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El nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional

Daniel Artana

La tragedia del 11 de septiembre pasado alterará el funcionamiento de la economía mundial durante los próximos meses, con efectos diferenciales para los países emergentes.

El impacto sobre la economía mundial en el corto y mediano plazo

Los datos previos al atentado mostraban una fuerte contracción en la actividad industrial de los países desarrollados y una caída de la inversión en tecnología y telecomunicaciones. Había señales de exceso de inversión en los sectores de la nueva economía que se habían manifestado en una caída fuerte en el precio de las acciones de las compañías que cotizan mayoritariamente en el Nasdaq.

La respuesta de los gobiernos desarrollados a este problema fue escasa y tardía. Los Bancos Centrales rebajaron las tasas de interés y aumentaron el ritmo de emisión (primero en Estados Unidos y luego en Europa) pero a pesar de que la emisión de dinero crecía a tasas muy superiores a las del producto bruto nominal, no se pudo frenar la desaceleración de la economía. Ello sugiere que había aumentado la demanda por liquidez posiblemente porque el precio elevado de las acciones de las compañías tradicionales y de los bonos públicos aumentaba el riesgo de una corrección a la baja en el precio de estos activos.

El 11 de septiembre generará cambios importantes en la economía mundial, cuya duración en el tiempo dependerá de cómo evolucione y cuánto se prolongue el conflicto. En todos los episodios bélicos recientes se observó en los Estados Unidos una fuerte caída en la confianza del consumidor (los datos publicados en septiembre corroboran esto). En la Guerra del Golfo el impacto sobre el PBI fue de 1.5% y la caída se registró durante tres trimestres, en buena medida explicado por el deterioro en la confianza de los consumidores.

A esa disminución del consumo se suma una contracción de la inversión que ya se observaba en los datos previos al conflicto en los Estados Unidos y a nivel mundial en las estadísticas disponibles de inversión extranjera directa. Ambos efectos deberían producir una reducción en la tasa de interés real, que sólo podría compensarse si la reducción en el ahorro público producida por el aumento en los gastos militares fuese muy importante.

El impacto no será igual para todos los sectores económicos. Sufrirán problemas en el corto y quizás mediano plazo el turismo, las compañías de seguros y los productores de bienes de consumo y mejorarán las industrias relacionadas a las actividades militares.

La evolución de los precios de las commodities ha sido negativa en los primeros días posteriores al conflicto. Ha primado la desaceleración adicional de la economía y por lo tanto de la demanda de estos productos, incluso en el petróleo que es el que puede ver complicado su abastecimiento si el conflicto se extiende. Pero para el mediano plazo, el previsible aumento en el ritmo de emisión de dinero puede llevar a una recuperación de los precios en dólares de la mano de una mayor inflación mundial.

El impacto sobre los países emergentes

El aumento en la aversión al riesgo, si es duradero, puede llevar a una reducción en el flujo de capitales a los países emergentes. Además, la desaceleración en la economía mundial tendrá un efecto negativo mayor en las economías más abiertas al comercio, y en el corto plazo sufrirán pérdidas mas elevadas aquéllos países en los cuales el turismo es muy importante.

El impulso recesivo puede ser contrarrestado por políticas fiscales expansivas, pero esto se ve limitado en los países que tienen alguna debilidad previa en este campo. A priori, aparecen más afectados: Brasil por su alto desequilibrio en cuenta corriente (algo más de 5% del PIB) que se reducirá por la merma esperada en los flujos de capitales, incluida la inversión directa; Turquía por su precaria situación fiscal, la importancia del turismo y por exportar aproximadamente el 38% de su PIB; México por su dependencia de la economía de Estados Unidos y su desequilibrio externo algo superior a 3% del PIB (aunque tiene una situación fiscal controlada); Filipinas y Malasia porque son economías abiertas y tienen algunos problemas fiscales.

El caso argentino

La Argentina tiene una economía muy cerrada al comercio (exporta sólo 11% de su PIB), y, excepto por el impacto de los problemas de Brasil, sufrirá menos que otros países emergentes el impacto de la desaceleración mundial.

Además, ya está en curso el ajuste a una menor entrada de capitales como consecuencia de la fuga de depósitos de julio y agosto. Ello impactará negativamente en las cifras de contracción económica del segundo semestre; incluso, si se cumple con el déficit cero es posible que se observe alguna recuperación en la entrada de capitales al país. Debe recordarse que si se alcanza este objetivo el sector público argentino dispone de un puente financiero acordado con los organismos multilaterales que asegura el financiamiento hasta octubre del año 2002.

No parece entonces que los atentados del 11 de septiembre tengan un papel decisivo en el funcionamiento de la economía argentina durante los próximos meses. La clave continúa siendo el cumplimiento de la regla del déficit cero y allí aparecen dificultades en el último bimestre del año y en el 2002, ya que faltan lograr reducciones de gasto adicionales por alrededor de 3000 millones, si no aumenta la recaudación en relación a este año, como parece probable dado el costo fiscal de los planes de competitividad y las reducciones de impuestos a la inversión dispuestas a finales del año 2000. Además, se deben ahorrar intereses en los nuevos canjes de deuda y ello no está asegurado todavía.

Posteriormente, la Argentina puede beneficiarse de la posible reducción en la tasa de interés mundial y de alguna recuperación en los precios de las commodities si la política monetaria mundial se vuelve muy expansiva. Pero antes de ello será necesario cumplir con lo que dispone la ley del déficit cero y los compromisos firmados con los organismos de crédito internacional.

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