The Black Dragon Society

by Shougo Amakusa & Misanagi

Capítulo 30

"Sentimientos Encontrados. Takashi Mueve sus Piezas; el Inicio de una Batalla y el Final de una Era (Parte I)"

En el capítulo anterior, Misanagi llevó el mensaje de Shougo a Klaudia y vio de forma directa una de las tantas carnicerías de Soujiro; además Takashi comenzó a hablarle a sus seguidores para iniciar una ofensiva y nuestros amigos se reunieron para decidir lo que iban a hacer. En casa de Shougo.

Shougo: Bien, ahora que todos estamos enterados de todos los detalles, creo que deberíamos empezar a discutir nuestros próximos movimientos.

Kenshin: Estoy de acuerdo.

Saito: Esperemos un poco; Cho aún no ha llegado; él fue a buscar al General Yamagata; esta situación, aunque deteste admitirlo, está empezando a salirse de nuestras manos.

Shouzo: Saito tiene razón, el gobierno y su ejército deben empezar a tomar cartas en este asunto.

Kenshin: También es cierto.

Shougo: Bien, entonces ya que vamos a esperar, les pido nos disculpen un momento.

Shougo tomó a Misanagi de la mano y salió de la habitación donde estaba y fue a la suya; Sanosuke también salió junto a Sayo, y fueron a la habitación que Shougo le había ofrecido a ella, en vista de la destrucción del Aoia, instantes atrás. El resto decidió quedarse en el lugar.

Saito: Necesitaremos a dos personas que vigilen la casa mientras estamos reunidos.

Soujiro: Yo lo haré.

???: Yo también lo haré.

Saito: ¿Quién eres tú?.

???: Mi nombre es Omasu; yo vivía en el Aoia junto con los demás, pero ahora estoy sin casa, por ello quiero vigilar acá, no quiero que suceda lo mismo.

Misao: ¿Estás segura, Omasu?.

Omasu: Sí, lo estoy.

Saito: Bien, entonces está decidido.

La chica salió de la habitación y al hacerlo buscó a Soujiro; era cierto que quería vigilar para proteger ese lugar, pero lo que más la movía a hacerlo era Soujiro; al fin iba a tener algo de privacidad con él; desde que lo conoció había sentido una fuerte atracción hacia él, pero la mantuvo en secreto esperando una oportunidad como la que se le había presentado; al principio se sintió mal por ese sentimiento; él, a pesar de su apariencia de niño dulce e inocente, era uno de los asesinos más crueles y temibles del Japón; ella pensaba que era algo deshonroso enamorarse de alguien así, pero algo en su interior le decía que había mucho más que un jovencito de apariencia dulce y que un cruel psicópata dentro de Soujiro. Omasu pasaba todos los días deseando verlo, era una tortura un día sin él, y más tortura era verlo sin poder decirle nada, pero ahora sería distinto, esta vez no iba a desaprovechar la ocasión; pronto lo vio sentado en un punto estratégico de la casa y al hacerlo fue hasta allá y se sentó a su lado.

Omasu: H...Hola. Vine a ayudarte.

Soujiro (sonriendo): Gracias.

Mientras tanto en la habitación de Shougo.

Misanagi: ¿Qué tienes?.

Shougo: Nada, sólo quería alejarme de los demás y quería que estuvieras conmigo.

Misanagi sonrió ante el comentario y caminó hacia él para darle un suave abrazo y un beso, a los cuales Shougo respondió, pero su mirada estaba algo perdida y eso no pasó desapercibido para alguien tan observadora como la Ninja.

Misanagi: ¿Vas a decirme lo que te preocupa?.

Shougo: En realidad es sólo un presentimiento; pero algo me dice que no vamos a recibir noticias alentadoras del General Yamagata.

Misanagi: Entiendo, pero es sólo un presentimiento, tal vez estés equivocado.

Shougo: Eso espero.

Shougo se sentó y Misanagi hizo lo mismo frente a él para que la abrazara y así lo hizo el Samurai; Shougo ya había creado lazos muy fuertes con la Ninja, la amaba con todas sus fuerzas y la consideraba parte suya; Misanagi también había caído en las redes de ese sentimiento tan escurridizo, impredecible e implacable que es el amor; ella adoraba a Shougo, lo amaba con locura y ya no imaginaba su vida sin él; incluso ese sentimiento había hecho surgir en ella nuevas metas; aunque se lo negara a sí misma y se dijera que era ridículo pensarlo, quería tener una familia con él, darle hijos y vivir en Paz, ese era su mayor deseo; pero muchas cosas estaban en contra: Sus propias creencias era una de ellas, --¿Cómo una Ninja puede pensar en esas tonterías?. Los Ninjas somos Guerreros y nuestro mayor deseo debe ser morir en batalla-- Eran cosas que siempre se decía, pero poco a poco su corazón le ganaba terreno a esas convicciones algo ortodoxas que tenía, pero Shougo iba a acelerar un poco las cosas.

Shougo (pensativo): Misanagi, ¿Has pensado en tener hijos?.

Misanagi (sorprendida y poniéndose de pie): Bueno, yo, la verdad.........

Shougo (impidiendo que la Ninja terminara la idea): No digas más.

El Samurai se levantó y se fue hacia una de las paredes...............uno de sus mayores anhelos era formar una familia con ella, tener hijos, enseñarles a ellos su estilo de pelea, enseñarles las costumbres que había aprendido a lo largo de su vida, educarlos; pero él sabía que ella no pensaba igual y eso en el fondo lo lastimaba. Cruel destino que nos da un soplo de felicidad a cambio de un huracán de tristezas; Shougo no pudo evitar sentir enormes deseos de llorar, sólo Dios sabía en realidad lo mucho que a él le desagradaba eso; toda su vida había sido llorar, la muerte de sus padres, la enfermedad de Sayo y ahora su relación con Misanagi; por ello sin voltear a verla le pidió a su esposa que lo dejara solo. Al principio, Misanagi iba a retirarse, pero luego cambió de opinión; ella sabía la razón de la tristeza de él, ¡Claro que lo sabía!. Ella también tenía ese sentimiento; ¡Claro que había pensado en tener hijos!; pero eran tantas dudas, tantas dudas.

Misanagi (conteniendo sus ganas de llorar): No me iré, por favor, deja que me quede.

Shougo: Entonces me iré yo.

Shougo se dispuso a salir de la habitación, pero ella no lo permitió.

Misanagi (llorando): Sé cómo te sientes, yo también me siento así.............una parte de mí no los desea, otra parte de mí los necesita, por favor no me dejes sola en este momento. Trata de entenderme..........te lo pido.

Shougo la abrazó y se sintió un poco egoísta al recordar su actitud.

Shougo: Lo siento, no quería hacerte llorar, sólo que siempre quise tener una familia, Misa.

Misanagi: Lo sé y desde que estoy contigo, yo también he empezado a desearlo. Es sólo que.........tengo dudas, soy una Ninja, ¿Qué les puedo enseñar?. Yo no fui criada ni entrenada para tener otra familia que no fuera la del Clan, y mucho menos para ser madre, tú mejor que nadie sabes lo fría e indolente que puedo llegar a ser, ¿Te imaginas que fuera así con un hijo?. ¿Crees que no me aterra pensar que no sienta nada por ellos o que los dañe de cualquier forma?. Por eso tengo dudas; yo sí quiero darte hijos, es algo que deseo con el alma, pero temo no ser digna de ellos.

Shougo: ¿Sabes?. Tu gran problema es que te subestimas demasiado, amor. Sé lo fría que puedes ser y también sé lo noble y buena que eres; esa mezcla de sentimientos fue lo que me atrajo de ti en primer lugar.

Misanagi (sonriendo un poco): ¿Me ayudarás?.

Shougo (fingiendo no entender): ¿A qué?.

Misanagi: Sabes perfectamente a qué me refiero; ¿Dejarás que los críe sola?.

Shougo (bromeando): ¡Eso nunca!. No quiero que ellos terminen siendo unos matones a sueldo.

Ambos comenzaron a reír y se abrazaron; ella siempre conseguía seguridad con él para decidir y hacer las cosas; ella sabía que él iba a estar allí para apoyarla; eso la hacía feliz, eso la hacía amarlo y querer estar a su lado. Ella quiso de alguna forma demostrárselo en ese momento y por ello, una vez más, se le entregó.........Mientras tanto en la habitación de Sayo.

Sano: Esta casa es muy acogedora, tu hermano tiene buen gusto.

Sayo: Pues sí, es muy bonita.

Sano (poniéndose serio): Sayo....................¿Por qué estás conmigo?.

Sayo: ¿Eh?.

Sano: Tú eres tan hermosa, tan dulce, tan refinada; mientras que yo soy un sujeto vulgar y vago.

Sayo (riendo): Sí, eso no es necesario que lo digas, desde que te conocí lo supe.

Sano (algo enojado): ¡No te burles!.

Sayo: Lo siento; y si quieres que te diga la razón, fueron muchas; a pesar de eso que dices, eres una persona noble y de bellos sentimientos, además eres leal y eso es difícil de encontrar reunido en una sola persona.

Sanosuke no dejaba de mirarla; Sayo era tan delicada, tan dulce, ese ángel que bajó del cielo para él; a veces sentía miedo de lastimarla por las maneras tan rudas que él tenía, por ello la trataba con dulzura y algo de delicadeza, se veía tan frágil en sus manos; como ese diamante caro que con cualquier golpe se quiebra, eso era Sayo, un diamante que a veces él creía no merecer, esos ojos esmeralda que poseía, esa cara de porcelana, ese cuerpo de Diosa, no podía concebir la idea de que ella se había fijado en él, alguien tan insignificante. Por ello, Sanosuke había decidido hacer lo imposible para verla feliz siempre, él la adoraba y la amaba como a nadie en este mundo y por ella haría lo que fuera...........Sayo aún no podía evitar ruborizarse ante la mirada de Sanosuke; él era el ejemplo de cómo la apariencia puede engañar; ella logró ver lo que en realidad era él, esa persona fuerte, decidida, osada, noble, leal; en fin, era un Príncipe Azul, encerrado en un estuche de piedra, era un trozo de carbón al que sólo le falta poco para convertirse en diamante, era su adoración; él le había enseñado lo errada que estaba al pensar que todos los no cristianos eran seres malvados y carentes de corazón y sentimientos; lo amaba con todas sus fuerzas y él ya era parte de su vida y siempre lo sería, ya Sanosuke se había apoderado para siempre de su corazón y si alguna vez ella había tratado de resistirse, ya no lo haría nunca más.

Sano: Ai Shiteru.

Sayo (sonriendo): Ai Shiteru mo.

Sanosuke miraba fijamente los ojos de Sayo, él deseaba preguntarle algo, pero no se atrevía, no encontraba la forma de hacerlo, hasta que al fin venció su temor y le habló.

Sano: Sayo.................¿Serías capaz de tener hijos conmigo?.

Sayo (algo sorprendida por la pregunta): Claro, claro que me atrevería, estoy dispuesta a todo contigo, Sanosuke. Además.................si ellos sacan tus sentimientos serán unos seres maravillosos.

Sano (bromeando): Pues espero que saquen tu belleza y no la mía, sino van a tener que existir más Sayos en este mundo, y eso es imposible, porque no todo el tiempo bajan ángeles del cielo.

Sayo quedó embelesada con esas palabras; a ella le fascinaba esa forma tan sutil con que él le hablaba en la intimidad, era cierto que en público tenía unos modales poco elegantes (por no decir bastos), pero cuando estaba a solas con ella la trataba de una forma muy distinta y eso a ella le encantaba, era una mezcla de su parte tosca y de su parte refinada; en ese momento ella lo abrazó muy fuerte y a través de ese abrazo quiso decirle que la tomara, que la hiciera suya una vez más; ella aún no era capaz de decírselo con palabras, pero Sanosuke había aprendido muy bien su lenguaje, y eso también la complacía; --Pronto te lo voy a pedir como tú lo deseas, amor; sólo dame algo de tiempo-- era lo que pensaba entre gemidos, mientras Sanosuke comenzaba a obedecer el mandato que ella le había hecho y a quitarle sus ropas...............

Cerca de allí se encontraban Soujiro y Omasu; los dos estaban más dedicados a vigilar que a dialogar; Omasu no encontraba la forma de penetrar la barrera infranqueable de Soujiro, lo había intentado todo, pero él sólo le respondía con una sonrisa y un monosílabo, pero ella no iba a darse por vencida tan pronto, tenía que existir una forma de lograr su objetivo. Omasu amaba a ese ser con toda su alma y aunque le dolía su indiferencia había decidido que a partir de ese momento estaría siempre a su lado sin importar si él al final la aceptaba o no; el sólo hecho de estar con él la hacía dichosa; sólo quería algún día poder penetrar esa coraza tan fuerte que él tenía, pues estaba segura que dentro de ella se guardaba un ser muy diferente al que todos conocen. Malvado hado del destino que se empeña en hacernos sufrir; cruel corazón que nos hace amar a la persona más difícil de conseguir; pero la vida al final recompensa nuestros dolores y Omasu estaba cerca de aprenderlo por sí misma.........

Omasu: ¿Aún no hay señales de ellos?.

Soujiro (sonriendo): No, aún no, descuida, ya llegarán.

Mientras tanto, en la Sala donde estaban los demás había una mezcla de sentimientos; por un lado estaba Okina, quien a pesar de su edad quería ser parte de la pelea, en el fondo siempre sería un Ninja y ese instinto nunca lo perdería; pero estaba consciente que sólo estorbaría en la batalla, él sabía que su lugar era otro, pero su espíritu guerrero nunca se iría. Cerca de él estaba Yahiko, quien, a pesar de ser sólo un niño, quería ir con los demás; él, como discípulo del estilo Kamiya Kasshin Ryu, deseaba combatir, al igual que lo hizo su padre, sólo deseaba una oportunidad para demostrarle a todos la clase de Guerrero que era; entre ellos también estaba Saito, ese viejo lobo ex-miembro del Shinsengumi; aún recordaba los viejos tiempos de la Guerra de la Restauración; --"Yo soy el Capitán de la Tercera División del Shinsengumi" era lo que siempre le decía a sus adversarios antes de un duelo o de un ataque; recordaba sus peleas inconclusas con Kenshin, la primera en plena Guerra, cuando Himura era Hitokiri Battousai y la segunda antes del enfrentamiento contra Shishio, y en cierto modo también fue contra Battousai, pues era obvio que Kenshin estaba poseído por su lado oscuro; pensaba en lo curioso de tenerlo nuevamente como aliado, luego de ser enemigos a muerte en el pasado, pero después de todo ya ambos estaban casados y era casi imposible tener ese duelo que el siempre quiso; un duelo a muerte contra Hitokiri Battousai, sin reglas, sin espectadores, sólo ellos dos; pero Battousai ya no existía, estaba encerrado en lo profundo del corazón y la mente de Kenshin.

Además, ahora estaban presentes otros aliados: los Amakusa; Shougo, quien era un espadachín temible y mucho más poderoso que Kenshin e incluso que el mismo Battousai; Shouzo, quien era un gran guerrero y Soujiro, quien, al igual que Shougo, era un espadachín de temer, Tenken Soujiro; el más poderoso miembro del Jupon Gatana y mano derecha de Makoto Shishio, esa carencia de cualquier sentimiento lo hace un rival de cuidado; pero los enemigos eran dignos de los nuevos aliados; Melders era un gran luchador, sólo la astucia de Kenshin logró vencerlo; Klaudia, el sólo hecho de practicar el estilo Hiten Mitsurugi Ryu basta para helarle la sangre a cualquiera y Takashi; a quien aún no veía en batalla, pero a quien consideraba más poderoso, pues sólo así lograría ser el Jefe de toda esa Organización. Algo le decía que Cho no traería buenas noticias, sólo esperaba que existiera una forma de detener a la Sociedad lo antes posible, sólo eso, ya estaba cansado de librar batallas y aunque muchos lo dudaran, sólo quería ir a su casa y comer la comida de su esposa, la cual era digna de todo elogio.

Cerca de él se encontraba Shouzo, el fiel discípulo de los hermanos Amakusa; un guerrero formidable, quien con sus tres Kanryu se hacía respetar, desde que fue salvado de aquella golpiza por Shougo había jurado fidelidad a ambos; Sayo le había enseñado la doctrina cristiana y la veía como una Santa, aún luego de su relación y posterior matrimonio con Sanosuke, sólo que ya ella no lo necesitaba para su protección, ya esa responsabilidad la había tomado Sanosuke, a veces se preguntaba si cuando él aceptó que Sanosuke se quedara con Sayo mientras él le avisaba a Shougo no le había entregado en bandeja de plata a su maestra, pero ya era algo tarde para hacer algo, y ella era muy feliz con él, y eso bastaba para que Shouzo no se arrepintiera de su decisión. Él veía a todos y pensaba en los demás que se encontraban en Holanda, esos seguidores fieles de Shougo y Santa Magdalia; y también pensaba en los nuevos rivales, y la verdad lo único que quería era que todo terminara pronto para poder tener Paz de una vez por todas.

Junto a ellos estaban dos seres que estaban unidos por lazos muy fuertes, pero invisibles ante sus ojos; esos seres eran Aoshi Shinomori y Misao Makimachi; Aoshi veía a Misao y recordaba cuando apenas era un niñita, la niñita que él cuidó como su hija, esa misma niñita que ya comenzaba a ser mujer, Aoshi no podía evitar sentir algo más que cariño por ella, pero esa relación era impensable, él ya era un hombre y ella apenas empezaba a ser mujer; aunque su carácter reflejaba el de una mujer, su cuerpo delataba su niñez aún no terminada; por eso había decidido alejarse de ella, él sabía que si no lo hacía, tarde o temprano iba a querer cumplir ese deseo prohibido que ya empezaba a rondar dentro de sí.......del otro lado del puente se encontraba Misao, ese ser que creció viendo a Aoshi como su padre, pero que poco a poco ese sentimiento dentro de ella fue desapareciendo, para darle paso a un gran amor, un amor que la quemaba por dentro, un amor que la hacía quererlo para ella, un amor que no era correspondido, porque él aún la veía como a una niña; --¿Cuándo entenderá que ya soy una mujer?-- se preguntaba Misao, tal vez nunca lo haría y esa posibilidad la aterraba; ella estaba inocente de que su amado sí correspondía ese sentimiento, y que ello lo llevó a besarla en el Hospital, pero para su desgracia, su inconsciencia le impidió ser testigo de esa confesión; ¡Oh! ¿Qué vida es aquella que le da sólo al que no puede recibir?..........ellos tienen mucho que aprender si quieren ver florecer ese amor que los une y que al mismo tiempo los separa...........

Nuestros amigos están esperando noticias de Cho y el General Yamagata, mientras que la Sociedad sigue a paso firme sus planes de dominio; ¿Quién ganará la carrera?. No se pierda el próximo capítulo.

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