¿Por qué se demora la recuperación de la economía argentina?

Daniel Artana

La economía argentina continúa en un bajo nivel de actividad económica. La caída empezó en el segundo trimestre de 1998 y luego de dos años todavía seguimos en un nivel de actividad que se ubicaría entre 3 y 3.5% por debajo del alcanzado en aquel entonces. Peor aún, luego de una incipiente recuperación en el cuarto trimestre de 1999 los datos del primer semestre del año 2000 sugieren que la recuperación se abortó.

Las razones por las cuales no se ha concretado la tan ansiada recuperación se pueden resumir en dos. Por un lado, el contexto internacional y regional no mejoró en una medida suficiente para revertir el problema de competitividad que le causaron a la Argentina la caída en los precios de exportación, la devaluación del real y del euro con relación al dólar (y por lo tanto, al peso) y el aumento en el riesgo país. Sólo recientemente se observa alguna mejora en la actividad económica de Brasil y han aumentado las chances de un aterrizaje suave de la economía americana. En ese contexto, la economía continúa recuperando la competitividad perdida mediante ajustes de costos que le permiten tener una tasa de inflación que es inferior a la de los países con los cuales comercia. Ello mejora el tipo de cambio real, pero por la vía de alguna deflación y la contención de gastos.

El otro freno a la recuperación proviene de algunas señales confusas para la inversión que provienen del ala política del gobierno. Las continuas apelaciones a cambios ad-hoc en las regulaciones de los servicios públicos que violan los contenidos de los contratos, alguna intensificación del proteccionismo comercial, la exageración de regulaciones para frenar la entrada de actores de gran tamaño a la actividad minorista y las declaraciones contradictorias de altos funcionarios del gobierno respecto del apoyo a las medidas de contención de gasto ejecutadas por el Poder Ejecutivo, no son una guía clara para los inversores respecto de la convicción de la línea económica que seguirá la Argentina en el futuro.

La evolución de la economía en los próximos meses no da margen para mucho optimismo. El clima de los mercados hacia el país puede mejorar gradualmente de la mano del crecimiento de las exportaciones y de mejoras en la recaudación, pero ello llevará tiempo. Ambas variables apuntan a despejar las dudas que hoy existen sobre la competitividad de la economía argentina y la solvencia del gobierno nacional. Resolver ambos problemas no era (y no es) tarea fácil, pero gradualmente y con gran esfuerzo se está dando la reducción necesaria en los costos de producción. A agosto del 2000 el tipo de cambio multilateral de la Argentina recuperó dos terceras partes del terreno perdido desde enero de 1999, porque la inflación argentina se ha ubicado por debajo de la de la mayoría de nuestros socios comerciales.

El problema fiscal tampoco es de fácil solución. La Argentina tiene hoy una elevada deuda pública (50% del PBI entre Nación y provincias) y paga por la renovación de la misma tasas de interés muy elevadas. Ello requiere un esfuerzo de contención del gasto público y de mejoras en las recaudación que es difícil de lograr en una economía estancada. Sin embargo, la dinámica de la deuda no es explosiva si se mantiene el esfuerzo comprometido en la ley de responsabilidad fiscal. Ello no debe confundirse con que existe margen para mantener un déficit elevado. La deuda ha crecido mucho en la década del 90 y ese margen se agotó.

Y allí aparece la duda política más importante para el futuro. ¿Habrá suficiente apoyo político para reducir el gasto del Estado de modo tal de permitir que las subas en la recaudación eliminen gradualmente el déficit? La sociedad argentina ha sido incapaz de controlar esa tendencia al aumento en el gasto, y si bien es cierto que la ley de responsabilidad fiscal es un nuevo elemento de control, no es muy rígido y requiere de un nuevo acuerdo con las provincias para evitar que las transferencias por coparticipación aumenten; si ello ocurre el esfuerzo fiscal a realizar en la Nación aumentaría considerablemente volviendo dificil su concreción.

Un primer test importante es el presupuesto para el año 2001. La intención del equipo económico es plantear una reducción de gasto del orden de 1000 millones. Ello permitiría reducir el déficit para el año próximo en algo menos del incremento que se observe en la recaudación ya que la carga de intereses aumentará en una cifra similar a la propuesta de reducción del gasto primario. En una economía en la cual FIEL espera un crecimiento real del 2.9%, con baja inflación, la recaudación podría aumentar en la medida necesaria para cumplir con la baja de déficit del orden de 2000 millones prevista en el acuerdo con el FMI, aunque la cifra absoluta del desequilibrio sería mayor a la prevista en el acuerdo original ya que habrá en el año 2000 un desfasaje en las metas de alrededor de 1000 a 1500 millones. Cuanto menos se logre en el frente del gasto menos creíble será la meta presupuestaria, requiriendo de un crecimiento económico más alto y que no parece disponible para una economía que todavía continúa ajustando costos y precios internos.

Los próximos meses de la economía argentina lucen complicados, pero en la medida en que se obtenga un claro apoyo al rumbo económico seguido en la década del 90, corrigiendo la tendencia hacia un gasto excesivo que caracterizó a ese período y profundizando en los tres niveles de gobierno la desregulación y otras medidas que ayuden al sector privado a reducir costos, la Argentina puede retomar un sendero de crecimiento. Este no depende del esquema cambiario sino de las ganancias de productividad y de la inversión. Las primeras es evidente que la Argentina puede lograrlas y la segunda depende de mejoras en las exportaciones y en la recaudación que ayuden a reducir el riesgo país.

El principal riesgo no es tanto económico, sino político: que se confunda el rumbo y se desperdicie el enorme esfuerzo que la sociedad está haciendo para resolver los problemas fiscales y de competitividad.