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Diez años de Mercosur: hacia la renegociación del acuerdo

Marcela Cristini

El 26 de marzo de 1991 se firmó el Tratado de Asunción que selló el compromiso de Argentina y Brasil, como socios principales, para la constitución de un mercado común. En los diez años transcurridos hasta la fecha, los cuatro países integrantes del acuerdo lograron poner en marcha una unión aduanera cuyo perfeccionamiento todavía requerirá cinco años más y aumentaron su complementación económica, revirtiendo el aislamiento histórico de sus miembros dentro de la región y con respecto a su inserción internacional.

Los avances del acuerdo se dieron mayormente en el plano comercial y no estuvieron exentos de altibajos y situaciones conflictivas. La experiencia indica que cuando Brasil crece, el acuerdo funciona convenientemente y la política comercial e industrial discrecional que practican los brasileños para algunos productos y regiones se "licuan" en los beneficios globales y regionales del aumento de las exportaciones de la Argentina. Debido a los problemas macroeconómicos recurrentes de los principales socios, varias veces en la década (94, 98 y 2001) se debieron resolver conflictos serios que implicaron modificaciones de las reglas preestablecidas. Con todo, los desvíos han sido de carácter transitorio y pueden ser corregidos en el corto plazo. En estos desvíos la Argentina tiene la mayor responsabilidad por la incorporación de modificaciones transitorias a la tabla arancelaria y el Brasil, por el uso de medidas de promoción de exportaciones incompatibles con el Acuerdo.

Dentro de la década, también hubo iniciativas de ampliación del Acuerdo. Brasil intentó ir hacia una incorporación amplia de países de América del Sur y en consecuencia negoció con los países del Pacto Andino. Por su parte, la Argentina mantuvo una posición de afianzamiento del MERCOSUR y prefirió marchar hacia la profundización de los compromisos con Chile y Bolivia, que por su propia iniciativa habían firmado acuerdos de libre comercio y complementación económica dentro del MERCOSUR. La integración con Chile fue, sin duda, un intento de oponer a la visión comercial brasileña, más proteccionista y pragmática, una visión de mayor integración al mundo. Más recientemente, el gobierno chileno ha emprendido negociaciones para suscribir un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos (ya tiene uno con Canadá y otro con México). Por su parte Brasil y la Argentina estudian sus propias estrategias y su estrategia común frente a las negociaciones del ALCA.

Estas últimas negociaciones, iniciadas en 1994 tienen por objetivo poner en marcha el perfeccionamiento de un área del libre comercio de todo el Hemisferio Occidental a partir del 2005. Recientemente, los Estados Unidos han declarado su intención de promover una anticipación de esta fecha al 2003 y se espera que con la asunción de un gobierno de signo republicano se dé mayor impulso a este proyecto. También se ha especulado con la posibilidad de que los países individualmente negocien con los Estados Unidos para la puesta en marcha de acuerdos bilaterales de libre comercio con anterioridad al ALCA como lo intenta hacer Chile. Para llevar adelante cualquiera de estas iniciativas, la Administración de los Estados Unidos requiere una autorización del Congreso, el denominado “fast track”. Si bien el inicio de la Administración y la importancia de los temas de acceso a los mercados y promoción de la inversión de los Estados Unidos en el mundo, indicarían una altísima probabilidad de obtener el mandato para realizar acuerdos (el Congreso cede su capacidad de opinar sobre los mismos limitando su acción a una ratificación parlamentaria), también debe contemplarse que el Congreso Norteamericano se encuentra muy parejo en la representación de cada partido y que este hecho puede acentuar la necesidad de negociación y la limitación del mandato del fast track para el Ejecutivo. En estas condiciones es difícil predecir que posición prevalecerá, la de negociar el ALCA o la de avanzar en acuerdos bilaterales. El interés norteamericano en esta segunda vía es solamente de carácter estratégico, como método para acelerar los acuerdos dentro del ALCA, en particular, con el Brasil.

En este marco, no existe una opción ALCA-MERCOSUR para la Argentina. Mientras que el MERCOSUR constituye un acuerdo cierto que involucra el 30% de nuestro comercio exterior, el ALCA es un proyecto que se iniciará dentro de tres o cinco años bajo la condición de que los Estados Unidos ejerzan el liderazgo necesario. Los acuerdos bilaterales con Estados Unidos, a la chilena, son aún más inciertos.

Este escenario resulta particularmente complicado para nuestro país que necesita aumentar su competitividad y encontraría muy conveniente dar señales al mercado internacional sobre el mantenimiento de su reforma comercial mediante una nueva baja de aranceles, pautada en el tiempo. La paradoja es que el ALCA, aunque es un proyecto de resultado incierto, tiene una estrategia más funcional a la que debería seguir la Argentina; mientras que el MERCOSUR, que constituye un hecho cierto, parece haberse alejado de esa estrategia por el momento. En el corto plazo, la propia Argentina está confundiendo las señales de largo plazo que deben imponerse a través de los aranceles y ha decidido usarlos como políticas compensatorias del tipo de cambio real. Con todos estos elementos en el escenario es difícil que la inversión extranjera y la propia encuentren incentivos adecuados para decidir ampliar o iniciar actividades en la Argentina. En este 2001, los diez años del MERCOSUR sólo acreditarán logros pasados.

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