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Indicadores Laborales |
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La evolución de la competitividad La competitividad de una economía puede seguirse a través de la evolución de la eficiencia con que se utilizan los factores en el proceso productivo. Sin embargo, es usual que estas mediciones más refinadas acerca de la "productividad total de los factores" se anticipen a través de otros índices menos robustos, pero de amplia difusión, que ofrecen un panorama de la evolución de la competitividad de una economía. El más utilizado de tales indicadores es el costo laboral unitario (CLU), es decir, el gasto unitario en trabajo (incluyendo impuestos) relativo al valor del producto.Los elementos que componen el CLU son básicamente tres: por un lado costos laborales (CL), es decir salarios nominales, con impuestos y otras cargas, por otro lado los precios mayoristas, P, (que aproximan, a través del IPIM, los precios que percibe el productor), y finalmente L/Q, la cantidad de trabajo que se utiliza por unidad de producto (es decir, la inversa de la productividad media). ¿Qué es lo que ocurrió en los ’90 y qué está aconteciendo en estos 3 últimos años de recesión con estas variables? Responder esto permite saber qué ocurrió con el CLU, es decir, calcular un índice que se mueve inversamente con la competitividad de la economía. Los costos laborales. Los aumentos de salarios de la primera etapa de la Convertibilidad, en el período en que los impuestos laborales estaban en su nivel máximo, llevó a que CL tuviera un fuerte crecimiento en 1991/94. La recesión del Tequila que derivó en la estabilización y posterior caída de ingresos salariales, junto con la reducción de impuestos y cambios institucionales (tales como la introducción de la nueva ley de riesgos del trabajo), dio lugar a un período de caída del CL que se prolongó desde el segundo trimestre del ’94 a comienzos del ’97. Hubo luego un transitorio ascenso de los costos hasta fines del ’98 que se revirtió con la recesión. En suma, con base en el primer trimestre del ’92, CL creció alrededor de 60% en los dos años siguientes, para declinar 17% a comienzos de 1997, un nivel que aproximadamente se mantiene en la actualidad. Es decir, CL se encuentra (como promedio para todo el sector privado) alrededor de 35% por sobre el nivel que tenía a comienzos del año 1992, a pesar de la baja de salarios nominales e impuestos de los últimos años.
Productividad. Los años ’90, y en especial los años 1991 a 1998, marcaron un período de crecimiento explosivo de la productividad en algunos sectores de la economía, como la industria, las comunicaciones y los sectores privatizados de servicios. Sin embargo una amplia porción de la economía se mantuvo prácticamente ajena a dicho proceso, en particular el sector público (nacional, provincial y municipal), así como algunos sectores de servicios y todos aquéllos con elevado nivel de protección en los que no hubo apertura a la competencia (servicios profesionales, etc.). En consecuencia los indicadores agregados de productividad, si bien muestran un importante crecimiento de más de 10% entre 1992 y 1994, y otro 4% adicional en la recuperación de 1996/97, observan una mejora de poco menos 15% entre 1992 y 1997. Se trata de un aumento modesto respecto del salto que experimentaron los sectores líderes (más de 10% anual de crecimiento). Si se mide el producto medio en la actualidad (año 2001) sin ajustar por el ciclo -una medición a todas luces incorrecta- la mejora acumulada 1992/2001 es virtualmente nula.
Tomando la evolución combinada de costos laborales (CL), productividad y precios mayoristas (que suben 15% entre comienzos del 92 y del 97, bajan luego 9% a comienzos del 99 y se vuelven a recuperar 4% en los dos años siguientes), se tiene el cuadro de situación de los costos laborales unitarios (CLU) en la Argentina. En los primeros años de Convertibilidad (1992/94), a pesar del gran salto de productividad en los sectores transables y privatizados, los costos unitarios crecieron fuertemente (37%) porque la regulación laboral y la explosión de demanda, junto con la irresponsabilidad en materia de política fiscal, más que compensaron la incorporación tecnológica de algunos sectores. Esa misma sensación de pérdida de competitividad se mantuvo en 1995, hasta que los costos unitarios descendieron abruptamente por 3 factores: crecieron los precios internacionales (P), cayeron los costos laborales nominales (CL, por menores salarios e impuestos y reformas regulatorias), y maduró la incorporación tecnológica (creció Q/L). A comienzos de 1997 CLU estaba ya por debajo de su nivel de comienzos de 1992, es decir cayeron los costos y se recuperó la competitividad agregada.
Los años posteriores (1998 a 2001) dieron lugar a un fuerte aumento de costos (CLU) que sólo en parte es de carácter transitorio por efecto del ciclo económico. En efecto, la inversión bruta fija se desplomó 20% en 1999/2000, y con ello cayó drásticamente la incorporación tecnológica. Este año la contracción de la inversión podría superar el 15%, y los últimos datos de junio muestran que las importaciones de bienes de capital caen a una escalofriante tasa del 32% anual. La menor inversión significa pérdidas de competitividad, que se proyectan hacia el futuro inmediato. Tamaño problema no se resuelve con parches y medidas aisladas, como los “planes de competitividad” anunciados por el Poder Ejecutivo. Se hace pues necesario reconocer que la Argentinatiene un bajo nivel de competitividad producto de un proceso incompleto de reformas y de generar un clima de negocios "irrespirable". Ello exige implementar con urgencia las reformas pendientes, que incluyen una mayor apertura de la economía, desregular mercados y reformar el Estado en los tres niveles de gobierno.
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