Sólo Viento
x Epicureo
Son las tres de la mañana el fulgor de mis ojos es atrapado en mi iris, un aullido me llama, me tienta..., una ola de vino macera mi vientre y lo único que recuerdo es su esencia, su piel, la forma que el susurro de sus labios se cristaliza en mi cuello. Aun la recuerdo, su aire rizado le roba la sed al mar, crea historias anteriores al hombre, su risa atenúa el rocío de la mañana.
El verano rozaba la arena, en la brisa se respiraba el ocaso de la tarde, y yo recostada en la playa. El mar tejía la luna y sin menor aviso que el viento, rompiendo el silencio de las olas, apareció ella, caminando con sus pies desnudos y un vestido violeta, viendo el horizonte..., percibió mi presencia, volteó, y sin decir palabra, besó mi frente, sus tersas manos danzaban en mi rostro. Ella siguió caminando y desapareció en la bruma.
Una semana había pasado que por mis ojos no fluía su dulce figura, el deseo de volver a sentir sus tibias manos se añejaba en mi, y aunque era la primera vez que sentía esto por una mujer, solo deseaba verla.
El siguiente jueves, decidí salir de mi casa a respirar la sangre
del otoño, la brisa atenuaba mi ver y en un instante se tornó
cálida; decidí voltear a mi izquierda, ella estaba ahí,
a un paso de mi, solo bebiéndose mis ojos.
- ¿Quién eres?
- ¿Importa?
- Para mi es necesario tener un
nombre
- ¿Para que?
- Para que lo susurre el viento cada
- Sofía
- ¿Ahora lo escuchas?
- No... ¿qué?
- Las hojas danzando por el brío
de tu nombre... Sofía
- ¿Acaso tiene nombre la luz que
se desliza en mi cuello?
- Angélica.
- ¿ Cómo es que los cristaales de
luz ahogan mi ser en suspiros?
- Es solo la luna que se asoma a ver
su oleaje con tu piel.
El sello de la noche atrae el fruto del silencio y desata la locura de un beso que ofrece ríos de viento y fermenta el humo de la vida.
- ¿Ya te vas?
- Mil serpientes se incrustan en mi vienntre para no dejarte, pero... Es
tiempo
- ¿Tiempo de...?
- De ver, de caminar, de llorar, de resiignarse, de sentir la dolorosa lagrima
dormida. Adiós
- El amanecer ha de irse, la aurora se pperderá con el jubilo del
viento, ¿pero tu?
- Solo cierra los ojos.
- ¿Dejaras en mi este claroscuro de sentimientos cincelando mi razón?
- Adiós...
Bajo aquella luz, un dulce aroma debate la espesura de su vientre, murmura un tierno suscitar, y en el silencio se desnuda el dolor.
El siguiente martes, bajo la dulce nostalgia, como una aprendiz de la soledad, un olor proveniente del viejo bar se vislumbra, mismo que reanima el vació del silencio, haciéndome entrar en el. Sin darme cuenta empiezo a escribir, tomo una servilleta e indago en mi ser.
Horizonte, ideal macerado,
Prorrumpes el ansia de la palabra
Lluvia enervante, llevas soledad
En el en claroscuro.
Provincia sangrada de eternidad,
Cazador de ocasos interminables.
Sofía, tus palabras bruñen cual llama mi lecho de angustia
en dulces oleajes de pudor; se tan poco de ti, aunque presiento como tu
naturaleza hunde tus brisas en impaciencia y dolor, ocultas tu mirada he
intentas secar tus labios en inviernos y cristalizar el tiempo.
Súbitamente un frío ciega mi ser mientras Sofía acaricia
mi cuello.
- ¿Te iras?
- Sabes que no quiero que sea asíe;.
- Mientras la tarde amordazaba mi ser, lllegas a derribar frontera y encausas
mi dolor y lo encarnas en tus labios.
- ¿Quieres que así sea?
- No hay, ni podrá haber
- Entonces...
- Ya nos reuniremos, todos nos reunimos en aquella montaña.
- Ahí será, y, el caudal dde mis sentidos incendiarán
los vientos del ocaso haciéndonos una, los suspiros de la noche arropan
con delicadeza la tierna alba y se deslizarán hasta convertirse en
viento. Hasta entonces... Adiós
- Adiós...
Cuarenta años han pasado, y el aullido sigue..., el mar se ha secado
en mis labios, el tiempo no ha cegado su esencia, aquellos suspiros cristalizan
sus rizos en la mañana y, lo único que sigo esperando es ese
día, el viento