Productividad, competitividad,

competencia agresiva

Marcela Cristini

Recientemente se ha manifestado en distintos niveles (gobierno, analistas) una preocupación legítima por la evolución de las exportaciones argentinas, sintetizándose su comportamiento poco satisfactorio en la frase "falta de competitividad". Este diagnóstico ha llevado a un cierto pesimismo con respecto a los verdaderos avances realizados por la producción hasta el momento.

Para tener un panorama claro de cuál será nuestro futuro exportador vale realizarse aquí dos preguntas:

1) a qué llamamos falta de "competitividad" y,

2) qué elementos objetivos permiten juzgar si avanzamos lo suficiente para consolidar una producción competitiva.

Con respecto al primer interrogante valen los siguientes datos:

a) entre 1986 y 1998 el comercio externo (exportaciones más importaciones se quintuplicó, alcanzando al presente a casi el 10% del PBI, las importaciones crecieron más rápido que las exportaciones;

b) los precios de los exportables fluctuaron más que el de los importables:

c) en ambos flujos comerciales los volúmenes físicos son los que explican en su gran mayoría el incremento en la apertura.

Más recientemente, entre 1993 y 1998 las exportaciones se duplicaron en valor y, nuevamente, la explicación se basa en el aumento del volumen.

En términos de variaciones del valor exportado, las manufacturas de origen industrial encabezaron el ranking de aumentos, aunque los productos agropecuarios y agroindustriales siguieron dominando la composición exportadora. En ese período también las importaciones casi se duplicaron, concentrándose en bienes de capital asociados a la modernización de la economía marcadamente (entre 30% y 50% del total según el período). Los precios de los exportados aumentaron un 1,2% en el período, pero con un significativo cambio de tendencia para los productos primarios que entre 1993 y 1996 crecieron un 35,8% y en los dos años siguientes descendieron un 21,7%. Las manufacturas de origen industrial exhibieron precios moderadamente crecientes (menos fluctuantes) y las manufacturas de origen agropecuario tuvieron un aumento de precios muy modesto. Los precios de importación cayeron levemente en el período debido al abaratamiento de los bienes de capital.

En síntesis, los volúmenes exportados aumentaron significativamente, y fueron las fluctuaciones de los precios las que recortaron la tendencia positiva en los últimos dos años. Debido a la modernización del país, del lado importador se presenció un proceso concentrado en la importación de bienes para inversión. Este proceso podría prolongarse, si la inversión no se detiene, debido a la creciente especialización en la industria de Bienes de Capital. La producción local no es ajena a esta especialización a la que ingresó a partir de una endeble condición inicial (programas proteccionistas y de promoción fracasados), transitando hasta muy recientemente por un período de desprotección arancelaria. (Este tratamiento arancelario impedía el desvío del comercio hacia Brasil poniendo en iguales condiciones a sus competidores europeos y norteamericanos en este rubro. El subsidio a la industria local mostró baja eficacia).

La contrapartida productiva de este comportamiento comercial fue el aumento de la productividad local en bienes transables en el período. Nótese que para el período 92-97, para el que se cuenta con datos, el PBI total aumentó un 25%, liderado por el aumento de la producción de no transables, aunque el aumento de los transables fue sólo levemente menor. El proceso de crecimiento puede describirse como generalizado.

En términos de la productividad sectorial (producto/manode obra), en contraste, los transables triplicaron el aumento de los no transables. Entre los transables se destacan el aumento de la minería que duplica al promedio de los transables (fácilmente anticipable ya que se trata de una actividad casi nueva) y la industria, levemente por encima del promedio. En el caso de los no transables, los servicios públicos privatizados y los servicios financieros, aumentaron su productividad laboral entre un 40% y 50% en contraste con los servicios de comercio y servicios personales cuya productividad cayó. Los primeros cooperan para potenciar la mejora de la productividad de los transables.

También debe destacarse que en la industria el aumento de la productividad no produjo cambios apreciables en la relación personal calificado/no calificado, que emplea el sector deduciéndose luego que la inversión en capital es la responsible principal de la mayor productividad. Esa productividad, a su vez, creció más para los exportables que para los importables. En los servicios mencionados como de productividad creciente, en cambio, se produjo un cambio dramático en la relación entre personal calificado/no calificado, que se duplicó en el período.

El primer interrogante que abrió esta nota, entonces, queda acotado a un escenario en el que el país se hizo más productivo y exportó más. Ambas condiciones definen la competitividad para un país "pequeño" desde el punto de vista del comercio internacional como lo es el nuestro (Argentina representó en 1997 el 0,7% del comercio mundial, los Estados Unidos el 14%, la RF Alemana el 8% y el Brasil el 1%).

El segundo interrogante se presenta más esquivo. En un plano más ambicioso que el presentado arriba, muchos analistas plantean que la competitividad debe incluir una evolución de la estructura exportadora que limite los efectos de las fluctuaciones en los precios internacionales de las commodities (agropecuarias e industriales) y asegure cierta independencia del nivel de actividad del Brasil, asumiendo implícitamente la existencia de cierta "brasil dependencia".

Hasta el presente el paradigma de un logro semejante estaba constituído por las economías del Este Asiático que primero saltaron a la escena internacional (Corea, Taiwán, Hong Kong y Singapur). No hay duda de sus logros exportadores. Sin embargo, hoy, luego de la "crisis asiática", sus ponderadas políticas activas están siendo revisadas (este es el caso por ejemplo, de los chaebols en Corea). Sus políticas de "elegir ganadores" en distintos sectores desde el estado mostró menor eficacia que la de mantener un clima proexportador "horizontalmente". Sin embargo, dado que estos países no descuidaron el aspecto mencionado en segundo término, gran parte de su penetración en los mercados internacionales se basa en pilares suficientemente sólidos. Esquemas similares de "elegir ganadores", en cambio, han determinado abiertos fracasos en nuestros vecinos brasileños (programa de informática, zona franca de Manaos, promoción automotriz, etc.).

En el caso argentino actual, es cierto que ni el clima de negocios ni las señales de precios surgidas localmente (precios de los servicios y costos laborales) han ido en el sentido de generar un clima pro-exportador. Tampoco las políticas públicas han logrado la neutralidad necesaria (inadecuada devolución del IVA, crowding out de los mercados de crédito por parte del Estado, etc.).

La correción inicial del sesgo anticomercio lograda por la apertura económica, que puso a disposición del exportador insumos a precios internacionales, no alcanza para definir un despegue exportador agresivo.

A su vez, se observa que los países centrales mantienen políticas proteccionistas que recortan las oportunidades en los mercados internacionales, (ver recuadro Agenda 2000). Estos países utilizan su poder de compra y el tamaño de sus mercados como el instrumento de una política de competencia agresiva. Estos elementos están fuera de la elección posible para la Argentina.

El mercado internacional es hoy, además, sumamente complejo. El comercio internacional se ha ampliado a los servicios, opera en nichos de altos ingresos y en productos masivos innovadores, el comercio intraindustrial mantiene su importancia. Las empresas están más cerca de estos desarrollos que los gobiernos y, por lo tanto, en mejores condiciones para definir estrategias. Los gobiernos, en cambio, tienen ventajas para monitorear el aumento global de la productividad y la distorsión de los precios relativos entre los transables y los servicios. En el caso argentino, las políticas reformistas han perdido impulso.

En un año con un mercado internacional poco receptivo este hecho se pone en evidencia con gran dramatismo.