundían en una sola. Sentían su sangre hervir y de forma casi providencial, ambos alcanzaron el cielo al unísono. Kaoru cerró los ojos mientras trataba de recuperar su ritmo normal de respiración. Kenshin notándola un tanto agitada se colocó a su lado, escondiendo su rostro entre sus cabellos desordenadamente extendidos en la almohada. Desde que la conoció, adoraba sumergirse en ese mar negro azabache y cuantas noches, sin querer aceptarlo, ese cabello suelto formó parte de sus más internos anhelos.
Despuntaba el alba, una delgada figura tomó del suelo una camisa oscura, se vistió con ella y se rodeo a sí misma con sus propios brazos. Desde que lo conoció, el olor de su piel se convirtió en una adicción, era una sensación dulce y amarga a la vez. Se quedó inmóvil por un buen rato, mientras su mente viajaba a un tiempo futuro. Cuando los primeros rayos del sol entraron en la habitación, la delicada luz matutina le permitió ver que un papel había caído al suelo, posiblemente él lo había guardado en el bolsillo de la camisa que ella vestía ahora. La mujer tomó el papel y lo desdobló, para darse cuenta de que había sido el mensaje que Shougo había recibido el día anterior, un instante antes de que él le propusiera realizar el matrimonio de esa forma tan apresurada.
Misanagi (pensando): Pero si esta es la misma carta que recibió, supuestamente proveniente de Holanda. No entiendo esta caligrafía, pero estoy segura de que el consulado Holandés no firmaría ningún documento con un símbolo tan extraño..., parece..., parece una garra.
La mujer aprisionó el papel contra su pecho, a la altura del mismo sitio donde un dolor punzante no le permitía respirar. Un mal presagio la invadió. De pronto, la voz de Shougo la sobresaltó:
Shougo (sentado en el lecho, con voz grave): Soy yo quien esta vez te ha ocultado la verdad.
Misanagi (casi ahogada de la impaciencia, pero tratando de mantener la calma): Shougo, ¿Qué significa esta carta? Sinceramente no creo que la haya enviado el consulado Holandés.
Shougo (comenzando a vestirse sin poder sostener la mirada inquisitiva de Misanagi): Es un reto de Klaudia, tengo que verme con ella hoy en el templo de la montaña.
Misanagi (acercándose a él, buscando su mirada): Pero..., ¿Hoy? ¿Y que pensabas hacer conmigo? ¿Irte y no decirme nada?
Shougo no respondió. Cuanto la había castigado a ella antes por su silencio y ahora él hacía lo mismo. Internamente, se decía a si mismo que los motivos eran distintos, él lo hizo para no preocuparla, mientras que ella..., ella calló por egoísmo. Por su parte, Misanagi se sentía muy mal, concebía la idea del matrimonio como un compromiso de ambas partes, las cuales lo compartirían todo, lo bueno y lo malo ¿Por qué la dejaba Shougo fuera de sus problemas? Un silencio doloroso invadió la habitación mientras ambos terminaban de vestirse. A medida que los segundos transcurrían, por la mente de la Ninja pasaban miles de imágenes, desde el momento en que lo conoció, lo difícil que fue para ella dejar todo su mundo, su gente, por estar junto a él. Y ahora, así como así, él la mantenía aparte.
Misanagi: ¿Por qué me apartas de esa forma? Realmente no lo entiendo. Creí que éramos uno. Tú mismo me pediste en una ocasión que fuera más comunicativa ¿Recuerdas?. Fue cuando me encontré con Snyder y en ese momento apenas nos conocíamos. Pero, ¿Y ahora Shougo? Estamos casados, no debería haber secretos entre nosotros y tú decides aceptar un reto a muerte e ibas a irte sin decirme nada. ¿Shougo ibas a irte sin decirme nada?
Shougo asintió y vio como la sombra de la decepción invadía la mirada de su esposa. Un reto era un compromiso ineludible para un Samurai, pero reconocía que Misanagi estaba en lo cierto, pero a la vez el principal motivo que lo llevó a actuar de esa forma era también muy válido. Decidió que no era justo para ninguno de ellos el despedirse de esa forma. Se acercó, la tomo entre sus brazos y recostando la cabeza de ella sobre su pecho dijo.
Shougo: Perdóname por ocultarte algo tan grave, pero trata de entender. Es un reto al cual no puedo, no debo faltar. La ética bushido es muy estricta al respecto. No quise decirte nada porque..., porque aunque no lo creas yo también sentí miedo. Siento miedo de pensar que no podré tenerte mas allá del día de hoy, que a lo mejor para mí no hay un futuro, un futuro que quiero construir a tu lado, un hijo Misanagi, un hijo tuyo. Formar la familia que me arrebataron cuando apenas era un niño.
Al decir esto, una lágrima de él cayó sobre la mejilla de Misanagi. Ella levantó la mirada y vio en los ojos de él una enorme tristeza que decía mucho más que mil palabras. Llevó su mano al rostro de Shougo y limpió las lágrimas de sus ojos con sus dedos.
Misanagi: Te amo más que a mi vida, la sola idea de no tenerte a mi lado me enloquece. Que puedo decir si creo que no voy a verte mas en el momento que salgas por esa puerta, a enfrentar por honor un reto que seguramente es una trampa.
Shougo iba a responderle cuando unos gritos desde las afueras de la casa les hizo salir a los dos. Era Shouzo que estaba frente a la casa, con sus manos apoyadas sobre sus rodillas flexionadas, tratando de recuperar su aliento.
Shougo: Pero....Shouzo... ¿Qué haces aquí? ¿Le ha pasado algo a Sayo?
Shouzo (con la respiración entrecortada por la carrera): Mi.....mi señor Shougo, el Aoia, el Aoia está en llamas.
Comienza el verdadero ataque de la Sociedad del Dragón Negro ¿Saldrán con vida nuestros amigos de este nuevo ataque? Y Shougo ¿Irá de todas formas a su encuentro con Klaudia?. No dejen de leer el próximo capítulo.
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