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La política vuelve a complicar a la economía

Daniel Artana

Luego de aprobarse el programa financiero de apoyo al gobierno argentino a fines del año 2000 se observó una mejora importante en las variables financieras que sugería que la economía podía iniciar una suave recuperación. Por un lado, el programa virtualmente aseguraba el financiamiento del gobierno nacional durante el año 2001, despejando los temores de cesación de pagos que se produjeron en octubre y noviembre del año pasado. Por otro, en los primeros días de enero y en forma inesperada el presidente de la Federal Reserve redujo las tasas de interés en 50 puntos básicos, medida que se repitió en febrero.

Esa reducción en la tasa de interés ante los temores de recesión en la principal economía del mundo, generó la expectativa de una reversión rápida en el panorama externo negativo que enfrenta la Argentina desde 1998. Si se analizan las economías latinoamericanas más importantes, la Argentina es el país menos expuesto a una desaceleración de la actividad económica de Estados Unidos (nuestras exportaciones a ese país representan el 1% del PIB, comparado con el 2% para Brasil, 5% para Chile y 25% para México), y además uno de los que más se beneficia por la reducción en la tasa de interés ya que está fuertemente endeudado y tiene su moneda atada al dólar, que podría desvalorizarse por el efecto conjunto de la menor actividad y menores tasas de interés. Más aún, el consenso de economistas americanos esperaba reducciones adicionales importantes en la tasa de interés a lo largo del año 2001 (entre 75 y 100 puntos básicos). Reforzando además esta expectativa favorable, Brasil también recibiría un alivio por esos cambios en Estados Unidos lo que debería haber contribuido a revalorizar el real o a acelerar el crecimiento en nuestro principal socio comercial.

El panorama de fines de enero permitía ser optimista respecto del cumplimiento de la meta presupuestaria de crecimiento (2.5% real). Subsistían todavía algunas dudas ya que la mejora en las variables financieras, si bien importante, sólo había retrotraído los valores de riesgo país y tasa de interés a los niveles más bajos del año 2000 pero todavía eran algo elevados para poder asegurar una recuperación más vigorosa; los precios de exportación se habían deteriorado algo en enero y la revalorización del euro había sido suficiente sólo para volver al tipo de cambio real multilateral promedio del año 2000. En el orden político, también aparecía alguna incertidumbre como consecuencia del proceso electoral, ya que una eventual derrota de la coalición gobernante con la pérdida de algunos asientos en la cámara de Diputados podía generar algunas tensiones para asegurar la gobernabilidad en los dos años finales del mandato del presidente De la Rúa, pero al menos el panorama lucía más tranquilo luego del agitado segundo semestre del año 2000, alterado por la renuncia del ex-vicepresidente Alvarez.

En febrero se producen varios hechos que modifican esta expectativa favorable. Por un lado, los datos de inflación de enero en Estados Unidos y el discurso del Sr. Greenspan en el Comité del Senado sugieren que las rebajas de tasas de interés en los Estados Unidos serán menos importantes que las esperadas por el consenso de los analistas en enero. Ese cambio de expectativas hizo fortalecer levemente al dólar y se sumó a algunas complicaciones políticas en Brasil que llevaron al real a una paridad de 2 a 1 con el dólar.

Por otro, la politización observada en la investigación sobre el accionar del Presidente del Banco Central de la Argentina despertó dudas entre los inversores respecto de la convicción del gobierno para respetar la independencia de la autoridad monetaria. Esas dudas no habrían aparecido si se hubiese dispuesto una investigación profesional de los hechos, en lugar de pedir la remoción del presidente del Banco Central antes de que se conozcan pruebas o, simplemente por sus decisiones respecto de la política de encajes o sus opiniones sobre la dolarización de la economía.

Además de ello, las cifras de desequilibrio fiscal y los indicadores de actividad económica de enero interrumpieron una serie de datos favorables que se habían producido luego de la aprobación del blindaje financiero. Finalmente, en la segunda quincena de febrero aparecen los problemas en Turquía, con un efecto negativo sobre el riesgo país de los países emergentes.

Esta serie de eventos afecta el potencial de recuperación de la Argentina porque sugiere que el ajuste deflacionario que el país viene haciendo para recuperar la competitividad puede prolongarse y, en ese contexto, es posible que la economía no pueda salir del estancamiento. Si ello fuese así, aparecerían dudas sobre el cumplimiento del programa acordado con el FMI para el año 2001 y para los siguientes, en los cuales se vuelve imprescindible volver a colocar deuda en los mercados voluntarios de capitales.

Es esencial que la Argentina despeje esas dudas porque no existe la posibilidad de recurrir a un "segundo blindaje" para hacer frente a los compromisos de deuda de los próximos años. Para ello, el riesgo país debe retroceder nuevamente y ello requiere tranquilidad en el frente político y posiblemente nuevas medidas de política económica que actúen reduciendo el gasto público. Ello ayudaría a movilizar la inversión que junto con un desarrollo favorable de las exportaciones (los datos de diciembre fueron particularmente buenos y lo propio se espera que ocurra en enero de la mano de un fuerte crecimiento de las importaciones de Brasil) son las claves para recuperar la economía y la confianza.

El problema es que la dirigiencia política parece creer que con lo hecho hasta aquí ha sido suficiente. El blindaje ha sido incorrectamente interpretado como la solución de los problemas económicos y, en verdad, fue una forma de ganar tiempo asegurando la refinanciación de las amortizaciones de la deuda pública, hasta que se produjera la recuperación de la economía y de la recaudación. Si el contexto internacional no mejora será necesario avanzar en nuevas reformas. Ello aparece difícil de lograr en un año electoral, pero esperar hasta después de octubre no es una estrategia prudente. Por ello, si se confirma una tendencia menos optimista que la esperada hará falta encontrar el soporte político para el quinto programa económico del gobierno que asumió a fines de 1999.

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