La base agrícola se recupera con esfuerzo

Marcela Cristini

Los magros resultados de la campaña 98-99, se carac-terizaron por precios muy bajos y un volumen cosechado que sufrió los efectos de un clima adverso. A la reducción del área sembrada siguió la contracción de la cosecha más allá de lo previsto. Sin embargo, los rindes en las zonas más productivas siguieron altos y el volumen no cayó del "nuevo piso" tecnológico del 96-97 (por encima de los 50 mill. de toneladas de cereales y oleaginosos). Como balance general, en el año 99 los productores más eficientes se quedaron con márgenes muy pequeños o levemente negativos mientras que los menos tecnificados y pequeños registraron pérdidas importantes.

La campaña que se encuentra en su parte final y que corresponde al período 99-00 se inició por agosto del año 1999 con el antecedente inmediato de este balance negativo. Para esa nueva campaña los productores nuevamente observaron la tendencia de los precios a la vez que consideraban su demanda de crédito para la nueva siembra reconociendo una condición financiera delicada como punto de partida.

En cuanto a los precios, desde mediados del año 99 se revirtió la caída del precio de las commodities, que había durado casi dos años. Sin embargo, la recuperación fue muy modesta y presentó fluctuaciones debido a factores de demanda. En efecto, en el escenario 95-97, los precios de las commodities se vieron sostenidos por el alto crecimiento mundial, liderado por los Estados Unidos y los países del Este Asiático. Luego de la crisis financiera que en 1997 se desató en este último grupo de países, sólo los Estados Unidos mantuvieron su impulso al crecimiento. En este caso, su condición de país agrícola exportador influye negativamente en la recuperación de los precios, y en parte, fueron razones climáticas (del lado de la oferta) las que permitieron una mejora coyuntural mayor que la esperada para algunos productos agropecuarios.

En cuanto a la evolución del crédito, a fines de 1996 todas las actividades agropecuarias representaban el 8,25% del total del crédito, y las agrícolas de Pampa Húmeda se llevaban el 1,24%. A fines de 1999 esas participaciones cayeron al 7,28% ($5872 mill.) y al 1,02%, respectivamente. Esta caída refleja el menor nivel de actividad del año y la retracción de la demanda de crédito ante las dificultades de pago de los productores a las entidades bancarias. Este hecho afectó la evolución de la tasa de morosidad sectorial que a fines de 1996 era de 24,8%, cayendo al 17,4% a fines del 98 y volviendo a subir al 23,4% a fines del 99. La mayor tasa de interés vigente a partir de enero del 99 también operó restringiendo la demanda de crédito. Por el lado de la oferta, la restructuración de las funciones del Banco Nación se demoró en el tiempo limitando la habitual oferta para el sector. Un poco más tarde, el Banco de la Provincia de Buenos Aires tomó a su cargo parte de estas funciones expandiendo el crédito para el sector agropecuario.

Otro indicador de la gravedad de la crisis en el 99 fue la retracción en la inversión en bienes de capital. Por el lado de los bienes de capital importados, la contracción fue del 60%, contra una caída del 17% en promedio para el total de la economía. Esta tendencia queda confirmada por la venta de tractores que en 1999 se desplomó un 52% en los primeros cinco meses del año y ha vuelto a caer en el 2000 otro 7% en un período similar.

El moderado impulso de los precios y la necesidad de recuperar volumen para hacer frente a compromisos financieros elevaron el área sembrada de la campaña en un 3,6%. Las mejores condiciones climáticas, a su vez, permitieron una nueva cosecha récord de 63,5 mill de toneladas, es decir, un 12,4% mayor a la de la campaña anterior.

En el corto plazo, las perspectivas del mantenimiento de los precios actuales internacionales y un mejor balance de la campaña actual indican que la campaña 00-01 mostrará un comportamiento no muy diferente del de la presente, permitiendo una recuperación moderada de los resultados del productor.

En el más largo plazo la Argentina sigue desarrollando su ventaja agropecuaria y hay algunos elementos que permiten ser optimistas al respecto. Uno de ellos es la revisión de las políticas agrícolas que se lleva a cabo en la Organización Mundial del Comercio. Como se recordará, múltiples intereses bloquearon el lanzamiento de una nueva ronda de negociaciones multilaterales en Seattle a fines del año pasado. Si bien es cierto que los temas reconocidos como escollos a ese lanzamiento fueron los reclamos de los países más desarrollados en torno a los estándares laborales y los derechos de propiedad intelectual, también es cierto que los países más pobres no estaban listos para negociar otra ronda de políticas aperturistas debido a su impacto sobre los precios que esos países enfrentan.

Muchos de estos países son ex-colonias que se benefician de regímenes preferenciales de acceso a los países con los que tuvieron lazos políticos (Tratado de Lomé, Acuerdos con los países del Caricom, etc). La limitación de esos acuerdos combinada con un aumento en el precio de los alimentos sugiere que estos países sufrirían pérdidas o por lo menos no registrarían ganancias en un escenario de mayor liberalización comercial. Bajo esta perspectiva prefieren imponer un ritmo menor y una negociación más restringida para avanzar hacia una mayor apertura.

Sin embargo, bajo negociaciones multilaterales o más lentamente, con negociaciones regionales, el mundo marcha hacia una mayor apertura y una menor protección agropecuaria. La Argentina, Australia, Nueva Zelanda, Uruguay y en menor medida Brasil, son los países del mundo que más se beneficiarán debido al aumento tendencial de los términos del intercambio. Este panorama, con todo, no es uniforme ya que países-continentes tales como India o China buscarán impulsar su esquema de "seguridad alimentaria" protegiendo su agroindustria más de lo que lo hicieron en el pasado.

Dado los estrechos márgenes de beneficio con los que se mueve la agroindustria, la mayor competencia en el mercado implica un mayor esfuerzo local para mantener nuestra ventaja. La política agroindustrial debe acompañar ese esfuerzo liberando los obstáculos remanentes en términos de infraestructura y sus costos y acomodando la presión impositiva para que sea neutral a las exportaciones. Por último, el crédito y su costo juegan un rol muy importante debido a los procesos involucrados en la operatoria.