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El comercio bilateral, regional y multilateral: dichos y hechos

Marcela Cristini y Guillermo Bermúdez

Los años 90 se han caracterizado por la proliferación de bloques regionales, casi todos ellos enmarcados dentro de la categoría de "regionalismo abierto". Esta modalidad se ha visto como un camino alternativo para llevar al mundo a una mayor integración comercial multilateral "por partes", en vista de las dificultades para seguir avanzando por medio de discusiones generales en el marco de las rondas de negociaciones de la OMC.

Hasta la Ronda Uruguay del GATT bastaba que los Estados Unidos y la Unión Europea (también, Japón) mostraran la voluntad de sentarse a la mesa de negociaciones para que el resto de los países miembros convergiera a discutir. En la discusión internacional actual, que pretende ser preparatoria para el lanzamiento de una nueva ronda, en cambio, los temas en discusión afectan la relación comercial entre los países más avanzados y los países en desarrollo y, los desacuerdos en varios temas (tema agrícola, propiedad intelectual, defensa de la competencia, mecanismos antidumping, liberalización de servicios) siguen amenazando los resultados. Ni siquiera la nueva situación internacional parece haber modificado sustancialmente las posiciones.

En términos de regionalismo, en cambio, se han mantenido avances y se ha observado una proliferación de acuerdos comerciales preferenciales registrados en la OMC que involucran a países importantes en arreglos simultáneos. La visión académica de los lazos múltiples surgidos de los acuerdos se ejemplifica como una "fuente de spaguetti" en la que cada país ya no puede evaluar nítidamente cuáles son los resultados de sus negociaciones pero mantiene un impulso a seguir cerrando acuerdos.

Los hechos también dicen que en términos de regiones, Europa Occidental es el núcleo comercial más significativo. Esta región ha sido la de mayor participación en el comercio mundial desde el fin de la Segunda Guerra Mundial con valores estables en el entorno del 40% tanto en exportaciones como en importaciones. En toda la década del 90 la mayor parte del comercio se mantuvo en los flujos norte-norte, pero hubo un cambio muy importante con la irrupción de proveedores del Este Asiático de costos de mano de obra muy bajos como China, India, Tailandia e Indonesia. Asia ha sido el continente con tasas más altas con respecto al promedio mundial, lo que dio lugar a su creciente participación en los flujos mundiales de mercancías. El comercio creció a tasas inferiores al promedio en América del Norte, con una participación decreciente en las exportaciones mundiales y estable en las importaciones mundiales. América Latina exhibe una participación decreciente en el largo plazo, tanto en exportaciones como en importaciones. África, se ha alejado crecientemente de los patrones internacionales, reduciendo su participación en el comercio.

A fines de los 90, los países en desarrollo fueron el origen del 26% de las exportaciones mundiales de mercancías y del 23% de las exportaciones de servicios, lo que representa un aumento superior al 4% en ambos casos, con respecto a 1990. Los países latinoamericanos representaron aproximadamente un 4% del total. Entre 1990 y 1999 América Latina aumentó su producción de manufacturas que ganaron participación en su estructura exportadora pasando del 40% en el 90 al 60 % en el 99. Con respecto a los flujos de importación, en los 90 América Latina fue un importador creciente, con el 5.8% del flujo comercial en 1999. El 80% de ese flujo correspondió a productos manufacturados.

En términos sectoriales, en el período 1995-1998, las exportaciones mundiales que más crecieron en términos anuales fueron las provenientes del sector productor de Equipo de Transporte, 6.2%; seguidas por las exportaciones de los sectores de Computadoras (5.8%), Equipos de Telecomunicaciones y Componentes Eléctricos (4.8%); Vestimenta (3.5%); Manufacturas Diversas (3.2%). Las exportaciones que evidenciaron un desempeño negativo fueron las correspondientes a los sectores de Minerales, Madera y sus productos y Alimentos Frescos y Productos de Base Agrícola, con caídas de 3.6%, 1.7% y 1.6%; respectivamente. En estos casos, las caídas de precios muy marcadas en el período no pudieron compensarse por vía de aumentos en las cantidades.

Los patrones de desempeño favorable registrados a nivel internacional se replican a escala regional. En todas las regiones presentadas, las exportaciones provenientes de los sectores Equipo de Transporte, Computadoras y Equipos de Telecomunicaciones, Vestimenta y Componentes Electrónicos, se encuentran entre las que poseen tasas positivas de crecimiento. En relación con los sectores cuyas exportaciones muestran un retroceso en el período considerado, Minerales y Madera y sus productos evidencian un retroceso en todas las regiones. Debe destacarse que, en el caso de los alimentos, América Latina logró desplazar a la mayoría de sus competidores europeos y asiáticos, pero en el marco de un mercado que se achicaba.

La explosión de acuerdos preferenciales de comercio en los 90 llevó a una intensificación de los flujos de comercio entre los países miembros. Pero esa intensificación del comercio correspondió con exclusividad a los bloques en formación, tales como el NAFTA y el MERCOSUR. En el caso de la Unión Europea, por el contrario el comercio intrazona se redujo levemente en el período. Es que este bloque de países puede considerarse ya consolidado al haber completado la reducción de sus barreras internas al comercio hacia 1992 (proyecto del Mercado Único). En los dos cuadros siguientes se describen los flujos del comercio total y del intrazona y las tasas de crecimiento correspondientes para los tres bloques más relevantes para nuestro análisis.

Cabe ahora preguntarse si en ausencia de estos bloques el comercio regional sería muy diferente. En el caso de los países más avanzados, el mantenimiento de aranceles en torno al 6% para la mayoría de los productos, con excepción de alimentos y textiles (este último está en curso de liberalización hasta el 2005) sugiere que las preferencias arancelarias regionales no pueden explicar la importancia del comercio intrazona. En el caso del NAFTA, en el que México mantiene aranceles que más que duplican a los de sus otros socios es probable que se haya atraído una mayor inversión extranjera directa para industrias basadas en mano de obra barata (ventaja comparativa de México) y que la producción generada haya incrementado los flujos comerciales. Sin embargo, los flujos exportadores hacia los Estados Unidos desde México y Canadá eran muy altos aún antes del acuerdo. En contraste, ni en su fase de consolidación el MERCOSUR ha alcanzado niveles de integración comercial tan significativos como los otros dos bloques.

En el caso del MERCOSUR, el comercio intrabloque, que representaba US$ 3.003 millones en 1988, alcanzó en el año 2000 los US$ 17.442 millones, con un pico en 1998 cercano a los US$ 21.000 millones. En el caso de la Unión Europea, el comercio entre los socios pasó de US$ 887 miles de millones en 1993 a US$ 1.369 miles de millones en 1999, alcanzando a representar casi un 65% promedio de las exportaciones de los países participantes del bloque. Cuando se observa el comportamiento del NAFTA, el comercio intra-bloque pasó de US$ 301 miles de millones en 1993 a US$ 581 miles de millones de US$ en 1999, y las transacciones al interior del bloque comercial representaron más del 80% en los casos de México y Canadá y un 30% para los Estados Unidos. En su conjunto, el NAFTA posee un comercio intrazona cercano al 40%.

En coincidencia, un tipo de comportamiento similar al mencionado se observa en Asia, continente para el cual el comercio intrazona supera el 45%, aunque los acuerdos que los unen son más laxos que en los casos anteriores.

Un enfoque complementario al regional y útil para entender el fenómeno está explicado en la literatura especializada. Los países comercian mayoritariamente en virtud de sus diferencias factoriales o ventajas comparativas, pero al hacerlo en presencia de barreras como aranceles y costos de transporte, el resultado del comercio es equivalente al que se obtendría si se aplicara una explicación de "modelo gravitacional". Este modelo indica que los flujos bilaterales de comercio estarán determinados directamente por el tamaño de los países y responderán inversamente al costo de transporte entre ellos. Es natural, por lo tanto, que una parte muy significativa del comercio intrazona sea sólo el resultado de socios de grandes que, además, son vecinos.

En resumen, puede considerarse que el regionalismo es un fenómeno de importancia creciente reflejado en los flujos comerciales intrazona, pero que también hay otros factores que explican la mayor "densidad comercial" por regiones, como el abatimiento de costos de transporte (integración regional de infraestructura) y la reducción multilateral de aranceles. Si esta explicación es significativa, el menor comercio intrazona de América Latina, a pesar de los acuerdos de libre comercio vigentes, delatan su menor apertura y menor integración física a través de su infraestructura. Superar esos obstáculos implica crear oportunidades naturales de comercio que se están desaprovechando mientras se persiguen acuerdos preferenciales, cuya utilidad instrumental parece importante en el contexto actual pero cuyo resultado neto sigue siendo incierto.

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